EL APOCALIPSIS

CAPÍTULO 1º

VERSÍCULO 17

 

 

"YO SOY EL PRIMERO Y EL ÚLTIMO"

 

 


 

Jesús, en su Cuerpo glorificado, de una belleza inconcebible, es y no es distinto de como era en la Tierra

   Desaparecerán todas las imperfecciones, he dicho

   YO SOY EL PRIMERO Y EL ÚLTIMO

   el primer flamear de la Caridad engendró al Verbo y produjo la procesión del Espíritu Santo

   Conoceremos a Dios, a este Dios que existe desde siempre.

   Primero en el ser y Primero en el amaestrar

 


 

Jesús, en su Cuerpo glorificado, de una belleza inconcebible,

es y no es distinto de como era en la Tierra

 

Jesús, en su Cuerpo glorificado, de una belleza inconcebible, es y no es distinto de como era en la Tierra. Es distinto en cuanto que todo cuerpo glorificado asume una majestad y una perfección que mortal alguno, por bello, majestuoso y perfecto que sea, puede poseer; mas no es distinto por cuanto la glorificación de la carne no altera los rasgos de la persona. De aquí que, en la resurrección de los cuerpos, aquel que fue alto será alto, el que fue delgado será delgado, el que fue robusto será robusto, el que rubio, rubio, el que moreno, moreno y así de lo demás. Con todo, desaparecerán las imperfecciones porque en el Reino de Dios es todo Belleza, Pureza, Salud y Vida del modo que se estableció que así fuese en el Paraíso terrenal de no haber el hombre introducido en él con el pecado la muerte y toda suerte de dolores, desde las enfermedades a los odios entre los hombres unos contra otros.

El Paraíso terrenal era la figura de lo que será el Paraíso del Cielo habitado por los cuerpos glorificados. Los aspectos naturales del Paraíso terrenal aparecerán asimismo en el del Cielo, es decir, en el Reino eterno, si bien en forma sobrenaturalizada. Así el sol, la luna, las estrellas que eran luces de variada potencia creadas por Dios para iluminar la morada de Adán, serán sustituidas por el Sol Eterno (Apocalipsis 21, 23), por  la luna vaguísima y purísima, por las innumerables estrellas, esto es, por Dios, Luz que, con su luz viste a María (Apocalipsis 12,1) a la que sirve de escabel la luna y de corona la estrellas más hermosas del Cielo; por los santos que son las estrellas del nuevo cielo, el esplendor de Dios comunicado a los Justos (Mateo 13, 43). Y el río que regaba el Paraíso terrenal que, al simbolizar el medio por el que la humanidad habría de ser regada por aguas que la purificasen de los pecados haciéndola fértil para el nacimiento y desarrollo de las virtudes y digna de agradar a su Creador, tenía cuatro brazos como la Cruz de la que fluyó el río de la Sangre divina para lavar, fertilizar y hacer agradable a Dios la humanidad decaída, será sustituido por el río de agua viva que brota del Tronco de Dios y del Cordero y discurre por la ciudad de Dios (Apocalipsis 22, 1). Y el árbol de la vida, símbolo asimismo del Árbol que habría de devolver la verdadera Vida a quienes habíanla perdido: la Cruz de la que pendió el Fruto Santísimo que proporciona la Vida y de la que nos vino la Medicina para todas las enfermedades del yo que pueden ocasionar la muerte verdadera, será sustituido por los árboles "de ambas márgenes del río", de los que se habla en el Apocalipsis capítulo 22, versículo 2º.

 

Desaparecerán todas las imperfecciones, he dicho

 

Desaparecerán todas las imperfecciones, he dicho. Los habitantes de la Jerusalén celestial, una vez alcanzada la perfección sin posibilidad de caídas porque en la Ciudad de Dios, al tiempo que no pueden penetrar en ella los pecadores todavía impuros, tampoco puede penetrar nada que sea capaz de producir impureza, abominación o engaño se verán sin imperfección alguna. El gran Seductor, al que le fue posible penetrar en el paraíso sensible, no podrá insinuarse en el Paraíso celestial. Lucifer, que ya fue precipitado del Cielo a los infiernos por su rebeldía (Isaías 14, 12-15), será sepultado y reducido a la "nada" hasta el fin de los tiempos antes de que sobrevengan el nuevo cielo y la nueva tierra para que ya no pueda obrar, dañar ni causar dolor a cuantos a la sazón hayan superado toda prueba y purificación y vivan en el Señor.

