31-12-47

 

 

María Valtorta habla de María Santísima.

 

 

lA APARICIÓN DE TRE FONTANA

 

Y LA OBRA.

 

 


 

comentar el folleto sobre Nuestra Señora de las Tres Fuentes 

  Digo que no me sorprende el que se haya aparecido a un pecador 

  Jamás hubiera pensado hasta el 23 de abril de 1943, Viernes Santo, que el divino Maestro hubiese querido, de Amigo divino que me guiaba desde hacia decenios, hacerse mi Maestro y revelarme tantos misterios y hechos. 

  Llegamos a la descripción de la aparición  

La elección que Dios hizo de nosotros no es en manera alguna un privilegio absoluto, como no es ni debe resultar en nosotros un pretexto para estar siempre por encima de la condición de los hijos de Adán pecador 

 ¡Cuántos avisos sobre el futuro más o menos cercano se encuentran en los dictados desde el 23 de abril de 1943 hasta hoy!

 


 

Quiero cerrar este año 1947 hablando de María. Pero advierto que son palabras mías.

La Santísima Virgen habíame prometido "un gran regalo" para Navidad. Muchos y de muy distinta especie son los regalos que he recibido por Navidad. Algunos amarguísimos, otros sapientes y uno... dulcísimo que, por cierto, es secreto. Con todo, no tengo a este último por "el gran regalo". Digo que el gran regalo es ciertamente el I (ver la fecha del 25.12) tal como lo pensé desde el primer momento que hice el inventario de los dones sobrenaturales o naturales recibidos el 25-12. Sí, el primero y el segundo son los dos que más me han modelado en Cristo... Amarguísimos como su cáliz pero que esperamos sean meritorios con el padecer con Él la compleja Pasión de Cristo que se completa en mí. ¡Señor mío, gracias!

 

comentario el folleto sobre "Nuestra Señora de las Tres Fuentes"

 

Ahora bien, hoy quiero comentar el folleto sobre "Nuestra Señora de las Tres Fuentes" que me trajeron para leer en Navidad y que tendré que devolver mañana a su propietario. El folleto está escrito por Julio Loccatelli y lleva por título: "Nuestra Señora se ha aparecido y ha hablado en la gruta de las Tres Fuentes". Se halla impreso en la tipografía de la Sociedad Anónima "Il Giornale d'Italia, Roma, Via dell'Umiltá 48, 4 octubre 1947. Lo detallo así para que si algún día hay quien llega a leer este cuaderno, entienda bien qué es lo que yo he leído, comentado y cuándo.

No encuentro en modo alguno extraño el que María Santísima se haya aparecido a un gran pecador, a un hombre del que por su odio contra la Iglesia y la Virgen, no se podrá seguramente decir que... era un histérico ni, por ser de ideas religiosas fijas, hallarse afectado por alucinaciones espirituales. Esto no se podrá seguramente decir del señor Cornacchiola como se dice de mí, se dio de Bernardita, de Lucía, Francisco, Jacinta y se dice de Neumann. Niños y mujeres: seres anormales para los... que se dicen científicos, los cuales, en realidad, no son, a mi entender, sino los verdaderos incrédulos y ateos por más que vistan ropa talar; ateos, porque niegan que Dios pueda manifestarse milagrosamente Él o a través de las manifestaciones de su Virgen Hija, Esposa y Madre de Dios o de los Santos y Ángeles.

A los niños se les puede suponer... sugestionaos por relatos... Razón cómoda que se dan quienes no saben creer en el Poder y Misericordia divinos. A las mujeres se las puede suponer... alucinadas porque están sujetas a... imperfecciones o leyes de naturaleza femenil que las llevan a... delirar para procurarse una compensación de lo que no llegaron a alcanzar: un marido. Otra cómoda razón que dan los mismo al no saber creer en el Poder y Misericordia de Dios y, no siendo capaces de apreciar la sutil separación visiva y comprensiva existente entre las criaturas y Dios, hasta el punto de poder "ver y sentir" cosas de celestial revelación, califican de "enfermedad física" lo que es perfección psíquica y espiritual que la Bondad divina concede a los que arden y se consumen en un único amor y deseo: amor a Dios y deseo de Él.

Ahora bien, Cornacchiola no es un niño ni una mujer, como tampoco uno de esos hombres pacatos dotados de un corazón infantil o de una esposa dulce y bondadosa. Era un violento y, por más que no conste consignado así en el folleto, basta ver su fotografía para convencerse de que lo era. Rostro duro, agresivo, rebelde, descarnado por la cólera que le devoraba, abrasado por el fuego de su pasión anticatólica; ojos... que se me perdone, más de delincuente que de persona normal. Un ejemplar estupendo de agitador revolucionario, a propósito para predicar el odio y la sublevación a las masas... Y, en efecto... odio y sublevación es lo que predicaba contra la Iglesia de Cristo, contra Dios y contra la Virgen...

