8 de diciembre por la tarde

 

 

sE ME APARECE LA Santísima vIRGEN mARÍA

 

 


 

Me lamentaba de no poder ver pasar a María Santísima Inmaculada llevada en procesión... Son estas privaciones de no poder tomar parte en los ritos de la Iglesia las que me hacen sentir el peso de mi enfermedad... Dentro de diez días hará 15 años que ya no pongo los pies en la calle, no voy a la iglesia ni asisto a las ceremonias... Desde el balcón Marta puede ver algo, mas yo... nada. Sola en mi lecho, me lamentaba así interiormente mientras sentía acercarse el coro de las voces entonando himnos a María Santísima...

Y María Santísima viene a mí: viva, verdadera, como en Lourdes... Es uno de los éxtasis más intensos y completos que yo haya tenido. El mundo ha desaparecido en torno mío. María sola con sola María.... ¡Cuánto más he tenido que el ver pasar una estatua...!

He vuelto al... –¿cómo diré?– al conocimiento de lo que es el mundo, diré, tras una hora poco más o menos, creo yo, porque cuando Ella vino aún había luz del día y cuando me dejó era oscuro ciego, encontrándome a la sazón con el rostro bañado en llanto. No me he reprimido de llorar de gozo mientras le pedía por la Iglesia, el San Padre, Italia, la Orden de los Siervos de María, el Clero todo y las personas para mí más queridas, ni mientras, venerándola y contemplándola, rezaba los 15 misterios del Rosario ante Ella tan hermosa, tan dulce, tan luminosa, tan feliz... mas este llanto es de gozo y no hace mal. Es un desahogo del corazón que se derrite de gozo en estos momentos de contemplación y de regalo celestial...

¡Qué hermosa, qué hermosa estaba! ¡Qué gozo y qué paz me ha dejado en el corazón...! ¡Sea por ello bendita! Y, junto con ella, su Hijo Santísimo que me concede estos bálsamos en mis grandes sufrimientos.

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A. M. D. G.