EL APOCALIPSIS
CAPÍTULO 2º
PARTE 1ª
ES UN LIBRO DE REVELACIÓN Y UN LIBRO PROFÉTICO
El Apocalipsis es ciertamente un libro de revelación. Y un libro profético
El hombre, a lo largo de los siglos, ha llevado a cabo multitud de inventos y descubrimientos
Judas es el prototipo de cuantos se sienten seducidos por prodigios materiales
Todo lo vio a través de la primera visión.
El Apocalipsis es ciertamente un libro de revelación.
Y un libro profético
El Apocalipsis es ciertamente un libro de revelación. Y si bien él pone fin a la gran Revelación, es, a su vez, un libro profético.
Revelación y profecía proceden ambas de Dios, ya que Dios tan sólo las inspira y únicamente Dios las puede inspirar porque, al ser la Verdad, El exclusivamente la conoce, como igualmente conoce los acontecimientos futuros por ser el Eterno, el Omnisciente y Omnipotente.
La profecía es como una proyección de los hechos futuros, vistos tan sólo por Dios y alumbrados por El a los que viven envueltos en las nieblas de su temporal presente. Para hacerles entender a los grandes analfabetos de la religión -y son tantos, tantos, aun entre quienes cifran su catolicismo en recibir los Sacramentes, en cumplir con el precepto festivo, tomar parte en las procesiones y acudir, sí, también esto, a las predicaciones, mientras no saben responder, si se les pregunta a muchísimas cosas, al significado de algunas palabras y una de ellas es la palabra "profecía y profetas"; y la otra es la de "apóstol" y otras más; y confunden, porque lo ignoran, qué es cosa buena y cosa de luz con lo que no es cosa buena o carente de luz- para hacer entender a estos analfabetos de la religión qué cosa es la revelación y qué la profecía y otras cosas más, para explicar la Unidad y Trinidad de Dios se ha recurrido al ejemplo de las tres caras de un poliedro, otro tanto se puede recurrir ahora al ejemplo, y tal vez con él lo entiendan, de una proyección de hechos que ciertamente han de suceder pero que aún no son, hechos que tan sólo una Mente los sabe, una Pupila los ve y una Palabra los puede explicar.
El hombre, a lo largo de los siglos,
ha llevado a cabo multitud de inventos y descubrimientos
El hombre, a lo largo de los siglos, ha llevado a cabo multitud de inventos y descubrimientos, unos buenos, otros malos y otros más que habrían podido ser buenos de haber servido para la formación, instrucción y hasta elevación humanas, pero que, por el contrario, no han resultado buenos por haber servido para excitar los bajos apetitos de la parte inferior, corromper el entendimiento y, en definitiva, dañar el alma. Una de estas cosas que habría podido ser buenas pero que no lo han sido por haber servido para ilustrar el vicio, el delito y el pecado: es la cinematografía, y otra, la imprenta. Mas para aclarar nuestra idea nos sirve la primera.
La cinematografía, con sus filmes, puede ilustrar hechos y personajes del pasado más o menos históricamente bien, dado que el hombre raramente hace las cosas bien y más raramente las hace conforme a la verdad de las cosas. Mas, de cualquier manera, por medio de este invento, es posible mostrar a los vivientes personas, acontecimientos, usos y costumbres de siglos y aún de milenios pasados. El film va desarrollándose y el hombre lo contempla.
Dios toma a un hombre –profeta o inspirado por El, mas ciertamente por El elegido para ese fin– y a los ojos y oídos espirituales del mismo ilumina o dice acontecimientos pasados de los que, bien por el paso de los siglos, por alteración involuntaria fácil de producirse en la revelación verbal o por alteración voluntaria motivada por cismas religiosos, herejías e investigaciones científicas desprovistas de sabiduría religiosa, se altera la verdad. Con todo, ilumina y revela hechos futuros que en su eterno presente tan sólo El conoce. Ellos ven y perciben cual si para ellos pasase un film sonoro. Y Dios les encarga que manifiesten cuanto les revela haciéndose para ello mano que escriba o boca que diga cuanto Dios se complace en revelar.
Este símil –por más que Jesús se sirva de ejemplos para hacer entender a sus seguidores las lecciones– hará comprender a muchos qué es la profecía y qué los profetas, qué un inspirado o vidente y cómo cuando ellos no digan cosas que pugnan con la Fe y la Gran Revelación, debe creérseles que manifiestan cuanto conviene saber para deambular por caminos seguros.
