4 de octubre

 

 

La gran sequedad en que se encuentra

 María Valtorta

 

Quién recibió las almas a la muerte de sus padres: Pedro y Francisco DE ASÍS

 

 


 

Sólo ella, únicamente ella, mi mamá, no acogió a Jesús...

  Tu padre reclinó su cabeza sobre el regazo del Apóstol al que se le confió todo el poder absolutorio y del que tú conoces tan perfectamente su franca y afectuosa bondad pueblerina.

   Tu madre, el Seráfico vino a recoger el alma de tu madre entre sus palmas heridas

  y después, terminado éste se cierra herméticamente quedando yo envuelta y sumida en nieblas y oscuridad sin más voces que las de la Duda y la Negación que aguijonean y escarnecen.

   Dentro de poco retransmitiremos la función de la basílica de Asís

 


 

Y, al igual del pasado año, me muestra Jesús en esta ocasión (En el aniversario de la muerte de su madre Iside Fioravanze acaecida el 4 de octubre de 1943) a una "viejecita que no rehuye a Jesús...".

 

Sólo ella, únicamente ella, mi mamá, no acogió a Jesús...

 

¿Sabe usted qué dolor es esto para mí? Sólo ella, únicamente ella, mi mamá, no acogió a Jesús... Es siempre aquel dolor que se renueva, ¿sabe? Un dolor más agudo que la propia muerte: el dolor que siento siempre que veo a un alma que rechaza y se aparta del Señor; pero que, al tratarse de mi madre, se acentúa mucho más porque, por el amor que le profeso, habría querido su completa unión con mi Jesús... Lágrimas igualmente en  este año... Y no pregunto, como lo hice el año pasado: "¿Por qué no te quiso ella?", pues Jesús ya me respondió entonces... Y lloro.

Pero no sé de qué profundidad del cielo vengan ni quien las transmita –y precisamente porque, al ser tan inmateriales resultan mucho más incorpóreas que las "voces" habituales hasta el punto de venir a ser únicamente "ideas que iluminan dando paz", por eso pienso yo que sea el Ángel de mi guarda quien me las trae– estas palabras:

 

Tu padre reclinó su cabeza sobre el regazo del Apóstol

al que se le confió todo el poder absolutorio

 y del que tú conoces tan perfectamente

su franca y afectuosa bondad pueblerina.

 

"Tus padres fueron confiados a buenas manos. Tu padre reclinó su cabeza sobre el regazo del Apóstol al que se le confió todo el poder absolutorio y del que tú conoces tan perfectamente su franca y afectuosa bondad pueblerina. Pedro vino a tomar a tu padre porque Pedro podía comprender muy bien la honradez de tu padre. San José, San Pedro... ¿Y aún tiemblas por él? ¡No!

 

Tu madre, el Seráfico vino a recoger

el alma de tu madre entre sus palmas heridas

 

Tu madre, el Seráfico vino a recoger el alma de tu madre entre sus palmas heridas. Fue Francisco, el amado de Jesús, aquel a quien nada se niega en el Cielo y desde el Cielo. En el fondo tu madre sentía veneración por él y así fue él quien vino. ¿No recuerdas que se dice que él salva a sus devotos...?"

Es verdad. Se aviva la esperanza... Y a mí ¿quién me acogerá? ¿A mí que me veo tan mal y que estoy roja del tormento que me da Satanás cual si fura una carcoma? Es que no me da tregua y, no pudiéndome coger de otra manera, lo quiere conseguir con la insinuación de que soy yo la que escribo y que no es Jesús el que me hace ver y me dicta. Sabe que si pudiese persuadirme de esto, yo me vería envuelta en la desolación y en el terror de haber pecado y tendría miedo de la muerte y del Juicio. ¡Oh, cómo me tortura! De tal manera me aturde con sus continuas insinuaciones, que yo, bien da Jesús por terminada la visión o su palabra, pierdo la facultad de gozar de cuanto constituye mi vida, o sea, de este hálito sobrenatural que me envuelve y me convierte en "portavoz".

 

y después, terminado éste se cierra herméticamente

quedando yo envuelta y sumida en nieblas y oscuridad

sin más voces que las de la Duda y la Negación

que aguijonean y escarnecen.

 

A vosotros que los leéis ¿tan bellos os parecen estos episodios? A mí también parecíanme en un tiempo. Ahora, en cambio, nada siento de ellos fuera del lado artístico. En vano busco y rebusco aquellas frases que, al tiempo que las oía, me transportaban a lo alto, a la beatitud. Inútilmente pienso y vuelvo a pensar en las actitudes cuya dulzura tan profundamente me impresionaron cuando las veía... Todo se acabó, todo es ceniza. El Paraíso –ya que esto es paraíso– perdió sus fulgores o mejor: se abre mientras dura mi diario servicio de portavoz inundándome del todo con su luz, con su canto, con su dulzura y con su gozo; y después, terminado éste se cierra herméticamente quedando yo envuelta y sumida en nieblas y oscuridad sin más voces que las de la Duda y la Negación que aguijonean y escarnecen. ¿No es esto una pena bien grande? Con todo, yo no quiero desesperar ni decir: "Lo dejo por ser cosa mía". No, no lo es. Yo, ahora especialmente, acabada y oprimida como estoy por tantas cosas e ignorante de otras más, no podría hacerlo. Yo, en el estado de debilidad física y de tristeza moral en que me encuentro, no podría sino sentir náuseas por esto y, en consecuencia, dejar de escribir, pues me siento imposibilitada materialmente de pensar y moralmente con náuseas de hacer lo mismo...

 

Dentro de poco retransmitiremos la función de la basílica de Asís

 

Abro al azar la radio y la pongo en la emisión de las 17,30 de Florencia. Y, cosa que nunca hago, pues siempre busco en ella música y no palabras, a esa hora Florencia transmite únicamente "palabras". En esto oigo a la locutora que dice: "Dentro de poco retransmitiremos la función de la basílica de Asís que terminará con la bendición impartida por el eminentísimo Cardenal Canali con la reliquia de la bendición escrita por San Francisco". Escucho. es la paz que viene, es mi San Francisco, mi primer confortador de Cómpito que viene a darme la paz...

94-96

A. M. D. G.