EL APOCALIPSIS

CAPÍTULO 1º  VERSÍCULO 5º

 

 

PRIMOGÉNITO DE ENTRE LOS MUERTOS

 

 

                                                                                                                                  

 

a Cristo se le llama nuevo Adán o segundo Adán

   la Madre fuese cantada hija Primogénita del Altísimo

   con todo derecho, puede llamarse Primogénito

   Cómo se puede decir que Jesús es el Primogénito de entre los muertos, si nació de mujer descendiente de Adán

   Habiendo sido infringido este orden, Dios, para volver a crear al nuevo Adán, hubo de formarlo de Mujer inmaculada 

  Tampoco la Madre de Dios tornó al polvo habiendo quedado Ella también exenta de la común condena 

  Mas se da una segunda muerte: la del espíritu privado de la Gracia 

  Jesucristo, una vez que entregó su espíritu en las manos del Padre, entró lo primero con su Espíritu santísimo en el Reino de la Vida en el puesto de Adán

 


 

a Cristo se le llama nuevo Adán o segundo Adán

 

Cuando se lee esta frase se apodera cierta confusión en la mente del lector poco formado; surge como una duda y, lógicamente, este interrogante: "Pero, ¿no hay aquí un error o contrasentido? por cuanto el Primogénito es Adán, primogénito en la vida de la Gracia, de tal suerte que a Cristo se le llama nuevo Adán o segundo Adán y, por otra parte, aunque se excluya al primer hombre por haber decaído de la vida sobrenatural y permanecido tal hasta los 33 años de Cristo y a su Madre María se la llama Primogénita por palabra de la Sabiduría al haber sido concebida y haber nacido con plenitud de Gracia antes de Cristo su Hijo

No existe error ni contrasentido.

Adán es el primer hombre, mas no el primogénito, no habiendo sido engendrado por padre ni madre, sino creado directamente por Dios.

Jesús es el Unigénito del Padre del que es a la vez su Primogénito. El Verbo fue engendrado por el Pensamiento divino que no tuvo principio, como tampoco El lo tuvo. El es por tanto como Dios el Primogénito absoluto. Y también el Primogénito como Hombre, bien que nacido de María -llamada a su vez "Primogénita" por la sabiduría y por la Iglesia- porque, por la paternidad de su Padre Dios, es el verdadero Primogénito de los hijos de Dios, no por participación sino por generación directa: 'El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá, por lo que el Santo que de ti ha de nacer será llamado Hijo de Dios? (Lucas 1,35)

 

la Madre fuese cantada 'hija Primogénita del Altísimo'

 

Primogénito pues, por más que, con anterioridad a El, la Madre fuese cantada 'hija Primogénita del Altísimo' (Eclesiástico 24, 5) y la Sabiduría, de la que Ella es asiento, diga: 'El Señor me poseyó desde el principio, desde antes de que hiciese las cosas. Desde la eternidad fui fundada' (Proverbios 8, 22-23). Y aún más: 'Aquel que me creó reposó en mi tabernáculo' (Eclesiástico 24, 12). Primogénito porque, si santísima es la Madre y purísima por singular privilegio, infinitamente santo e infinitamente superior es el Hijo a la madre por ser Dios.

Ella, Hija primogénita por elección del Padre que la poseyó;  su Arca santa desde que su Pensamiento la ideó y estableció que por Ella viniese la Gracia a devolver la gracia a los hombres, y desde que, habiéndola creado llena de Gracia, reposó en Ella siempre: antes, durante y después de su Maternidad. Verdaderamente, al ser inmaculada, Ella estuvo llena de Gracia, y la Gracia encarnada e infinita tomó en Ella y de Ella carne y sangre de Hombre, formándose en su seno virginal con su sangre por obra exclusivamente de Ella y del Espíritu Santo.

El, Hijo Primogénito por generación eterna. En El vio el Padre todas las cosas futuras todavía no hechas, tanto las materiales como las espirituales, porque en su Verbo veía el Padre la creación y la redención, ambas llevadas a cabo por el Verbo y para el Verbo.

