8 de febrero
Se le aparece san Pío X
Sigue, sigue por tu camino que tanto agrada al Señor. Sé simple, cada día más simple, como un niño.
Eucaristía y simplicidad son el camino de los niños del amor,
Se me aparece el Papa Pío X
Dulce, cándida y bonachona se me aparece la figura del Papa santo, Pío X, en el momento de la S. Comunión. Se me acerca tal como era sin duda en sus últimos días: Un poco obeso, agobiado por los achaques, el paso silencioso levemente deslizante, un tanto cargado de espaldas, éstas redondeadas, y elevándose de su cuello corto la cabeza de cabellos plateados, a la sazón nimbada de esplendor, con frescura de carnes en su rostro senil y una dulzura virginal en el mirar de sus límpidos ojos serenos. Lleva el vestido blanco de los pontífices pero sin esclavina roja ni birrete. ¡Oh, no! Es simplemente un sacerdote vestido de blanco en vez de ir de negro y nada más. Sin embargo así es "él", más venerable que si estuviese en los fulgores de las apoteosis pontificias entre estandartes y flabelos, guardias relucientes, púrpuras cardenalicias y así por el estilo. Es el Papa santo.
Alza su mano corta y regordeta para bendecirme y habla así:
"Bendita del Señor y de la Virgen Inmaculada; que el Señor y María estén siempre contigo.
Sigue, sigue por tu camino que tanto agrada al Señor.
Sé simple, cada día más simple, como un niño.
¡Nunca los pierdas, bendita! Sigue, sigue por tu camino que tanto agrada al Señor. Sé simple, cada día más simple, como un niño. Uno de aquellos pequeñitos a los que nuestro bendito Señor amaba tanto. Aliméntate de la Eucaristía a fin de que ella sea para ti esa hostia pequeñita que se consagra tan sólo cuando en la Hostia grande se transubstancia nuestro Señor Jesucristo. Por eso, cuanto más te nutras de la Santísima Eucaristía, más llegarás a ser hostia con Él.
¡Oh bendita! Si, una vez sentado en el solio de San Pedro, me hubiesen dicho que, tras haber sido "cruz voluntaria", habías llegado a ser "voz", no te habría dejado en este apuro sino que te habría confortado con mi bendición, leyendo en familia las páginas benditas.
Eucaristía y simplicidad son el camino de los niños del amor,
Continúa siendo niña, ¿sabes?, siempre niñita. Un pequeño, un pequeño Juan con ojos exentos de malicia y corazón libre de toda soberbia para entender siempre al benditísimo Maestro que instruye a los niños para bien de muchos. Eucaristía y simplicidad son el camino de los niños del amor, como el de Santa Teresita y también el mío, pobre siervo del Señor que todavía se asombra de que de simple sacerdote hubiera podido llegar a ser Pontífice" (y llora dulcemente, humilde y santo en su llanto como santa es igualmente su sonrisa).
Levanta la cabeza y me mira de nuevo como un "niño" grande también él, pues así de pura es su expresión, sonriéndome otra vez.
"Te doy mi bendición. ¿Estás contenta? Te bendigo, alma del Señor y de María Santísima. Continúa paciente y con fe. No hay otro recuerdo en el Paraíso que el de haber hecho siempre la Voluntad Santísima de Dios, proporcionando esto la bienaventuranza. Tan bello es el Paraíso que ninguna de las cosas más bellas se le iguala. No podrías ver el Paraíso tal cual es ya que te haría estallar el corazón. Cuando se te presente la ocasión, manda mi bendición a aquella buena alma de Sor Josefina. Dile que su Patriarca recuerda siempre a los Institutos de María Santísima Niña y, en particular, a aquellos tan queridos de su Véneto. La paz, la paz para aquellos lugares y para los que en ellos se encuentran.
Y la paz también para ti, pequeñita de mi Jesús. Adiós. Recuerda siempre al Pontífice de los niños y de la Eucaristía."
Eleva de nuevo su mano para bendecir y el candor de su vestido de lana se cambia a una incandescencia en la que se transfigura el Santo Pío X y desaparece.
Ahora sí que puedo decir que yo también he visto a un Pontífice. ¡Y qué Pontífice!
¿Habré escrito bien las palabras venecianas? Aunque no sé el dialecto veneciano, he procurado transcribir sus palabras tal como se las oía pronunciar. Yo he estado en la Romaña, Lombardía (milanesado), Pavía, Florencia, Reggio de Calabria y Viareggio; mas nunca en el Véneto. Por eso... Pero estoy muy contenta de que haya hablado así a la buena de Dios, como un buen párroco, igual que cuando lo era en su Véneto –y ya era entonces santo y gran santo en la presencia de Dios– lo mismo que cuando fue Patriarca y después Pontífice, se entretenía familiarmente con sus íntimos... con los sencillos, con los que tan a gusto debía encontrarse el humildísimo y santo Papa Pío X...
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A. M. D. G.