29 de agosto de 1945
lA RELACIÓN con su tío Arístides Fioravanzi
la muerte cristiana de mi único tío
Habría querido que, en un abrir y cerrar de ojos, me adueñara del inglés que me quería enseñar
Y me internaron en el colegio...
Nutrida allí con una vida profunda y eminentemente cristiana, enamorada a conciencia de Jesús
Ahora lo sabe todo y se encuentra en paz
la muerte cristiana de mi único tío
Siento la necesidad de dejar aquí constancia de una bondad del Señor; y ésta es la muerte cristiana de mi único tío (Es Arístides Fioravanzi, de cuya muerte da cuenta María Valtorta el 21 de julio por haber recibido tal vez una primera comunicación de la misma mediante una lacónica tarjeta que se conserva, de una "Pía Casa di Ricorvero" de la Congregación de Caridad de Bérgamo. Vuelve ahora a hablar de ella por haber recibido una carta que une al cuaderno y de la que reproducimos el texto: "Asilo-Bérgamo 18-8-945. Señorita. Su Tío murió el día 14 de julio a las 13 y murió cristianamente. Por Navidad y Pascua aquí, en el Asilo, se acercó siempre a los Santos Sacramentos; y más tarde, en estos últimos meses, los recibió alguna vez más. Pocos días antes de morir recibió asimismo la Santa Comunión. Esté tranquila, pues se preparó bien para la muerte que la vio venir y la deseó porque estaba que no podía más, ya que, a sus dolores por la artritis deformante que se le iba agudizando día día, se le añadió una complicación intestinal que le hizo sufrir mucho hasta llevarle a la tumba. Aceptó la muerte sereno y tranquilo gozando de pleno conocimiento hasta lo último, quedando inconsciente tan sólo las dos últimas horas. Estuvo siempre amorosamente atendido por el Médico, por la Hermana de la Sala y los enfermeros. Yo misma fui con frecuencia a estar con él porque le conocía desde hacía unos cuantos años por el servicio que prestábamos juntos en el Hospital Mayor de la Ciudad y, en cuanto ha estado a mi alcance, dada la escasez de medios, procuré siempre satisfacer sus deseos. Esté tranquila, Señorita, que la Misericordia divina le habrá acogido con bondad. Ofrezcamos sufragios por su hermosa alma con S. Misas, S. Comuniones y S. Rosarios. El también rogará intensamente por usted, pues era muchísimo lo que la quería y sufrió inmensamente por usted, tanto por saber que se encontraba bajo la acción de los bombardeos como por la falta de noticias. Ruegue también por mi que será correspondida. Le saludo. Devotísima. La Superiora".Para los hechos y personas que María Valtorta recuerda, remitimos al lector y a la "Autobiografía", edición de 1981, que cuenta con índices muy útiles para localizar episodios y nombres.) al que una serie de grandísimas desventuras de todo género, además de una enfermedad humillante y dolorosísima con una duración de cuarenta años justos y cada vez más grave, habíanle trocado muy rebelde contra el buen Dios.
De joven fue muy piadoso y observante, ...
Mas después cambió de tal forma, se volvió
tan levantisco y rebelde que casi y sin casi llegó a sentir odio
De joven fue muy piadoso y observante, tanto que en familia le llamaban por burla "el fraile". Mas después cambió de tal forma, se volvió tan levantisco y rebelde que casi y sin casi llegó a sentir odio. ¡Cuánto sufría yo por eso! Cuando le escribía a mi mamá, que era su hermana, la carta era un chorro de improperios y de escarnios contra Dios, de maldiciones contra la vida, contra aquellas dos desgracias de su mujer, causa primera de sus desventuras, y contra la hija que habíale abandonado tras sacarle de nuestra casa a fin de poder dedicarse a sus... asuntos; maldiciones contra el prójimo, contra los médicos, enfermeros y así por el estilo. Todo esto me producía tal disgusto que venía a convertirse en un mal físico. Con todo, cuando me acordaba de él, sentía una gran compasión y un singular afecto precisamente por verle tan infeliz y desgraciado hasta el punto de rechazar la única riqueza y el único consuelo que resta a los infelices, que es Dios. Y, por otra parte, le quería igualmente porque fue para mí motivo de grandes sufrimientos y de una gracia singular.
Habría querido que, en un abrir y cerrar de ojos,
me adueñara del inglés que me quería enseñar
Su llegada a Voghera con nosotros, a la sazón enfermo, se vio marcada para mí con abundantes lágrimas. El me quería; mas era una persona inquieta y nerviosa que nada aceptaba que contradijese su modo de pensar. Dominador perfecto del francés, inglés y alemán, en mí, niña de 10 años, muy al corriente ya en el francés y farfullando el alemán, pretendía la perfección en el francés y progresos milagrosos en el alemán al que, por otra parte, yo aborrecía. Habría querido que, en un abrir y cerrar de ojos, me adueñara del inglés que me quería enseñar. Lo comprendo. Sus días de paralítico hacíansele interminables no acostumbrándose a la vagancia, por lo que su deseo era ocupar las horas haciendo para mí de profesor de lenguas. Mas yo tenía hechos ya mis estudios... y si se piensa que a los 16 años había terminado los estudios clásicos, se puede comprender qué es lo que tenía que estudiar... Pero nada de eso entendía. Original como su hermana, tenía que ser lo que él quería, y quien dijese lo contrario, contra él desataba su cólera, sus reniegos, reconvenciones, etc., etc. Con todo, me quería. Me llamaba siempre: "Pretty, Pobly, Darling, Mary" y con sus brazos y manos libres de la parálisis que atenazaba sus miembros inferiores, me hacía bellos cuadritos y hasta me preparaba golosinas que yo comía endulzándolas con lágrimas, pues no pasaba día en que él, instigando a mi madre con sus quejas y acusaciones de desgana, haraganería y terquedad por mi parte, no hiciese que ella me castigara con su acostumbrada severidad.
