13 de mayo de 1946
lo que Yo quiero son las diminutas capillas
de los corazones amantes de mi corazón
Tras haberme tenido durante varios días de esta su novena bajo el luminoso esplendor de su aparición, María Santísima de Fátima me habla diciendo:
Sabed mirar siempre a lo alto porque la Madre no desciende al fango
sino que se cierne sobre vosotros desde el azul del Cielo.
"Hijas mías muy queridas, tened el alma de Lucía, de Jacinta y de Francisco que estuvieron conmigo porque eran sencillos como sus ovejitas. Sabed mirar siempre a lo alto porque la Madre no desciende al fango sino que se cierne sobre vosotros desde el azul del Cielo. Con mi candor por vestidura del alma, con el espíritu orante como indican mis manos unidas en oración suplicando por los mortales, con la dulzura de mi sonrisa para endulzar la vida de comunidad y, sobre todo, con un corazón inmaculado en lo posible, ya que las hijas deben de tener por herencia suya el corazón de la Madre, imitadme, amadme y elevaos.
En mi corazón traspasado puede penetrar
la pobrecita paloma cansada y permanecer allí para apagar su sed
con las lágrimas compasivas que la Madre...
Al hablar, no me dirijo a María de la Cruz (Es el nombre adoptado por María Valtorta en una de sus consagraciones). Ella está en mi corazón, la única cuna que le proporciona paz. En mi corazón traspasado puede penetrar la pobrecita paloma cansada y permanecer allí para apagar su sed con las lágrimas compasivas que la Madre derrama sobre ella y para descansar olvidándose del odio que hay en el mundo puesto que sería por demás penoso para ella continuar sin que mi amor la consolase. Amaos pues vosotras tres y ella una. Amaos en mí y en mi Hijo Santísimo que os ha unido en el amor por un gran deseo amoroso suyo.
Haced por que yo pueda bajar a vuestros corazones
para transfundiros mi dulzura
y amaestraros en la aceptación continua del divino querer.
En Irías hay una nueva catedral, hermosa es cierto; mas lo que Yo quiero son las diminutas capillas de los corazones amantes de mi corazón. Estas se encuentran más perfumadas de amor y más repletas de rosas. Haced por que yo pueda bajar a vuestros corazones para transfundiros mi dulzura y amaestraros en la aceptación continua del divino querer. Aceptación que fue la que me hizo Reina porque se corona al que a sí mismo se destrona. O en otros términos: la corona de la santidad se posa sobre los espíritus que saben arrancarse la corona de la humanidad aceptando servir al Señor en todo evento.
Que mi bendición descienda sobre vosotras".
* * *
La tarde del día anterior, 12 de mayo, apareciéndoseme bellísima, como sin duda la vieron los tres pastorcitos en lo alto de la encina, me dijo con una sonrisa capaz de arrebatar al éxtasis. "Te bendigo, hija mía querida. Todas las bendiciones de la Madre, todo el amor de mi Corazón son para consolarte en todo. Te bendigo, amada hija, te bendigo" Y, dentro de mi gran sufrimiento físico y moral, quedé plácidamente adormecida cual si todo hubiérase calmado al conjuro de la sonrisa y de las palabras de María.
231-232
A. M. D. G.