12-14 de Junio de 1948
cuando es tu indolencia la causa de que pierdas una perla,
no acudimos entonces.
(Paréntesis.- Me interrumpe en este momento una cada vez más fuerte debilidad. me dejo caer sobre la almohada y el Dictante divino me deja reposar. Mas, no bien me rehago un poco, el Espíritu Santo me dicta un pensamiento que o, en un instante de dejadez motivada por el decaimiento que tengo, no me esfuerzo en escribir, diciendo: "Ya lo recordaré".
Eran las doce. Ahora son las catorce y trato en vano de recordarlo. ¡Lo doy por perdido! Y ¡era tan profundo...! Sufro en mi espíritu. me agito buscando inútilmente lo que por mi culpa perdí.
De primeras siento al Espíritu Santo que con voz severa me dice: "Te has vuelto perezosa de un tiempo a esta parte. Cuando lo que te interrumpe son motivos de caridad e impertinencias ajenas, Nosotros acudimos con nuestra asistencia. Mas cuando es tu indolencia la causa de que pierdas una perla, no acudimos entonces. Quédate con tu pena y no indagues más pues no darás con esas mis palabras así hojees todos los libros de la tierra. Que este tu sufrimiento te sirva de castigo".
Tiene razón. Mas encontrábame tan cansada, tan débil, que la pluma se me iba de los dedos y me caía por todos los lados. No me era posible mantener abiertos los ojos ni Dios me comunicaba su fortaleza para servirle como lo hace cuando quiere. Con todo... debiera haber escrito, cómo y donde pudiera, con la salvedad de tener que copiarlo después. Mas, lo hecho, hecho está y ya no tiene remedio. Si aquí aparece una laguna, mía es la culpa.
Es verdad. Tan mal a la sazón me veo, que me he hecho perezosa. Hasta ahora Dios se ha compadecido. Hoy me castiga. ¡Paciencia! Esto me lo merezco y es justo el castigo.)
Continuando el dictado del 12 de junio, hoy 14 de junio.
442-443
A. M. D. G.