20 de enero
Jesús es el compendio del amor de los Tres
cÓMO PECÓ lUCIFER
Que frase diría todo lo que era Jesús de Nazaret
Jesús es el compendio de lo que es la Santísima Trinidad y la Unidad de Dios
Cuando el amor es completo nada hay que pueda penetrar para corromper
Habría podido impedir Dios este hecho Claro que sí.
Y de ella nació el Infierno, el reino del Odio.
Que frase diría "todo" lo que era Jesús de Nazaret
Mientras hago labor de aguja, contemplo mentalmente la figura moral de Jesucristo. Pienso que si pudiera hacerme con un cuadro de Él, pintado según mis indicaciones y, por tanto, lo más semejante posible a como era su Rostro Santísimo de Hombre, querría hacer escribir al pie del mismo una frase que compendiara "todo" lo que era Jesús de Nazaret, me vienen a la mente éstas: "Venid a Mí", "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" o "Soy Yo, no temáis". Mas siento que tampoco es eso lo que quiere mi alma para indicar a Cristo.
Y S. Azarías me habla:
de lo que es la Santísima Trinidad y la Unidad de Dios
"Jesús es el compendio del amor de los Tres. Jesús es el compendio de lo que es la Santísima Trinidad y la Unidad de Dios. Es la Perfección de los Tres compendiada en Uno solo. Es la infinita y multiforme Perfección compendiada en Jesús. Un abismo de Perfección ante el que se postran adorantes las milicias celestes y las bienaventuradas multitudes del Paraíso. Un abismo de Amor que sólo pudo y puede ser comprendido y aceptado por quienes poseen el amor.
nada hay que pueda penetrar para corromper
Con lo que puede aquí explicarse cómo pudo convertirse en Espíritu del Mal el arcángel que era espíritu benigno y santo, aunque no hasta el punto de ser todo amor. La medida del amor que uno tiene en sí es la que da la medida de su perfección y de su refractariedad a toda corrupción. Cuando el amor es completo nada hay que pueda penetrar para corromper. La molécula que no ama constituye una brecha fácil por la que se filtran los primeros elementos que no son amor y que fuerzan, ensanchan, inundan y sumergen a los elementos buenos hasta matarlos. La medida del amor de Lucifer era incompleta. La complacencia de sí mismo ocupaba en él un espacio en el que no podía haber amor. Y ésta fue la brecha por donde entró, ruinosa, su depravación, siendo ella la causa de que no pudiera comprender ni aceptar al Cristo-Amor, compendio del infinito, único y trino Amor. Y que sea aún más vasta hoy día la herejía que niega la Humanidad Divina de la Segunda Persona, de la que hace un simple hombre bueno y sabio, se explica fácilmente con esta clave: la falta de amor en el corazón humano, la incapacidad de amar y la pobreza en la posesión del amor.
Observa, alma mía, que, lo mismo en tiempos de Cristo como después en la era cristiana, dos fueron siempre los puntos en los que con mayor frecuencia tropezó el protervo entendimiento humano que no puede creer si no es humilde y amoroso: que Cristo fuese Dios y Hombre, sujeto de acciones únicamente sobrenaturales por las que fue odiado hasta por sus más íntimos y, en consecuencia, traicionado; y que hubiese instituido el Sacramente del Amor. Entonces, ahora y siempre los "sin amor" dijeron y dirá que Dios no puede hallarse en Jesús y que Jesús no puede estar en la Santísima adorable Eucaristía.
"Yo soy el Compendio del Amor"
Por eso, alma mía, si hubieses de mandar escribir una frase al pie de la efigie del Hombre-Dios, deberías hacerlo con ésta: "Yo soy el Compendio del Amor".
Y S. Azarías calla adorando.
¡Qué paz! ¡Qué paz en mí, qué luz, qué sensación de bienestar mental en un entendimiento que se aquieta con una respuesta que le persuade totalmente, se producen durante y tras la lección angélica" Recojo el cuaderno con mi tesoro y reemprendo la labor manual al tiempo que mi mente contempla, sosegada, la lección habida.
La vuelvo a leer más tarde meditándola y me detengo en la frase: "Lucifer no era santo hasta el punto de ser todo amor". Dado el sublime concepto que tengo de los ángeles, no alcanzo a comprender cómo un espíritu como el angélico hubiera podido faltar. Fue siempre el mío un invencible estupor ante el pecado de los ángeles. Y nunca hubo quien me diera una explicación convincente de como unos seres espirituales creados por el querer perfecto de Dios y en una creación en la que no existía el "Mal" que aún no se había formado, y contemplando únicamente la eterna Perfección, hubieran podido pecar.
Ahora la frase: "... aunque no santo hasta el punto de ser todo amor" me hace detener suscitando de nuevo mi :"¿Cómo pudo ser eso?"
S. Azarías me dice:
siendo entonces vosotros superiores a nosotros,
pues sois 'otros Cristos' y tenéis lo que se llama
'Pan de los ángeles'
cuando tan sólo es Pan de los hombres.
