24 de marzo de 1946.

Domingo 3.º de Cuaresma

 

 

El Ángel me comunica una tremenda palabra

y me da una orden

 

 


 

desde el momento en que usted se marchó, un ángel, que no me parece sea el mío, lo tengo constante muy visiblemente presente

  No sé quién es. Me hace feliz con su presencia, mas no se identifica. 

 Y a continuación me comunica una tremenda –¡oh, es verdaderamente una tremenda palabra!– y me da una orden.

 


 

Hace mucho que estoy esperando con ansia oír la palabra angélica, tan dulce, límpida y reconfortante.

 

desde el momento en que usted se marchó, un ángel,

que no me parece sea el mío,

lo tengo constante muy visiblemente presente

 

Mas, por otro lado, debo decirle que, desde el momento en que usted se marchó, un ángel, que no me parece sea el mío, lo tengo constante muy visiblemente presente. Le digo que no me parece el mío porque, mientras Azarías acostumbra mostrárseme materializado en belleza como se lo describí a su tiempo (El 15 de enero de 1946), éste, en cambio, se presenta del todo espiritualizado, con una luz vivísima que sólo por un milagro de Dios me es concedido percibir. Posee la belleza incorpórea de los seres espirituales, no se vale de los pies para moverse sino de las luces de sus dos alas, pues todo en él es luz: el rostro, sus manos cruzadas sobre el pecho y el vestido candidísimo e inmaterial... Y si digo manos, rostro y vestido es porque nosotros, pobres mortales, no podemos expresarnos sino materialmente para decir lo que vemos. Mas este espíritu bellísimo, que no me deja un momento y con el que el alma intercambia continuos coloquios de amor, tiene únicamente la incorpórea condensación de su espíritu en forma de rostro, manos y vestido a fin de hacerse presente a mi vista espiritual y así queda reducido al mínimo necesario para poder alcanzar dicho fin que viene a ser: poder hablar muy impropia y materialmente de su rostro, manos y vestido. Se me aparece, en fin, como el Ángel del Getsemaní que era "luz en forma de ángel" y se me figura uno de tantos ya vistos en los coros del Paraíso... ¡Oh luz, luz cantante en el azul interminable del Cielo...! Me parece uno de aquellos del Natalicio que aparecieron a los pastores... uno de aquellos que en Cómpito (San Andrés de Cómpito, lugar adonde fue evacuada María Valtorta. En los Cuadernos de 1944, nota n.º 9 correspondiente al escrito del 24 de abril), en una de las últimas noches de exilio, me elevaron al éxtasis con su trasvolar entonando melodías irrepetibles...

 

No sé quién es. Me hace feliz con su presencia, mas no se identifica.

 

Quién sea, no lo sé. Tan sólo sé que su presencia constituye mi consuelo, más dulce que la luz de la luna para el viandante solitario y perdido, dándome la seguridad de que no me encuentro sola antes con la mejor de las compañías y en el mejor de los caminos: el del ángel de Dios, y en el mejor de los trayectos que recorren los ángeles: el de Dios. No sé quién es. Me hace feliz con su presencia, mas no se identifica.

Ayer Marta fue a Camaoire estando ausente por espacio de seis horas. Pues bien, yo, sola en mi habitación durante tres de esas seis horas, estuve tan contenta con esta presencia angélica que hasta me proporcionó un alivio físico. Me recogí en esa meditación y contemplación que a los extraños puede parecerles casi somnolencia, pero que, muy al contrario, es hervor de espíritu que me hace feliz... ¡Cuánta paz...!

Mas ahora se manifiesta Azarías y habla. Luego el ángel luminoso no es Azarías... y yo escribo (En el cuaderno autógrafo viene aquí el comentario de Azarías a la Misa del domingo 3.º de Cuaresma)

 

Y a continuación me comunica una tremenda

–¡oh, es verdaderamente una tremenda palabra!–

y me da una orden.

 

Y Azarías se arrodilla para escuchar a Gabriel que, intensificando su luz, me saluda con el: "¡Ave María!". Esto tan sólo: "¡Ave María!". Y a continuación me comunica una tremenda –¡oh, es verdaderamente una tremenda palabra!– y me da una orden. ¡Es tan de condena en sus motivaciones! Mas irá conmigo a la tumba. "Es aún más tremendo", dice el Arcángel, "que el secreto de Fátima y no se revela porque los hombres, aun éstos por quienes se da, no merecen conocerlo".

Y después el Arcángel, junto con Azarías que se levanta de su genuflexión, canta: "Bendigamos al Señor". Y yo respondo: "Demos gracias a Dios" como me enseñó Azarías; y con ellos digo: "Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo..." Y ahora gravita sobre mí el peso angustioso de este tremendo conocimiento...

Puesto que el Arcángel me ha saludado con el "Ave María", pienso que quien habló el 5 de diciembre fue él. ¿Se acuerda de aquella papeleta con la norma de conducta para Dora? Pero nada pregunto... quedándome con mi duda.

217-219

A. M. D. G.