Noche entre el 2 y el 3 de enero de 1946

 

 

sOY EL nIÑO jESÚS DE sOR tERESA DEL NIÑO JESÚS

 

 


 

Me veo en un claustro conventual, porticado y pavimentado con baldosines cuadrados blancos y negros. El dilatado claustro se pierde al fondo en la oscuridad. El lugar en el que yo me encuentro forma un ángulo así.

En el punto en donde están el arquillo y la estrellita hay una pequeña estatua del Niño Jesús representando una edad como de 28 a 30 meses, rubio, hermoso, con un vestido azul pálido tachonado de estrellitas doradas. Su mano derecha elevada para bendecir y en su izquierda el globo. Una lámpara de aceite ilumina la estatua.

Mientras la miro se anima ésta transformándose en verdadera carne. Me sonríe y me hace señas con su manita diciendo: "¡Ven aquí! ¡Ven aquí!". Adquiere luminosidad y está bellísimo. Se ilumina el rincón del claustro cual si estuviese alumbrado por estrellas. Me acerco un poco sonriendo con reverencia; pero me detengo un tanto lejos aún y el Niño insiste con la voz y con la manita: "¡Pero ven aquí! ¡Aquí cerca!". Voy junto a El que ríe feliz y me dice: "¿Me quieres calentar los pies con un beso? ¡Es que tengo tanto frío...!" y me presenta, uno tras otro, sus pies desnudos sobre los que, para calentárselos, apoyo no sólo mis labios sino también mis mejillas febriles.

El se abre con una clara sonrisa infantil y dice: "Soy el Niño de la pequeña Teresa de Lisieux y éste es el Carmelo. ¿Entiendes? Soy el Niño Jesús de Sor Teresa del Niño Jesús".

Ahora que estoy muy cerca de El, lo contemplo extática. ¡Es tan hermoso! Después va aumentando, aumentando la luz hasta el punto de anular con su potencia la facultad de ver, desvaneciéndose todo al fin. Quedan tan sólo el recuerdo y la paz.

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A. M. D. G.