20 de abril de 1946.

Sábado Santo

 

 

Mirar mi Misericordia

para que me podáis entender

 

 


 

A quienes puedan dejar de comprender las razones de infinita misericordias por las que no manifiesto les recuerdo las palabras finales de la profecía de Jonás,

    Mas Yo soy el Hijo que se encarnó y murió para traeros el perdón y el amor 

  E imitadme para que seáis como Yo, mansos, dulces de corazón y caritativos con el prójimo pecador.

    nuevo reproche del Padre Migliorini...

 


 

He aquí las palabras del gloriosísimo Resucitado que, no obstante, me hace condividir hasta el amanecer del día siguiente el desgarro de la Virgen Madre, apareciéndoseme tan sólo para devolverme la vida con la belleza triunfal de su Cuerpo resucitado de la muerte.

 

A quienes puedan dejar de comprender las razones de infinita

 misericordias por las que no manifiesto

les recuerdo las palabras finales de la profecía de Jonás,

 

"A quienes puedan dejar de comprender las razones de infinita misericordias por las que no manifiesto, no acuso, no señalo, en contra de vuestro por demás fácil desprecio, a las almas que son imperfectas y hasta culpables, les recuerdo las palabras finales de la profecía de Jonás, aquel que fue figura mía al ser engullido en el cuerpo de la ballena: "¿Cómo no habré de tener compasión de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más de ciento veinte mil personas que no saben distinguir su mano derecha de la izquierda?" (Jonás 4, 10-11).

 

Mas Yo soy el Hijo que se encarnó y murió

 para traeros el perdón y el amor

 

El que hablaba a Jonás era el Señor, y el Señor del tiempo de la ira y del rigor era el Dios-Padre... Mas Yo soy el Hijo que se encarnó y murió para traeros el perdón y el amor. Yo soy la Misericordia. Yo soy el Amor. Yo soy el Perdón. Yo soy la Compasión. Yo defendí a la adúltera, no porque me pareciese leve su pecado sino porque quienes la acusaban no estaban sin él y no se puede condenar cuando no se es inocente. Así os lo enseñé con este acto. Perdoné a los grandes pecadores que aparecen en el Evangelio porque, tomarlos bajo mi protección era darles tiempo a redimirse. Esto es lo que os enseñé con estos perdones y protecciones. Perdoné a mis crucifixores porque "no sabían lo que hacían". Se hallaban embriagados con los fermentos de sus pasiones. Esa verdad es la que os enseñé con dicho perdón, porque todos los que yerran se hallan embriagados con alguna pasión perversa. Ello no les justifica su mal obrar, pero, con todo, la Misericordia les otorga el perdón dándoles tiempo y ayuda para salir de su error. Tan sólo cuando "todo quedó cumplido", incluso para ellos también, o sea, al término de la vida terrena que es una cadena de continuas misericordias por parte de Dios y una tutela constante por parte del espíritu angélico que lucha contra el infernal, entonces es cuando la Justicia sucede a la Misericordia y esto por justicia hacia Sí misma y hacia los justos que no deben ser equiparados a los pecadores.

 

E imitadme para que seáis como Yo, mansos, dulces de corazón

 y caritativos con el prójimo pecador.

 

Que esto te haga recapacitar a ti y a cuantos pudieran sorprenderse de mi comportamiento con las almas que tú sabes (Federici, Dora, Antonio, Pía y otras más), y así para estas almas prevalezca todavía la Misericordia que redime sobre la Justicia que condena. E imitadme para que seáis como Yo, mansos, dulces de corazón y caritativos con el prójimo pecador. Usad de mis medios para redimir a los pecadores: "oración, sufrimiento y amor". Y no pretendáis quejaros de Mí ni discutir mis juicios que son todos justos, como tampoco mis actos que son todos santos, puesto que carecéis de la capacidad necesaria para comprender con vuestros sentidos y afectos limitados".

 

nuevo reproche del Padre Migliorini...

 

Y, tras el Señor, nuevo reproche del Padre Migliorini... ¡Coleccionémoslos con santa mortificación! Tarde o temprano, como ocurrió el 19 de diciembre en Cómpito, habrá de decir: "Ahora que lo conozco todo en su verdad, formo un juicio distinto". Mas esto me lo dirá tal vez cuando nos encontremos ambos en la otra parte... Pero no importa, ya que lo dirá en un buen momento, momento que yo estoy aguardando. Sé esperar y sé callar cuando veo que no se quieren admitir las palabras sinceras. También Jesús callaba cuando comprendía que resultaba inútil hablar al ver que, hasta la más persuasiva e innegable explicación o afirmación de hechos a todas luces verdaderos, no podía ser aceptada por su oponente.

Imitaré a mi Jesús, dejando únicamente en Él, mi Maestro y Juez, el cuidado de defenderme y de hacer brillar la verdad y de mirar por mí, huérfana espiritual, dado que el P. Migliorini ya no me comprende...

228-230

A. M. D. G.