16-5-46, a las 4,45 de la mañana
Mi Mamá
No puedo dejar de sufrir porque ahora es cuando comprendo
¡Oh, si supieseis cómo se expía aquí lo que se hace sufrir al prójimo!
¡Mi Mamá! Dulcemente triste, con su rostro pacificado y no más ceniciento como en las primeras apariciones, un rostro como el de sus horas mejores y también más en paz, suavizado por un reflejo de su alma nutrida de paz... pero se encuentra triste. Me mira con piedad amorosa, con una mirada cual yo habríala deseado de ella muchas veces cuando era mi mamá sobre la tierra, mirada que tan raramente la tuve y siempre más débil que ésta de ahora. Me mira... Parece sufrir... Mas no la tengo muy lejos, en zonas ultraterrenas como en las primeras apariciones. La tengo exactamente aquí, hacia el fondo de mi lecho y si mira en derredor no sé si es por curiosidad o por saludar a sus cosas que vuelve a verlas en torno mío. Sonríe a su retrato colocado junto a mí; sonríe más luminosamente a su Dolorosa, a mi miniatura y después mira al cuadro de Jesús que tengo a la cabecera de mi lecho. Su mirada es tan indefinible que no me atrevo a describirla. Parece que ruegue y venere, como también que se humille pidiendo perdón... Pero lo que sí parece es que sufre.
Pienso que estará triste porque, desde hace dos meses, no he podido
conseguir que le digan ni una Santa Misa en sufragio
Pienso que estará triste porque, desde hace dos meses, no he podido conseguir que le digan ni una Santa Misa en sufragio. Antes, de diciembre a marzo, habíase calmado o, al menos, así me parecía porque ya no la veía ni la sentía como si la Santa Misa mensual le proporcionara refrigerio.
Le digo: Tienes razón, mamá; pero ¡si supieses cómo me encuentro! Hay momentos en que ya no se ocupan de mí...".
Mueve la cabeza como denegando...
Continúo yo: "No sé a quién dirigirme para estar segura de que te alivian con el Santo Sacrificio...".
Responde: "Yo lo sé. Aquí nosotros lo sabemos. Mas no es por mí que sufro sino por ti, pobre María, jamás comprendida, amada ni feliz... ni siquiera ahora que te encuentras tan enferma y eres tan merecedora de ayuda. ¡Cuántas injusticias cometemos todos contigo!
"No sufras, mamá. Ya sabes que estoy habituada a esta situación..." y nada más digo comprendiendo que mis palabras serían otros tantos reproches recordando el pasado, tanto el suyo como el mío.
No puedo dejar de sufrir porque ahora es cuando comprendo
Responde: "No puedo dejar de sufrir porque ahora es cuando comprendo. Inmersos como estamos en un baño ardiente y luminoso de amor expiatorio, vemos, conocemos y aprendemos ahora, aquí, a amar a nuestro Dios y a nuestro prójimo a los que, en vida, amamos poco y mal. Los sufrimientos del prójimo aumentan nuestra expiación porque, desaparecido el egoísmo, sabemos amar y sufrir con él y por él. Mas, no te aflijas por esto, ya que nos sirve para ir antes al Paraíso. Llévalo con paciencia, María. Sólo Dios te ama; pero ¡te ama tanto...! Y ahora te ama asimismo tanto tu mamá que aún no puede darte todo lo que querría para reparar. Terminó el periodo de remordimiento, el primero... y me encuentro en el del amor activo. Mas, al presente, no puedo hacer sino rogar por ti. Está pues tranquila. Tú ya sabes amar y por eso te protege el Amor. Yo aprendo a conocer, momento por momento de eternidad y, conociendo cada vez más y más voy aprendiendo a amar. Cuando sepa amar como nos estaba mandando, habrá terminado la expiación y entonces podré mucho más. El Paraíso y el poder, tanto en la tierra como aquí, se consiguen amando. No llores, chiquitina (calificativo cariñoso que me dirigía mamá cuando yo era niña, que quería decir: pequeñita, y que me lo decía también, siendo ya mujer, en sus rarísimos momentos de expansión). El mal es de los otros. Ellos son los que deben llorar porque obran mal.
¡Oh, si supieseis cómo se expía aquí lo que se hace sufrir al prójimo!
¡Oh, si supieseis cómo se expía aquí lo que se hace sufrir al prójimo! Pues bien, todos ellos lo habrán de sufrir. Y será justo puesto que no tuvieron compasión con la criatura ni con el instrumento de Dios. ¡Cómo se debe ser buenos mientras se puede! Sé paciente ofreciendo a Dios tu paciencia en sufragio de tu mamá. Esta es ciertamente la mejor de las ofrendas al estar hecha por ti, sólo por ti. Son tus ofrendas, tus sacrificios lo que más alivio me proporcionan porque, de entre todos los vivientes, fue contigo con quien más falte al amor... Pepito ya no está entre los vivientes... Adiós, Mario..." (otro modo de llamarme de mamá que habría querido que fuese varón en vez de mujer, llamándome "Mario" como para consolarse de haber traído al mundo una mujer..." )y un beso fresco me roza las mejillas al tiempo que la visión se desvanece... y desaparece lentamente.
Llamo: "¡Mamá, mamá! Dime... ¿estás más purificada puesto que ahora hablas y antes no lo podías hacer? ¡Dímelo...!" Pero se ausenta sin responderme. Quería haberle preguntado también "Cuando te encontrabas tan acongojada en diciembre y me llamabas con aquella voz lloros, ¿era porque veías lo que se me venía encima?". Y también quería decirle: "¿Por qué papá no viene nunca? ¿Acaso no está en paz o es tanto lo que tiene que hacer en el Paraíso que no viene?". Mas no me ha dado tiempo y quedo con mi curiosidad insatisfecha, si bien con la sensación de un consuelo plácido...
(Nota de las 10 de la mañana). Tanto es así que, tras una noche de continuo sufrimiento que no me ha permitido dormir, me he adormecido dulcemente teniendo aún el rosario entre mis manos, porque, una vez recitados los 100 "Réquiem" por mamá, había iniciado el Rosario.
232-235
A. M. D. G.