"Los ángeles son superiores a los hombres. Digo 'hombres' para designar a los seres así llamados, compuestos de materia y de espíritu. Así pues, nosotros somos superiores en cuanto somos totalmente espíritu. Mas ten presente que cuando en el hombre vive la Gracia y circula la Sangre del Cuerpo Místico cuya cabeza es Cristo, mientras le corroboran los siete Sacramentos desde su nacimiento a la muerte en todos los estados y fases de la vida, entonces en vosotros, 'templos vivos del Señor', vemos nosotros al Señor y le adoramos, siendo entonces vosotros superiores a nosotros, pues sois 'otros Cristos' y tenéis lo que se llama 'Pan de los ángeles' cuando tan sólo es Pan de los hombres. ¡Mística e insatisfecha hambre eucarística es la que tenemos nosotros que nos hace estrecharnos a vosotros cuando os nutrís de Ella para percibir la divina fragancia de este Alimento perfecto!
Dios nada creó en plan de esclavitud.
tan sólo había Orden
en el Orden es donde la libertad es perfecta.
Mas volviendo al punto inicial, te digo que en los ángeles, distintos a vosotros en naturaleza y perfección, hay, lo mismo que en vosotros, libertad de voluntad. Dios nada creó en plan de esclavitud. En la creación, originariamente, tan sólo había Orden. Mas el Orden no excluye la libertad, antes al contrario, en el Orden es donde la libertad es perfecta. En el Orden no hay, al ser constrictor, ni el miedo de una invasión, de una intrusión ni de una anarquía de otras voluntades que puedan ocasionar enfrentamientos y ruinas al penetrar en la órbita y en la trayectoria de otros seres o cosas creadas. Así estaba todo el Universo antes de que Lucifer abusara de su libertad y con voluntad propia pusiera en sí un desorden de pasiones para introducir desorden en el Orden perfecto. De haber sido todo amor, no habría habido sitio en él para otra cosa que no fuese amor. Por el contrario, hubo lugar para la soberbia a la que cabría llamar: el desorden del entendimiento.
¿Habría podido impedir Dios este hecho?
Claro que sí.
¿Habría podido impedir Dios este hecho? Claro que sí. Mas ¿a qué violentar la libre voluntad del bellísimo e inteligentísimo arcángel? ¿No habría entonces Él mismo, el Justísimo, introducido desorden en su ordenado Pensamiento no queriendo ya lo que antes quiso, esto es, la libertad del arcángel? Dios no oprimió al espíritu turbado colocándolo en la imposibilidad de pecar, pues entonces su no pecar habría carecido de mérito. También para nosotros fue necesario "saber querer el Bien" para así continuar mereciendo gozar de la vista de Dios que es Bienaventuranza infinita.
Dios, lo mismo que quiso tener a su lado al sublime arcángel en las primeras operaciones creadoras, quiso también que conociera el futuro de su creación amorosa e, igualmente, la adorable y dolorosa necesidad que su pecado habría de imponer a Dios: la Encarnación y Muerte de un Dios para contrarrestar la ruina del Pecado que Lucifer habría cometido de no vencer la soberbia en sí mismo. El amor no podía expresarse en otros términos. El primer aniquilamiento de Dios se concreta en este acto de querer convencer dulcemente al soberbio a no pecar y así no arrastrar a los demás al pecado, casi suplicándole con la visión de lo que su soberbia habría de imponer a Dios.
Era éste un acto de amor que Lucifer, ya ensatanado,
lo tomó por miedo, debilidad, enfrentamiento y declaración de guerra.
Y guerra movió contra el Perfectísimo diciendo:
"¿Tú eres?
También yo soy.
Era éste un acto de amor que Lucifer, ya ensatanado, lo tomó por miedo, debilidad, enfrentamiento y declaración de guerra. Y guerra movió contra el Perfectísimo diciendo: "¿Tú eres? También yo soy. Lo que Tú eres has hecho, lo has hecho por mí. No hay Dios. Y, de haber un Dios, ése soy yo. Yo me adoro. Yo te aborrezco. Yo me niego a reconocer por mi Señor a quien no es capaz de vencerme. Si no querías rivales, no tenías por qué haberme creado tan perfecto. Ahora soy yo el que soy y me tienes enfrente. Vénceme si puedes. No te temo. Yo también crearé y haré temblar tu Creación agitándola como brizna de nube, juguete de los vientos, porque te odio y quiero destruir todo lo tuyo para levantar sobre esas ruinas lo que ha de ser mío. No conozco ni reconozco poder alguno fuera del mío y no adoro, no adoro, no adoro a otro que a mí mismo".
Y de ella nació el Infierno, el reino del Odio.
Verdaderamente entonces, en la Creación, en toda la Creación, desde lo más alto a lo más profundo, por el horror de esas sacrílegas palabras, se produjo una convulsión horrenda, una convulsión cual no la habrá hasta el fin de la Creación. Y de ella nació el Infierno, el reino del Odio.
¿Comprendes, alma mía, cómo nació el Mal? De la voluntad libre respetada en tal condición por Dios y de uno que no era "todo amor". Y ten por seguro que a toda culpa que desde entonces se comete se le puede aplicar este juicio: "Que no es todo amor". El completo amor interdice el pecar y, sin esfuerzo ni fatiga, el que ama logra alcanzar la justicia. El amor le lleva a lo alto elevándole sobre todos los fangos y peligros, purificándole por momentos de las imperfecciones apenas aparentes que se dan aún en el último grado de la santidad consumada, en ese estado en el que el espíritu progresó de tal suerte que llega a ser verdaderamente rey, unido ya en espiritual connubio con su Señor, gozando, en un grado solo inferior al de lo que constituye la vida de los bienaventurados en el Cielo, pues así, en tal grado, es como Dios se da y se desvela a sus hijos benditos.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo".
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A. M. D. G.