No sé cuando le fue hecha la fotografía que aparece en el folleto, si antes o después de la Aparición. Mas, aunque fuese posterior, debo decir –y no me sorprende porque sé cuánto tiempo precisan las convalencias espirituales de las intoxicaciones infernales para que retorne al rostro una expresión que no sea diabólica sino apacible, propia de un hombre amante y amigo de Dios– debo decir que todavía su rostro no ha recobrado la paz. Ciertamente en esta fotografía aún continúa impresa en el rostro la imagen que el Odio esculpiera, esa imagen que él alzaba proterva contra su Creador y contra la dulcísima Virgen y Madre, deshogando su odio contra Ellos...

 

Digo que no me sorprende el que se haya aparecido a un pecador

 

Digo que no me sorprende el que se haya aparecido a un pecador, a un protestante y, aún más: que ello puede resultar muy conveniente. Antes que nada porque así un alma, o mejor, varias almas (las de toda la familia Cornacchiola) se han salvado, y después porque así los acostumbrados negadores de nosotros, los videntes, no podrán airear las manidas razones de... infantilismo sugestionado y de histerismo alucinado. Querría que Dios y la Virgen se apareciesen a muchos pecadores y enemigos de Dios y de la Iglesia para que se convirtieran, como acaeció con Saulo en el camino de Damasco, y para que el mundo incrédulo se persuada de que Dios todo lo puede y de que sus manifestaciones a los espíritus son verdaderas.

Pero sigamos adelante. Leo en la página 6, línea 6.ª del capítulo: "El cobrador vidente (las 4 apariciones)", "... muy versado en el estudio de la Biblia y de los Evangelios".

¡Vaya por él! Yo, en cambio, soy tan nada versada que, desde que se terminó la Obra y no tengo ya, por tanto, necesidad de constatar las palabras oídas en los dictados como referidas por la Biblia anotando los capítulos y versículos correspondientes, (de esto hace ya 8 meses y 3 días), no abro más la Biblia. Y si la toco es para quitarle el polvo. ¿Para qué la voy a abrir si nada entiendo de su doctrina, simbolismo, etc. etc.? E históricamente, todo lo anterior a Cristo no me interesa mucho y, en cuanto a los Evangelios... vengo a ser yo como el cronista de los mismos. Por eso dejo todo cerrado... y leo los recuerdos que llevo dentro de mí misma: mi única lectura espiritual...

Ahora bien, aquellos que dicen que yo escribo palabras inspiradas "porque soy culta, etc., etc.", cosa que no es verdad, ¿por qué no desvirtúan el dictado de Cornacchiola, "que es muy versado, etc., etc.", como escrito por él mismo? Para cubrir de fango (tratar de cubrir de fango) a María Santísima Inmaculada, los dogmas, la Iglesia, etc., etc., tienen que leer con detenimiento, desentrañar y hasta buscar pelo en el huevo, es decir, las... pseudo-contradicciones que a fuerza de mirar con el microscopio del odio ateo, se puedan tal vez encontrar en la tradición y hasta en cualquier otra cosa más alta de la misma.

 

Jamás hubiera pensado hasta el 23 de abril de 1943, Viernes Santo, que el divino Maestro

hubiese querido, de Amigo divino que me guiaba desde hacia decenios, hacerse mi Maestro

 y revelarme tantos misterios y hechos.

 

Yo nada sé de todo esto. Siempre he creído con simplicidad cuanto la Iglesia me propuso creer. Así he creído: sin urdir raciocinios para explicarme lo que es misterio. He creído, como dice Jesús, "con beatitud de fe absoluta". ¡Bienaventurados los que sepan creer sin ver! (Juan 20, 29). Jamás hubiera pensado hasta el 23 de abril de 1943, Viernes Santo, que el divino Maestro hubiese querido, de Amigo divino que me guiaba desde hacia decenios, hacerse mi Maestro y revelarme tantos misterios y hechos. Jamás hubiera pensado que podría llegar a entender cosas altas mientras la luz de su Rayo hacíame capaz de entender. Ahora, en cambio, penetro el meollo de las verdades más profundas por más que la belleza de las lecciones haya desparecido. Para recuperarla he de volver sobre el dictado y, aún y todo, lo entiendo mal porque, apartada de la divina Luz, entiendo poco aun de aquello mismo que un día comprendí... Mas, no me importa porque continúo creyendo con simplicidad. Día llegará en que comprenderé todo. ¡Todo!, es decir, a Dios. Cuando conozca y posea a Dios, entonces comprenderé todo: todos los misterios, todas las verdades, todas las lecciones. Y esto ¡eternamente!

