1 de abril de 1946

 

 

Obedeced en todo al Señor, obedeced

 

 


 

De no haber estado tú flagelada ya en aquellos días por demasiados azotes de dolor, habríate Yo flagelado por esa frase. Mas tuve compasión.

   A quién confiar el pequeño Juan cuando el P. Migliorini ya no esté en Viareggio

  Sabes cómo llama mi Madre a los sacerdotes jóvenes Les llama mis niños amándoles sin medida.

  Deja obrar a la Sabiduría que es toda Amor y atente a cuanto te he prescrito.

  Siento la necesidad de cerrar este cuaderno después de una reflexión que intencionadamente he demorado

  cada vez brilla más la verdad de la operación de Dios en mí, en la pobre María

 


 

Dice Jesús:

"Mi bendición para mi crucificada en el aniversario de su crucifixión (María Valtorta quedó postrada en el lecho, para no levantarse más, el 1.º de abril de 1934). Mi obediencia ha de cumplirse inmediatamente. Le escribirás al Padre enseguida y a tus noticias añadirás lo que te voy a decir.

He aquí lo que me dice Jesús:

 

De no haber estado tú flagelada ya en aquellos días

por demasiados azotes de dolor,

habríate Yo flagelado por esa frase. Mas tuve compasión.

 

"El 19 de marzo escribiste en las Direcciones, lo encargaste de viva voz, lo escribiste y le dijiste al Padre que "se preocupara de que tuvieses tú al lado un Padre que, por su madurez de espíritu y de años de saber obrar con santidad, seriedad, y corrección que el P. Mariano". De no haber estado tú flagelada ya en aquellos días por demasiados azotes de dolor, habríate Yo flagelado por esa frase. Mas tuve compasión. A la sazón exprimiste de ti toda la justicia de que estabas llenas, no quedándote ni una brizna que te hiciera recordar la mía del dictado del 25 de diciembre de 1945. Tuve también compasión de ti al recordar otras dolorosas experiencias tuyas. Mas ahora que ya te encuentras robustecida con la unión de tu Señor y dispuesta por la calma que ha seguido a tu turbación producida por tantos sucesos turbadores acaecidos en poco tiempo, tu justicia ha quedado fortalecida nuevamente en ti haciendo que llegues a comprender la mía ahora que se han calmado tus temores por saber cómo portarte con un nuevo P. Pedro P. Hablo a la sazón Yo para decirte que desconfiaste de tu Señor, de su amor hacia ti y de su pensamiento, tanto qué hasta llegaste a pedir un Padre que no fuese Mariano.

 

¿A quién confiar el pequeño Juan

cuando el P. Migliorini ya no esté en Viareggio?

 

Ahora bien, ¿qué dije el 25 de diciembre? Dije: "¿A quién confiar el pequeño Juan cuando el P. Migliorini ya no esté en Viareggio? A aquel de entre los Siervos de María de Viareggio que lleva el nombre de mi Madre". El pequeño Juan debe tener por padre a María-no; y Mariano debe tener por hijo al pequeño Juan. Y si la edad parece trastocada en ambas personas, los factores, en cambio, continúan intactos: uno que tutela, y otro que es tutelado, siendo el resultado el mismo: la elevación recíproca de dos a los que Yo uno por intercesión de mi Madre. Por eso tú no debiste pensar ni de lejos que Yo pudiese equivocarme, que fuese imprudente o que no tuviese el debido cuidado de mi María. Hiciste mal, por tanto, anteponiendo tu juicio al mío, lo mismo que juzgando sin conocimiento de causa y formando juicio de Mariano basándote en el recuerdo de Pedro, creyendo que todos sean iguales a uno que no fue bueno. Nunca más lo hagas. Fíate de tu Señor que nada quiere que no sea un bien para ti. Estad pues unidos y tú sé para él madre e hija a la vez.

 

 ¿Sabes cómo llama mi Madre a los sacerdotes jóvenes?

Les llama "mis niños" amándoles sin medida.

 

¡Mis jóvenes sacerdotes! Ellos son ciertamente los que deben nutrirse con el alimento sobrenatural a fin de superar y neutralizar los tóxicos del mundo racionalista que me los echa a perder. ¿Sabes cómo llama mi Madre a los sacerdotes jóvenes? Les llama "mis niños" amándoles sin medida. Y si ve a alguno de ellos que no arrastra por los suelos su misión sino que la cumple con alegría y remonta el vuelo por las vías de la perfección, recibe por ello tal gozo cual si de una resurrección se tratara. Y si ve que alguno falta llegando a ser, en vez de sacerdote santo, un sacerdote hombre o menos que eso, sufre entonces como si le clavasen una espada en el corazón.

