31-1-47
Contestación a varias preguntas
sobre el preevangelio
Habiendo rogado y suplicado que moderase su severidad –podría y sería más justo decir su enojo– y se dignase responder, para mi tranquilidad al menos, acerca de los famosos "tres meses" que tanto chocan a los examinadores, Jesús me dice esta mañana a las 5,45:
te digo que cuarenta y ocho más cuarenta suman exactamente ochenta
y ocho, es decir, dos días menos que noventa que hacen tres meses
"Modificarás la visión del 28-3-44 en su primer párrafo con estas palabras: "Los dos esposos, en primer lugar, se dirigen al Templo por las vías llenas de gente a causa de la próxima festividad pascual. José deja en un establo los dos borriquillos tras haberlos apacentado y se dirige con María a adorar al Señor". Hecha así la corrección, les dará la sensación más precisa de que María fue adonde su prima, para estar con ella, en la octava pascual, cuando ya Zacarías habíase ausentado de Hebrón para "comparecer, como era obligado en todo varón, ante la presencia del Señor en la fiesta de los ácimos" (Deuteronomio 16, v. 16), o sea, después de casi un mes de la Anunciación. En cuanto al tiempo pasado en Hebrón a ti, en atención precisamente a ti, mi pequeño Juan que sufres por la justicia, te digo que cuarenta y ocho más cuarenta suman exactamente ochenta y ocho, es decir, dos días menos que noventa que hacen tres meses".
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Respecto del pecado original (dictado del 5-3-44 en el cuadernillo 2 Q pág. 55) y dictado de Jesús a María en el Preevangelio a seguido de la Anunciación (pág, 69 y siguientes hasta la pág. 74 inclusive), dice Jesús:
"Es tan clara y exhaustiva la lección sapiencial y tan idónea para instruir a los ignorantes y persuadir a quienes, no teniendo fe o teniéndola escasa, por racionalismo y otra causa no se conforman ya con fabulillas, que no es menester añadir ni quitar una tilde. Sólo una ceguera voluntaria puede no ver la verdad sapiente contenida en este dictado. Unirás a este punto el dictado del 5-3-44 para que así tengamos ante los ojos toda la lección y, si son humildes, comprenderán la verdad".
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Me atrevo a formular a Jesús, presente y buenísimo, una nueva pregunta que me la hizo un Padre Servita, que no sé a punto fijo quién sea, aunque apunto al P. Berti, no sé si por iniciativa propia o sugerida por otros, acerca de la bajada de Jesús al Infierno que, incidentalmente, he vuelto a verla anotada con fecha 15-41-44 y que, al parecer, habíale chocado a alguno.
Me responde... En este momento me llega carta del P. Berti pidiendo mi conformidad para presentarse al Santo Padre y Jesús, sonriendo, todo luminoso, me dice tan pronto me entregan la carta: "Abre y léela". Cosa que hago quedando aturdida como todas las veces en que las palabras de Jesús se corresponden con lo que está sucediendo. Jesús, siempre sonriente, dice: "Ahí tienes por qué, ahora precisamente, después de cuatro meses, te complazco, y por este Padre al cual ya te dije que le podías comunicar este punto. Respecto de los demás puntos, ya sabes a quién, cuándo y cómo notificárselos. Y ahora escucha que voy a repetir el comienzo".
Dice Jesús:
"Darás estas palabras al P. Berti ahora que sabes que fue él quien te las pidió:
Cuando le dirigí a mi María el dictado del 15-1-44 en el que le dije: "Cuando, para sacar del limbo a aquellos que aguardaban mi venida, descendí a él, quedé espantado de aquel horror. Y si las cosas hechas por Dios, al ser perfectas, no fuesen inmutables, habría querido hacerlo menos atroz, ya que soy amor, quedando dolorido por aquel horror", mi intención fue hablar de los diferentes lugares de ultratumba en los que se hallaban los fallecidos tomando dichos lugares en general y dándoles el nombre de "infierno" en contraposición al Paraíso en donde está Dios.
me estremecí de horror al contemplar en mi pensamiento que
únicamente para el lugar de condenación no había redención
ni mutación de horror.
Pero no entré en él.
Cuando, sobreabundando de gozo tras la consumación de mi Sacrificio, pude abrir el Limbo a los justos y sacar del Purgatorio a muchísimos justos, me estremecí de horror al contemplar en mi pensamiento que únicamente para el lugar de condenación no había redención ni mutación de horror. Pero no entré en él. No era justo ni conveniente hacerlo.
¿Os sorprende que hubiera sacado del Purgatorio a muchas almas? Pensad esto: Si una Santa Misa puede liberar a un penante y sirve para abreviar y dulcificar la purgación ¿qué no habría sido el Sacrificio real del Cordero divino para los purgantes? Yo, Sacerdote y Víctima, les apliqué mis méritos y mi Sangre y Esta acabó de blanquear las estolas que aún no habían sido blanqueadas totalmente por el fuego blanco de la caridad purgativa (Aplicación del: Ap 7, 13-14)
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A. M. D. G.