¡Misterio admirable de Dios! (La Santísima Trinidad).  El Inmenso se ama, no con un amor egoísta sino con un amor activo potentísimo, o mejor, infinito y, por sólo este acto que es perfectísimo, genera a su Verbo en un todo igual a El, Padre, a excepción de la distinción de Persona. Porque si Dios es Uno y Trino, o sea, una Unidad admirable, diremos así, de las tres caras, para hacer comprensible la explicación a los indoctos, es asimismo verdad de fe que cada una de las caras son bien distintas, esto es, que teológicamente, hay Un solo Dios y Tres Personas en un todo iguales en la Divinidad, Eternidad, Inmensidad y Omnipotencia, pero sin confundirse entre ellas, antes siendo completamente distintas y así Una no es la Otra y, con todo, no son tres dioses sino un solo Dios que por Sí únicamente dio el ser a cada una de las divinas Personas, engendrando al Hijo y, por esto mismo, dando origen a la procesión del Espíritu Santo.

 

con todo derecho, puede llamarse 'Primogénito'

 

El Poder lo ve y hace todo mediante la Sabiduría y la Caridad, que es el Espíritu Santo, llevando así a cabo sus obras más grandiosas, como son la Generación y Encarnación del Verbo, la creación y deificación del hombre, la preservación de María de la Mancha original, su divina Maternidad y la Redención de la Humanidad decaída. Todo lo ve y lo hace por medio de la Sabiduría, o sea por medio de Aquel que existe con anterioridad a todas las cosas hechas y que, con todo derecho, puede llamarse 'Primogénito'.

Cuando la Creación, que existe desde hace milenios y desarrolla su vida con las particulares formas y naturalezas que Dios quiso fijar para ella, aún no existía, El, la Palabra del Padre, era ya y, por su medio, todas las cosas que no eran y que, por tanto, al carecer de vida, se hallaban como muertas, fueron hechas y de este modo tuvieron "vida". La Palabra divina las trajo al ser del caos en el que desordenadamente e inútilmente se agitaban todos los elementos. La Palabra divina ordenó todas las cosas y todas ellas vinieron a ser útiles y vitales, llegando al ser la Creación visible y sensible regida por leyes de perfecta sabiduría y un fin de amor.

Porque nada se hizo sin un fin de amor y una ley de sabiduría. Desde las gotas de agua recogidas en las cuencas hasta las moléculas agrupadas para formar los astros que proporcionan luz y calor; desde las vidas vegetales preordinadas a nutrir a los animales y éstos a servir y satisfacer al hombre, obra maestra de la creación, que por su perfección animal y racional y, más que nada, por la parte inmortal encerrada en él, soplo del mismo Eterno y predestinado a tornar a su Origen para satisfacer a Dios y ser para El motivo de júbilo -porque Dios se alegra a la vista de sus hijos- todo fue hecho por amor. Un amor que, de haber sido siempre fielmente comprendido, no habría dado lugar a que la muerte y el dolor hubiesen hecho dudar al hombre del amor de Dios hacia él.

La muerte. Entre las muchas cosas que hizo Dios, ésta no fue hecha por El. Como tampoco hizo el dolor ni el pecado, causa de la muerte y del dolor. El Adversario fue el que los introdujo en la admirable Creación. Y por el hombre, perfección de la Creación, que se dejó corromper por el Enemigo y por el Odio, vino primero la muerte de la Gracia y después de la carne; y, a seguido, vinieron todos los dolores y fatigas consiguientes a la muerte de la Gracia en Adán, en su compañera y en todos los descendientes de los dos progenitores.

 

¿Cómo se puede decir que Jesús es

"el Primogénito de entre los muertos",

 si nació de mujer descendiente de Adán?

 

¿Cómo se puede decir que Jesús es "el Primogénito de entre los muertos", si nació de mujer descendiente de Adán? Y, a mayor abundamiento, si bien la Madre lo engendró por obra de fecundación divina, ¿no es a su vez claro que Esta nació de dos que, desde Adán, afecta a todos los hombres, mancha que priva de la Vida sobrenatural? Estas son las objeciones de muchos.