 

Deja obrar a la Sabiduría que es toda Amor

y atente a cuanto te he prescrito.

 

Mi Madre, oye María, me rogó por Mariano y esto debe hacer que sea muy querido para ti. ¿Durará esta unión? ¿No durará? No te preocupes de eso. Durará el tiempo que sea preciso para proporcionar a Mariano un perfeccionamiento que le sea útil para su ministerio. Deja obrar a la Sabiduría que es toda Amor y atente a cuanto te he prescrito.

Le dirás a Romualdo que no retenga avaramente para sí estas palabras sino que las someta inmediatamente a sus Superiores para que provean según mi voluntad y que no repita en Roma lo que hizo en Viareggio, es decir, que no desparrame por todas partes mis palabras. ¡Basta de imprudencias y de desobediencias!

En el dictado para Romualdo del día 20 de marzo, le prometí que Yo y mi ángel haríamos sus veces en la completa dirección de María. Y esto es lo que se hace. Como un niño al que guía su mamá. María es guiada por Mí y por el ángel, no solo en lo espiritual sino también en su vida diaria, guía que ella misma la ha constatado. Que esté tranquilo, por tanto, Romualdo pensando que Yo y el ángel no podemos sino guiar bien y que María es garantía de tranquilidad por ser un espíritu obediente que se deja conducir sin resistencia por más que su voluntad, si se la deja así misma, iría perfectamente hasta las antípodas de la mía. Así, pues, que esté tranquilo y obedezca al igual que lo hace "nuestra" María.

Mi paz sea con vosotros".

 

Siento la necesidad de cerrar este cuaderno después de una reflexión

 que intencionadamente he demorado

 

Siento la necesidad de cerrar este cuaderno después de una reflexión que intencionadamente he demorado hacer hasta hoy conteniendo una reacción de mi pobre yo tras el esfuerzo realizado del 17 al 21 de marzo, y aún antes, para guardar el equilibrio durante la tempestad que para usted comenzó el 27 de febrero, pero que para mí tuvo su inicio, y fue muy violenta, en diciembre, alcanzando su apogeo del 17 al 21 de marzo. Yo me conozco... y sé que tiro, tiro, tiro mientras es necesario tirar y agarrar fuerte para sostener, guiar, confortar etc., etc. Mas después... me tomo la revancha, o mejor, se la toma la naturaleza. Y entonces son las desolaciones, los desconsuelos y... los nervios... Mas –no por vanagloria, pues de nada tengo que vanagloriarme, sino por alabar a Jesús que me ha cambiado con toda propiedad milagrosamente– debo decirle que, una vez que usted partió la tarde del día 21, lejos de sobrevenir lo que presentía, gocé, no sólo de falta de nervios y de desconsuelos sino hasta de ese estupor doloroso que a las veces se apodera de mí cuando me acontece algún hecho luctuoso. Y, en vez de estas cosas, lo que me sobrevino fue una inmensa e infinita paz, mucho más profunda que la que gocé hasta aquí, una paz verdaderamente paradisíaca...

 

cada vez brilla más la verdad de la operación de Dios en mí,

en la pobre María

 

He aguardado a decirle esto varios días porque no me podía persuadir de que tal estado fuese duradero. Ahora ya estoy persuadida de ello. He superado igualmente momentos de agonía física en los que, generalmente, se agudizaba más fuerte el deseo de su presencia. Mas hasta en esos momentos fue la paz inalterable y perfecta. Pienso que esta aseveración le debe producir contento al comprobar que cada vez brilla más la verdad de la operación de Dios en mí, en la pobre María que, de suyo, tiene todos los defectos, pero de los que su Jesús le va librando uno a uno. Bendigámosle por ello.

Incluso ni el dictado de hoy –y eso que es una reprimenda para mí– me turba... Reconozco que falté y doy gracias al Maestro por haberme corregido. Prometo no volver a cometer semejante falta y me encuentro en paz cual si, en vez de reprenderme, Jesús hubiérame alabado. Sé muy bien que, por mí, no valgo dos ochavos falsos. Otra cosa no tengo que el deseo de agradar a Jesús. Eso sólo. Nadie está más convencido que yo de mi propia miseria... Mas esto no me acobarda antes me hace que cante más fuerte que nunca el "Magníficat" de alabanzas a Él, a Él que es quien obra todo en mí...

(Nota particular: La crisis cardiaca de hoy es probablemente una consecuencia del tan intenso amor del sábado 30 de marzo, del que hace referencia Azarías. Creí morir durante aquella hora por el excesivo amor... Mi corazón físico estuvo agitado todo el día, habiendo remitido esta mañana. Ahora bien, está al caer la Semana Santa...)

220-223

A. M. D. G.