Habrá a quienes las profecías les parezcan cosas, no solo
incomprensibles por excesivamente oscuras, sino ya pasadas
Habrá a quienes las profecías les parezcan cosas, no solo incomprensibles por excesivamente oscuras, sino ya pasadas, al hablar de hechos ocurridos hace siglos. Sí, muchas de las cosas expresadas en ellas acaecieron y no se repetirán; mas otras muchas se repetirán como se han ido repitiendo cuantas veces la humanidad retornó a las condiciones en que se dio la profecía. Así, mientras no se ha de repetir la encarnación del Verbo, ni la fundación de la iglesia, dado que la Iglesia fundada por Jesús, su Pontífice y Cabeza eternos, no puede perecer por su promesa divina, no habiendo por tanto necesidad de fundar otra nueva, otro tanto es cierto que se repetirán, como ya se repitieron, los castigos permitidos por Dios consecuentes a la abominación introducida en el lugar sagrado y a las injusticias humanas. Como lo será igualmente por otras muchas cosas.
La humanidad, como tuvo ciclos alternos de justicia y de injusticia, de fe real y de fe únicamente externa –"la letra y no el espíritu de la fe"– o simplemente de falta de fe para las cinco décimas partes de la población mundial, tiene asimismo ciclos alternos de castigos y de perdones, padecidos unos y obtenidos otros, sin que ello le haga ser mejor. Y las profecías, al ser dadas por quien ve "el Tiempo" sin limitación en el mismo sirven en muchos casos de luz y de guía, de voz de verdad y de consejo de misericordia para todo tiempo.
El Apocalipsis, profecía del Apóstol de la Luz y de la Caridad, ilumina, y lo hace mediante la Caridad, los tiempos, todos los tiempos, hasta el último tiempo. Han pasado diecinueve siglos desde que Juan tuvo la revelación llamada "Apocalipsis", cuyo período de cumplimiento, tan sólo comparándolo con la eternidad, podía ser tenido por "cercano". Mas si el tiempo de espera, medido conforme al tiempo terrestre, ha sido y es largo, en lo que al estado de las siete iglesias se refiere, es ahora actual como lo fue entonces.
Juan, al ver las siete iglesias de entonces, las siete luces más o menos luminosas de entonces, no sólo vio aquellas, mas también las demás iglesias que habría de formarse a través de los siglos, como asimismo antevió lo que acaeció y lo que habría de acaecer en la Tierra, en el Cielo y en los infiernos.
Vio: las luces de santidad, las sombras de injusticia, el crecer de la humanidad, o mejor dicho, de la materialidad; el llamear de la caridad y de la sabiduría nutrida por ella elevándose al Cielo. Y el humear neblinoso de la ciencia privada de sabiduría que se arrastra por la tierra cuando el hombre trata de explicarse a sí mismo tantas otras cosas de la creación con su solo saber. El humear nauseabundo de las lujurias del yo, de todas las lujurias. El humear culpable de los egoísmos y de las ferocidades. Humo, humo, nada más que humo, humo nocivo que se expande por la tierra, que se insinúa, que contamina, que envenena y que mata. Que mata las cosas "mejores" en el sentido que Dios atribuye a esta palabra y que nosotros expresamos diciendo: las cosas más "bellas". Las tres y las cuatro virtudes, las relaciones sociales, las conciencias, las inteligencias, la paz familiar... Todas las cosas que el humo, que se produce en donde no hay llama de caridad, mata, envenena, contamina y penetra. La formación del nuevo mundo: el mundo de Jesús, su Reino. Y, asimismo, la formación de otro mundo en el nuevo: el del Anticristo, su reino.
Los triunfos del cristianismo.
Las derrotas del cristianismo.
La admirable unidad del Rebaño de Cristo.
La rebelde separación de partes de la Grey
Los triunfos del cristianismo. Las derrotas del cristianismo. La admirable unidad del Rebaño de Cristo. La rebelde separación de partes de la Grey. Todo lo vio Juan y tan viva era su visión que parecíale inmediato el cumplimiento de todo. ¡Pero no!, ya que había de pasar siglos y siglos antes de que tuviese cumplimiento lo que vio el vidente de Patmos. Mas todo se cumplirá como está dicho, como en parte y en tiempos diversos se ha ya cumplida aún sin haber llegado todavía a cumplirse las cosas nada buenas antevistas por Juan.
Cosa humana, cosa difícilmente perfecta y aún más difícilmente no repetida.
Su pertenencia al Pueblo de Dios no les impidió a los hebreos caer una y más veces en los mismos pecados. El ejemplo de Adán de los castigos divinos cuyos medios fueron: el diluvio, la dispersión de los pueblos tras la soberbia de Babel, la destrucción de Sodoma y Gomorra, la opresión de Egipto, no impidieron al pueblo de pecar. La misericordia de Dios que los libró de la opresión del Faraón y quiso darles una patria y una ley escogida, no indujo a los hombres a dejar de pecar en reconocimiento a Dios. Y pecaron durante el mismo viaje emprendido hacia la Tierra prometida al tiempo que Dios, cual verdadero Padre, les colmaba de sus dones.
