7 de abril de 1946.
Domingo de Pasión
María consumada por tu Dios y por las almas
–y sea esto lo que únicamente se escriba en tu epitafio,
¡oh pequeña mártir!, esto y nada más con que te recuerden
los hombres–
DESPIERTO de un sueño tranquilo que veía un prado rodeado de un muro
Y el que me despierta es mi Señor que me llama y toca en la cabeza.
Despierto de un sueño tranquilo en el que soñaba encontrarme en un prado de hierba corta, nueva y esmeraldina, cercado por un muro muy alto, pero que, no sé por qué razón, me decía a mí misma: "Lo han levantado sin duda", y especificaba: "en plan defensivo"·. Y, efectivamente, el muro se elevaba hasta una altura de cinco metros cuando menos y tan liso y elevado era que resultaba ciertamente inaccesible... Tan sólo veía este extenso prado sin huella alguna de pisadas humanas y este muro altísimo; y, allá arriba, un cielo tachonado de diminutas estrellas a las que el alba hacíalas cada vez más pequeñas y pálidas. Y el que me despierta es mi Señor que me llama y toca en la cabeza. Abro los ojos y le digo: "Señor, aquí me tienes. Estaba durmiendo..." y me veo un tanto confusa pensando en que he imitado a Pedro, Santiago y Juan que, en varias ocasiones y en los trances más solemnes de su Maestro, se durmieron en el Tabor y en el Getsemaní
Mas Jesús sonríe y me dice:
He venido a decirte que Yo estoy allí donde una criatura sufre
su pasión y le hablo por la boca de todos los espíritus celestiales
"Yo te velaba, mi dulce víctima que te consumes por mi amor. He venido a decirte que Yo estoy allí donde una criatura sufre su pasión y le hablo por la boca de todos los espíritus celestiales, con las imágenes de toda la Liturgia, además de con mi amor cada vez más fuerte y presente. Porque yo sé muy bien qué cosa es la Pasión, tanto en sus precedentes como en su desenlace y guardo una compasión infinita con quien la padece por mi amor y el de las almas. Tengo probadas todas vuestras angustias, almas víctimas del mundo y del amor. Día a día, y cada vez más, te voy desvelando mi trienal Pasión de Maestro incomprendido, de Voz despreciada y de Salvador perseguido que, según tu medida de criatura, reconoces en ti. Y, al igual que tú, todos aquellos a quienes Yo elegí para un servicio extraordinario. Mas, lo mismo que Yo dirigía mi atención al "fin", al luminoso, sereno y glorioso fin de mi prolongado y múltiple sufrimiento y decía: "Debo pasar por esto, que es doloroso, para alcanzar aquello que es glorioso", así también vosotros, para poder marchar por entre los zarzales punzantes de vuestro camino, cercados de sierpes, de espinas, de trampas y avanzar con vuestro peso a cuestas hasta alcanzar la meta de la inmolación que es asimismo la consecución de vuestro fin, esto es, la corredención, debéis tener puestos siempre los ojos en este "fin" y en la caridad perfecta para con las almas, objetivo que se cumple con el sacrificio total de sí mismos. No hay amor más grande que el de quien da su propia vida por los hermanos y los amigos. Yo lo dije y lo cumplí.
El mundo y Satanás podrán odiarte,
mas sólo hasta el limite marcado por Mí,
alto e insuperable como el muro que has visto en el sueño.
María, mi amada y dilecta María, violeta mía que te consumes por Mí, que soy tu Amor, y por tus hermanos, que tan sólo por Mí eres correspondida, ven, consumada mía, camina adelante... Marchemos juntos. El mundo y Satanás podrán odiarte, mas sólo hasta el limite marcado por Mí, alto e insuperable como el muro que has visto en el sueño. Ellos, al otro lado de él, en su alborotado y caótico mundo manchado con todas las concupiscencias y sembrado de las herejías más tóxicas... y tú, en la parte de acá, en el desierto de este prado que rebosa serenidad y pobreza simple y florida de hierba exenta de corrupción. Este prado lo hemos formado conjuntamente tú y Yo. Yo con mis palabras y tú con tu obediencia. ¿Ves cuán amplio es? ¡Qué paz emana...! Allá, en lo alto del cielo sereno, están las innumerables estrellas que te aguardan y te esperan. Son, esposa mía querida, tus amigos del Cielo. Mi Luz hace que te aparezcan más diminutas y desvaídas. Mas cuando Yo te dejo, ellas, para confortarte, se te vuelven a presentar con su luz paradisíaca. Sola, no; nunca marchas sola. Hasta el final. Y después, en un rayo de estrella, de tu Estrella Matinal, serás absorbida, alma consagrada por el dolor, María consumada por tu Dios y por las almas –y sea esto lo que únicamente se escriba en tu epitafio, ¡oh pequeña mártir!, esto y nada más con que te recuerden los hombres– serás absorbida al Lugar de la eterna Paz y desde allí irradiarás tu luz sobre los hombres y, luz de amor, luz de verdad serán las páginas que tú hayas obedientemente escrito para fijar sobre el papel mis Palabras y como una luz te recordarán los hombres Buenos. ¡Los hombres buenos...! Hasta en esto te asemejas a Mí, ya que fueron pocos los que en mi tiempo amaron y acogieron mi Luz infinita. Los más, las tinieblas, no quisieron acogerme y... tinieblas continuaron siendo.
¡Para tu consuelo, para tu consuelo, para tu consuelo te bendigo con todo mi amor de predilección!".
Me quedo conmovida y feliz... Y así continúo hasta que mi Azarías da comienzo a su explicación
Mis penas, todas ellas, provienen de la comprobación diaria de cómo las Palabras que Dios me ha dictado van pasando por las manos de todos, propagándolas, alterándolas y haciendo uso de ellas sin aprobación alguna... ¡Cuánto, cuánto dolor me produce esta desobediencia a las órdenes terminantes de Jesús...! Sólo Dios puede calibrar la anchura y la profundidad del tormento que estas desobediencias ajenas me causan. Mas es tiempo de Pasión...
223-225
A. M. D. G.