4 DE MAYO DE 1945

 

LOS CANSANCIOS DEL APOSTOLADO II

 

 


 

 Y qué Ya no quieres ayudarme Qué el mundo no quiere saber de mis palabras Pues bien, que se queden entre nosotros  

 Lo que dices: Yo no valgo para nada es una consecuencia de este cansancio

 


 

Esta mañana ha habido también una de ésas para mí...("Nadie responde y Jesús se abre en una sonrisa triste y de compasión").

Habíase apoderado de mí un desconsuelo tan fuerte que me he echado a llorar por multitud de cosas, entre las que no es la menor el cansancio de escribir y más escribir con la convicción de que, tanto la bondad de Dios como la gran fatiga del pequeño Jun han de resultar con toda seguridad inútiles. Le he llamado entre lágrimas a mi Maestro y después de que, por su bondad, ha venido exclusivamente para mí. le he expuesto mi pensamiento. Se ha encogido de hombros como diciendo: "deja que se pierda el mundo con todas su historias" y después me ha acariciado diciendo:

 

¿Y qué? ¿Ya no quieres ayudarme?

 ¿Qué el mundo no quiere saber de mis palabras?

Pues bien, que se queden entre nosotros:

 

"¿Y qué? ¿Ya no quieres ayudarme? ¿Qué el mundo no quiere saber de mis palabras? Pues bien, que se queden entre nosotros: conmigo para gozar repitiéndoselas a un corazón fiel y contigo para tu satisfacción en oírlas.

¡Los cansancios del apostolado...! ¡Más agotadores que cualquier otro trabajo! Privan de su luz al día más sereno y de dulzura al alimento más sabroso convirtiéndolo todo en ceniza, fango, náuseas y hiel. Pero, alma mía, son éstas las horas en las que nosotros nos cargamos con el cansancio, las dudas y las miserias de los mundanos que mueren por no poseer lo que nosotros tenemos. Son las horas en que más hacemos. Te lo dije ya el año pasado.

"¿Para qué aprovecha?" se pregunta el alma sumergida por lo mismo que sumerge al mundo, es decir, por las olas desatadas por Satanás. El mundo se ahoga; mas el alma clavada con su Dios sobre la cruz, no se ahoga. Pierde por unos instantes la luz y se hunde bajo las ondas nauseabundas del cansancio espiritual y después emerge más fresca y hermosa.

 

Lo que dices: "Yo no valgo para nada"

es una consecuencia de este cansancio

 

Lo que dices: "Yo no valgo para nada" es una consecuencia de este cansancio. Tú no valdrías, es cierto, para nada; mas Yo soy siempre Yo y por eso tú valdrás siempre para cumplir tu misión de portavoz. Cierto que si Yo viese que, cual comprometida y preciosísima alhaja, se ocultaba mi don con avaricia o desidiosamente no se procuraba tutelarlo con las garantías que la malicia humana impone para estos casos en los que hay que tutelar tanto el don como la persona a través de la cual éste viene, Yo pronunciaría mi 'basta'. Y esta vez sin vuelta posible. Basta para todos, aunque no para mi pequeña alma que hoy, propiamente parece una florecilla expuesta a un fuerte aguazón.

Y ¿aún puedes con estas caricias dudar de que Yo te quiero? ¡Ánimo! Me ayudaste en tiempo de guerra, ayúdame ahora también...

¡Queda tanto por hacer!"

Y he quedado encalmada bajo la mano amplia y la sonrisa tan dulce de mi Jesús, cándido como siempre que viene exclusivamente para mí.

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A. M. D. G.