19 de marzo

 

 

Satanás tienta a María Valtorta

 

 


 

Satanás me molesta tentándome con esto o aquello. Y ahora que no tienta la carne lo hace con el espíritu 

  Pero lo de ayer noche fue una amenaza explícita y directa. 

  Vino después la dulce Madre, afable y amorosa con su vestido blanco, sonriendo y acariciándome

   Señor, no se haga mi voluntad, sino la tuya  

 Dalos a leer. Yo no he podido hacerme con ellos; pero, te digo la verdad, que los deseo

 


 

Le tengo contados la poco agradable visita y el presagio de ayer noche. Ya vio usted mi semblante "de susto", pues así me lo indicó al entrar. No sabía qué semblante tuviese; mas impresionada si que estoy. Y esto no pasa con el discurrir de las horas.

 

Satanás me molesta tentándome con esto o aquello.

 Y ahora que no tienta la carne lo hace con el espíritu

 

No es la primera vez, bien lo sabe usted, que Satanás me molesta tentándome con esto o aquello. Y ahora que no tienta la carne lo hace con el espíritu. De un año a esta parte me viene molestando de cuando en vez.

La primera fue cuando me tentó en aquellos días, tremendos para mí, de abril de 1944 al prometerme su ayuda si le adoraba. La segunda, cuando me asaltó con aquella sutil, aguda, violenta y prolongada tentación del 4 de julio de 1944 proponiéndome que imitase el lenguaje del Maestro para confundir al que habíame ofendido. La tercera, cuando me sugirió hacer con los dictados una obra mía y publicarla para obtener con ella reputación y lucro. La cuarta, cuando, en febrero de este mismo año (creo que fuese ya febrero) se me apareció (es la primera vez que he llegado a verle, ya que las otras veces lo he sentido tan sólo) aterrorizándome con su aspecto y con su odio. Y, por último, la quinta, ayer noche.

Estas han sido las grandes manifestaciones de Satanás, si bien yo atribuyo al mismo todas las otras cosas más pequeñas que proceden de los demás y me quieren inducir al orgullo, a mi propia complacencia, al engaño tal vez con las apariencias o también a persuadirme de que soy una perturbada y todo fruto de desequilibrios psíquicos. Hasta los choques con los parientes y con la autoridad e, incluso, hasta con los camioneros (Alude aquí a los acontecimientos relacionados con el salvoconducto de guerra que pudieron darse por concluidos en febrero de 1945), yo los atribuyo a Satanás. Hace lo que puede y más de lo que puede con tal de disgustarme y llevarme a la inquietud, a la rebeldía y a la persuasión de que es inútil rezar y de que todo es mentira.

 

Pero lo de ayer noche fue una amenaza explícita y directa.

 

Le confieso que ayer noche me inquietó sobre manera. No es la primera vez que me suscita el miedo de estar engañada y de tener que dar cuenta de ello un día a Dios e, incluso, a los hombres. Sabe usted muy bien que esto precisamente constituye mi terror... siempre aliviado por Jesús y por usted, Padre mío, y, con todo, siempre renacido. Ahora bien, eran pensamientos "míos" sugeridos, es cierto, por Satanás, pero, en fin de cuentas, fabricados por mí. Pero lo de ayer noche fue una amenaza explícita y directa.

Me dijo: "¡Haz, haz lo que quieras! Yo te emplazo para el momento decisivo, para el último momento. Entonces te persuadiré efectivamente de que siempre mentiste a Dios, a los hombres y hasta a ti misma, y de que eres una engañadora y entonces es cuando caerás en un verdadero terror, desesperada por estar condenada. Y de tal modo te expresarás que quien te asista entenderá que ésa es una última retractación tuya para poder presentarte ante Dios con menos pecados. Tú y quien se encuentre a tu lado estaréis persuadidos de ello. Así morirás... y los demás quedarán perplejos... Te espero, sí... Y tú espérame a mí. Nada prometo que no cumpla. Ahora me hastías sin medida; mas entonces seré yo quien lo haga contigo y me vengaré del todo... Me vengaré como sólo yo sé vengarme". Y se fue dejándome tan mal...