Doblemente "primogénito" es Cristo desde su nacimiento, porque nació cual ningún otro hombre lo hizo, dado que, cuando le nació a Adán su primogénito, Adán ya no podía engendrar hijos sobrenaturalmente vivos. Concebidos éstos cuando los progenitores estaban ya corrompidos y sumidos en la triple concupiscencia, nacieron muertos a la vida sobrenatural. Y todos los padres y madres, a partir de Adán y Eva, así procrearon.

También Joaquín y Ana, aunque justísimos ambos, así habrían procreado, bien porque se hallaban lesionados por la culpa hereditaria o porque la concepción de María se produjo de un modo sencillamente humano y común. Lo único extraordinario en el nacimiento de María, la predestinada a ser Madre de Dios, fue la infusión, por singular privilegio divino concedido en atención a la futura misión de la Virgen, de un alma preservada de la Mancha original, única alma de entre las de todos los nacidos de hombre y de mujer que habría de ser inmaculada.

Por el contrario, Cristo, nacido de María, es primogénito de un seno inviolado espiritualmente, dado que María, fiel a la Gracia, supo serlo cual ninguna otra mujer a partir de Eva, no habiendo conocido, no digo la más pequeña culpa venial, pero ni siquiera le alcanzó la más leve tempestad que turbara su estado de perfecta inocencia y su equilibrio perfecto por el que su entendimiento se hizo siempre dueño de la parte inferior y el alma de su entendimiento, como acaeció en Adán y Eva hasta que se dejaron seducir por el Tentador; y es  primogénito de un seno inviolado materialmente porque, siendo Dios el que la hizo Madre como también el que nació de Ella, se hallaba por tanto dotado del don propio de los espíritus de entrar y salir sin abrir puerta ni remover piedra alguna y así Dios entró en Ella para tomar naturaleza humana y salió de Ella para iniciar su misión de Salvador sin lesionar órganos ni fibras.

Primogénito y único que nació así de la Llena de Gracia, el Viviente por excelencia, Aquel que habría de devolver la Vida a todos los muertos a la Gracia. Nació, no del hambre de dos carnes sino del modo que habrían llegado a la vida los hijos de los hombres de haberse mantenido vivos en la Gracia. Nada de apetito de los sentidos sino amor santo hacia Dios al que consagrar los nacidos en Gracia y amor desprovisto de malicia hacia la compañera es lo que debía de regular el crecer y multiplicarse ordenado por Dios; tan sólo el amor no corrompido por la animalidad.

 

Habiendo sido infringido este orden,

Dios, para volver a crear al nuevo Adán,

hubo de formarlo de Mujer inmaculada

 

Habiendo sido infringido este orden, Dios, para volver a crear al nuevo Adán, hubo de formarlo de Mujer inmaculada, no ya con el fango que, subido en soberbia, quiso ser semejante a Dios, sino con los elementos indispensables para formar un nuevo hombre suministrados únicamente por la Purísima y Humildísima, tan humilde que, sólo por esto habría merecido ya llegar a ser Madre de Dios.

Y el Primogénito de entre los muertos vino a la luz para llevar ésta a los que yacían en las tinieblas, la Vida a los muertos a la Gracia, sea que se encontrasen aún sobre la Tierra o recogidos ya en los infiernos a la espera de la Redención que les abriese las puertas del Cielo. Y fue asimismo Primogénito de aquellos que deben igualmente tornar vivos con su carne al Cielo. Para El, nacido de Mujer inmaculada y fiel a la Gracia recibida, es plenamente cierto; mas, respecto de María que no hizo de la Gracia un tesoro inerte antes usó siempre activamente de ella con un constante aumento de la misma por su perfecta correspondencia a todos los movimientos e inspiraciones divinas, aun sólo por esto, no habríale sido de aplicación la condena de :'Tornarás a ser polvo' común a todos los culpables de Adán y por causa de Adán y de su compañera.

