11-2-46 (11 febrero 1946)
Para las muchachas de Narni y para Emma y Pía
dESPERTAR, OBRAD Y sed santas
Aquel que, habiendo puesto la mano en el arado vuelve la vista atrás
Qué fuisteis a ver en el desierto
Yo estoy a la puerta de vuestros corazones llamando
Dice Jesús:
Aquel que, habiendo puesto la mano en el arado
vuelve la vista atrás ...
"Aquel que, habiendo puesto la mano en el arado vuelve la vista atrás para ver el pasado y sus posibilidades o, mirando a los lados, se detiene a considerar cuanto hay de atrayente en ellas, no es opta para el Reino de Dios" (Mt 5, 13; 7, 22-27; 11, 7-10; 25, 11-12; Mc 9, 48; Lc 6, 46-49; 7, 24-27; 9, 62; 13, 24-27; 14, 28-30 y 34-35; Jn 10, 11; 13, 27; Ap 3, 1-3 y 15-16 y 20). Está dicho también: "El que, queriendo construir una torre, no calcula primero los gastos y dificultades que ha de encontrar para llevarla a término, se verá burlado al tener que dejar inacabada su obra". E igualmente está dicho: "Buena es la sal; mas si pierde su sabor, ¿para qué sirve ya? Para nada y así se la arroja y huella". Y podría continuar la cita de mis antiguas palabras para recordaros que no es éste el modo de responder al amor de Dios.
¿Qué fuisteis a ver en el desierto?
Os recuerdo el espléndido elogio que hice del Bautista: "¿Qué fuisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por los vientos?", sobreentendiéndose en ello que no fueron a ver una caña inútil y desvaída sino a más que un hombre y a más que un profeta. Un ángel es lo que fueron a ver. El ángel que, por su firmeza en el servicio al Señor desde su nacimiento hasta la muerte, mereció preparar los caminos del señor. En verdad, en verdad que todo parece indicar que habéis construido vuestra casa, no sobre la roca sino sobre arena. No me habéis amado por Mí y en Mí. No me habéis dado el "sí" por amor sino por ligereza y cálculo. Y el viento de las contrariedades, que aviva a quienes son verdaderas llamas, os enfría a vosotros.
¿Queréis merecer el tener que oír que os diga: "No os conozco" cuando vengáis a mi presencia? ¿Queréis que se os apliquen a vosotras las palabras del Apocalipsis: "Sé cuáles son tus obras y que, teniendo nombre de vivo, estás muerto. Vigila y reafirma lo que lo que te queda y está a punto de morir... Acuérdate de lo que recibiste –mi elección y el nombre de 'esposa de Cristo' que cancela toda ignominia– recuerda lo que oíste, –la llamada de mi amor que te decía: 'Ven'– obsérvalo y haz penitencia?". ¿Y también: "Puesto que eres tibio y no frío ni caliente, Yo comenzaré a vomitarte de Mí?".
Yo estoy a la puerta de vuestros corazones llamando
¡Oh, en verdad que Yo estoy a la puerta de vuestros corazones llamando y digo: "Ábreme, hermana o esposa mío". Mas la pequeña puerta abierta al áspero camino por el que viene el Amador para haceros recorrer el 'suyo' y conduciros por él al Cielo, vosotras la cerráis, al tiempo que abrís la puerta ancha que da a la cómoda y jubilosa vía del mundo en la que únicamente se dan apariencias de gozo tras las que laten inquietudes, penas, ludibrios y condenas, de las que la última será la mía cuando os diga: "No os conozco". Y aún esto os lo diré por caridad, ya que, de no mediar caridad, tendría que deciros entonces:" ¡Id lejos de Mí vosotros que me habéis traicionado y despreciado!".
Despertad, obrad y sed santas. No me place vuestra conducta. No tenéis caridad para Jesús ni para vuestra madre. La habéis crucificado y ahora la remacháis a la cruz sin piedad, sin abriros con ella, olvidando lo que le costasteis e ingratas por lo que le hacéis sufrir y sufrirá por vosotras. Mas todos los santos tienen sus enemigos y los mayores son siempre los más amados de entre los suyos. Pues bien, sed al menos sinceras y determinadas en vuestro obrar. Os repito a vosotras lo que dije a Judas Iscariote. "Lo que quieres hacer, hazlo pronto". Os lo digo.
Y a ti, a ti que sufres, te acojo en mi Corazón. Aunque todo el mundo te falte. Yo no te abandonaré. Esposa mía, ceñida con mi corona de espinas, Yo no te condenaré. Si bien erraste como criatura, tu sufrimiento actual es una total absolución. Está segura de ello. Mi paz será el río de gozo que te embriagará cuando haya terminado el dolor.
Y a ti también, Pía, que expías y tiemblas tal vez por el temor de haber merecido mi reproche, te digo: "Yo soy el buen Pastor". El sufrimiento es expiación que Dios da a los que ama y quiere perdonar en la hora de la muerte.
Quedad con mi paz vosotras dos. Con mi paz..."
11-2-46. Nuestra Señor de Lourdes.
179-181
A. M. D. G.