 

Llegamos a la descripción de la aparición

 

Pasemos adelante. Llegamos a la descripción de la aparición. Considero muy cierto el que, tanto los niños como Cornacchiola, no se asustaran al ver a María, ya que lo sobrenatural celestial nunca produce espanto. Lo más que puede producir es admiración y estupor.

Yo, desde la infancia, siempre tuve un miedo cerval a las apariciones. Hasta en el colegio cuando decían las monjas: "Figuraos que se os apareciese Jesús. ¡Qué alegría!, ¿verdad?". Yo decía: "¡No por caridad! Si no pudiera salir por la puerta, me escaparía triándome de la ventana". Aún me acuerdo del terror que experimenté una noche que, por una equivocación, quedé encerrada en la capilla del colegio. Era el mes de junio y estaba colocado en el altar mayor el Sagrado Corazón. Pedí permiso, que se me concedió, para ir a saludarlo mientras terminaba el recreo. No sé cómo fue, pero es el caso que no sentí a la demandadera cerrar las puertas. Sin duda estaría rezando intensamente... Cuando... una vez que volví en mí y me dirigí a las salidas (tres puertas), las encontré todas cerradas. Volví al altar y traté de pasar por la sacristía... Mas, desventurada de mí, puse los ojos en la imagen... y, por un juego de luz lunar, me pareció que se moviese inclinándose hacia mí. Tanto grité y golpeé que, con estar la capilla aislada, me sintieron y socorrieron... De no haberme sentido, a la mañana siguiente hubiéranme encontrado muerta de miedo.

Esto lo digo para que se vea si tengo o no miedo de lo que sobrepasa lo natural. Con todo, cuando el amor de Jesús se cambió de palabras interiores a visiones internas, breves, suaves o tristes tal vez, y después, yendo cada vez a más, llegó a ser abrazo, manifestación de voz, de presencia y de contacto –como lo es ahora desde hace 4 años y 8 meses– no tuve miedo alguno. ¡Todo lo contrario! ¡Manos fuertes y dulces de mi Salvador, manos que me acariciáis y curáis posándoos sobre mis miembros más enfermos y en las crisis más peligrosas para darme la vida con la que poder continuar sirviendo a mi Señor; manos traspasadas que se me entregan para que yo las examine; tiernas y tibias manitas de Jesús Infante colocado por María sobre mi lecho; piececitos rosados y fríos que me los dan para que los caliente y pies luminosos del Resucitado con el rubí radiante de la herida que me los da a besar; cabellos mórbidos de Cristo rozando mi rostro al abrazarme, calor de la carne de Cristo, espalda fuerte y amorosa; Sangre absorbida del Corazón abierto entre llamas que no producen dolor de quemadura antes inefable frescor; mórbido seno de María, manos regias y maternales, tan leves y puras; sonrisa de Juan y bondad inexpresable del patriarca José; y vosotros todos que venís a mí, tan buenos, tan amigos y bellos, gozo de mi vida de víctima, no, no me causáis miedo! lo sobrenatural celeste es paz y gozo. Esto únicamente.

También es verdad lo que dice Cornacchiola en la página 8, línea 8.ª: "me siento sumamente ligero, como separado de la carne y envuelto en una luz etérea". ¡Bravo! ¡Lo dice perfectamente bien! Yo que... desde hace años vengo probando las agonías físicas y cuando estoy "in extremis" siento ya el desatarse el espíritu de la carne, advierto idéntica liberación cuando me invade lo sobrenatural. Sólo que en la libertad del espíritu dentro de las manifestaciones sobrenaturales hay ausencia de sufrimiento, siendo todo un éxtasis gozoso...

Acierta también cuando dice: "Mujer paradisíaca a la que me resulta imposible describir". Que eso le resulte imposible a Cornacchiola, que la ha visto cuatro veces, se ve claro por la descripción que hace de ella...

Habla de cabellos negros...: María Santísima explicó en el dictado del 24 de noviembre el porqué de que aparecieran oscuros. Yo, por mi parte, puedo decir que la luz que emana de María cuando se manifiesta es tal que todos los colores resultan oscuros ante la luz de María cuando aparece envuelta en la luz paradisíaca.

