21 de julio de 1945
sE ME HACE TRANSPARENTE
EL velo que envuelve a las almas
Recibe carta de su tío Arístides
... Son ya las 11 y a mi corazón le aqueja un nuevo dolor. Le confieso que, por más que desde hace días tenía el presentimiento de este nuevo dolor, hoy he llorado. Me caían las lágrimas sin hacer aspavientos mientras comía, pues no me gusta contar historias que a los demás no interesan.
Recibe carta de su tío Arístides
Mi tío (Arístides Fioravanzi, hermano de la madre de María Valtorta, fallecido en Bérgamo el 14 de julio de 1945) me escribió por conducto de un amigo suyo enviándome su último saludo... También este pariente ha muerto; tan enfermo y necesitado de todo y, más que nada, de afecto, de quien le acariciase sus profundas heridas y le arrancase esa acritud que sus por demás dolorosas desventuras habíanle depositado en el corazón. Yo siempre lo llevé en el mío y conseguía mi intento. He sufrido también por él en estos meses en que ha sido imposible la comunicación con los del norte. Su carta de junio me llenó de alegría y al momento pensé en hacerle un regalito... que después presentí que era el último. Lo recibió... viniendo a ser la única flor afectiva sobre su lecho de muerte.
Las lágrimas caen de mis párpados... ¡Señor...! No digo más, pues Tú todo lo sabes. Con este nudo de mudo dolor en el corazón me echo más arriba para dar descanso a mi cuerpo que no quiere morir cuando tanto deseo tengo de ello y pienso en Sor M. Gabriela. Veo que ella tiene deseos de un azucarillo... y no se persuade de que hay más hiel que miel en el cáliz de Jesús.
Y, dado que sé de la próxima llegada
de dos hermanas religiosas suyas demandando en su nombre una
palabra, le digo a Jesús: "¿No hay nada para ella? ...
Y, dado que sé de la próxima llegada de dos hermanas religiosas suyas demandando en su nombre una palabra, le digo a Jesús: "¿No hay nada para ella? No sea que me pida algo no habiendo nada". Recibo como un escopetazo esta seca respuesta: "No". Me siento aniquilada con ese "no" tan seco que excluye toda respuesta... me vuelvo de la otra parte y lloro por mi tío mientras Marta duerme. Y a las 16 ya están las religiosas: "¿No hay nada para decirle a la Superiora?". En vez de "decirle" lea "darle"...
Debería haberles dado gracias por Cancogni; pero me encuentro tan quebrantada por tantas cosas, que les digo simplemente: "No". Pienso que estará mal. Y ¿qué puedo hacer? Tan pronto pueda le escribiré una cartita de cumplido. Mas el "no" de Jesús ha sido tan tajante que pienso que por ese poco no tendrá inconveniente Sor G. Ello me desagrada porque me dan pena las almas que nada saben hacer por sí... sin dulzuras... cuando éstas se reservan todas para la eternidad. ¿Es éste un pensamiento de soberbia? Me examino y me parece que no. Es tan sólo una verdad.
¿Por qué, Padre, se me va haciendo cada vez más transparente
el velo que envuelve a las almas y las cosas?
¿Por qué, Padre, se me va haciendo cada vez más transparente el velo que envuelve a las almas y las cosas? Yo no lo querría... En pocos meses es la cuarta vez que digo: "Yo presienta que éste o aquel han muerto" resultando después verdad. Mi doctor (Lamberto Lapi, de cuya muerte se habla en los Cuadernos de 1944, escrito del 29 de noviembre de 1944), la Soldarelli, mi tío... Pienso en ellos y los siento vivos; mas después llega un día en que digo: "Es inútil esperar más o escribirle a éste o a aquella. Se ha muerto". Y así es en verdad. Mire: en relación con Sor Juana, sentía que no había salido de Roma, que no había muerto, no había quedado paralítica, alelada o cosa por el estilo y sabía a ciencia cierta a qué se debía su silencio. De quienes, por cierto, podía y debía creer que estaban vivos, yo sentía que habían muerto. En modo alguno es esto cosa agradable.
Vuelve a tomarme Jesús para la obra del Evangelio.
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A. M. D. G.