25 de marzo de 1946.
In Nomine Domini
la muda lección que da el Señor
con sus silencios
¡Vuelvo por fin a tomarte, dulce Evangelio, marcha santa de mi Maestro por los caminos de Palestina! Una vez cumplidas todas las obediencias, vuelvo a tomarte, o mejor, vuelves tú a tomarme a mí.
No sé si hay quien reflexione acerca de la muda lección,
por demás formativa,
que da el Señor con sus silencios producidos por tres motivos:
No sé si hay quien reflexione acerca de la muda lección, por demás formativa, que da el Señor con sus silencios producidos por tres motivos:
El primero, por compasión de la debilidad de la portavoz a las veces puesta a punto de morir.
En segundo lugar, el silencio viene a ser castigo para quienes no saben portarse debidamente con su don.
Y en tercer lugar, es una lección que me da, de la que quiero hablar, y es la del deber de obedecer siempre por más que nos parezca que la obediencia es de rango inferior al de la labor que dejamos de realizar por ella.
que es Señor del mundo, no permite que se transgreda la obediencia
que está cumpliendo su instrumento cuando tal obediencia fue
propuesta por quien está capacitado para ello.
¡Oh, no es nada fácil ser "voces"! Se vive siempre en un continuo ejercicio de vigilancia y de obediencia. Y Jesús, que es Señor del mundo, no permite que se transgreda la obediencia que está cumpliendo su instrumento cuando tal obediencia fue propuesta por quien está capacitado para ello.
Yo, en estos días, debía de obedecer a cuanto el P. Migliorini habíame encomendado hacer. Eran cosas burocráticas y, por ello, un tanto enojosas. Mas Jesús nunca intervino porque debía ejercitar la obediencia y ésta tenía que ser exacta y total como dijo ayer Azarías en su explicación de la Santa Misa
Ahora pues, una vez todo cumplido, te puedo contemplar, ¡Oh Señor mío...!
219-220
A. M. D. G.