"Rostro de una digna belleza...". Más aún: "de una perfecta belleza". ¿Tipo oriental? Más que oriental, yo diría hebreo, puesto que el tipo oriental tiene generalmente los labios gruesos y sensuales, y los ojos más bien rasgados y oscuros. María no tiene en modo alguno labios sensuales ni ojos orientales como los tienen la mayoría. Nada de ojos árabes, indios o asiáticos. En manera alguna sino una mirada dulce que he notado a veces en las jóvenes hebreas e iris diáfanos de cielo.

Pero no me extraña que Cornacchiola la haya descrito así... pues es una belleza que, no bien desaparece, se pierde en sus detalles. En los comienzos, hasta que una particular gracia de Dios que por Él me fue concedida para ser capaz de describir en la Obra, yo, una vez finalizada la visión, me encontraba siempre dudando acerca del matiz de los cabellos, de los iris, de la piel, tanto de Jesús como de María. Porque decir: "Son rubios", es poco, ya que en el color de los cabellos rubios hay muchos matices. desde el rubio ticiano casi cobrizo. Y lo mismo en los iris. Decir "celestes" es no decir nada. Se puede tener un celesta vivo, un celeste pervinca, un celesta violáceo, un celeste zafiro, un celeste verde y un celeste turquesa. Difícil, muy difícil expresarlo, sobre todo cuando la espiritual y natural emoción queda absorbida en el conjunto y no en los detalles.

El peinado... Yo siempre la vi con la cabellera partida en la parte superior de la cabeza. Mas esto carece de importancia, pues como se cambia de vestido, se puede camibar de peinado.

Los colores los repitió María Santísima el 24 de noviembre: vestido blanco, cinta de color rosa y manto verde. Son exactos. Cornacchiola es un hombre especial que sabe definir bien los colores de los vestidos.

Altura de María Santísima. Yo la señalaría, comparándola con la de Jesús, al lado del cual le he visto frecuentemente, como de  1,65 como máximo, puesto que la parte superior de la cabeza de María llega hasta los hombros de Jesús. Mas a nosotros, modernos, nos parece alta, aunque no lo sea, por los vestidos largos que lleva que alcanzan hasta el suelo y ya se sabe que los vestidos largos hacen aparecer más altos.

Su expresión... ¡Ah, sí! María Santísima aparece levemente triste, o mejor, está siempre pensativa por más que sonría. Y si después habla de las culpas humanas y del dolor que éstas le producen a su Hijo, entonces se muestra verdaderamente triste.

"La voz suavísima". ¡Oh, sí! Esto es más fácil de retener porque es una nota de tal dulzura que penetra y perdura. "No se parece a ninguna". Así es ciertamente. Una voz que hace derretirse de gozo y que la sabemos recordar mejor que las demás cosas materiales, como son los cabellos, los ojos, la piel, etc., etc. porque la voz es algo inmaterial y nosotros, en aquellos momentos de videncia, percibimos con nuestra parte inmaterial.

Sí, cuando lo sobrenatural nos dice: "Ven", nosotros nos lanzamos tras esa llamada. El espíritu se lanza porque, por más que se vea esclavo de una razón que le oprime y quisiera apartarle de su Origen, siempre está ansioso de él y, a la llamada potente del Bien, se vuelve y se lanza cuando llegó para él la hora de gracia obtenida por voluntad de los Celestes o por intercesión de almas que oran por el pecador y, en el caso de Cornacchiola, los nueve viernes del Sagrado Corazón. Yo me conmuevo pensando que María, al aparecer en Tre Fontane, además de otras cosas maravillosas que lleva a cabo y enseña, ha venido a refrescar, diré así, la promesa de Jesús a Santa Margarita María. ¡Y aún hay quien no cree en ella". Hay quien hace los nueve viernes como por costumbre sin una firme confianza de que ellos son una prenda de salvación. Y he aquí que María, la Madre que formó el Corazón de Jesús, viene a mostrarnos tangiblemente que los nueve viernes del Sagrado Corazón son salvación eterna.

Mas venía diciendo que cuando lo sobrenatural lanza su llamada, llega, de su natural, al lugar de la cita y escucha; mas la materia, pesada como es, se resiste a seguir al espíritu. El espíritu es ágil como ángel y la carne, tarda como animal. Tarda en seguir, percibir y ver; obtusa en retener, imperfecta en recordar y fácil en olvidar. Es el tormento para nosotros, los videntes, cuando salimos de la acción de Dios: el no saber ya ver, entender ni recordar con aquella perfección con que vimos, entendimos y recordamos en el momento de la unión. Querríamos poder de nuevo encontrarnos con aquella satisfacción perfecta por la sola fuerza del poder mnemotécnico. Mas, a lo sumo, nos encontramos con sólo fragmentos del cuadro y de la música de que disfrutamos... Y sufrimos buscando, buscando... como personas que perdieron la vista y como aquellos que se nutrieron con un alimento celestial y ahora, hambrientos del mismo y disgustados de todo lo demás, van buscándolo por doquier sin poder dar ya con otro igual.