El hombre nunca deja de ser hombre, tanto en la antigua como en la nueva religión, ambas divinas, ya forme parte de la antigua como de la nueva iglesia, "Vosotros me buscáis, no ya porque me habéis visto obrar milagros sino también porque habéis comido de esos panes y os habéis saciado" (Juan 6, 26). La humanidad siempre es así. Le atraen las cosas externas y prodigiosas, la novedad, el goce material, las esperanzas y promesas humanas que espera poder alcanzar, más que las cosas internas, sobrenaturales, ciertas que no son menos sino mucho más prodigiosas, gozosas, seguras y, sobre todo, mucho más duraderas al ser eternas.
Judas es el prototipo de cuantos se sienten seducidos
por prodigios materiales...
Judas es el prototipo de cuantos se sienten seducidos por prodigios materiales y esperanzas de honores humanos capaces de saciar la avidez intelectual o de los ojos. Prototipo perfecto e inconvertible.
Mas tampoco los demás apóstoles y discípulos fueron vírgenes de esta debilidad humana, en ellos incompleta, de la que se fueron despojando hasta casi desprenderse de ella, llegando a saber privarse de la misma vida para conseguir la Vida eterna. Y una vez confirmados en la Fe, en la Esperanza y en la Caridad, confirmados en la Gracia y en la Sabiduría, en la Piedad, Fortaleza, Santo Temor de Dios, en todos los dones del Paráclito, llegaron a ser otros tantos "maestros" y "fundadores", no de una nueva doctrina y de nuevas iglesias, porque una es la doctrina y una la Iglesia perfecta, sino "de la doctrina y de la Iglesia" entre nuevas gentes y nuevas regiones.
Han transcurridos 20 siglos, nuevos apóstoles han sucedido a los primeros, nuevas iglesias a aquellas otras iglesias en nuevas zonas de la Tierra. El trabajo apostólico no se ha interrumpido ni paralizado por más que, por culpa de los hombres, aun progresando, retrocede en amplitud de dominio y no sólo en esto. Continuación del trabajo, propagación del Evangelio, dilatación del Cuerpo Místico, son verdades innegables, consecuencias lógicas del hecho de que Jesús alimenta a su Iglesia, la guía, la estimula, y Jesús es eterno, poderoso y santo. Su Santidad desciende y circula por todo el Cuerpo, su poder transmite fuerzas misteriosas a sus siervos y su eternidad impide el que la Iglesia muera.
Mas por culpa y malquerer de los hombres, mientras progresa y se extiende desde hace 20 siglos por nuevas tierras, se detiene, retrocede y hasta muere en otras. ¿Pecado de estos tiempos únicamente? No, antes de todos más o menos total y profundamente, mientras se dieron desviaciones, detenciones, separaciones, e incluso "muertes" en los sarmientos que constituyen toda la mística vid que fueron de naturaleza diversa y que, según fueron pasando los siglos, más graves fueron las desviaciones y defecciones de los sarmientos de la Vid. Ahora es el tiempo de la Negación.
Mas Juan vio todas estas cosas. Las antevió. Las vio en las siete iglesias de entonces. Las antevió en las iglesias de ahora, de las que las siete iglesias de entonces fueron no sólo verdad sino figura. Antevió asimismo el actual horror: el de la Negación en tantos lugares y tantos espíritus. Y antevió por último el extremo horror: el tiempo del Anticristo.
Todo lo vio a través de la primera visión.
Todo lo vio a través de la primera visión. La última consecuencia es fruto de la primera que se repite por ciclos de edades cada vez en mayor proporción conforme va creciendo la Iglesia. Incluso esto es dolorosamente lógico que así ocurra. Porque Cristo es tanto más odiado y combatido por el Anticristo cuanto más se afirma y triunfa en los santos. ¿Que el Cuerpo místico vence en sus batallas? Pues el Anticristo aumenta su poder y asesta sus golpes más atroces. ¿Que Cristo quiere triunfar, como es justo que así sea?, pues bien, el Anticristo quiere igualmente triunfar y su violencia aumenta en la medida que Cristo triunfa para vencerle y abatirle. ¡Oh, no lo podrá! ya que Cristo es el Vencedor; pero le espera y lo intenta. Y, no pudiendo conseguir una victoria colectiva sobre todo el pueblo de Dios, se cobra sus victorias individuales o nacionales extraviando inteligencias, poseyendo espíritus y arrancando pueblos a la Iglesia.
530-535
A. M. D. G.