18 de agosto
Enseñanzas y consejos para
Sor Gabriela de María Inmaculada
Compadeceos de la viuda y del huérfano
Lo que para entrar en el Cielo se necesita es santidad y nada más.
No te es lícito contribuir con los soberbios de la nueva Israel a la ruina de los corazones
Recogerlas equivale a continuo sufrimiento, ...
"Para Sor Gabriela de María Inmaculada
No me siento inclinado a dirigirme particularmente, no por dureza de corazón sino por compasión de la portavoz y también de las almas. Para que la fortaleza sea verdadera es preciso fortificarse uno por sí mismo. Mas en esta ocasión hay necesidad de una palabra y la doy.
Has pronunciado la primera palabra de la Cruz para ti, incomprendida y juzgada con ligereza, y para Mí, ofendido en mis huérfanos a los que no se ofende sin que Yo medicine su ofensa.
Compadeceos de la viuda y del huérfano
En los tiempos de la antigua Ley se decía ya: "Compadeceos de la viuda y del huérfano" (Ex 22, 21; Jr 22, 3; Zac 7, 10). Y dije Yo: seré Yo el padre de los que no lo tienen y de aquellos a los que el mundo desprecia".
Mi ejército y mi corte los constituyen los humildes y los desgraciados, no faltando en ellos pecadores, esclavos, campesinos, y entre los que tampoco han dejado de estar los mártires de los pecados ajenos: los bastardos que nunca faltaron pero que tampoco contribuyeron menos que los demás a la consolidación del Reino de Cristo entre los pueblos.
Lo que para entrar en el Cielo se necesita es santidad y nada más.
¿Hay quien piense que el Cielo, el Sacerdocio o el Claustro son prerrogativa de los escogidos de una familia regular? ¿O que se precise de una fe de vida y de documentos especiales para tener acceso a los goces del Cielo? Lo que para entrar se necesita es santidad y nada más. Porque las fes de vida se apoyan en lo que perece y no en el alma, ya que el alma no nace cuando vosotros nacéis en la tierra sino que su nacimiento tiene lugar el día en que viene a Dios para alcanzar su eterna paz. Esto debieran tenerlo presente quienes son llamados a juzgar de los casos más delicados. ¿Qué diríais de Dios si negase el Cielo a uno por haber nacido bastardo? Que eso es una injusticia. Pues entonces ¿por qué negáis el camino que para ellas es del Cielo a estas criaturas que aspiran a Mí y a las que Yo aspiro hacia Mí? El niño no pidió nacer. No es suyo el delito. Suya es la cruz. No se ha de hacer recaer sobre los hijos los pecados de sus padres. Dije Yo: "No juzguéis". No juzguéis puesto que ignoráis las circunstancias por las que uno cometió una culpa. El juicio me corresponde a Mí, a Mí tan sólo. Así pues, ¿por qué juzgáis vosotros dos veces en este caso: una por el hijo y la otra por los padres?
el viejo Israel, con sus fariseismos sin caridad, ha resurgido más
fuerte que antes azuzado por el racionalismo que intoxica lo
sobrenatural y por el nuevo jansenismo
De verdad que el viejo Israel, con sus fariseismos sin caridad, ha resurgido más fuerte que antes azuzado por el racionalismo que intoxica lo sobrenatural y por el nuevo jansenismo que congela y pone obstáculos a las almas. Esto no es avanzar hacia las luces del tiempo último antes retroceder, no ya a los tiempos precristianos sino más bien a los métodos inhumanos y tenebrosos de los pueblos paganos. Porque ahora se cierra mi camino, éste por el que Yo he llamado, alzándose contra mi voluntad.
Vosotros predicáis que no es lícito oponerse a la vocación de un hijo. Esto se lo decís a los padres por más que ellos tengan en tal hijo su consuelo y ayuda, porque decís que Dios está sobre los padres. Es justo; también lo dije Yo. Pues entonces ¿por qué me disputáis a Mí estas criaturas? Ahora bien, si estuvieseis iluminados y en unión con el Espíritu Santo, deberíais ver en esta llamada toda mi misericordia; deberíais ver todo mi poder si de dos fangos que se unen para procrear en pecado, nace una flor que Yo reclamo para mi altar. En estas vocaciones tenaces que vosotros despreciáis, deberíais ver y sentir el signo de la paternidad de Dios que exige sus derechos y abre sus brazos para llamar esposas del Unigénito a éstas a las que el mundo deshonra y vosotros alejáis.
¡Pobres almas! ¿Cómo las juzgáis indignas de acercarse al altar
que desean cuando Yo no las juzgo indignas de acercarse a Mí?