Por lo demás, resulta justo que sea así. Tuvimos el gozo suprasensible de la unión y conocimiento de Dios o de María, lo que será el Paraíso si sabemos continuar siendo justos hasta la muerte. Y justo es también que, tras el don gratuito, que viene a ser como un anticipo de nuestra porción de gozo eterno, nosotros, mortales, que aún nos encontramos en el destierro y en la prueba, comamos el pan encenizado de los hijos de Adán.

 

La elección que Dios hizo de nosotros no es en manera alguna un privilegio absoluto,

como no es ni debe resultar en nosotros un pretexto para estar siempre por encima

de la condición de los hijos de Adán pecador

 

La elección que Dios hizo de nosotros no es en manera alguna un privilegio absoluto, como no es ni debe resultar en nosotros un pretexto para estar siempre por encima de la condición de los hijos de Adán pecador. El se privó y nos privó para siempre de aquella vida feliz que Dios quería para sus criaturas y nosotros, mientras estemos en la tierra, debemos gustar el castigo y hacer de las desventuras derivadas de la Culpa un medio de victoria eterna. Nuestra elección nos obliga a una más santa vida y a un más completo sacrificio por haber recibido una "medida agitada y rebosante" (Lc 6, 38) de sabiduría y, sin merecimiento alguno, un don excelso de amor. Por eso nosotros oímos a las voces celestes que nos dicen: "No te prometemos goces terrenos. No carecerás del dolor humano sino que, al contrario, sufrirás persecución. Con todo, tu don lo tendrás en el Cielo si permaneces fiel". Y, puesto que la Misericordia y la Caridad aventajan a la Justicia, he aquí que, para confortarnos en el dolor y en la persecución que tendremos como criaturas y nos acarreará nuestra condición de "videntes", Dios deja depositado en la profundidad de nuestro espíritu el recuerdo luminoso de aquella hora o de aquellas horas. Y, por más que no acertemos a revivir la visión bellísima en sus mínimos detalles materiales, sigue allí la perla preciosa de la lección.

"Mi primer impulso", dice Cornacchiola, "fue de hablar, de gritar". ¡Es verdad! La primera vez es ciertamente así. Mas la exaltación humana queda frenada por la alegría y la paz que se desprenden de la visión y ya no se mueve... Después, si acaso, una vez pasado el ratito de Cielo, se produce una vitalidad nueva, un deseo de hacer, de decir y de cantar nuestro gozo, de participarlo con los demás y decirles: "venid a las fuentes de la paz y del gozo". Mas... un pudor espiritual nos ata. Al menos a mí así me sucede... pues resulta costoso alzar los velos del misterio realizado... Si Dios así lo ordena, se obedece... mas es preferible guardar oculto el tesoro... Cornacchiola desfogó la exuberancia propia de esos momentos con las palabras rasguñadas en la toba y con el cartel colocado en la gruta. Yo... la expreso con el canto, única cosa que, enferma como estoy, puedo aún realizar.

"El vestido negro por tierra y una cruz rota". Yo también, desde 1943 (diciembre o noviembre) he visto ambas cosas pisoteadas y ofendidas, habiéndomelas indicado María. De ellas y de lo que querían expresar habló el Maestro divino. Mas no puedo revelar aquella tremenda lección que siempre tengo presente. No sé si en la parte del mensaje secreto que recibiera Cornacchiola se habla de lo que significan ese vestido negro (sacerdotal) y esa cruz rota. Si así es, Dios que, por no hacerme más aborrecible a cierta clase de personas, me obligó a destruir aquel dictado y, para ponerlo en conocimiento de su Vicario, ha echado mano de Cornacchiola... que es más fuerte que yo (materialmente) y, de este modo, hacer frente a las reacciones de esa clase de gente.

"De este extraordinario coloquio no he perdido ni tan siquiera una sílaba por el extrañísimo fenómeno que, aun no habiéndolo transcrito fielmente, él se me desarrollaba regularmente en el cerebro desde la primera palabra "Soy" hasta la última "Amor" con un ritmo lento como el de un discurso impreso en un disco que se fuera repitiendo ininterrumpidamente".. Así es ciertamente. Cuando la Sabiduría quiere que recordemos no habiéndonos encontrado nosotros en disposición de escribir mientras la Sabiduría hablaba, entonces se repiten las palabras lo mismo que las grabadas en un disco, no callando hasta tanto pudieron ser transcritas.