 

Tampoco la Madre de Dios tornó al polvo

habiendo quedado Ella también exenta de la común condena

 

Tampoco la Madre de Dios tornó al polvo habiendo quedado Ella también exenta de la común condena al estar sin mácula y porque no era conveniente que la carne que había sido arca y terreno que contuvo al Verbo y suministró al Germen divino todos los elementos necesarios para hacer de El el Hombre-Dios, llegara a convertirse en podredumbre y polvo. Mas la Madre pasó de la Tierra al Cielo muchos años después que el Hijo, por lo que únicamente Jesús es y continúa siendo el Primogénito de los que resucitan de la muerte con su carne, puesto que El, tras la suprema humillación y total inmolación, por su completa obediencia a los quereres del Padre, recibió la suprema glorificación mediante su resurrección innegable. Porque muchos, y no todos sus amigos, vieron su Cuerpo glorificado y, más aún, le vieron ascender tras el obsequio de los Ángeles que quedaron después para dar testimonio de estas dos verdades: '¿A qué buscar entre los muertos al Viviente? Ya no está aquí. Ha resucitado" (Lucas 24, 5-6 y asimismo Mateo y Marcos). Resucitado, se transfiguró con tal belleza que María de Magdala no le reconoció hasta que El se dio a conocer. Y también: '¿Por qué estáis mirando al Cielo?' Ese Jesús que os ha sido arrebatado ha ascendido al Cielo, y como ha ascendido, así tornará' (Hechos 1,11).

Del mismo modo, la Palabra de Vida, los ángeles que no pueden mentir, la Madre cuya perfección en todo era inferior únicamente a la de Dios, su Padre, su Hijo y su Esposo; los Apóstoles que le vieron ascender; Esteban, el primer mártir; y después de él, muchos otros, confirmaron que Jesús es el Primogénito de entre los muertos por haber sido el primero que, como Hombre, entró con su carne en el Cielo. Día natal se llama aquel en que un justo sube con su espíritu liberado de la carne a formar parte del pueblo de los espíritus bienaventurados. Jesús, en su día natal de Hombre santísimo, al ser el Inocente perfecto, se posesionó de su morada con todas sus cualidades de Hombre-Dios: carne, sangre, alma y divinidad.

 

Mas se da una segunda muerte:

la del espíritu privado de la Gracia

 

Mas se da una segunda muerte: la del espíritu privado de la Gracia. Gran número de justos aguardaban desde hacia siglos y milenios a que la Redención, purificándoles de la Culpa, les permitiera entrar a formar parte del Reino de Dios en el que tan sólo entra el que tiene en sí la Vida sobrenatural. Y todavía un número mayor de hombres venidos después de Cristo aguardan a entrar cuando se haya completado la purificación de sus culpas graves o cuando la Justicia perfectísima abra los Cielos a todos aquellos que vivieron y obraron con caridad y justicia, según la ley de su conciencia, para servir y honrar de este modo al Ente cuya existencia presentían, formando así parte del alma de la Iglesia.

Es impensable que Dios, Caridad perfecta, que creó todas las almas predestinándolas a la Gracia, vaya a excluir de su Reino a aquellos que, no por propia causa, dejaron de recibir el Bautismo. ¿Qué culpa cometieron? ¿Quisieron espontáneamente nacer en lugares no católicos?¿Son responsables los recién nacidos, muertos al nacer, de no haber sido bautizados? ¿Puede Dios ensañarse con todos estos que son 'iglesia', en el sentido estricto de la palabra, sino que lo son por haber recibido el alma de Dios y haber muerto inocentes por morir al nacer o haber vivido como justos por su natural tendencia a practicar el bien para honrar así al Bien supremo que todo en ellos y en torno a ellos testimoniaba su existencia? No. Y es cosa que así lo prueba el juicio inexorable y severísimo que Dios dicta contra aquellos que suprimen una vida, siquiera sea embrional o recién llegada a la luz, impidiéndoles recibir el Sacramento que borra la Culpa original. Y ¿por qué este rigor sino porque durante siglos y milenios las almas de esos inocentes han de estar separadas de Dios en un estado que si no es de pena tampoco es de gozo? ¿Puede pensarse que el Bonísimo, que predestinó a todos los hombres a la Gracia, haya de defraudar de la misma a quienes, sin espontánea elección suya, no son católicos?

