Noche del día 26 (enero), a las 20 horas
Se le aparece el demonio.
vE A jESÚS CON LA cRUZ A cuestas.
Ve a su madre
he quedado atemorizada con la aparición del demonio, un verdadero demonio sin camuflaje alguno
Era Jesús que, cargado con una enorme cruz, marchaba como si fuera a Spezia
he quedado atemorizada con la aparición del demonio,
un verdadero demonio sin camuflaje alguno
De no haber sido la hora de queda habríale mandado llamar, pues tan atemorizada he quedado con la aparición del demonio, un verdadero demonio sin camuflaje alguno, o sea: un personaje alto, delgado, fumoso, de frente baja y estrecha, cara puntiaguda, con ojos hundidos de un mirar verdaderamente malvado, irónico y falso, que por poco no me doy a gritar pidiendo auxilio.
Me encontraba rezando en la oscuridad de mi habitación al tiempo que Marta estaba en la cocina y, precisamente, le rezaba al Corazón Inmaculado de María cuando, junto a la puerta cerrada, se me ha aparecido él. Con ser más negro que la propia oscuridad, aún he visto todos los detalles de su cuerpo desnudo y feo, no por deformidad sino por un no sé qué de ferocidad y de serpentino que emanaba de todos sus miembros. No le he visto cuernos ni cola, como tampoco pies ahorquillados ni alas como generalmente se le representa. Ahora bien toda la monstruosidad se manifestaba en su expresión. Para indicar lo que era debería decir: Falsedad, Ironía, Ferocidad, Odio y Asechanza. Esto era cuanto daba a entender su expresión engañosa y malvada. Se reía de mí y me insultaba. Pero no osaba acercarse a mi lado sino que se estaba allí clavado junto a la puerta. Ha estado por espacio de unos buenos diez minutos y se ha marchado. Mi sudor era frío y caliente a la vez.
Mientras aún me duraba el espanto y me preguntaba
el porqué de tal venida,
Jesús me ha dicho:
"Porque tú le habías rechazado muy duramente
en su principal elemento"
Mientras aún me duraba el espanto y me preguntaba el porqué de tal venida, Jesús me ha dicho: "Porque tú le habías rechazado muy duramente en su principal elemento". (Mientras le rezaba a María, habíame tornado insistente la... no sé cómo llamarla, porque no es voz, idea ni juicio sino algo que dice: "Si no hubiera sido por ti habría acaecido tal cosa. Gracias a ti, por ser tan amada de Dios, no ha sucedido tal otra". No sé si obro bien o mal, pero me parece que hago bien cuando, al sentir esto, digo: "Vete de aquí, Satanás, no me tientes porque, si es Jesús el que esto dice, lo acepto; mas ningún otro lo debe decir para despertar en mí la propia complacencia"). Así pues, dice Jesús: "Porque tú le habías rechazado muy duramente en su principal elemento la soberbia. ¡Oh, si te pudiese hacer caer en ella!
¿Te has fijado bien? ¿No has notado cómo su aspecto, o mejor dicho, su soberanía o paternidad aparece y se trasluce en quienes le sirven siquiera sea temporalmente? No debes reparar en si se te aparece él en persona con el aspecto desagradable de un animal repugnante y libidinoso, de un monstruo hinchado con el fermento y levadura de la lujuria. Esto porque esa pobre criatura es un vertedero de muchos vicios y pecados, de los que los carnales son en ella los mayores.
Piensa en todos aquellos que de diferentes modos te han sobresaltado y hecho sufrir. En aquellos que, en una ocasión tal vez, fueron instrumentos de Satanás para un alma fiel causándole dolor y llevándola a la desolación. ¿No tenían al herir la misma expresión de despecho cruel que has visto a la perfección en él? ¡Oh, cómo se trasluce en cuantos le sirven!
Mas no temas, puesto que mal alguno te puede hacer si tú permaneces conmigo y con María. Te odia y esto sin medida. Pero se ve impotente para dañarte. Si no reclamas tu alma para ti y la dejas al abrigo de mi corazón, ¿cómo quieres que él pueda causar daño a tu alma?
Escribe esto y también las otras visiones menores que has tenido. El Padre debe conocerlas todas y no es sin un fin determinado el que las sepa. Debes saber que se acerca el tiempo de mi primavera, la que doy a mis predilectos. Las violetas y las velloritas constelan los prados en primavera. La coparticipación en mis dolores cónstela en mis amigos los días de preparación para mi Pasión.
Marcha en paz. Y a fin de disipar el miedo que aún te embarga, Yo te bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".
Las demás cosas que he visto son de hace ocho días a esta misma hora.
Era Jesús que, cargado con una enorme cruz,
marchaba como si fuera a Spezia..
Era Jesús que, cargado con una enorme cruz, marchaba como si fuera a Spezia (le digo esto para indicarle la dirección) aunque no por la Vía Fratti. Avanzaba en diagonal siguiendo una ideal vía recta desde aquí hasta aquel punto. Sobre su vestido de color rosa llevaba la vestidura blanca y corta de Herodes, yendo abatido, sudoroso y llorando. Sí, lloraba ciertamente. Y a mí, que estaba angustiada viéndole llorar, me decía: "¿Ya ves? No es bastante el dolor de los suplicios... que aún tengo otros, otros dolores más fuertes. Alma, compadécete, pues tu Jesús, ya ves, está agobiado bajo un volumen de desventuras por demás fuertes".
Después, el domingo por la noche –casi me había dormido recitando el rosario de los siete dolores de María– me despertó la Madre llorando y diciéndome: "No duermas. Llora conmigo. ¿No sabes que me han matado el Hijo?". ¡Oh, cómo lloraba al pronunciar esas palabras!
El martes por la noche, a su vez, me acometió una gran tristeza
al ver a mi madre...
a la que igualmente vi así el primer día del año.
El martes por la noche, a su vez, me acometió una gran tristeza al ver a mi madre... a la que igualmente vi así el primer día del año. Mas ahora parecíame verla más angustiada. Me explicaré:
El día 1 de enero la vi poco más o menos como el día de Todos los Santos: opaca, sola, trasoñada, como asombrada y abatida al mismo tiempo de verse allí. El martes, por el contrario, la veía menos entontecida; pero siempre en el mismo sitio e igual de opaca en su aspecto y en el vestido. Con todo, sus ojos eran más vivaces en la expresión y parecían querer decirme algo que no pudiesen: una como súplica, excusa, queja... Si hubiese de traducir aquella mirada habría de pensar que me decía: "Perdóname y ayúdame. Aún tengo necesidad de ti, incluso aquí, lo mismo que la tuve cuando estaba allí. Ayúdame... ¡Me encuentro tan sola...! No tengo más que a ti".
Yo le decía: "Mamá, ¿qué quieres decirme con esto?"
Y ella, sonriendo, pero triste, triste, contestaba con la cabeza: "Sí, sí".
Lloré y yo también me quedé triste. Tornó de nuevo y yo le dije: "Pero ¿no bastan los sufragios?". Y ella decía siempre con la cabeza: "Sí, sí". Mas, al mismo tiempo, pedía algo que no acierto a decir. Le dije: "Ya sabes que te quiero". Y ella asentía, si bien siempre con aquella mirada. "Mamá no guardo rencor alguno contra ti e, incluso, también aquí te quería". Ella sonreía; pero no estaba contenta. He sufrido al no verla tranquila.
Esto es lo que tenía que decir y no había escrito por entender que eran cosas exclusivamente mías y, por otra parte, tan tristes...
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A. M. D. G.