2-2-46 (2 febrero 1946)

 

sANTA tERESITA DEL NIÑO JESÚS

 

 

Los medios y maneras de santificación

son tantos como las almas.

 

 


 

Desde hace 48 horas gozo de la presencia de Santa Teresita del Niño Jesús

  Es afán desordenado el querer obrar con prisas, con medios elegidos por nosotros y con miedo de no acertar.

  Los medios y maneras de santificación son tantos como las almas.

  Se cuenta en el libro de Esther cómo ella, aun sabiendo que comparecer en el atrio interior ante la presencia del rey y sin ser llamada equivalía a una sentencia de muerte, con todo, compareció allí  

 Yo, la pequeñita, me atreví a producir aire, luz y espacio, no por soberbia, pues sufrí de tener que hacerlo, sino porque quería hacer de mi alma un serafín con alas de oro ...

 


 

Desde hace 48 horas gozo de la presencia

de Santa Teresita del Niño Jesús

 

Desde hace 48 horas gozo de la presencia de Santa Teresita del Niño Jesús, humana y gloriosa al mismo tiempo, que aparece radiante posando sobre una nubecilla luminosa al igual que estaba en el claustro de Lisieux. No tiene el Crucifijo entre sus brazos, pero sí el manto blanco encima del vestido marrón. Al tenerla oculta tras el manto, no le veo la mano izquierda; mas si la derecha que es bellísima. Sobresaliendo del antebrazo hacia abajo, fuera del manto que lo tiene levemente apartado hacia atrás, está con una rosa entre sus dedos. Una rosa de un amarillo dorado maravilloso, una de esas rosas un tanto descomunales de pétalos rizados a las que, según me parece, llaman híbridas, sin espinas en su tallo verdirrojo oscuro y hojas de color verde oscuro, lúcidas, pastosas, cual si fueran de cera. Ignoro su nombre botánico. La sostiene tan ligeramente entre el pulgar y el índice, con la corola vuelta a tierra y el brazo tendido igualmente hacia ella, que parece propiamente como si estuviese a punto de dejarla caer. Le digo: "Suéltala! ¡Una rosa para mí...!". Sonríe pero no habla. Mas es una sonrisa tan jovial, tan fina y estimulante... Acto seguido hace ademán de querer hablar.

Como aclaración de este dictado he de explicar que me encontraba yo pensando entre mí en las... cortapisas, escapatorias y otras cositas llegadas a mi conocimiento a través de las cartas recibidas del Carmelo. Me sorprende un poco que almas de meditación puedan hallarse tan embridadas y sordas, incapaces de sentir lo que, a todas luces, es Bien y crearse escrúpulos, etc., etc.

Y, a continuación habla por fin Santa Teresita:

"Son las desganas en el amor, tan facilísimas por cierto, pero que suponen un obstáculo. Su origen hay que buscarlo asimismo en la astucia del demonio que se apoya en los fáciles escrúpulos, miedos y hasta en el mismo afán desordenado de ser buenos, para impedir, en realidad, a las almas el serlo y el conseguirlo con los medios de Dios, bien sean éstos ordinarios o extraordinarios.

 

Es afán desordenado el querer obrar con prisas,

con medios elegidos por nosotros

y con miedo de no acertar.

 

Es afán desordenado el querer obrar con prisas, con medios elegidos por nosotros y con miedo de no acertar. ¡Déjese eso a los pobres mundanos que no saben de la infinita bondad, paciencia y longanimidad de Dios ni del tiempo que Dios da a quien confía en Él para hacerlo todo y bien! ¿A qué temer si contamos con un Padre? ¿Por qué decir: "¡Enseguida, enseguida, que no voy a llegar!" cuando sabemos que El tiene el tiempo a su disposición y que éste no puede rebelarse para dejar de ser como Él lo quiere para cada vida? ¿A qué empeñarse en decir: "Quiero santificarme con esta o aquella práctica ya que falto en esto o aquello" cuando tenemos un Maestro que sabe con qué y en qué debemos santificarnos y provee con medios impensados por la criatura? ¡No, no hay que obrar así!

 

Los medios y maneras de santificación son tantos como las almas.

