EPISODIOS ENTRESACADOS

(Los fragmentos que siguen, sin fecha alguna, aparecen escritos en dos hojas sueltas insertas del final del cuaderno)

 

 

"Jesús en el lago.

Lecciones a los discípulos junto al Tiberíades".

 

 


 

Un grupito de pequeñas barcas deportivas, casi chalupas, se cruzan en la ruta seguida por las barcas de los pescadores.

   Dice, esa mujer que hace poco se ha puesto en pie no es acaso la hermana de Lázaro de Betania  

 La última predicación del Sermón de la Montaña con el título Impurezas. No juzguéis 

  En Magdala en casa de la Magdalena. Sana a un herido de muerte

 


 

Episodio 60.º del I año de la vida pública como se desprende del Índice General editado en 1948 (Roma, Laboremus). Título: "Jesús en el lago. Lecciones a los discípulos junto al Tiberíades".

 

Un grupito de pequeñas barcas deportivas, casi chalupas,

se cruzan en la ruta seguida por las barcas de los pescadores.

 

".. Un grupito de pequeñas barcas deportivas, casi chalupas, se cruzan en la ruta seguida por las barcas de los pescadores. Van en ellas mujeres y hombres de diferentes razas: palestinos, romanos y hasta griegos. Ríen, juguetean y están a punto de chocar, bien por descuido o por impericia en la maniobra, contra las pesadas barcas.

"¡Cuidado, que os va la vida!", grita Pedro enfurecido mientras vira dando un golpe de timón para evitar el choque. Se suceden insultos de hombres y gritos de espanto de mujeres de una a otra barca.

Los romanos insultan a los galileos diciéndoles: "¡Fuera de ahí, perros hebreos!".

Pedro y los demás recogen al aire el insulto y Pedro, rojo de ira, erguido en el borde de su barca que cabecea fuertemente, les devuelve la pelota. El altercado se prolonga hasta que sueltan el nudo de las quillas y cada uno reemprende su ruta.

Jesús no ha cambiado en todo el tiempo de postura y continúa sentado, ajeno a lo que acontece, sin mirar ni dirigir palabra alguna a las lujosas barcas ni a sus ocupantes. apoyado en un codo, ha seguido mirando a la orilla lejana cual si nada acaeciese. No se ha movido ni siquiera cuando una mujer, desde las barcas, le lanza una flor que, tras rozarle el rostro, cae al fondo de la barca terminando bajo los pies de Pedro.

Cuando las lujosas barcas están para alejarse, una mujer se alza en pie mirando fijamente a Jesús. ¡Es inútil! El Rostro sereno y lejano de Jesús no ve esa mirada. No la quiere ver.

 

"Dice, esa mujer que hace poco se ha puesto en pie

¿no es acaso la hermana de Lázaro de Betania?"

 

El Iscariote, dirigiéndose a Simón Zelote, le dice: "Dice, ¿esa mujer que hace poco se ha puesto en pie ¿no es acaso la hermana de Lázaro de Betania?"

"No sé nada pues no ha mucho que volví a estar entre los vivos y esa mujer es joven", etc., etc. (continúa el episodio).

 

EPISODIO ENTRESACADO

 

La última predicación del Sermón de la Montaña con el título:

 Impurezas. No juzguéis

 

 "La última predicación del Sermón de la Montaña con el título: Impurezas. No juzguéis

Episodio 37.º del II año de la vida pública y precisamente: "La última predicación del Sermón de la Montaña con el título: Impurezas. No juzguéis. En la página 5.ª y media, poco más o menos:

"... Se produce un gran revuelo entre la muchedumbre que se apiña por el sendero que asciende de la llanura. vuelven la cabeza los que están más próximos a Jesús y se desvía la atención. Jesús deja de hablar y mira en la misma dirección de los demás. Aparece serio y hermoso con su vestido azul oscuro, los brazos cruzados sobre el pecho y el sol que besa su cabeza con el primer rayo que remonta la cresta oriental del collado.

¡Largo de ahí, plebeyos!, grita con airada voz varonil. Y cuatro hombres, uno romano porque lleva toga y los demás palestinos, se adelantan. Con ellos está María de Magdala, toda sonriente y ostentosa en su ropas y en su rostro. Jesús la mira con severa tristeza y fija en ella sus fúlgidos y penetrantes ojos escrutándole no sólo el rostro sino mucho más su alma enferma. Ella aguata sin ruborizarse aquella mirada inquisidora sin turbarse cuando Jesús reemprende a hablar como si la aparición de la pecadora hubiese vuelto a avivar la llama de la alocución que ya estaba tocando al final de la predicación.

Jesús grita con voz de trueno: "He dicho que hay que ser fieles", etc., etc. (todo lo demás del discurso...).

... María de Magdala, que en un principio escuchaba con un manifiesto desprecio reflejado en su rostro, a medida que va avanzando el discurso, se oscurece y refleja tristeza su semblante. Comprende que Jesús, por más que no la nombre directamente, habla sin duda alguna por ella y para ella; y, por último, no pudiendo resistir más, se envuelve en su velo, se lanza corriendo pendiente abajo, seguida de las miradas escarnecedoras de la multitud y de la potente voz de Jesús y huye" (continuar después hasta el final).

 

III EPISODIO

 

En Magdala en casa de la Magdalena. Sana a un herido de muerte

 

Episodio 48.º del II año que lleva por título: "En Magdala en casa de la Magdalena. Sana a un herido de muerte".

"...Jesús eleva los ojos que siguen la dirección de la mano que, temblorosa, acusa y ve en el ángulo, contra la pared de color rojo-oscuro, a María de Magdala. Jesús vuelve a bajar los ojos sobre el herido movido de compasión, mas también para dar a entender a la pecadora cómo a Él, Puro, le resulta insoportable cuanto no es puro, tanto en el aspecto  como en la acción. María, herida con aquel gesto, se levanta mostrándose altiva..."

(Continuar hasta la curación del moribundo y lección a la madre y mujer del mismo. Reemprender después:)

"Jesús ha posado su mano sobre la cabeza de las dos mujeres y de los pequeñines. Sale a  continuación pasando por delante de la Magdalena que ha acompañado al cortejo hasta el final del camino quedándose allí apoyada contra un árbol. Jesús modera el paso como para esperar a sus discípulos; mas lo hace con toda seguridad para dar lugar a María de Magdala a que cambie de ademán. Pero ella no lo hace.

Los discípulos dan alcance a Jesús y Pedro, no pudiendo contenerse, suelta entre dientes unos epítetos bien apropiados por cierto a la Magdalena. ¡Vaya con ésta que se las echa de grande y se ríe... con una risa de bien poca gracia por cierto!

Pero Jesús que le oye a Pedro, se vuelve a él severo y le grita: "¡Pedro! Ves que Yo no insulto, pues no insultes tú tampoco. ruega por los pecadores y basta.

María rompe a reír, inclina la cabeza y huye en dirección a su casa".

* * *

Creo que así no importunarán a nadie. Mas si hubiere algunos otros, se me pueden indicar pues Él sabrá cómo obrar con ellos. Por lo demás es manifiesto que hay libros  que... se tienen por cristianos porque celebran a los primeros mártires (por ejemplo el  Quo Vadis), que, en muchos puntos, no son modelos de pureza. Y, con todo, desde hace decenios, circulan con libertad absoluta por conventos y colegios...

504-506

A. M. D. G.