26-5-49.
La Ascensión.
A las 9 de la mañana.
Oración pidiéndole a Jesús que me consuele
Es Jesús aún más extraordinariamente amoroso que, con su amor, me quiere consolar, sí, consolar... de tantas cosas.
Su infinita y sensible caridad
hace que me abisme en la contemplación de todas mis miserias pasadas y presentes
y en un dolor de contrición absoluto como jamás habíalo sentido hasta el presente.
Su infinita y sensible caridad hace que me abisme en la contemplación de todas mis miserias pasadas y presentes y en un dolor de contrición absoluto como jamás habíalo sentido hasta el presente.
Aunque Jesús no me lo asegurase, creo encontrarme en estado de justicia si pienso que, muriendo tras un tan perfecto acto de contrición de todas mis culpas, imperfecciones, omisiones, etc., estaría mi alma absuelta por el mismo Dios.
Oración pidiéndole a Jesús que me consuele
Después temo si no habré tenido un pensamiento de soberbia al decir esto y le pido a Jesús que me consuele, haciéndolo con la siguiente oración:
"Jesús, Misericordia infinita, que perdonaste a Leví y le llamaste a Ti, perdónanos nuestros pecados porque el haberte ofendido es nuestro dolor.
Jesús, Misericordia infinita, que perdonaste a la Magdalena y la agregaste al grupo de las santas fieles Mujeres, perdónanos nuestros pecados porque el haberte ofendido es nuestro dolor.
Jesús, Misericordia infinita, que perdonaste a la mujer adúltera dándole únicamente el divino mandato de que no pecase más, perdónanos nuestros pecados porque el haberte ofendido es nuestro dolor.
Jesús, Misericordia infinita, que perdonaste al ladrón arrepentido llevándolo contigo al Paraíso, perdónanos nuestros pecados ya que el haberte ofendido es nuestro dolor.
Jesús, Misericordia infinita, que perdonaste a Pedro el haberte renegado, perdona nuestros pecados de infidelidad porque el haberte ofendido es nuestro dolor.
Jesús, Misericordia infinita, que desde lo alto de la cruz pediste el perdón del Padre para tus enemigos y crucifixores, obtennos el perdón del Padre por haberle ofendido tantas veces al ofenderte a Ti, Verbo Santísimo del Padre, porque el haberte ofendido es nuestro dolor.
Jesús, Misericordia infinita, que en tal grado perdonaste a los Apóstoles que obtuviste para ellos del Padre el Espíritu Santo al que ofendieron no amando a Dios sobre todas las cosas –a Ti, Dios Encarnado, vilmente abandonado por ellos– obtennos el perdón del Espíritu Santo por nuestras culpas contra el doble amor, porque nos duele haber ofendido al amor, esencia misma de Dios.
Perdónanos, Jesús, –Tú, Espejo del Padre, Tú, Fruto del divino Amor– de todas nuestras culpas contra el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, porque el haber ofendido a la Trinidad Santísima es nuestro dolor y Tú sólo eres el que puedes borrar las manchas de nuestras culpas puesto que para purificar nuestras almas derramaste toda tu Sangre.
¡Queremos amarte, Señor!
Socorre nuestra debilidad. Socórrenos cuando caigamos.
Infúndenos tu amor para que Tú puedas vivir en nosotros, instaurar en nosotros el Reino de Dios, hacernos "una sola cosa" contigo; contigo que eres Uno con el Padre y, junto con El y con el Espíritu Santo, formas el Dios Uno y Trino, nuestro Fin, Origen de todo nuestro bien presente y eterno.
Vive Tú solo en nosotros, vive con tu Espíritu, con ese tu Espíritu, todo amor, que es el mismo Espíritu que procede del Padre y de Ti y que nuestras almas secunden tus más leves impulsos para que nuestra aparente acción no pase de ser el ropaje que cubra tus reales y ocultas acciones en nosotros y, de este modo, llegue a ser realidad la completa fusión, o mejor, el aniquilamiento de la criatura que haga que sólo Tú vivas en nosotros.
Vivir y obrar moviendo, ¡oh Motor eterno y santísimo!, los impulsos todos de nuestras almas, de nuestras mentes, de nuestros corazones y hasta de nuestra humanidad y así todo lo que es nuestro se mueva y te sirva en el amor y con el amor, oh Dios que mereces todo nuestro amor y nos pides que te amemos porque en el amor está la Ley y quien llega a amarte con todo lo que es y a amar al prójimo como uno se ama a sí mismo, ya no peca más y tiene tu Reino en ésta y en la otra vida.
Vive Tú sólo en nosotros, oh Hijo del Padre, que, con el Padre y el Espíritu Santo, eres un único Dios, de modo que el Padre, al mirarnos, te vea a Ti, su Amado, y nos ame en Ti y por Ti, nuestro Huésped divino y, al estar contigo, inhabite en nosotros.
Vive Tú sólo en nosotros, oh Verbo encarnado, que fuiste concebido por obra del Amor eterno, no habiéndote separado jamás de Él, por lo que, al rogar nuestro espíritu para alabar a la adorabilísima Divinidad Una y Trina e invocarla en nuestras necesidades y dolores, sea igualmente la voz del Espíritu Santo la que ascienda al Trono de Dios para tributarle alabanza perfecta y súplica justa, siendo entrambas aceptas al Señor.
No te pido, ¡oh Amor Santísimo!, que me hagas vivir una vida personal en la gracia sino que seas Tú, Gracia, el que vivas en mí y así viva yo realmente la vida de la Gracia y me transformes y supercrées en un verdadero cristo".
481-483
A. M. D. G.