17 de junio de 1946
¡cómo puedes llegar a dudar!
Trastornada, amargada, dudando de todo y de todos, hasta, incluso, de la Voz bendita y del comportamiento de los hombres, con la Obra, me siento decidida a hacer frente a lo que llego a creer sea un engaño diabólico; porque me digo: "Si fuese El, el Señor, quien dicta, a buen seguro que sabría defender sus dictados". Y apuro el cáliz más amargo.
Pero, he aquí la Voz angustiada, urgente y amorosísima de Jesús dentro de su afán que me llama y suplica diciendo:
"¡María, María, María! ¡Soy Yo! Pero ¡cómo puedes llegar a dudar! ¿Acaso te ha turbado tu espíritu en este momento? No, que está en paz. El no teme la muerte de la carne porque se encuentra en paz, como tampoco teme al Señor. Y no le teme porque Yo soy la Paz. Te lo dije al comienzo de los dictados: "Una señal de que soy Yo es la paz que comunico". ¡Oh María, María mía! ¡No delires! ¡No llegues a dejar de reconocerme... Juan, mi pequeño Juan! ¡Es Jesús! Es tu Jesús que te llama, que sufre contigo, que llora al verte tan abrasada por el dolor que llegas hasta el punto de no acertar a reconocerme. María, violeta mía, ¿pero no ves que éste es el Redentor, tu Señor, tu Amor? ¡Pobre, pobre hija mía! Y ¿qué habré de decir a quienes te ponen en esta coyuntura? Nada les digo por no pronunciar una tremenda palabra. Mas ¡ay de aquellos que son culpables de que la Palabra ya no hable más! Ven, pobre hija mía, aquí, así, sobre mi corazón, aquí, entre mis brazos, aquí, como un niño atemorizado. ¡Mi María, mi pequeña y fiel "voz"! No sufras, no te opongas a mi palabra ni temas engaño alguno. Tanto te consolaré que te persuadiré y te reconquistaré a ti que, al presente, adoras a Dios pero temes a Cristo que te habla. Como te lo dije, soy para ti, Padre, Madre, Esposo, Hermano, Amigo y Sacerdote, en fin, todo. Este es el momento en que lo soy todo, el momento en que, como te lo predije, has llegado a estar únicamente conmigo, ya que los hombres, lejos de ser capaces de seguir a las víctimas hasta su cruz, son torturas dentro de la propia tortura de la víctima".
E, indócil como estoy, me toma y me consuela... Es el momento propicio para ello, ya que me dan la muerte al privarme de la paz que proporciona el no temer...
247-248
A. M. D. G.