7 de enero de 1946
Para Sor Teresa Querubina.
Parábola.
Una plantita que hay que transplantar
Dice Jesús:
PARÁBOLA
Brotó en determinado lugar una planta florida
"Brotó en determinado lugar una planta florida. Imagine cada cual la flor que le plazca lo mismo que su belleza y preciosidad. Mas el lugar donde nació no era el apto para esta flor. Se sabe que a algunas flores les favorece el sol vivo, a otras la sombra, a las de más aquí el terreno enjuto, a las de más allá el terreno pingüe; éstas prefieren el peñascal para afianzar entre las rocas sus raíces y aquellas, en cambio, ¡ay si una piedra dificulta su desarrollo!
Esta flor pues creció en un terreno nada propicio para ella y sólo por la bondad del Señor pudo vivir hasta aquel día e, incluso prosperar y florecer. El buen Padre, sabiendo que el terreno en que se encontraba no era apto, hizo descender sobre ella lluvias especiales y hecho crecer a su vera un arbusto de amplias hojas para mitigar la fuerza del sol, como también hizo nacer en torno a la macolla un poco de hierba para proteger las raíces del excesivo calor y defender así con la humilde hierba a esa flor tan bella.
Pasó un día por allí el divino Cultivador y, al verla, dijo: "Esta flor es ciertamente hermosa; pero mucho más lo sería de nutrirse en otro terreno. No hay que ser imprudentes diciendo: 'Hasta ahora he vivido aquí y lo mismo viviré en adelante'. No, no hace falta hacerlo, pues sería tentar al Cielo. Así pues la arrancaré de aquí y la llevaré a un lugar propicio. Quiero que sea cada vez más bella para delicia de Dios". Y, doblando el cuerpo, tomó sus herramientas y comenzó a excavar la planta con celo amoroso para no hacerla sufrir.
Mas la plantita, al sentir un tantico de dolor, gimió: ¡Ay, ay, que me haces mal! ¡Me vas a matar y yo no quiero morir!"
"No, planta querida del Señor, no, no morirás sino que, liberada de esta tierra árida y pedregosa que daña tus raíces, vivirás más fuerte. ¿No ves cómo estas piedras, mezcladas con la tierra, viniendo a ser más piedras que tierra, impiden a tus raíces profundizar para absorber un alimento mejor con el que nutrir a las corolas? ¿No sabes que las flores son tanto más bellas ahí en lo alto, sobre sus tallos, cuanto aquí abajo las raíces más se hunden humildemente en la penumbra y en el silencio? Aquí está el trabajo y allí la gloria. Mas no se da gloria sin trabajo. Déjame por tanto hacer".
"¡Ay qué dolor! Tú me arrancas de aquí en donde me encuentro aclimatada, en donde todos me conocen; el pajarillo que forma su nido en el arbusto, la lagartija que se calienta a mis pies y una mariposa blanca que, como la lagartija, viene a contarme todos los días cuanto acontece por este contorno y también más lejos. Yo sufriré y languideceré en lugares desconocidos".
"Pero no, mi dulce flor, no vienes a un desierto. Vienes adonde, no uno sino mil pajarillos vuelan cantando, adonde hay bancales y más bancales. Olvida las leves mariposas y las serpenteantes lagartijas. ¿Qué pueden decirte realmente de utilidad? Ven, ven conmigo. En mi jardín los pájaros vienen a ser los ángeles del Señor que enseñan las palabras santas y en él paseamos mi Madre y Yo. La plantita no sabía ya qué decir; pero se resistía testaruda con una última raicilla que mantenía insinuada en la hendidura de una roca. Las manos del Señor sangraban en la tentativa de apartar la roca para liberar la raíz; porque el Señor nunca se retrae de sufrir por sus criaturas al objeto de hacerlas sufrir a ellas lo menos posible cuando les impone operaciones de gracia tendentes a proporcionarles una futura gloria eterna. Mas la flor replicaba: "Esto me cuesta demasiado. No tengo por qué dejar también al descubierto esta raíz. Al fin es mía y nadie la tiene que ver. Además, ¡si es la más hermosa de todas!"
"¿Ya ves, amor mío? Es una presuntuosa raíz que es precisamente la que perjudica a la planta. Se ha escogido su camino que no es el camino justo. Ciertamente es la raíz más fuerte, pero también la más dañina. O cedes, o Yo la romperé y entonces si que sufrirás de veras. Porque hasta el infinito Amor debe ser justo para tu bien y ceder a tu orgullo equivaldría a ser injusto contigo a quien creé para mi jardín".
¿La plantita? Dura como ella sola, aún no cedía. ¿Y Jesús? ¡Tac! Cogió las tijeras y cortó la raíz soberbia y obstinada, llevando la planta, lacrimeante de dolor por el corte y por el capricho domado, a su bancal.
Esta es la parábola, hija y esposa mía. ¿Eres capaz de meditarla y de aplicarte su fruto? Pues que soy el Maestro, te voy a ayudar. Escucha.
Explicación de la parábola.
Mis esposas son las plantas floridas.
El bancal de mi jardín es la Madre Priora, Abadesa o Superiora
del Monasterio, Convento o Comunidad, cualquiera que sea
Mis esposas son las plantas floridas. El bancal de mi jardín es la Madre Priora, Abadesa o Superiora del Monasterio, Convento o Comunidad, cualquiera que sea. Las plantas floridas para Mí, habiéndolas hecho mías su querer. Mas, a las veces, aún conservan humanidades dañosas y, sobre todo, "la humanidad de las humanidades: el orgullito". Cosa que Yo no la quiero.
¿A qué pretender obrar por sí? ¿Por qué, si lleva el nombre de "Madre", no ha de haber en las hijas una confianza absoluta para con ella? La humildad y la humillación son las que deben ejercitarse ciertamente en estas coyunturas. ¿Que es cosa que repugna manifestar? ¡Muy bien! Ello servirá para obrar de suerte que, a la vez siguiente, no haya necesidad de queja alguna de parte de Dios, de la propia conciencia ni de quienquiera que sea, y así evitar el sufrimiento de tener que exteriorizar el propio ánimo turbado o confiar la queja recibida a la "Mamá" del Monasterio que hace las veces de María Santísima en vuestra "casita de Nazaret". Yo y José nada la callábamos a María.
¿Has entendido, mi pequeña angelita? De lo contrario no llegarás a ser un gran querubín y Yo quiero que lo seas. Me entregaste todas las raíces que te mantenían adherida a tu yo, a tu pasado; pero aún queda –¡oh!, y no en ti sola sino en todas las almas, menos en las ya fuertemente renovadas en Mí– la raicilla del orgullo, la que hace decir, o mejor, la que sorbe de la roca el veneno de estos pensamientos: "Quiero obrar por mi cuenta. No quiero que sea conocida esta queja". ¡No! ¡Extirpa, extirpa! Hazte plantar en el bancal que es el corazón de la madre Priora y así vendrás a ser un precioso ramillete de flores que Yo llevaré al Paraíso tras haber disfrutado de sus perfumes sobre la tierra.
Mi paz sea contigo".
Jesús, al darme esta dirección del 7-1, dice sonriendo: "Lo que falta es que el Maestro de la Novicias y el Director extraordinario de este Monasterio sea Yo... Con todo, las quiero mucho por más que descubra las... raíces ocultas y encerradas entre las rocas inconmovibles de su humanidad. Es mucho lo que amo a Sor Teresa María y por eso la quiero ayudar a llevar su carga y a tener encendida una luz que le ilumine hasta los puntos más secretos. Y esto para el bien de todas".
139-142
A. M. D. G.