4 de octubre de 1949, a las 15,30 horas.

 

 

Veo a mi madre entre las llamas del Purgatorio

 

 

 


 

Mamá ¿aún estás ahí?  

  Entonces no hará falta rogar por ti 

  Y papa, ¿en dónde está papá? 

  ¿Y la madre de Marta?    

 Dios castiga primero las culpas de la mente, después las del corazón y, por último, las debilidades de la carne   

 


 

Después de tanto tiempo veo a mi madre (Iside Fioravanzi, nacida en Cremona el año 1861 y fallecida en Viareggio el 4 de octubre de 1943). Se encuentra entre las llamas del Purgatorio, Nunca la vi en las llamas. Grito al no poder reprimirme, justificando después a Marte este grito con una excusa para no alarmarla.

Mi madre ya no está tan humosa, grisácea y con la expresión tan dura y hostil contra el Todo y contra todos como la vi, tras su muerte, en los tres primeros años cuando, a pesar de suplicárselo, no quería volverse a Dios... Ni se encuentra anublada y triste, casi espantada, como la vi en los años sucesivos. Aparece hermosa, rejuvenecida y serena. Por su vestido que ya no es gris sino blanco y candidísimo, parece una novia y emerge de las llamas desde las ingles para arriba.

 

Mamá ¿aún estás ahí?...

 

Le hablo y le digo: "Mamá ¿aún estás ahí? ¡Con lo que he rogado y he hecho rogar por ti para abreviarte la pena! Esta mañana, sexto aniversario, te he ofrecido la Santa Comunión y ¡aún estás ahí!".

Me responde alegre y festiva: "Estoy aquí, pero ya para poco tiempo. Sé que has rogado y hecho rogar. Esta mañana he dado un gran paso hacia la paz. Te lo agradezco a ti y a la religiosa que ha rogado por mí. Lo recompensaré más adelante.... Presto, dentro de poco terminaré de purgarme.

Purgué ya las culpas de la mente... mi mente orgullosa... después las del corazón... mi egoísmos... eran éstas las más graves. Ahora estoy expiando las de la parte inferior que son apenas nada respecto de las primeras"

"Pero bien, cuando te veía tan fumosa y hostil... no querías volverte hacia el Cielo..."

"¡Ay! Aún era soberbia... ¿Humillarme? ¡En manera alguna! Después cayó el orgullo".

"¿Y cuando estabas tan triste?".

"Es que aún me encontraba apegada a los afectos terrenos y tú bien sabes que no era éste un apego bueno... Mas, al menos, lo comprendía y por eso me veías triste porque conocía, ahora que ya no pecaba de soberbia, que amé mal a Dios, queriendo hacerle mi esclavo, y mal también a vosotros..."

"Mamá, no pienses más en eso. Todo ello ya pasó".

"Sí, ya pasó y te doy las gracias por encontrarme así. A ti te lo debo. Tu sacrificio... me obtuvo el purgatorio y dentro de poco la paz".

"¿Para 1950?".

"¡Antes, antes! ¡Pronto!".

 

Entonces no hará falta rogar por ti

 

"Entonces no hará falta rogar por ti".

"Ruega lo mismo, como si yo estuviese aquí. ¡Hay tántas almas, de toda clase, y muchas de madres, olvidadas...! Es preciso amar y acordarse de todos. Ahora lo sé. Tú sabes acordarte de todos y amar a todos.  También esto lo sé ahora y comprendo cuán justo es. Ahora ya no enmiendo la plana a Dios, (son palabras textuales), sino que confieso que es justo...".

"Entonces ruega tú por mí".

"¡Ah!, ya pensé en ti antes. Ves cómo conservé para ti la casa. Lo sabes ¿verdad? Mas ahora rogaré por tu alma y para que seas feliz o vengas tú conmigo".

 

Y papa, ¿en dónde está papá?

 

"Y papa, ¿en dónde está papá?".

"En el Purgatorio".

"¿Todavía? Pero ¡si era tan bueno y murió resignadamente como cristiano!".

"Más que yo. Pero está aquí. Dios juzga de distinta manera que nosotros, de un modo exclusivamente suyo...".

¿Cómo es posible que aún esté ahí el papá?".

"¡Ah!" (me pongo mala pues me lo suponía en el Cielo de una pieza).

 

Y ¿la madre de Marta?

 

"Y ¿la madre de Marta? Ya sabes, Marta...".

"Sí, sí. Ahora sé lo que es Marta. Antes... me carácter... La madre de Marta salió de aquí hace ya mucho tiempo".

"Y ¿la madre de mi amiga Eroma Antonini? Ya sabes..."

"Lo sé. Nosotros, los purgantes, lo sabemos todo y si bien menos que los santos, pero lo sabemos. Cuando yo entré aquí, ella salía".

Observo el ondular de las llamas y siento pena. Le pregunto: "¿Te hace sufrir mucho ese fuego?".

"Ahora no. Ahora hay en mí otro fuego más potente que apenas si me deja sentir éste. Y, por otra parte... ese otro fuego infunde deseos de sufrir y por eso no hace mal el sufrir. Ya sabes cómo yo repugnaba el sufrimiento...".

"Mamá, ahora estás hermosa y eres cual yo te quería".

"Si estoy así, te lo debo a ti. ¡Ah, cuántas cosas se comprenden al estar aquí! Y tánto más se comprenden cuanto más una se purifica del orgullo y del egoísmo, de los que tánto yo tenía...!".

"No pienses más en eso".

"Sí, debo pensar... Adiós, María...".

"Adiós, mamá. Ven cuanto antes a tomarme...".

"Cuando Dios lo quiera...".

 

Dios castiga primero las culpas de la mente, después las del corazón y,

por último, las debilidades de la carne

 

He querido consignar esto, pues contiene enseñanzas. Dios castiga primero las culpas de la mente, después las del corazón y, por último, las debilidades de la carne. Es preciso rogar, cual si fuesen parientes nuestros, por los purgantes abandonados. El juicio de Dios es bien distinto del nuestro. Los purgantes comprenden lo que en vida no comprendían al estar saturados de sí mismos.

Aparte mi disgusto por papá... estoy contenta de haberla visto tan serena y hasta alegre. ¡Pobre mamá!

496-498

A. M. D. G.