Viernes 12 de julio de 1946

(Con rasgos diminutos y en época ciertamente posterior añade lo siguiente: Cuando el P. General ordenó que no se me trajese más la S. Comunión, por poco me muero. Fue entonces cuando Jesús me mandó al P. Luis...)

 

 

 

"¿Así hablas tú a los sacerdotes?"

 

 


 

No nos dejan ser una sola cosa los dos para el gozo de entrambos

   los manuscritos deben tornar aquí, a la casa de mi portavoz. 

 Mas no puedo dejar pasar sin señal de castigo cuanto se hace a tu espíritu y mucho más a Mí, negándonos el unirnos en el Sacramento y nutrirte de los Sacramentos

  Yo me di a Mí mismo para que vosotros me tuvieseis

 


 

Lloro porque, al ser viernes y día, por tanto, de S. Comunión, me veo privada de ella... La congoja, siempre aguda, se hace atroz. Todo mi espíritu gime herido y la carne sufre como tocada de muerte... Y, al llorar, voy recordando a mis hermanos religiosos, tanto a los buenos como a los crueles y pienso que los buenos sufren conmigo y por idéntica causa. Y así ofrezco mi sufrimiento para aliviar el suyo y arrancarle a Jesús un "sí" definitivo para los manuscritos, ya que su divina intransigencia no se doblega esta vez con plegaria alguna.

En esto viene mi Señor y me consuela diciendo:

 

No nos dejan ser una sola cosa los dos para el gozo de entrambos

 

"Aquí me tienes, pequeño Juan. No nos dejan ser una sola cosa los dos para el gozo de entrambos: Yo en ti y tú el sagrario que me contienes. Pequeño, pequeño Juan, amémonos de modo que nuestro amor sea fusión. Como el otro Juan, ven sobre mi pecho, pequeño Juan, y que mi amor te penetre para darte lo que se te niega..."

La unión alienta la confianza y así, feliz, pido la gracia que los Padres Berti, Migliorini y otros desean.

Jesús se muestra severo, con la mirada insostenible de los momentos en que es más Justicia que Misericordia... Le miro con temor aun sabiendo que tal mirada no es para la pobre María. Se mueve con lentitud por la estancia, se inclina sobre los cuadernos manuscritos devueltos de Roma para corregir el Preevangelio. Repite frases sueltas del mismo que las reconozco y se vuelve a mí diciendo: "La comprendes tú, ¿no es cierto?".

"Sí, mi Señor. ¿Quieres que las escriba?"

"No, que ya están escritas. Repetirlas sería una provocación para su mentalidad, siempre aquella: "¿Así hablas tú a los sacerdotes?" La frase que tantas veces me dirigieron los sacerdotes de Israel porque quien falta levanta la voz para hacer callar al que tiene razón y dice: "Tú faltas", en vez de decir: "He faltado". Y aun cuando las palabras proceden de la Sabiduría y conocen su procedencia, te dicen para herirte: "Tú eres la que las has hablado". Por eso no tienes por qué volverlas a escribir, pues están ya escritas aquí para que las lean. Y escritas lo están asimismo en otro lugar a donde la mano del hombre no alcanza a destruirlas y el ojo humano no puede dejar de leerlas. Por eso te digo en verdad que llegará un día en que las leerán.

 

los manuscritos deben tornar aquí, a la casa de mi portavoz.

 

Ahora bien, estos cuadernos y los demás que todavía están en Roma deben volver a esta casa bajo tu custodia. La demora ocasionada no hace mudar el decreto. Y por más que mi propio Vicario, con entrañas de verdadero Cristo, tomase la Obra y a ti bajo su protección –y gracia y bendición descenderían de la Divinidad por ello sobre él– los manuscritos deben tornar aquí, a la casa de mi portavoz.

 

Mas no puedo dejar pasar sin señal de castigo

cuanto se hace a tu espíritu y mucho más a Mí,

negándonos el unirnos en el Sacramento y nutrirte de los Sacramentos

 

La señal de mi reprobación por todo lo que han hecho contra tu espíritu debe quedar como un aviso para aquellos que lo han llevado a cabo y para quienes les sucedan. Ni en la tierra ni en el cielo se borrará ya de tu espíritu la tremenda tortura que te han ocasionado: aquí, marca de gran aflicción y allá, señal de gloria, una gran tribulación que se resuelve en elección, como se dice en el Apocalipsis de Juan (Ap 7,13-14). La señal queda en ellos como en ti. Porque puedo perdonar todo cuanto se hace al "instrumento", dado que me compadezco de los "muertos" semejantes a los de la iglesia de Sardes (Ap 3, 1), dándoles tiempo a consolidar lo que aún no está muerto y hacer revivir lo que está apagado, esto es, la capacidad de comprender a Dios a través de ti, mi voz. Mas no puedo dejar pasar sin señal de castigo cuanto se hace a tu espíritu y mucho más a Mí, negándonos el unirnos en el Sacramento y nutrirte de los Sacramentos que Yo instituí para todas las almas en gracia de Dios o deseosas de tornar a la Gracia y más, estando sabedores de tus condiciones y de las de esta ciudad.

 

Yo me di a Mí mismo para que vosotros me tuvieseis

 

Yo compré con mi Sangre todas las almas realizando el pago por anticipado. Yo me di a Mí mismo para que vosotros me tuvieseis. ¿Quién puede negarme a mis hijos queridos? No puedo perdonar todo porque, si bien es verdad que soy el que perdona, condiciono la medida del perdón a la del amor que tiene el culpable. Aquí ha faltado el amor hacia Dios cuyo gozo es comunicarse; y hacia ti para quien es vida el recibirme. Y si perdono el dolor inferido a la portavoz, castigo en cambio el ocasionado a tu alma de cristiana. Hazlo por más que sepas a quién me refiero".

Y Jesús se aleja tras haberme bendecido.

Esto a las 9,30... A las 11 me trae el correo dos cartas, o mejor, tres: una del P. M., aparte de la del P. Berti del mismo día, otra de Venecia de Sor Saviane (Sor Josefina Saviane.), y la tercera del P. Pennoni que me manifiesta su intención de dirigirse al Santo Padre para recabar su protección. Me abstengo de hacer comentarios; pero hago notar tan sólo que Jesús ya expuso esta posibilidad confirmando no obstante que, aun en este caso, los manuscritos deben volver a mí.

249-251

A. M. D. G.