Muchas decenas de veces me ha sucedido lo mismo a mí, especialmente cuando los dictados son mandatos que haya de transmitir, mensajes recibidos que he de poner en conocimiento de alguien o bien para que queden grabados en la mente. Por ejemplo, por más que hayan pasado cuatro años y cuarenta días desde que recibí aquel famoso y tremendo dictado que se me hizo guardar inmediatamente en un sobre sellado que habría de ser entregado al Pontífice reinante en el momento de mi muerte y que después, por los hechos que muchos saben, si hizo destruir (quemar) el 24 de marzo de 1946 por orden que me la transmitió el Arcángel San Gabriel –lo quemé sin abrir el sobre y, por tanto, sin volver a leer cuanto escribiera el 19 de noviembre (me parece) de 1943, que ya no recordaba (fijarse bien)– las palabras de aquel dictado volvieron a iluminarse en mi mente desde el momento en que quemé el dictado y las siento todos los días (por esfuerzos que haga para no sentirlas al ser por demás temerosas) como si me las repitiese un disco o un incansable repetidor. Y esto sucede también con ciertas lecciones secretas que Dios quiere que yo recuerde sin tenerlas que escribir, porque no quiere que otros se beneficien después de haberme atormentado tanto no queriendo rendirse a la evidencia y de lo sobrenatural que se realiza en mí. Tan sólo mi Director lo sabe.

Reconozco perfectamente que la lección recibida por Cornacchiola viene del Cielo por las palabras "prudencia, ten prudencia... la ciencia renegará de Dios". ¡Cuántas veces he sentido y siento que me dicen estas palabras recibiendo la demostración de que son verdaderas! ¿Acaso la ciencia no combate a la Obra en la que esplende la Sabiduría que la dictó?

El perfume... Sí. Muchos de mis testigos han advertido el perfume que perdura tras la venida a mi lado de María Santísima. Otros también lo han sentido; mas, no sabiendo su origen, han creído que yo haya esparcido perfumes... No tengo perfumes en casa y, por tanto, no puedo esparcir lo que no tengo. Y lo más gracioso del caso es que, a veces, cuando en la habitación llega la onda perfumada que anuncia a María o perdura tras su venida, hay quien la siente y quien no.

Por Navidad estuvo a visitarme el Padre Mariano. El hablaba... y yo contemplaba. Qué dijo, no lo sé ciertamente, como tampoco qué efecto habríale producido mi distracción y mi silencio... Dijo Marta al entrar. "¡Qué perfume! Parece incienso. Parece... No sé". Me sobrecogió esta exclamación y le miré al P. Mariano que, plácidamente, decía: "¿Perfume? Yo no percibo nada" En esto entró la señora Panigadi y exclamo a su vez: "¡Qué fragancia!". Así pues, el perfume era percibido por mí, por Marta y la Señora Panigadi, mas no por el P. Mariano. Algunos califican este olor como de violetas, otros como de rosas y otros más como de lirios o incienso... Yo, en cambio lo denomino: "olor de flores blancas" porque en él siento fragancias de lirios, muguetes, nardos, magnolias, jazmines con aromas de violetas... Un perfume especial, indefinible, si bien penetrante y suavísimo.

Y, yo que estoy en ello, debo decir también una cosa. Y es que, cuando está conmigo María Santísima, entonces es cuando con mayor intensidad le ruego por aquellos que se encomiendan a mí o se hallan más necesitados de la celestial misericordia... Le digo a María: "Madre-Reina mía, te ruego por... ve a donde fulano o mengano. Consuélale o consuélala, llévale gracia, tócale el corazón, ilumina su mente, etc., etc." según de quien se trate. Realizo gustosa el sacrificio de perder la visión de María Santísima con tal de que otras almas reciban consuelo o se arrepientan. Ya más de uno de mis siete valedores, aún los alejados de mí a kilómetros y kilómetros de distancia, me han hablado de "particulares oleadas de un perfume misterioso a horas especiales de dolor o de duda sobre lo qué hacer o hasta... de maldad", puesto que mis valedores no son todos santos. Dos lo son ciertamente; mas los otros cinco... son criaturas con sus egoísmos, defectos, tibiezas espirituales, etc., etc. Uno de ellos es aquella persona que por Navidad puso en duda la Virginidad de María y su integridad física antes y después del parto... (25 de diciembre de 1947).