Y me internaron en el colegio...
Y, dolor añadido a mi dolor, su venida me costó la separación de casa y de papá... Mi tío, en realidad, lo que tenía era una parálisis provocada por la fractura de las últimas vértebras, fractura que se le produjo en Inglaterra. Mas los médicos, que ven y entienden lo que se les alcanza –muy poco– le diagnosticaron, en vez de la columna, enfermo de los pulmones. Y mi tío, a sus 84 años, ha muerto con artritis deformante... sin que en estos 40 haya tenido mal alguno en los pulmones... Pero, en fin, para los médicos doctos tenía que estar enfermo de los pulmones y, por tanto, para mí, niña, resultaba peligrosa su cercanía. ¡Dios me perdone! Mas, puesto que los médicos que así juzgaban eran íntimos amigos de mamá desde que ella era niña y su sueño el de meterme en un colegio para, según ella decía, "domar mi carácter", –a lo que papá se oponía decididamente, siendo ésta la única cosa en que se enfrentó a su mujer– yo pienso que mamá, con la complicidad de los médicos, jugó esta baza para triunfar en su empeño. Y papá no fue tan fuerte como para decir: "¡Fuera mi cuñado!". Se militó a hacerle escribir a mamá una hoja en la que declaraba que era ella la que decidía este mi alejamiento de casa; Hoja que llegué a encontrar entre las cartas familiares. Y me internaron en el colegio... Cuatro meses después mi tío encontró albergue y empleo como secretario del Hospital Civil de Bérgamo. Mas yo allí me quedé en el colegio... perdiendo la oportunidad de gozar con mi papá en los últimos meses de su integridad física y mental, ya que después era un hombre cansado... bueno, pero de poca memoria y voluntad... Y yo no tuve en adelante sino el consuelo de sus caricias... y la pena de verle mermado de facultades...
Nutrida allí con una vida profunda y eminentemente cristiana,
enamorada a conciencia de Jesús
Y todo por mi tío, siendo éstos los sufrimientos que me proporcionó. Las gracias fueron las de reencontrar en mi colegio, cual si hubiese tornado de muy lejos para darme allí una cita amorosa, a mi Jesús, entrevisto entre las neblinas de la infancia en las Ursulinas y después perdido de vista. No de fe sino de vista. Mi Jesús penante que en el colegio –tal vez porque gravitaba ya sobre mis hombros una cruz por demás pesada– se me mostró en medio de todas las sonrientes y confortadoras delicias de su Corazón dulcísimo... Y si ahora soy lo que soy es porque entonces fui de El total y ampliamente. Nutrida allí con una vida profunda y eminentemente cristiana, enamorada a conciencia de Jesús, a una edad en la que ya sabía lo que quería (de los 10 a los 16 años), pude más tarde resistir a cuanto vino a hacer de palanca para volcar y destruir mi fe, ¡y fueron tantas...! Hubo sus tambaleos de los 18 a los 25 años; mas después... Vino por fin Jesús por tercera vez sin que me haya dejado ya desde entonces...
He aquí por qué le quería a este tío que ahora ha muerto. Una vez fallecida mi mamá –la cual, según su costumbre, me acusaba por adelantado de no haber socorrido ni amado al tío– yo, al momento, me preocupé de él escribiéndole y mandándole dinero para sus caprichitos de enfermo y hasta en el testamento habíale impuesto al heredero la obligación de continuar mandándole la asignación mensual mientras viviera. Y, al mismo tiempo, desde mi primera carta, le expuse claramente mi modo de pensar, mi fe, mi amor al buen Dios, mi sumisión a la Iglesia, etc., etc. Sabe usted que terminé diciéndole: "Así soy y como tal debes tratarme. Yo no te juzgo conforme a tus ideas por más que el saber que te falta la fe me produce gran dolor ya que te priva del único consuelo que podrías tener. Pero te ruego que no dejes de respetar las mías". Y tan perfectamente me comprendió que al momento se acercó a los Sacramentos mandándome la hojita justificativa de su Comunión lo mismo que un pobre niño que quiere demostrar que fue bueno... ¡Pobre tío!
Ahora me escribe la Superiora informándome de cómo se había hecho fervoroso y murió cristianamente sereno hablando, mientras pudo, de mí con afecto. ¿No es ésta una bondad del Señor?; ¡Era tan lacerante para mi idea de que no llegase a morir en amistad con Dios! Y Dios me consuela haciéndome ver que no se ruega ni se sufre sin obtener lo que se pide y cómo una franca profesión de fe tiene la gran virtud de mover y reconducir a Dios.
Ahora lo sabe todo y se encuentra en paz
¡Pobre tío muerto tan solo...! ¿Me acaecerá a mí lo propio? ¡Pobre tío que, a causa de la guerra, estuvo sin noticias durante tanto tiempo...! Mas ahora sabrá que yo abrigaba por él las mismas ansias que él por mí durante los meses de guerra y de imposibilidad de correspondencia. Ahora lo sabe todo y se encuentra en paz.
Y ya que estoy en vena de narrarle cosas mías y sin que ello diga relación alguna con mi tío, le contaré un hecho que, en pocos días, es la tercera vez que sucede. Oleadas de intenso perfume de flores y de inciensos finísimos, como el benjuí y resinas semejantes que, de improviso igualmente, se desvanecen. Ayer lo percibió incluso Marta que estaba sentada lejos de mí. Mas junto a mi lecho el perfume es intensísimo. Hacía meses que no lo percibía.
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A. M. D. G.