3 octubre 1945
Si no fuese por la infinita paciencia
que emana de Jesús
¡También hoy hemos terminado con mucha paciencia por ambas partes! Veintitrés interrupciones ayer y catorce hoy. Si no fuese por la infinita paciencia que emana de Jesús y se trasfunde en mí, le aseguro que acabaría hidrófoba. ¡Mas es El tan paciente...! Con calma y sonriendo se detiene y continúa después. Yo no llego a impacientarme por las molestas interrupciones que me obligan a tapar el cuaderno y la pluma siquiera sea por unos minutos para echar un velo sobre el misterio que tan dulce y secretamente se realiza y ocultarlo a las vanas curiosidades. Y es ciertamente un gran milagro el haber hecho de mí una persona paciente... y si lo soy es porque sé que El es el que dicta y no pierde el hilo. Porque si, como esta mañana, soy yo la que escribo una carta u otra cosa, entonces pierdo el hilo y la paciencia aun cuando tan sólo sea que oiga hablar cerca de mí. Y Marta sabe muy bien cuántas veces le grito: "¡Silencio!" "¡Cierra la puerta!" cuando estoy escribiendo por mi cuenta.
93-94
A. M. D. G.