21 de mayo,
lunes de Pentecostés, a las 11 horas
aSÍ ERES amada... así eres guardada...
El Paráclito le envía su onda de dulzura
Así eres amada... así eres guardada...
¡Qué bien ha llegado, haciéndome derramar lágrimas de gozo, la onda de dulzura que me prometiera ayer noche el Paráclito!
El Paráclito le envía su onda de dulzura
Llegó con una caricia del todo espiritual, con un soplo que era beso ligerísimo resbalando por la frente y con un salto de amor en mí tan subido que el corazón ha llegado, incluso, hasta sufrir físicamente por ello, resultando no obstante dulce y letificante al mismo tiempo. Y, a la vez que ella, la Voz, que no es voz, del Paráclito me ha hablado y me habla, trayéndome, del modo que me ama Dios, el lirio que me floreció 'Su' lirio...
Dice:
"Así eres amada... así eres guardada..."
"Así eres amada... así eres guardada..." (espera a que termine de escribir lo que antecede y prosigue). "Dios es tu fortaleza. Observa cuán rígido está el tallo. Nada falta en él, ni siquiera las hojas que no son inútiles sino necesarias para la protección de la flor. Dios es tu tallo y las virtudes divinas tus hojas. Dios es tu fin y así la flor se halla en la cúspide del tallo. Tú eres como el largo pistilo que sobresale del níveo cáliz circundado por las llamas áureas de las anteras colmadas de polen.
Así te ama Dios. Te creó hundiéndote en la tierra como al bulbo en el bancal; pero te dio un alma que es el centro de tu vida y esa alma, tras haberla mortificado haciéndola gustar la lobreguez mortificante de la tierra, la llevó arriba, a lo alto, cada vez más arriba, protegiéndola hasta alcanzar el abrazo cándido de la Corola eterna: nuestra Trinidad Santísima. Así, así es como nuestro amor te ciñe de candor y de fuego, de paz y de alegría. Mira: porque eres 'nuestra' pequeña María, la toda nuestra, he aquí que tu espíritu, el largo tallo encerrado en nuestro Corazón, tiene nuestro distintivo y así es uno y está marcado con tres separaciones que no lo dividen sino que lo hacen tricúspide en su estigma. María, pequeña María..."
Y calla la Voz, pero subintra un coro en plenitud que entona hosannas angélicos de entre los que sobresale, límpida y gozosa, la voz de la Virgen que canta el Magníficat... ¡Cómo lo canta! Nunca oí modular ese salmo con un canto semejante. Sólo Ella puede cantarlo así... No la veo. Veo únicamente un inmenso y potentísimo esplendor; pero sé que es Ella y me uno con el alma al canto...
56-57
A. M. D. G.