15-6-47
"El Reino de Dios está dentro de vosotros"
Me encuentro gravísima y sufro enormemente desde hace algunos días. Los pulmones y el corazón se resisten a funcionar, la fiebre se mantiene alta y contínua, la tos, áspera y seca, me parte el pecho y soy presa de sofocos y de dolores atroces.
Con todo, me diento inmersa en el gozo. En ese gran gozo mío de cuando sufro mucho más de lo acostumbrado. Porque cuando sufro, así como en estos días, y me veo entre la muerte y la vida, la Caridad divina me da a gustar la miel de las palabras sapienciales o divinas. Y, he aquí que yo gusto a la sazón de esto.
Leía: "El Reino de Dios está dentro de vosotros". Mi Señor me hace leer esta frase tan sólo e inmediatamente me abisma en la contem0plación de este Reino de Dios que está en mí. Y, he aquí que el gozo, el ya paradisíaco gozo de los habitantes del Reino, de los poseedores del Reino, me envuelve, me cubre, me penetra y me arrebata. ¡El Reino de Dios, he exclamado, es el reino de mi verdadero gozo! Y me he abandonado a gustar este gozo potente, fuerte, que es "vital" hasta para el que se encuentra acabado físicamente ya que lleva en sí la perfección del Cielo, esa perfección de la que se excluye todo lo que es dolor, languidez, hambre, sed, sueño, llanto y, en consecuencia, comunica al que la gusta, así se encuentre sufriendo los espasmos de una enfermedad o una agonía, un equilibrio plácido, una alegría, una voluntad serena de sufrir para tener cada vez más en sí el Reino, ese Reino que se tiene haciendo la Voluntad de Dios.
¡Oh, ciertamente es así! Y así se dice en la gran plegaria: Padre nuestro... venga tu Reino, hágase tu voluntad. Así pues, para que venga su Reino es preciso hacer su voluntad tal como nos la presenta este Padre amoroso que quiere que sus hijos santifiquen su Nombre, no con palabras de alabanza inerte sino con las obras para que ellos, a su vez, se santifiquen con las mismas y alcancen el goce perfecto.
Mi alma, al meditar estas cosas, se inunda toda de gozo por más que cuanto me rodea y cuantos me rodean sean en su totalidad para mi carne motivo de dolor, de puro dolor... Mas la palabra divina es dulce miel para el que la sabe gustar como un regalo recibido de la benignidad de Dios.
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A. M. D. G.