30 de diciembre

 

 

eL ROSTRO DE SATANÁS

 

 


 

Nunca faltarán en vuestra estirpe leñadores y aguadores para la casa de mi Dios

  Son los falsos humildes, los falsos afables, los astutos ensalzadores, los mentidos creyentes de las manifestaciones sobrenaturales 

  ¡Atención si habéis de tutelar el secreto del Rey y a vuestra alma!  

 ¡atrás, Satanás! Entre tú y ella Yo me planto en su defensa. ¡Desarma la tierra! ¡Corrompe, muerde y pudre en ella cuanto quieras! Pero aquí, en mi presa, no. ¡Mi Cruz está sobre ella! ¡Vete maldito!

 


 

Antes de escribir el dictado que aparece en la página siguiente y mientras corrijo lo mecanografiado, se me aparece la faz demoníaca de Satanás. Tan sólo su cara. Ríe con toda su expresión de un modo tremendamente sarcástico. Después termina con una estruendosa y aviesa carcajada desapareciendo a continuación.

Torno a mi labor de corregir sin pensar más en ello. Esto ocurre a las 10 de la mañana y, casi al medio día, me dicta Jesús lo que aparece en la página siguiente.

Me ha parecido bien consignar previamente este suceso. Después, en cambio, ya no he vuelto a ver el rostro bronceado de Satanás ni a escuchar su venenosa risotada cual si hubiérase alejado definitivamente. Mas las últimas palabras de Jesús me hacen pensar que no estuviese muy lejos.

Dice Jesús:

"He aquí una breve meditación a la que no resulta extraño ni lo que ha de acaecer hoy.

 

"Nunca faltarán en vuestra estirpe leñadores y aguadores

 para la casa de mi Dios"

 

Se lee en el libro de Josué el relato de una estratagema urdida por los Gabaonitas y del veredicto de Josué: "Nunca faltarán en vuestra estirpe leñadores y aguadores para la casa de mi Dios" (Josué 9).

En el transitar de Dios que realiza su camino a través de los siglos para alcanzar en el tiempo prefijado el lugar prometido –y el transitar de Dios es el paso de todo lo que es paradisíacamente sobrenatural, o sea, la progresión de la fe que se va extendiendo por todo el  mundo, el surgir de justos, inspirados o instrumentos de Dios, todo lo cual contribuye a llevar a la humanidad a través de un penoso y dilatado éxodo al Reino eterno– ¿no vemos tal vez con frecuencia acercarse al pueblo de los santos personas que vienen con un fin impuro? Quién por miedo, quién por curiosidad y quién –lo cual es mayor culpa– por mofa. Se acercan, observan y después deciden si es o no conveniente seguir allí. Lo único que siempre les mueve es un interés presente o futuro. El interés de que les reporte utilidad la amistad con algún instrumento o ministro de Dios. El interés de no dañar su alma despreciando lo sobrenatural y el interés, por último, de servir a la parte contraria actuando de expías dentro del ejército santo para captar los secretos y denunciarlos a los enemigos de Dios, a los que les servirán para dañar a los siervos y a las obras de Dios.

 

Son los falsos humildes, los falsos afables,

los astutos ensalzadores,

los mentidos creyentes de las manifestaciones sobrenaturales

 

Estos últimos y aquellos a quienes sirven son completamente demoníacos en su modo de obrar y vástagos del árbol de Judas. Dios los condena y hasta los demás los tienen por extremadamente viles debido a su falsía en relación con lo sobrenatural, de lo que el ministro de Dios habrá de tomar buena cuenta. No serán condenados del todo, mas tampoco tendrán mérito por este su calculado respeto. Ahora bien, aquellos que tienen la categoría de Judas son los que principalmente se acercan sumisos e inofensivos en apariencia, "habiendo cargado sobre sus asnos víveres envasado en sacos viejos o rotos y remendados, vestidos con "trajes deteriorados y con calzados estropeados, llenos de remiendos" y llevando "por viático panes duros y desmigados", como los describe a la perfección el libro de Josué. Son los falsos humildes, los falsos afables, los astutos ensalzadores, los mentidos creyentes de las manifestaciones sobrenaturales. Sus palabras son astucia y estilete. ¡Y si al menos apareciera su puñal al descubierto! Mas lo llevan envuelto en un paño precioso. Dicen: "Yo vengo porque me he enterado y quiero que me instruyas tú que eres un instrumento de Dios, pues yo soy un pecador, un ignorante, un infeliz y tú una luz, una fortaleza, un santo...". Dicen también: "Venimos de lejos a hacer la paz con vosotros... Habiendo oído la fama de tu poder, que es el de Dios..., venimos a decirte: haz la alianza con nosotros".

 

¡Atención si habéis de tutelar el secreto del Rey y a vuestra alma!