 

Vino después la dulce Madre, afable y amorosa

con su vestido blanco, sonriendo y acariciándome

 

Vino después la dulce Madre, afable y amorosa con su vestido blanco, sonriendo y acariciándome. Me regaló asimismo Jesús con la más letificante de sus sonrisas. Mas, no bien me dejaron, volví a caer en mi marasmo... que aún perdura. Cuando se apodera de mí con tal fuerza este pensamiento, me vienen tentaciones de decir: "Ya no escribo ni una sola palabra por más presiones que se me hagan para ello". Pero después pienso y digo: "Esto es lo que quiere Satanás" y no doy oídos a esta sugestión.

Es tiempo de Pasión, ¿no es cierto? Habrá quienes, por una idolatría infusa en cierto modo en el hombre, aun en el bueno, adoran a la portavoz, al ídolo, olvidando que ella es tan sólo un instrumento y que el único adorable es Dios. Y habrá también quines me desprecien a la espera, por fines varios, de hechos portentosos en mi persona y, sobre todo, en este tiempo de Pasión. Tal vez usted mismo los espere como cosa natural en mi caso. Usted por justa espera y los otros por desprecio o idolatría. Le aseguro que prefiero el desprecio a María Valtorta que no la idolatría a mi persona. Esta me causa un enojo atroz. Paréceme que me desnuden en una plaza y me desvalijen mi precioso tesoro... ¡qué sé yo! Mire, sufro mucho por ello. El desprecio no me hiere tanto si se dirige a María Valtorta. Basta con que no se perjudique a los "dictados" ni se los tome por una burla o una locura...

Mas por cima del deseo más o menos santo y honesto de tantos está el querer, o mejor, la bondad de Dios que escucha a su pobre María, la cual siempre rogó y continúa en sus ruegos diciendo: "He aquí tu 'víctima'. Que sea todo lo que Tú quieres, mas, nada de signos exteriores". Ni aún esta manifestación de Dios en mí habría querido yo... Mas quiso Él que yo fuese su fonógrafo y... ¡paciencia! Pero más... ¡no, no y no! Todas las enfermedades habidas y por haber antes que señales manifiestas. Sufrir cuanto Él sufrió, participar de su agonía; pero que lo sepamos tan sólo Él, usted que  es mi Padre, y yo. Y basta.

Mas si en este tiempo de Pasión yo defraudo a quien idolatra y a quien escarnece, puesto que no soy materialmente "una apasionada", le aseguro que vivo mi pasión. Y más que este redoblado sufrimiento físico del cuerpo que se siente abatido y roto por los golpes y fatigas del Gólgota, de la cabeza dolorida por la corona cruel, de las distensiones y calambres, de la angustia y congestión de esta tortura, de la se y de la fiebre, del decaimiento y excitación del suplicio, lo que para mí supone "pasión" es siempre esto que yo llamo "mi Getsemaní", o sea, la oscuridad que me cerca llenándome de fantasmas y de pavores... el temor y el terror del futuro y de Dios... y la cercanía del Odio al tiempo que el Amor se ausenta. Esto, esto es lo que provoca la sed, la fiebre, las lágrimas de sangre, los gemidos y el desfallecimiento. Le aseguro que esta hora es igual en intensidad a la que me tocó sufrir el pasado año cuando Dios me dejó sola (Los escrito del 9 de abril al 10 de mayo de 1944). E incluso le puedo decir que "es más fuerte" puesto que aún hace mal por más que se halle Dios conmigo.