 

Estos errores, fáciles en los católicos que se encuentran en el mundo, son facilísimos en los monasterios. Los medios y maneras de santificación son tantos como las almas. No se puede aplicar un único esquema para todo. El alma, al desposarse con el Libre, debe ser libre también y, por haberse desposado, debe ser "esposa". No se contrae matrimonio cuando se está en pañales sino cuando una es capaz de hacer por sí lo indispensable al menos en favor del esposo y de la casa. ¿No es verdad? ¡Oh!, no es fácil santificarse en los monasterios, si bien es aún fácil salvarse. Mas recorrer el sendero de Cristo, todo él sembrado de oro, pero con abrojos, rojo de sangre y bañado en llanto, no es cosa fácil. Y, con todo, es el camino de la santidad.

Hermanita, diles a mis hermanas religiosas que tengan una piedad y una obediencia airosas. No son esclavas sino "esposas" y las esposas no están obligadas a la sujeción supina que queda para los inferiores. Las esposas-reinas tiene el deber y el derecho de saber comprender y aplicar las voces y las palabras del esposo y Rey pronunciadas en la cámara nupcial del espíritu antes que cualquier otra voz.

 

Se cuenta en el libro de Esther cómo ella, aun sabiendo que

 comparecer en el atrio interior ante la presencia del rey

y sin ser llamada equivalía a una sentencia de "muerte",

 con todo, compareció allí

 

Se cuenta en el libro de Esther cómo ella, aun sabiendo que comparecer en el atrio interior ante la presencia del rey y sin ser llamada equivalía a una sentencia de "muerte", con todo, compareció allí. Así pues, comprendiendo que Dios había escuchado la oración de Mardoqueo cubierto a la sazón con las vestiduras reales, se presentó en el atrio interior delante del rey sentado sobre su trono. Y al rey le complació la esposa humilde por más que fuese regia y le entregó el cetro para hacerla sagrada ante el mundo y tan querida le fue que le prometió concederle cuanto le pidiese (Esther 4, 10-11; 5, 1-8).

Esther, joven aún pero esposa, supo tener una voluntad, si bien sujeta, libre y airosa. No se prestó a las insidias envilecedoras del demonio que suscita escrúpulo para aherrojar con sus cadenas.

 

Yo, la "pequeñita", me atreví a producir aire, luz y espacio,

no por soberbia, pues sufrí de tener que hacerlo,

sino porque quería hacer de mi alma un serafín con alas de oro ...

 

¡Oh!, en Lisieux yo era "la última" y ella, la gran Priora, la prepotente a la que su pequeña "corte" le era muy fiel. Mas cuando yo entré allí, el aire de las almas y para las almas hallábase totalmente enrarecido, la luz bien triste y el espacio por demás reducido. ¡Oh, no bastaba esto para que renaciesen las almas transformándolas en serafines! Yo, la "pequeñita", me atreví a producir aire, luz y espacio, no por soberbia, pues sufrí de tener que hacerlo, sino porque quería hacer de mi alma un serafín con alas de oro y, de otra suerte, hubiera sido inútil, ya que en tal caso no habría hecho sino convertirme en prisionera... Lo que yo quería era hacer de mi alma "la fuerte". La tisis era para el cuerpo, sí, el medio para ir al Amor; mas para el alma, no. Y para el amor, que es el objetivo de la vida cristiana, quise para todas lo que para mí: aire, luz y espacio para las alas de los serafines de la tierra, del monasterio. Era el "niño terrible!" que decía la verdad, que quería la verdad. Y verdad es la piedad airosa mientras que no es verdad la piedad de escrúpulos. Pequeños con una ropa extraña. Mas, por cuanto agradé al Señor, marchan ahora por mi camino, que parecía irreflexión de un niño pequeño, todos aquellos que se salvan por hacerse "semejantes a los niños de los que es el reino de los Cielos" (Mt 18, 2-3; 19, 14; Mc 10, 14-15; Lc 18, 16-17).

Ven, hermanita, cantemos nuestro Magníficat (Lc 1, 46-55) nosotras a quienes vio Dios en nuestra "pequeñez" y por eso, "como hace una madre, nos tomó sobre su seno y nos dio un nombre mejor que el de hijos e hijas, un nombre eterno que jamás perecerá" (Is 56, 4-5). Y sonríe tan luminosamente como para producirme una sensación de éxtasis...

161-164

A. M. D. G.