 

¡Atención, siervos de Dios! No creáis todo lo que se os dice. ¡Atención si habéis de tutelar el secreto del Rey y a vuestra alma! Por vuestra misma fe absoluta os veis indefensos ante las astucias de las serpiente. ¡Ojo con abrir la "ciudad cerrada"! Cuidad de no dejaros emponzoñar con el veneno de la propia complacencia. Muchas veces "la plebe", es decir, las almas corrientes pero honestas, son más sagaces que vosotros para detectar los movimientos de los falsos aliados y para prevenir los peligros que los tales pueden acarrear. Porque la "plebe" se halla interpuesta entre vosotros, que sois todo espíritu, y los enemigos del espíritu, hallándose en condiciones de apreciar las sombras y las luces, la astucia y la sabiduría...

¡Atención, hijos míos! Satanás nunca duerme, su mente jamás descansa no conociendo paz en su labor. El mueve sus ejércitos, que no son únicamente los infernales, y los lanza contra vosotros, fortalezas, joyeros y libros de Dios, para desmantelaros, violentaros y arrebataros los tesoros y, sobre todo, para escribir con los caracteres rojos de su infierno, con el rojo negro de sus estanques malditos palabras impuras en las páginas de Dios y grabar en vuestro espíritu sus caracteres de soberbia.

¡Ay, ay, ay del siervo, del instrumento y de la voz que pronuncia la frase de Satanás: "Yo soy"! ¡Ay igualmente, por más que la diga con el pensamiento tan sólo! Porque si es verdad que el Señor ha de castigar a los falsos aliados de lo sobrenatural, no será menor el castigo de los elegidos para "siervos, instrumentos y voces" que llegan a ser, no luces sino "adversarios", no Luciferes sino Satán. Si a los primeros se les ha de condenar a sufrir como a esclavos de las piedras de molino y a permanecer hasta el último puesto en la concentración de Dios tras larga expiación, a vosotros, luces extintas, no se os concederá la permanencia sino que os veréis expulsados para siempre. Y esto será justo porque a aquel a quien más se le da con más debe corresponder.

 

¡atrás, Satanás! Entre tú y ella Yo me planto en su defensa.

¡Desarma la tierra! ¡Corrompe, muerde y pudre en ella cuanto quieras!

 Pero aquí, en mi presa, no.

¡Mi Cruz está sobre ella! ¡Vete maldito!

 

¡Oh mi pequeña voz! ¡Ven, ven aquí para que Yo tome tu cabeza entre mis manos, te bese en la frente y así jamás, nunca jamás el diente de Satanás pueda morder e inocular soberbia en mi violeta escondida y amada. ¡Aquí, mi pequeña voz, aquí...! Y ¡atrás, Satanás! Entre tú y ella Yo me planto en su defensa. ¡Desarma la tierra! ¡Corrompe, muerde y pudre en ella cuanto quieras! Pero aquí, en mi presa, no. ¡Mi Cruz está sobre ella! ¡Vete maldito! ¡Yo soy el que soy y tú el vencido! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡En el Nombre santo sólo por Mi conocido! ¡En el Nombre de aquel que es y te fulminó! ¡Lejos de aquí en el Nombre de Dios-Rey, de Jesús Salvador y Crucificado, en el Nombre del eterno Amor!"

Nada de demoníaco veía yo mientras Jesús me dictaba esta página. Mas, sin duda, lo veía El quien, desde el principio, tenía mi cabeza entre sus manos, estrechándola después contra su pecho, defendiéndome con su brazo izquierdo mientras con el derecho accionaba sin duda. Y, digo la vedad: cuando le oí gritar así, en voz puesta y con tanta cólera, aun cuando nada viera ni advirtiese turbación alguna producida por espíritu maligno, tuve miedo ciertamente, ya que es terrible la cólera de Dios. Tan sólo una vez le oí así en aquel ya lejano dictado contra Mussolini e Hitler del mes de enero de 1944 si no me equivoco (17 enero de 1944). Mas hoy aún era más fuerte. Sobre todo con su conminación última era como para pulverizar a cualquiera. Parecía como si todos los sonidos del cielo hubiéranse unido a su voz. No eran ya los dulces cantos de indescriptible dulzura sino fragores de rayos. Al pronunciar sus tres últimas frases: ¡Fuera, en el Nombre santo sólo por conocido! ¡Lejos de aquí en el Nombre de Dios-Rey, de Jesús Salvador y Crucificado, y en el Nombre del eterno Amor!", yo temblaba como una hoja, pues tan sobresaltada estaba bajo aquellas explosiones de rayos que fulminaban al Maldito que no sé dónde pudiera estar. Mas en mi habitación seguramente no, porque lo habría advertido; y también lo comprendí por la postura de Jesús que parecía mirar más allá de la casa, como si Satanás quisiera acercarse a mi morada y Jesús se lo impidiese.

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A. M. D. G.