Espero haberme explicado, si bien ciertas torturas se explican muy mal y se entienden todavía peor lo mismo por quien es padre espiritual, idólatra, curioso, estudioso o escarnecedor del fenómeno. Sería bien no obstante que estos tres últimos probasen lo que nos toca probar... ¡Pero no! Es mejor que no lo prueben. Los idólatras escaparían tal vez poseídos de temor por lo que se figuraron ser muy distinto y los curiosos, los estudiosos y escarnecedores llegarían a maldecir a Dios... Por eso... apliquemos los hombros a mi yugo, hagamos desaparecer el tóxico y... adelante.

 

Señor, no se haga mi voluntad, sino la tuya

 

Señor, no se haga mi voluntad, sino la tuya. He aquí a tu esclava y a tu víctima. Hágase de mí lo que Tú quieres; mas, por tu bondad, sólo te pido que me des fuerza para poder sufrir y que no me dejes sola. "Mane nobiscum quoniam advesperascit et inclinata est jam dies...". (Lc 24, 29).

Me encuentro envuelta en una gran tempestad, una de estas tempestades de marzo con luminosidad de sol y oscuridad de nubes volanderas que van sucediéndose. Tengo la impresión de hallarme en una navecilla entre encrespadas olas, unas veces sobre la cresta de las mismas, a pleno sol, y otras hundida allá abajo entre dos montañas de agua que semejan quererme engullir en el profundo del abismo. Paréceme pasar alternativamente de un océano tempestuoso a la placidez del puerto y verme sumergida, siempre alternativamente, primero en la hiel y después en la miel. ¡Qué sufrimientos los de ayer noche!

Hay momentos en los que estoy en el Cielo por obra de las breves y dulces palabras, por las acariciadoras sonrisas que me dirigen Jesús y María y por la fortaleza que los mismos me comunican. Me digo entonces: "¡Oh!, me encuentro bien segura de no estar engañada y no ser una pecadora" (en relación con los dictados y con las visiones, se entiende). Y después, he aquí que vuelvo a hundirme en el negro torbellino en el que hierve el fragor temeroso de las palabras amenazadoras de ayer noche. Tras el Paraíso pruebo el infierno. A renglón seguido vuelven a socorrerme la bondad de Jesús y de María y mi pobre alma queda aliviada con el sol que me indica el cielo en una beatitud que me llena de dulzura. Y después, vuelta a caer en la amargura, en la oscuridad y en el espanto. Tengo miedo... Ayúdeme a superar este combate.

 

"Dalos a leer. Yo no he podido hacerme con ellos;

pero, te digo la verdad, que los deseo"

 

Hoy, una señora que me conoció pequeñita, fue amiga de mi madre durante muchos años, después por imposición ajena hube de dejar y a la que, por fin, he vuelto a tratar, me ha dicho y hablado de la Marina... y de mis dictados de los que ha leído algunos cuadernillos. Fingiendo no saber nada, le he preguntado sobre la diferencia que ha encontrado entre las dos personas, de las que una es conocida y la otra medio ignorada, porque existe la creencia de que se trata de una religiosa servita o de una señorita enferma, etc., etc. Me ha dicho que, a su parecer, los de la M... están escritos en trance mientras que los otros son: "... sublimes, pero que causan miedo porque, en vez de hacer sentir la misericordia de Dios, lo que hacen sentir es su justicia. Pero contienen palabras de una luz especial, de una elevación espiritual que impresiona. Hay una plegaria de Nuestra Señora que es maravillosa". Y ha terminado así: "Dalos a leer. Yo no he podido hacerme con ellos; pero, te digo la verdad, que los deseo".

Que crea o no crea que no soy yo y que no los conozco, no se lo he podido decir. Mas ha sido para mí una gota de miel porque es una mujer religiosa, culta y a la que siempre vi sumamente equilibrada. Por eso su juicio y su deseo me han confirmado el hecho de que las almas descubren a Dios en los dictados.

¡Dios mío, Dios mío...! Que mi único fin sea servirle y amarle y mi único temor serle aborrecible. Este es mi dolor. Pero es tiempo de Pasión... ¡Oh!, ayúdeme puesto que bajo una aparente calma, estoy hecha toda una llaga que duele.

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A. M. D. G.