¡Pobres almas! ¿Cómo las juzgáis indignas de acercarse al altar que desean cuando Yo no las juzgo indignas de acercarse a Mí? Esto querría decirles a quienes a Mí me ofenden a través de esos inocentes que lloran y demandan piedad sin encontrarla y a través de éstos a los que superficialmente vosotros empujáis hacia las ondas túrbidas del mundo, llamándoles "frutos del mundo" mientras que si tuvieseis caridad, justicia y prudencia, precisamente porque son frutos del mundo, debierais acogerlos para ponerlos en los graneros de Dios al abrigo de reclamaciones y herencias que podrían destruir lo que la buena voluntad formó.
Esto querría decirles a estas flores que en su parte inferior tienen los mismos apetitos de todo nacido de mujer, agravados tal vez en ellas por atavismos que sólo la Gracia y la seguridad del amor de Dios contienen; y querría también hacer que recapacitaseis para que vierais que, junto con la tentación del mundo, sois vosotros los que les sumís en la desolación de dudar de Dios y de su bondad.
Ahora bien, sería inútil que lo dijese a quienes niegan todo lo que no sea ellos mismos. Por eso te hablo a ti, Gabriela de María Inmaculada.
Tú te has recluido con tu humanidad en la humildad de tener que preguntar, aclarar y verte que no quieres comprender. Tú te has plegado a obedecer a los hombres, lo que te ha supuesto un sufrimiento muy grande. Ahora escúchame: Yo soy más que los hombres y mi sabiduría y justicia son perfectas.
Los superiores son para formar en las virtudes; mas Yo para coronarles y así intervengo porque a la sazón es tiempo de impedir el que tu energía se convierta en algo, no digo inútil sino nocivo, ya que te hallas implicada en una concretísima misión en la que, de ti, serías una nulidad, capaz apenas de salvarte a ti misma y a punto siempre de no salvarte; y porque el imprudente destino y la experiencia amarga de estos días crearían en ti un íntimo pero activo estado de desconfianza y de juicio hacia tus superiores ciegos y superficiales.
No te es lícito contribuir con los soberbios de la nueva Israel
a la ruina de los corazones
No te es lícito contribuir con los soberbios de la nueva Israel a la ruina de los corazones. Ahora bien, recoger estos corazones para que no se pierdan quiere decir salir del lugar en el que entraste, arrancarte del mismo lacerando las fibras del corazón, marchar sola al encuentro del futuro soportar críticas acerbas y reproches de desamor, de soberbia y de versatilidad por parte de los superiores, de las compañeras y del mundo. Por uno que te comprenda, mil se burlarán de ti. Piénsalo, pues ello equivale a probar la tremenda soledad del que lucha en solitario contra los usos, prejuicios y obstinaciones. Reproches, burlas, momentos de incertidumbre, desilusiones, penurias, angustias, todo esto te espera si tú recoges los corazones que Yo he llamado y a los que quiero otorgarles una paternidad, un nombre, una casa, un esposo e hijos. Paternidad: la de Dios; un nombre: el de hijos de Dios; una casa: la mía; un esposo: Yo; e hijos: aquellos por los que rogarán y trabajarán. Y esto porque quiero que sepan que Dios es bueno y para que nunca jamás puedan pensar que Dios es igual que aquellos que, sin justicia ni caridad, los condenaron como cosas profanadas.
Recogerlas equivale a continuo sufrimiento, ...
Recogerlas equivale a continuo sufrimiento, quiere decir consumirse antes y con acrecentadas torturas, renunciar al dulce ministerio una vez que se puso en él todo el afecto, cargar con la responsabilidad de una verdadera madre carente del respaldo de una Casa Madre, de los Superiores, de nada en fin, sino que es enteramente como una mamá privada de ayuda que quedó sola con la nidada de hijos a los que habrá de llevar hasta la edad viril... Porque es tremenda la angustia de una madre que muere dejando huerfanitos que aún no alcanzaron la edad adulta. Es una angustia moral y, en tu caso, también espiritual que se acopla a la agonía física. Cuanto hasta ahora has probado es nada respecto de lo que podrías probar y, sin duda, probarás si llegar a pronunciar la segunda palabra de las que te indiqué, o sea: "¡Todo está cumplido!".
En mi pasión dije al Iscariote, representante perfecto de cuantos tienen por misión causar dolor a sus semejantes: "Lo que aún tienes que hacer hazlo pronto". Sobre el Calvario constaté que todo habíase cumplido y no sólo por mi parte. También los hombres dieron cumplimiento a cuanto había que hacer para la realidad de aquella hora. Y al presente los hombres han hecho igualmente cuanto había que hacer para proporcionarte tu pasión. Es ahora a ti a quien corresponde terminarla hasta el punto de poder decir: "Todo está cumplido" y así se salven para Dios estos corazones. ¿Tienes valor para decirlo? Mira que hasta aquí has bebido el cáliz; mas ahora te aguarda la esponja con la hiel y el vinagre sobre las heridas sangrantes en la oscuridad y en el abandono. ¿Cuentas con la fuerza suficiente para prenderte únicamente al Cielo por más que se te figure en lejano? Si te consagras a este misión conocerás la pasión en toda su compleja dureza.