Con todo, Jesús los eligió así para que no se diga que, siendo todos religiosos (santurrones tal vez) son propensos a sugestiones... No. Son criaturas de muy diverso temperamento. Algunas del todo practicantes, otras malas practicantes, otras almas justas (sólo dos). Una tan sólo vive conmigo. Marta, que, por cierto, no es un modelo de misticismo. Tengo que urgirle yo para que cumpla con sus prácticas religiosas... que las hace muy distraídamente.

Reproduzco aquí un párrafo de la carta de uno de mis valedores, persona seria, equilibrada y piadosa: "En estos últimos tiempos un perfume particular, semejante al de las cuentas del Rosario (bendecidas por María) viene a despertar en mí un más vivo recuerdo de las dos Marías: la Virgencita de Nazaret que me dio al Verbo Encarnado y la crucificada María, secretaria del Verbo. Este perfume llega a veces hasta mi habitación, otras mientras oficio, siendo unas veces intenso y otras ligero y delicado, dándome la sensación de una cercanía que me asegura la comunión de espíritus y la protección del Cielo. Dulce consuelo en mi soledad y delicadeza divina que viene a aligerar el sacrificio de mi crucifixión (de no poder estar a mi lado) etc., etc.". (Carta del 2-12-47).

Me he desviado un poco del asunto que venía tratando (la Aparición); mas es mi Ángel Custodio el que me sugiere que escriba estas notas particulares sobre mis fenómenos, diciéndome: "No son inútiles. Escríbelas". Pero bueno, volvamos al folleto de Loccatelli.

"Soy la Virgen de la Revelación. Soy la que estoy en la eterna Trinidad". Díjome María: "Soy la Virgen Reina de la Revelación" y me exhortó a que, al recitar las letanías, a continuación de "Reina de la Paz" dijese "Reina de la Revelación". Soy la que estoy en la eterna Trinidad. Cuando leí en un suelto muy conciso del periódico (unas pocas líneas) estas palabras, me dio un vuelco el corazón porque en 1943, o sea, cuatro años antes de que lo leyera en el suelto del periódico de mayo o junio de 1947, me las dijo María, letra por letra... con el añadido de "Santísima" delante de la palabra "Trinidad" y sin "eterna". Soy por demás ignorante en materia religiosa para poder comentar de palabra el capítulo "El nuevo atributo de la Virgen" (páginas 12 y 13 del fascículo), Pero me parece que en la Obra y en los dictados en general, gran parte de la Revelación nos viene de labios de María si es que no se quiere llegar a decir que toda la revelación de la Obra nos ha venido por el conducto de María que nos dio al Verbo encarnado, ese Jesús-Maestro que tantas lecciones me ha dictado.

 

¡Cuántos avisos sobre el futuro más o menos cercano se encuentran en los dictados

desde el 23 de abril de 1943 hasta hoy!

 

¡Cuántos avisos sobre el futuro más o menos cercano se encuentran en los dictados desde el 23 de abril de 1943 hasta hoy! Y sobre la tregua entra ambas guerras (1943-44-45), sobre la época de los precursores del Anticristo; sobre las armas (atómicas, etc., etc.) suministradas por Satanás a los hombres para matar cuerpos y espíritus en una desesperación maldecidora de Dios; sobre la persecución contra la Iglesia y la caída de una tercera parte de las estrellas arrolladas por la cola del Dragón... las estrellas... los sacerdotes... ¡Ay de mí! ¡Querría olvidar tantas cosas! Mas la revelación, en su parte esencial, no se olvida. ¿Para qué saber, Dios mío? ¡Preferiría no saber!

"Rogad por la unidad de los cristianos". En el ya lejano 1931, mi Señor, al ordenarme, no con imperio de Dios sino con amor de Esposo, que ofreciese de nuevo solemnemente mi vida, me sugirió que lo hiciese igualmente por la unidad de las iglesias en un único Redil Y el 1.º de julio, festividad de la Preciosísima Sangre, realicé el ofrecimiento de mí misma por la unidad asimismo de las iglesias. Por ahora aún no he derramado mi sangre ni la he mezclado con la Sangre divina derramada por la remisión de muchos: de todos, como querría el Corazón de Jesús. Mas si no es cruento mi morir, no es por ello menos efusión de mi vitalidad este mi lento morir entre los desgarros de tantas enfermedades como desde hace 15 años me tienen postrada en el lecho después de haberme torturado, estando de pie, durante los cuatro años anteriores, datando mis sufrimientos desde el año 1920. Y sufro de muy buen grado por mis "hermanos separados". Querría conseguirles el retorno a la Iglesia de Roma.