Así pues, no habrá imperfección del espíritu ni de la mente que logra subsistir, y hasta las imperfecciones físicas, que constituyeron cruz y tormento, merecidas si fueron consecuencia de una vida inmunda e inmerecidas si fueron herencia de los padres o causadas tal vez por la ferocidad de los hombres, desaparecerán. Los cuerpos glorificados de los hijos de Dios serán cual habrían sido si el hombre hubiera permanecido íntegro en todo cual Dios habíale creado: perfecto en las tres parte que le integran, con esa perfección con la que Dios le formó.

Jesús, el Hombre-Dios, perfectísimo por ser el Dios encarnado, íntegro por ser inocente y santo, sin lesión que suponga menoscabo ni vergüenza en ninguna de sus partes ya que sus 5 heridas son perlas de gloria que no marca infamante, luminoso al ser "luz" como Dios y "Gloriosísimo" como Hombre Santísimo hasta el punto de parecer blanco en sus carnes, vestidos y cabellos, como acaeció en el Tabor, con vestidura talar por ser "Sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec" (Salmo 109, 4), o sea, mediante ordenación directamente divina, hecho tal por el Padre, con ceñidor de oro por ser Pontífice eterno, aparecerá ante todos cual era como Hombre, para que todos le reconozcan, y cual es como Gloriosísimo por haber, al obedecer al Amor, gustado la muerte para dar a todos la Vida, y los bienaventurados se regocijarán al verle.

 

"YO SOY EL PRIMERO Y EL ÚLTIMO"

 

Como Dios no tiene principio y tampoco el Verbo de Dios lo tuvo. Con todo, hay un misterioso principio que es aquel que el inspirado Juan indica al comienzo de su Evangelio de la Luz: "En el principio era el Verbo". Este principio sin principio, sin una época que sirva de referencia, puesto que para el Eterno no hay límite de tiempo sino abismo sin fin de eternidad, ¿cuál fue?.Es uno de los misterio que el mismo Verbo esclarecerá a las almas cuando estén en el Reino, ya que todo les será aclarado y hecho cognoscible por medio del Verbo allá en su Reino eterno.

Mas para los hombres, a quienes la carne y el exilio háceles imposible la penetración de los misterios y difícil el comprenderlos hasta en la medida de lo que es comprensible a los que viven en la Tierra, hay que decirles que este principio sin principio existe desde que existe Dios que, al ser, engendra y ama lo que engendra, o sea, desde siempre, porque el primer engendrado de su seno fecundo por su ardentísimo y perfectísimo amor es su Verbo, eterno como El.

 

el primer flamear de la Caridad engendró al Verbo

y produjo la procesión del Espíritu Santo

 

A los más tardos de inteligencia se les podría decir que el primer flamear de la Caridad engendró al Verbo y produjo la procesión del Espíritu Santo. Mas puesto que para quien es Eterno no se da un primer flamear de la Caridad, es mejor decir que la perfecta Unidad y Trinidad de Dios no tuvo principio en el sentido que los humanos quieren dar a esta palabra y que el misterio, al ser misterio, nos será desvelado únicamente cuando seamos una sola cosa con Dios, como Cristo lo pidió y obtuvo para nosotros.

En primer lugar, es inútil querer penetrar y conocer la verdad de este misterio. El místico más ardiente, el más profundo contemplativo, el adorador más sincero, por más que, hasta casi desprenderse de sus exigencias humanas, se sumerjan, se abismen, ardan, suban y se lancen hacia el Abismo de sublimidad que es la Divinidad para conocer a fin de amar cada vez mejor e implorar del Objeto de su único amor la verdad, la revelación de este misterio y así podérselo explicar a tantos que, al conocerlo, querrían ser atraídos hacia el Amor por más que, mientras se encuentren revestidos de carne mortal, no pueden tener el conocimiento pleno del misterio.

