30-9-47
cUAL ES EL GENIO DEL HOMBRE
Dice Jesús al tiempo que yo corrijo páginas mecanografiadas y admiro su belleza de estilo:
"Mira, María, si Yo te hubiese proporcionado unas bellas páginas, literariamente hablando, nada en absoluto te habría proporcionado. Nada útil, nada de auténtico valor. Mi regalo habríase reducido a una música y hasta a una de esas músicas vacías, ligeras, que tan sólo agradan al oído pero que no despiertan en quien las escucha pensamientos elevados. Porque hay música que es plegaria, que es lección, que eleva a contemplaciones sobrenaturales, música en cuyas notas vibra y se transparenta verdaderamente, no tanto el genio del hombre cuanto el poder de Dios Creador del hombre.
El genio del hombre no es sino el medio con el que dar testimonio del poder de Dios
que lo creó con inteligencia y razón además de con espíritu, carne y sangre
El genio del hombre no es sino el medio con el que dar testimonio del poder de Dios que lo creó con inteligencia y razón además de con espíritu, carne y sangre. El genio del hombre viene a ser una respuesta para quienes sostienen teorías evolucionistas según las cuales el hombre no es sino la bestia que ha evolucionado a través de un lento ascenso desde la brutalidad a la humanidad. El genio del hombre no es sino la respuesta dada a los negadores de la Creación y, por tanto, de Dios Creador, a los herejes que sostienen la autogénesis del Universo. El genio del hombre no es sino la respuesta dada a los ateos. El genio del hombre es la confesión de la existencia de Dios y de que todo existe porque El lo quiere: luz, vida, elementos, inteligencia, todo.
Mas Yo me refiero ahora a las músicas vacías con las que equipararía mis páginas si éstas fuesen tan sólo armonía de palabras y perfección de estilo. Mas en ellas se encierra la Sabiduría, mi Sabiduría. Es la Verdad, mi Verdad. En ellas está la Caridad, mi Caridad. Es Dios por tanto. He aquí por qué tiene valor. Y ¡ay de quien no busca ni encuentra en ellas este su auténtico valor!
"Jesús hablaba con simplicidad"
Estoy al tanto de las objeciones de muchos: "Jesús hablaba con simplicidad". En las parábolas hablaba con simplicidad porque me dirigía a multitudes aldeanas; mas cuando hablaba a mentes cultas de israelitas, romanos o griegos, lo hacía como más convenía a la perfecta Sabiduría.
Mis palabras, por tanto, según las versiones de los evangelistas, de los que dos tan sólo fueron apóstoles –y si bien se observa son los dos Evangelios que mejor me reproducen, porque el de Lucas, estilísticamente bueno, puede decirse que es más bien el Evangelio de mi Madre y de mi Infancia, de las que narra por extenso detalles que los otros no lo hacen y no el Evangelio de mi vida pública, siendo más bien un eco de los otros no una nueva luz como lo es el de Juan, el perfecto evangelista de la Luz que es Cristo Dios-Hombre– las versiones, digo, de mis palabras en los evangelistas fueron muy reducidas hasta quedar en esqueletos: más un indicio que una versión. Circunstancia que las despoja de la forma estilística que Yo les di.
En Mateo aparece el Maestro: (ver el discurso de la Montaña, las instrucciones a los apóstoles, el elogio del Bautista con lo demás de este capítulo, el primer episodio del capítulo 15.º, la señal de Cielo, el divorcio, el capítulo 19.º y los tres capítulos 22-23 y 24). Y en donde sobre todo aparece el Maestro es en el luminoso Evangelio de Juan, el Apóstol enamorado, fundido en la caridad con su Cristo-Luz. Comparad cuanto descubre del poder de Cristo-orador este Evangelio con lo que del mismo ofrece la exigüidad esencial del Evangelio de Marcos, exacto en los episodios escuchados de Pedro, mas reducido a un mínimum, y veréis si Yo, el Verbo, empleaba sólo un estilo por demás humilde o sí, por el contrario, no fulguraba frecuentemente en Mí el poder de la Palabra perfecta. Sí. Esta brilla en Juan, si bien reducida a muy pocos episodios.
Ahora bien, si Yo he querido suministrar al pequeño Juan un mayor conocimiento mío y de mi enseñanza, ¿por qué ha de haceros esto incrédulos y duros? Abrid, abrid vuestro entendimiento y vuestro corazón y bendecidme por todo lo que os he dado".
388-389
A. M. D. G.