20 de marzo de 1946

 

 

Para el Padre Migliorini:

 

 


 

porque Yo te quiero aquí, al lado de mi Portavoz 

 Marcha tranquilo porque estás en mi Gracia 

 Yo al Padre:

  Le entrego mi Crucifijo

  M a r í a

  Y dice San José:

 


 

Dice Jesús:

 porque Yo te quiero aquí, al lado de mi "Portavoz"

 

"El que los justos obedezcan es siempre voluntad del Señor. Mas en tu partida no hay otra voluntad que la de Dios. De haber otra, me contradiría a mí mismo, porque Yo te quiero aquí, al lado de mi "Portavoz". Aquí y no en otro sitio alguno.

María, nuestra pobre María, lo escribió por haberlo así ella entendido y Yo lo confirmo. Os he preparado para esta hora con las visiones de la partida de Síntica y de Juan. Léelas con atención y percibirás en ellas el pensamiento de tu Salvador.

 

Marcha tranquilo porque estás en mi Gracia

 

Marcha tranquilo porque estás en mi Gracia. Esto es todo. El juicio de los hombres no hace mella ni influye en el juicio de Dios. Vete tranquilo, hijo mío y de María. Tranquilo por ti mismo y tranquilo por la pobre María. Yo y mi Ángel nos quedamos ocupando tu puesto. Y así como no existe separación para los espíritus, seguiremos estando aquí los tres, lo mismo que desde hace tres años, para llevar a cabo lo que es gloria de Dios: dar a conocer a Dios.

Te bendigo, Siervo bueno, por el Padre y por el Espíritu Santo, además de por Mí; y conmigo te bendicen: la Madre, el Hombre de la obediencia: José, el Hombre de la caridad Juan apóstol y todos los Santos de tu Orden. Vete en paz, que los ángeles del Señor están contigo y Dios también (A continuación, y con escritura diminuta, aparece añadido: "Así era en este 20-3-46... Más adelante, el 4-7-46, Jesús quiso para mí otro guía espiritual. El sabe el porqué. Yo no lo indago, pues sufriría mucho si lo supiera (9-12-47)")

Yo al Padre:

Padre mío, me veo muy contenta de poderle acompañar las palabras del Señor a las mías, por lo demás pobres, de criatura que ante Dios y ante los hombres da testimonio de que su asistencia a mi favor iniciada en junio de 1942 y querida por Dios –¡esto sí que Dios lo quiso!– constituyó la fase preparatoria del ministerio al que Dios queríame destinar. Estaban por delante Dios y la voluntad de la criatura de servir a Dios. Mas había a la sazón en mí, bien lo sabe usted, mucha, excesiva humanidad y Dios, que es Orden, no podía venir adonde había desorden; y El, que es Amor, tampoco podía venir adonde había resentimientos... Vino usted y todo lo puso en orden, pudiendo entonces Dios obrar por haber venido antes usted. Estuvo "el precursor" que va por delante preparando los caminos del Señor. Y vino el Señor, que se quedó porque usted –lo dijo Jesús un día y lo repitió–, con su presencia, mantenía lejos al que me odia porque soy instrumento de Dios. ¿Recuerda aquel dictado? Ahora debería estar temerosa porque usted se va y Satanás me odia más que nunca. Pero confío en la promesa de Jesús y en sus oraciones, Reverendo Padre, y en las de los Padres de la Orden.

Lea con tranquilidad en las "Direcciones" lo que pienso desde hace 22 días y que lo escribí con pausa durante su primera ausencia. Eso le ayudará a comprenderme cuando le digo que este dolor para mí es paz y confirmación; y que confío en que el mismo será un momentáneo oscurecimiento, como lo fue el de Jesús desde la tarde del Jueves Santo hasta la mañana de Resurrección. Él nos enseñó cómo permanecer fieles, cómo se suda sangre sin rencor hacia quien nos la hace sudar y cómo se muere sobre la cruz para salvar. Imitémosle.

 

Le entrego mi Crucifijo

 

Le entrego mi Crucifijo, el mismo que en julio de 1930 me dio por primera vez la prueba innegable del poder de la Cruz y de la Fe, reportándome la primera victoria sobre el demonio. Lo había dejado destinado para usted en el testamento por ser para mí sagrado por lo que con él tengo conseguido y por haber estado en las manos de los míos en el trance de su muerte. Debía estarlo también en las mías con ocasión de mi agonía y de mi muerte hasta que me encerrasen en el ataúd y después quedar para usted. Quiero decir que si Jesús me concede la gracia de morir estando usted a mi lago, usted será quien me lo traiga para aquellos instantes...

Y ahora, ¡gracias de todo, por todo y sobre todo! Fue usted quien hizo que no llegara a sentirme huérfana, sola, enferma, pobre y débil, siendo para mí el afecto, la ayuda, la paz y el sostén. Aquí y dondequiera no le olvidaré. Ahora es cuando sentiré que me encuentro sola en la tierra...

Ahora bien, no digo más pues, de lo contrario, la nueva Síntica perderá la fuerza que necesita para sostener su cruz y la que le corresponde a su Padre. Tendré que ir haciéndome cada vez más fuerte hasta llegar a morir en el empeño y tener fe, fe, fe en el Señor

 

M a r í a

 

Dice María:

"Estamos cerca de la encarnación en Mí del Verbo. 'He aquí la esclava de Dios. Hágase según su palabra'. Porque aunque no sea una orden de Dios, es, en cambio, una permisión suya lo que se nos ofrece, siendo por ello santo lo que se nos presenta. Hijo querido, hija querida, Romualdo y María, hijos de la Madre siempre Dolorida por los dolores de sus hijos amados, proclamad también vosotros mi palabra y así, más vital que nunca, tomará forma en vosotros el Verbo Santísimo hasta haceros otros Él. Sed maternalmente bendecidos".

Y dice San José:

"Y sed bendecidos igualmente por mí que creí e hice lo que el Señor ordenaba: marchando, volviendo y aceptando; siendo siempre guiado por el ángel de Dios porque sometí mi juicio de hombre al del Cielo".

212-215

A. M. D. G.