Es preciso creer por fe, por pura fe. Creer sin limitaciones de pesquisas humanas. Acoger la verdad que se nos propone sin pretender explicárnosla. Creer firme, simple y totalmente. Cuanto más se cree así, más sutil se hace el velo del misterio, llegando hasta el punto de tener a ratos la sensación espiritual de que se haya rasgado por un momento, confirmando al espíritu en las esperanzas sobrenaturales de la posesión de Dios y produciendo un más ardiente llamear de caridad que, uniéndonos mucho más a Dios, favorece una nueva rapidísima revelación del sublime Misterio. Momentos anticipados y relativos del Conocimiento que vendrá a constituir nuestra eterna bienaventuranza. Entonces conoceremos cuanto aquí, más o menos relativamente y en proporción a nuestra vida de identificación con Cristo, Sabiduría, Verdad, Conocimiento del Padre y a nuestra unión con la Divinidad, logramos apenas entrever en su Verdad.

 

Conoceremos a Dios, a este Dios que existe desde siempre.

 

Conoceremos a Dios, a este Dios que existe desde siempre. Y conoceremos al Verbo, a este Verbo que de siempre existe y que ciertamente fue engendrado por el Padre sin que por eso hubiese habido un momento inicial de generación. Este Verbo consustancial al Padre en el Cielo, y durante su tiempo de Hombre en la Tierra. Este Verbo, una sola cosa con el Padre y, sin embargo, perfectamente distinto del Padre sino que es una Persona perfecta y ésta, Persona divina, no anulada o ausente cuando el Verbo tomó persona humana sino unida a ésta aun permaneciendo distintas en Cristo, como distintas son igualmente en la admirable Unidad Trina, testimonio verídico de cómo en el hombre, hecho por la Gracia hijo de Dios o criatura divinizada, puede haber unión con Dios. Unión perfectísima y única en el Verbo hecho Hombre que asumió, continuando siendo Dios, carne mortal; y unión relativa, pero no menos verdadera en el hombre que es elevado de criatura natural y racional a criatura divinizada por su participación en la vida sobrenatural.

Ahora bien, por todo cuanto hasta aquí queda dicho, Jesucristo, que vendrá en el tiempo y modo precisos por ser Eterno, es con toda justicia llamado "el Primero y el Último".

 

Primero en el ser y Primero en el amaestrar

 

Primero en el ser y Primero en el amaestrar. En primer lugar a través de su Palabra de Sabiduría que habló a los patriarcas y a los profetas por vías sobrenaturales y después como Maestro a las turbas de Palestina y, a partir de ahí, nuevamente por vías sobrenaturales a sus siervos e instrumentos que viven en la tierra.

Y Último en el amaestrar porque, en el Cielo a los espíritus bienaventurados y después a los resucitados, será el Verbo y por el Verbo, por Jesús, cómo los ciudadanos del Cielo tendrán su último, perfecto y completo amaestramiento por el que conocerán todas las verdades hasta entonces incomprensibles por ser "misterios de fe" sobre los que inútilmente se cansaron en descifrar los doctores, contemplativos y místicos

Maestro eterno. Maestro primero y último. Maestro que aún continuará siéndolo cuando todas las escuelas de doctores hayan dejado de existir. Maestro que colmará todas las lagunas que se dieron durante milenios y siglos acerca del conocimiento de Dios; que iluminará la profundidad del misterio que siempre continuó oscuro para los entendimientos humanos y anulará los errores de todas las escuelas humanas. Y como por su primer "hágase", pronunciado cual Maestro que sabe perfectamente cómo se han de hacer todas las cosas para que resulten buenas y así vino a la existencia la Creación sensible, así también mediante su último "hágase" se pondrá fin a cuanto se corrompe y será tenida por "cosa buena" la que no lo es; y tendrá su inicio el nuevo mundo  y se establecerán todas las cosas de un modo nuevo e inmutable de acuerdo con su Querer de Maestro Perfectísimo y de Juez supremo al que el Padre confió todo el poder del Reino de Dios en los Cielos, del Reino de Dios en los corazones, del Juicio sobre todas las criaturas angélicas, racionales e inferiores a fin de que todos, en el Cielo, sobre la Tierra y en los infiernos adoren, conozcan y sientan que El es el que es: Rey de reyes, Señor de los señores, el Alfa y el Omega, el Omnipotente.

525-530

A. M. D. G.