14 febrero 1946

 

 

cERTIFICADO médico de la enfermedad

de María Valtorta

 

 


 

Este es uno de tus testigos

  Doctor haga ese certificado que desea el P. Migliorini 

 lo haré muy gustoso y desde ahora puedo decir con toda seguridad que a quien contempla el caso con fe no puede menos de llamarle la atención en él la existencia de hechos sobrenaturales

 


 

Llega el doctor, al que se le ha llamado para que compruebe el agravamiento continuo, los edemas que se extienden, las complicaciones vasculares pleurales, etc., etc., y de mis tantas dolencias. Mientras visita y habla –o mejor, mientras habla tras haber hecho la visita– afable y deseoso de dar un poco del consuelo a una enferma interesándola por esto o aquello, la voz espiritual de Azarías me dice:

 

Este es uno de tus testigos

 

"Este es uno de tus testigos. El médico posee un gran valor de testimonio para futuras averiguaciones acerca de una criatura de Dios y en especial para las criaturas 'portavoces' cual tú eres. Tan sólo el médico de cabecera puede asegurar si el individuo se halla enfermo o medio-enfermo, si es equilibrado o, por el contrario, padece psicosis simuladora para explicar ciertos fenómenos. Ponderad el valor de los testimonios médicos referentes a criaturas de Dios. Recordad a Fernanda Lorenzoni (Terciaria de la Dolorosa 1906-1930) cuyos médicos conocían y respetaban los secretos de Dios en ella. El hombre que tienes delante es, por lo demás, de buen espíritu. Por tanto no lo eches en olvido. Tú háblale y llega hasta el extremo de pedirle un testimonio de la conformidad y de la resistencia, humanamente inexplicable, de tu cuerpo enfermo. Después que el Padre le hable de lo demás, y ello con claridad, para que el certificado que se consiga sea de utilidad. El médico, como el sacerdote, tiene el secreto profesional ¿A qué pues tantos reparos con él cuando el hecho es ya público y con versiones no siempre honestas y caritativas? ¿Dudas de él? Dentro de poco él mismo te sacará de dudas. Habla, como te he dicho, para gloria de Dios".

 

Doctor haga ese certificado que desea el P. Migliorini

 

Entonces le he dicho: "Doctor, ahora que ya me ha visitado muchas veces y me ha visto en diversas fases y empeoramientos, haga ese certificado que desea el P. Migliorini".

"¡A propósito! Explíqueme un poco, claramente, para qué sirve, qué debo decir y en qué sentido. Porque soy un hombre recto y si se trata de un diagnóstico clínico quiero poder hacerlo lo más exactamente posible y para todos los órganos, con exámenes radiológicos, etc., etc. Mas si se trata de un juicio sobre la gravedad de los sufrimientos, puedo hacerlo de distinta manera".

"Se trata de proporcionar al Padre un certificado que se ha de acompañar a la memoria que han de escribir sobre mí, una vez que muera, como suelen hacer los sacerdotes de alguna persona aquejada de larga enfermedad que, por el modo como se desarrolla y se soporta, da lugar a pensar en la existencia de fuerzas espirituales latentes en el enfermo debidas al espíritu de la religión sentida. Lo que el Padre únicamente quiere saber es si yo, humanamente hablando, con todo lo que desde hace años tengo, podría estar viva y si, al constatarse en mí inequívocos sufrimientos, habría que atribuirlos a hechos reales o sugestivos, etc., etc.".

 

lo haré muy gustoso y desde ahora puedo decir con toda seguridad

que a quien contempla el caso con fe

no puede menos de llamarle la atención en él

la existencia de hechos sobrenaturales

 

"Pues bien, lo haré muy gustoso y desde ahora puedo decir con toda seguridad que a quien contempla el caso con fe no puede menos de llamarle la atención en él la existencia de hechos sobrenaturales. Hace tiempo que de usted nada habría ya que hablar si todo hubiérase desarrollado humanamente. Y por el mero hecho de comprobar con qué paciencia y resignación soporta todo esto, se intuye una viva fuente ultraterrena en usted. O se cree o no se cree. Mas si se cree, y yo creo, ¿por qué negar lo sobrenatural? Hice también dos certificados hace días atestiguando un milagro obrado por mediación de la fundadora de las Hermanas del Hospital. me los pidió la hermana de la crujía y yo se los hice muy gustoso. La curación, en conciencia, no podía atribuirse a intervención médica. Aseguraba la hermana haber puesto la estampa de la fundadora bajo la almohada del enfermo, ya moribundo, verificándose la curación. ¿A qué negar el reconocimiento de los méritos de la monja muerta en olor de santidad? Querría por tanto saber con exactitud las cosas para orientarme debidamente".

Yo no le he detallado "las cosas" porque el hacerlo resulta para mí molesto y, por otra parte, Azarías no me lo había indicado. Pero supongo que el doctor, tan bien relacionado con las monjas del Hospital, no estará del todo desconocedor de los dictados, etc., etc., o tenga tal vez algún vago indicio de los mismo. Por eso creo yo que será útil exponerle con claridad el hecho. Por otra parte, es la segunda vez que me sorprende escribiendo y contrariando por tanto su consejo de no escribir. Como puede comprender, no le puedo decir: "Le desobedezco a usted por tenerle que obedecer a Dios como portavoz". ¿No le parece?

Nada de deshonroso hay en lo que se haya de decir al médico sobre mi caso. Y si el Obispo no dudó en mandarle a Dora donde los médicos para abatirla, creo que será lícito ser explícitos con mi médico de cabecera para añadir una nota científica, pero de creyente, como refuerzo de los testimonios, todos espirituales o afectivos, aportados por mis otros testigos sobre mi caso. No espera a que yo me muera para hacerlo. No esté siempre esperando. El tiempo y las vicisitudes discurren veloces y fugaces. Después resultará ya inútil lamentarse y suspirar...

181-183

A. M. D. G.