También en la Obra y en los dictados he tenido muchas veces referencias de Jesús a estos pobres hermanos separados del verdadero Redil y abrigo un sincero y profundo amor por ellos, no pesándome el sacrificio por cuanto los querría ver en la Vida, en el Camino y en la Verdad.

Cuando en 1942 supe de Sor. M. Gabriela, la trapense de Grottaferrata, tuve una pena tan sólo que aún me dura. el que Dios tarde tanto en consumirme mientras yo tengo tanta prisa en dar fin al sacrificio para que los pobres hermanos separados tornen al Cuerpo Místico.

Página 21 del folleto. Dice Cornacchiola: "Nací el 12 de abril de 1947" y comenta el periodista Loccatelli: "El primer milagro igualmente indiscutible de que es verdaderamente la Virgen Madre la que se ha aparecido. Porque únicamente el Cielo es el que nos convierte así: totalmente, bien sea de súbito o lentamente, mas para siempre.

Un tiempo el P. Migliorini, entonces mi padre espiritual y director, para darme seguridad en cuanto me acaecía, decíame: "Yo estoy seguro de que es sobrenatural del Cielo porque he visto operarse en usted mutaciones de espíritu y llevarse a cabo acciones de la gracia de un modo súbito. Créalo así usted también". Aún guardo aquellas cartas... Después... no sé qué pudo acaecer en él ni lo quiero saber. Mas tengo yo igualmente una prueba indiscutible de que las palabras que se me han dictado vienen de Dios, de María, de los Santos Habitantes del Cielo. Y la prueba es la conversión a Dios de la familia Belfanti, anticlerical, espiritista, etc., etc., su abjuración de las prácticas espiritistas y su fidelidad a los Sacramentos.

Y mas que de ninguna otra cosa, para formar juicio sobre el origen de la Obra y sobre mí, que soy más combatida que Cornacchiola –por más que mi vida anterior a la Obra pueda hacer pensar en un más que posible contacto con lo divino entre mí, pequeña víctima, y la Gran Victima, mi Amor–, creo que, en lo que a mí se refiere, se debería tener en cuenta el dolor, mi fiel compañero desde la infancia hasta... la muerte, dolor de toda especie: físico y moral, única cosa verdaderamente fiel que he tenido durante mi vida y a la que yo guardo fidelidad y amo... Y, en cuanto a la Obra, las conversiones obtenidas con la misma. Esta, más que ninguna otra cosa porque, deseo de ocultamiento, paciencia en los sufrimientos y amor al dolor son cosas que, ciertamente, puso Dios en mí y yo las he secundado con amor. Mas son cosas que Dios puede darlas a quien no es portavoz. Ahora bien, convertir a los endemoniados, no, eso no puede venir del demonio. De lo contrario, habría que decir que Lucifer se combate a sí mismo, que se desprende de sus presas para ofrecérselas a Dios... lo que resulta un absurdo imposible. Porque Lucifer es un ávido que devora y no devuelve, a menos que Dios mismo combata contra él y le venza, salvando así a los infelices.

Y termino con las propias palabras de Cornacchiola, tan verdaderas y justas: "Quien tuvo la suerte inesperada de posar su mirada en tan celestial belleza no puede hacer sino desear la muerte para poder revivir eternamente tan indecible felicidad". Sí . Y así espero poder hacerlo pronto o, dejando la tierra en la que tan solo Jesús y María fueron para mí sol y flor, pasando a adorar eternamente, sin limitación alguna, a los únicos buenos y únicos amantes que, desde su infancia hasta ahora, conoció la pobre María.

Con referencia a la estatua... ¡Pobres de nosotros! No sé qué efecto le pueda hacer a Cornacchiola esa imagen. A no ser que María Santísima, por complacer a su convertido, no transforme a sus ojos semejante... esperpento, creo yo que Cornacchiola no querrá mirarla para no sufrir. ¿María Santísima ésa? Mejor le fuera a Ponzi que, dejando a un lado el leñoso 900, se hubiese inspirado en la estatua esculpida en mármol que realizó el escultor francés que, siguiendo las indicaciones de Bernardita Soubirous, labró la imagen de Lourdes o en la otra estatua tan parecida a María Santísima que hay en Fátima. Por lo demás, la misma Virgen emitió su juicio sobre esto el 28-12-47, no teniendo yo más que decir. O mejor, digo otra cosa: que este tiempo de ira y de tinieblas nos hace tan ciegos, sordos y estólidos para la Belleza, que no sabemos ya ni dar una pálida imagen de lo que es la Belleza eterna en Jesús, la Virgen, los Santos... y fabricamos... monstruos que reflejan la leñosa dureza de nuestros espíritus muertos al Amor...

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A. M. D. G.