Yo no soy uno que engaña sino que presento el cuadro
con todos sus tintes para que nadie pueda decir: "No lo sabía"
y llegue a faltar por ello
Yo no soy uno que engaña sino que presento el cuadro con todos sus tintes para que nadie pueda decir: "No lo sabía" y llegue a faltar por ello. Te presto esta ayuda de una clara exposición del futuro, como, igualmente y no obstante la dificultad de los tiempos, he suscitado ayudas financieras para la obra proyectada. Y, al propio tiempo, te he dado mi viático para sostenerte, consolarte, calmarte y templar tu tenacidad con mi dulzura.
Gabriela de María Inmaculada, todos te podrán engañar menos Yo. Desde hace meses te vengo disponiendo para esta hora. Relee mis mensajes que dicté contra la voluntad de todos e, incluso, haciéndome fuerza a Mí mismo, sólo por ser tú la mujer y la monja sorprendida en unas particulares contingencias por demás interesantes, la enferma llena de vida y el alma que aún no ha encontrado el equilibrio estable que es el total e ingenuo abandono en MI.
En el primer escrito se dice: "Doquiera vaya la esposa de Cristo, allá irá con ella el anillo de la caridad".
En el segundo: "Hay dos palabras grandemente sublimes que Yo, el Verbo, pronuncié en los momentos más solemnes de mi vida: "Heme aquí. Hágase". Mas nunca fueron dichas sin lágrimas.
En el tercero: "Piensa siempre: "¿Qué dirá Jesús de esto que hago?" y si adviertes que Jesús está contento, marcha adelante sin temor".
En el cuarto dijo mi Madre: "Muéstrate a Jesús con la rosa áurea de tu caridad".
En el quinto te bendije ya para esta hora diciendo: "Paz y bendición a quien con ellos convive en el amor por Mí. Que la Sangre y la Palabra produzcan en vosotros fuerzas siempre nuevas".
En el sexto que no te fue entregado por ser excesivamente severo y no ser aún llegada la hora de que tú lo gustases, se decía: "Que cada uno extraiga con su propio esfuerzo los diamantes preciosos de la Sabiduría".
En el séptimo: "Haz que se dilate cada vez más tu corazón para su completa apertura a Mí".
En el octavo te decía: "Marcha con mi paz" No te lo habría dicho de no haber aprobado tu andadura.
En el noveno te repetí mi viático de paz y te indique las palabras de la Cruz.
Jamás defraudé como Amigo y como Maestro y ahora hablo con investidura de Rey. La última vez dije asimismo a María la gran Palabra: "Mujer, ahí tienes a tus hijos". Mas después díjele a María: "Todavía hay que llorar antes de transmitirle esa palabra. Para ella esta será la última. Cuida de escribirla".
Ahora Yo te aconsejo que te aísles con tu alma y conmigo. Aíslate, escúchate, contémplate y prueba tus fuerzas contemplando igualmente a los demás y los das venideros. En el silencio las ideas se ordenan y aparecen diáfanas como en un dibujo. Y si de ellas tú extraes la palabra: "Marcha", no tergiverses ya las otras.
Encomienda tu espíritu al Padre y muere como Gabriela
para resucitar como Madre de los huérfanos más desgraciados
Encomienda tu espíritu al Padre y muere como Gabriela para resucitar como Madre de los huérfanos más desgraciados. Te diré entonces: "Madre, ahí tienes a tus hijos, los hijos de tu dolor". Si quieres ser madre, aprende a permanecer erguida al pie de la Cruz sobre la cima del Calvario entre escarnios e irrespetuosas curiosidades para recibir a los más infelices de la humanidad.
Y a la obra ponle el nombre de "Santa Verónica de Giuliani", tanto por no romper toda relación con la Orden que recuerda a mi Francisco que, por haber comprendido a Jesús, jamás desecho miseria alguna, como también por recordar a aquella que mereció en el Calvario mi Rostro sobre el lienzo. Yo os imprimiré mi Rostro en el corazón a fin de que seáis amantes, consoladoras y expiadoras como lo fueron la primera y la segunda Verónica.
Vete en paz y que te acompañen la caridad de Dios, la gracia de Jesús y la luz del Espíritu Santo".
79-84
A. M. D. G.