31 de octubre de 1947
sATANÁS HA TRATADO DE CRIBAROS
Satanás ha tratado de cribaros
Te dejo no obstante en libertad de transmitirlo o no a Romualdo
Dice Jesús:
"Escribe. Es mi respuesta a esa carta audaz e injusta, a esa carta en la que hay algo más que me produce enojo y que a ti, criatura, no te lo digo.
"Satanás ha tratado de cribaros"
En un tiempo dije: "Satanás ha tratado de cribaros". Lo que entonces fue dicho y permitido para los discípulos de aquel tiempo se ha dicho permitido también ahora para vosotros.
Satanás, al que no permití que atormentase directamente al pequeño Juan al que odia sin medida, Satanás al que no dejé que atormentase al pequeño Juan como atormenta a Dora de la Pierve –en la que se agitan setenta veces siete demonios torturándola de modo tan feroz que lo que tú viste, Romualdo, eran caricias de niño respecto de las torturas infernales de ahora– os ha tomado a vosotros, a algunos de vosotros, a demasiados de vosotros, para atormentar a María, mi pequeño Juan, y al mismo tiempo, cribaros a vosotros. Y vosotros habéis destruido mi dócil instrumento a través del cual tanta Luz y tanta Palabra habrían de pasar hasta llegar a vosotros.
Y tú, Romualdo, no has sido Padre ni Director sino padrastro y tentador para mi instrumento, tanto que Yo la he confiado a otro Padre que sabe ser de verdad Padre y Director, porque si Yo consuelo directamente, quiero, en cambio, siempre que las consolaciones que María recibe sean cribadas y reconocidas como verdaderas y divinas por un Sacerdote en el que habite el Espíritu Santo con toda la plenitud de sus dones. Y este Sacerdote juzga, conoce y aconseja. Juzga a María, conoce a María y aconseja a María. Mas os juzga también a vosotros y a ti, Romualdo, más que a los demás. Te conoce a ti, a todos vosotros y un día dará testimonio para que las cosas lleguen a conocerse con verdadera sinceridad y justicia.
El hecho de que Yo, desde un extremo remoto de Italia, hubiera tomado a un ignorado santo Sacerdote, desconocido para María como también para vosotros, el cual nada sabía de vosotros, de la portavoz ni de la Obra y lo condujese hasta María diciéndole: "Ahí tienes a tu Padre" y diciéndole a él: "Ahí tienes a tu hija", ¿nada te dice, Romualdo? ¿No se contrista tu corazón con el humilde reconocimiento de tu culpa?
¿Tú, Padre, para María? Lo fuiste. Después, pronto, muy pronto, rondó Satanás tu paternidad y la alteró. De espiritual la cambió a material, resultando buena tan sólo para las cosas de la Tierra. Después, estrechando Satanás sus lazos en torno tuyo, hasta para la carne de la criatura dejaste de ser paternal, llegando a ser únicamente áspero, duro y mordiente.
Yo queríale ahorrar para no escandalizar a este niño que poseía una fe firme
de que todo Sacerdote fuese otro Cristo.
¿Tú, director? No. Yo hube de enderezar el timón y la vela de esa pobre alma puesto que tu conducta era aquilón que la hacía zozobrar y dar contra los escollos formados por conocimientos de ciertas desilusiones que Yo queríale ahorrar para no escandalizar a este niño que poseía una fe firme de que todo Sacerdote fuese otro Cristo.
¡Otro Cristo! En verdad, si Yo hubiese sido como tú, no habría atraído a Mí al apacible Andrés ni al amoroso Juan. En verdad, si Yo hubiera sido cual tú eres, no hubiesen venido hasta Mí los niños, los pecadores ni los Gentiles. ¿Y no te abrasa como una quemadura el que tengas que decirte: "Yo he desbaratado toda la obra de mi Señor que consiguió hacer volver a la Iglesia y al Sacerdocio a los Belfanti?". Pedro al menos lloró por el escándalo que dio en la noche de mi captura hasta excavar sus mejillas. ¡Pero tú...!
¡Oh, que tú, verdaderamente, has llevado las almas lejos de Mí, esas almas que habíame conquistado con la ayuda del pequeño Juan! ¡Oh, que tú, con toda verdad, llevaste al pequeño Juan hasta resistirme y no reconocer ya mi Voz y a temer que fuese Satanás el que diera la orden de daros lo que durante 15 meses mandé diariamente que no se os diese. Lo que, no por ti, accedí a que se diese sino por dar paz al pequeño Juan que muere; y muere antes de la hora porque vosotros le habéis acabado.
En ti se hallan encarnados Bildad, Sofar y Elifaz (Job 2, 11-13 y en casi todo el libro). Pues bien, a Mí no me agradan éstos. Prefiero a mi pequeño Job. Y porque lo amo le digo: "Oh siervo mío Job, oh mi pequeño Juan, oh mi María, ruega por él, por ellos, y ofrece y sufre para que no se les impute a él ni a ellos su comportamiento contigo y su hablar de Mí al prójimo sin esa rectitud que es caridad para con Dios y para con las almas". Esto lo digo Yo, Señor eterno, que defiendo a los humildes y pequeños y en mi furor pisoteo a los soberbios y duros de corazón. Esto te digo... Y pide al Señor que, por el sacrificio de María, se te rebaje el débito.
Pobre María, a la que ninguno ha comprendido ni ayudado, siendo tú el que menos de todos. Ninguno, si exceptuamos al Padre lejano y al que tú, en tu ceguera, tienes por réprobo: José Belfanti. Ninguno y por cosa alguna: ni para ayudarla en su labor ni para consolarla en su calvario. Yo, al menos, encontré al Cirineo; ¡mas ella...! Ella se encontró con los indiferentes y perseguidores que le golpeaban en sus grandes heridas. Mas le queda mi amor que lo es todo".
Te dejo no obstante en libertad de transmitirlo o no a Romualdo
...Me quedo muy mal tras este dictado... y llena de incertidumbre sobre si lo debo transmitir... Se lo pregunto a Jesús que me contesta: "Cuando uno es pertinaz en faltar a la caridad, la Caridad le dice lo que hasta entonces su Misericordia habíale ahorrado al culpable. Te dejo no obstante en libertad de transmitirlo o no a Romualdo. Pero lo que sí te exijo es que nunca destruyas estas palabras y las sometas al justo Isaac de este tiempo, Isaac para Mí y para ti, tan parecido a aquel de mi tiempo que no tenia la dureza áspera de un jeremías furibundo sino la dulzura de un cordero digno de seguir al Cordero divino y de guiar hacia El".
Jesús da el nombre de "Isaac" al P. Berti. Al dictar o dar a conocer episodios evangélicos, me ha llegado a decir muchas veces: "Tal y tal, o el Padre A. o el Padre Z. son como éste o aquel", y me indicaba personajes pasados y descritos en la Obra... de tal modo que me los hacía conocer bien, completando mi conocimiento para la ilustración visiva (no sé si lo digo bien) de su alma, de su verdadera conciencia y espiritualidad... y muy a menudo sentía un gran placer al conocerlos tan bien. Prefería ilusionarme...
Le pregunto también a mi Maestro si debo poner en conocimiento del P. Berti la conducta del P. Pennoni. Me responde que sí. Lo haré. El rostro de mi Señor aparece sombrío y severísimo como pocas veces. Tan sólo al posar su mano sobre mi cabeza para bendecirme se despeja su rostro con una sonrisa de compasión para mí.
399-402
A. M. D. G.