'Muchas son en el Cielo las moradas de mi Padre' dijo Cristo. Cuando ya no exista este mundo sino que habrá un mundo nuevo, un nuevo cielo, los nuevos tabernáculos de la Jerusalén eterna y toda la creación natural haya recibido su glorificación con la exaltación de los Resucitados que fueron justos y la posesión del Reino eterno de Dios, aquellos que estuvieron unidos tan sólo al alma de la Iglesia tendrán asimismo su morada en el Cielo, ya que únicamente el Cielo y el Infierno seguirán eternos y no cabe pensar que la Caridad condene al suplicio eterno a criaturas que no lo merecen.

 

Jesucristo, una vez que entregó su espíritu en las manos del Padre,

 entró lo primero con su Espíritu santísimo

en el Reino de la Vida en el puesto de Adán

 

Jesucristo, una vez que entregó su espíritu en las manos del Padre, entró lo primero con su Espíritu santísimo en el Reino de la Vida en el puesto de Adán que debería haber sido el primer hombre que entrara a formar parte del pueblo celeste y que, por su prevaricación, hubo de esperar milenios a entrar con su espíritu y habrá de esperar muchos más milenios hasta entrar con la carne unida al espíritu. Jesús, no. En el instante mismo en que "con un gran grito" entregó el espíritu, su alma justísima que por la infinita caridad de su naturaleza de Dios-Hombre habíase cargado con todas las culpas pasadas, presentes y futuras de la Humanidad si bien no con la Culpa que priva de la Gracia que es vida del espíritu y habíase cargado con ellas para consumarlas todas mediante su completa inmolación, fue, al igual de toda alma humana, juzgada por el Padre, el cual, lo mismo que antes de la consumación del Sacrificio "trató a Aquel que no conoció el pecado como si fuese el mismo Pecado" (Pablo, 2ª, Corintios, 5,21) así, una vez que todo quedó cumplido, "lo exaltó y le dio un nombre que está sobre todo otro nombre y tal que, al Nombre de Jesús, se ha de doblar toda rodilla en el Cielo, en la Tierra y en el infierno y toda lengua confesar que el Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre" (Pablo a los Filipenses 2, 9-11). Y, una vez que su alma de Hombre fue juzgada, alma que alcanzó la perfección, al momento se gozó en el Señor y descansó en El hasta que, unida al Cuerpo, hizo del Viviente, al que dieran la muerte, el glorioso Resucitado, el primer glorioso Resucitado, incluso con la carne, el primer Hombre nacido para el Cielo en cuerpo y alma, primicia de los resucitados, promesa de resurrección para los justos y prenda de la posesión del Reino del que El es el rey y heredero primogénito.

Es siempre al primogénito al que se entrega la herencia del Padre, la herencia que El estableció para sus hijos. Y para que todos los hermanos de Cristo tuviesen parte en esta herencia eterna, santa y real, El se la lega mediante un santo testamento escrito con su propia sangre; y para que los hombres tomen la parte que les corresponde en el Reino que el Padre le dio y El aceptó para dárselo a los hombres sus hermanos, se dejó matar, ya que tan sólo la muerte del testador confiere valor al testamento (Pablo, Hebreos 9, 16-17).

Jesús, el Primogénito de las múltiples primogenituras, tomó así posesión en primer término del Reino en el que es Rey de reyes y Señor del siglo eterno conforme al Querer del Padre, de Aquel que es el Omnipotente, el Alfa y Omega, el Principio y el Fin, el Poder, la Sabiduría y la Caridad; de Aquel que sabe todo lo que hace y que todo lo que hace lo hace con perfección y con un fin bueno y que por esto engendró a su Verbo y, llegado el tiempo, le dotó de una carne para que fuese inmolado. Y después, tras haberlo resucitado y exaltado, puso en sus manos traspasadas todo poder de juicio a fin de que cuantos le vean, lo mismo quienes materialmente le crucificaron que los que lo hicieron ofendiéndole con sus pecados, se batan el pecho una y otra vez, tanto en el juicio particular como en la aparición final de Cristo Juez. Porque así se halla establecido y así será.

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A. M. D. G.