17-10-47

 

 

Ardides de que me sirvo para llevar a las almas

 por el camino de la perfección

 

 


 

Mi método de amar y de salvar tiene variedades por Mí tan sólo empleadas y que muy pocos comprenden.

 


 

Dice Jesús:

"Escucha y que mi infinita Misericordia sea tu paz. Siempre paz. Al ser ilimitada, nunca llegarás al límite de esta Misericordia mía. Mas has de saber también esto a fin de que sea para ti como palabra absolutoria del Sacerdote sobre tus miserias de las que te afliges. Sirve para ti, pero también para muchos otros.

Llevado del amor infinito por las almas, me valgo de infinitos ardides para emplear cuanto las pobres almas o las almas ya encarriladas por el camino de la perfección me dan, y así me amen todo lo que son capaces de amar con todo lo que son, con su capacidad y relatividad que tratan siempre de aumentar. No hay santo que ahora se encuentre en la gloria que, por más que haya seguido en la tierra la vía de perfección, no haya echado a su oro partes de mantillo, siquiera sea en proporciones mínimas. Pues bien, Yo he tomado incluso estas pastes de humanidad pertinaz del justo y mi amor se ha servido de ellas para trabajarlas, logrando hacer de ese lastre algo de utilidad para otras almas.

Sí. Mientras los hombres se sirven tan sólo de lo que es bueno para una labor o interés y, hasta en los afectos humanos, toman únicamente las partes buenas del amado, mi amor se sirve hasta de sus miserias. Toma y transforma las cosas más comunes de la vida ordinaria de un alma que le ama y de las acciones más simples hace acciones meritorias. Y aún va más allá: se sirve de sus mismas miserias y debilidades, de sus pequeños embustes tal vez, de cuanto no es perfecto, pero no nocivo para el prójimo, –de esas miseriucas que un complejo de estímulos suscita, parangonables con las curiosidades y jactancias  imprudentes y festivas de un párvulo– y las emplea para que otras almas tornen al buen camino, haciendo con ello de la imperfección cometida por un alma irreflexiva o que cedió un instante, un medio de bien para los demás. Acto éste que amengua la imperfección y el débito para con la Justicia que por tales imperfecciones el alma contrae. Y, al propio tiempo, hace sí que el alma que las cometió acrezca su amor hacia Mí con el reconocimiento de mi Misericordia que no la mortifica desmintiéndola sino que, al contrario, cuando ve que de una de sus debilidades puede derivarse una fuerza para los demás, las secunda.

 

Mi método de amar y de salvar tiene variedades

por Mí tan sólo empleadas y que muy pocos comprenden.

 

Mi método de amar y de salvar tiene variedades por Mí tan sólo empleadas y que muy pocos comprenden.

Entonces es cuando me valgo de las miserias de las almas para corroborar a otras almas y así le digo al alma que las cometió: "¿Nadie te condenó?". Y cuando ella me contesta: "Nadie, Señor", Yo le digo: "Pues tampoco Yo te condeno. Vete y no peques más", estando dispuesto a repetírselo 70 veces 7, porque las miserias de estas almas amantes nacen generalmente de una equivocada voluntad de querer llevar a los demás a amarme, aunque siguiendo vías extraviadas, circunstancia ésta de la que después se duelen.

Pero ¿no sabéis, almas mías, que cuando no hay voluntad de ofenderme, sino tan sólo de honrarme, no se peca? Y ¿tampoco sabéis, mis dulces almas, que la humildad de sentirse incapaces, el pensamiento de haber obrado mal por haberlo querido hacer bien, el amor que arde con más fuerza en vosotras tras una de estas... caídas de párvulo, me proporcionan gloria y producen a las almas un bien mayor que si no las hubiesen cometido? Parece paradójico; pero es verdad.

Sigue en paz, permanece en paz. Mi amor y el tuyo te purifican de todo el polvo que pretenda empañar tu oro: tu deseo de amarme con perfección. Queda en paz. Y por la Eucaristía que no te trajeron, aquí tienes mi Palabra. Ella es alimento, vida, salvación y gozo. Soy Yo el que me comunico a ti con mis infinitos medios. Descansa sobre Aquel que te ama".

390-391

A. M. D. G.