EL APOCALIPSIS

CAPÍTULO 2º

PARTE 2ª

 

 

LAS SIETE IGLESIAS

 

 


 

He aquí la labor del Adversario 

 La Iglesia fue fundada por la Caridad y caridad perfecta es lo que debiera darse siempre en ella.

   Si observamos las siete iglesias...

   Ser cristianos quiere decir formar parte del Cuerpo místico perteneciendo como católicos a la Iglesia de Roma y a Cristo con un vivir de acuerdo con lo que El enseñó y ordenó que se viviese 

  No se es católico verdadero ni cristiano de hecho ...

   Para volver a ser tales deben ser de nuevo injertadas a la verdadera Vid, a la única Vid verdadera ...

   haga la guerra a los santos y los venza

   María: la criatura hermana nuestra por su nacimiento humano...

   Jesús es Aquel que nos revela al Dios Padre. María es la que nos revela la suerte feliz de los hijos de Dios

   María lo mismo que Jesús, nunca en modo alguno pecó en cosa alguna 

  La Tierra seguirá a la bestia y hará morir a los santos que no adoran a la bestia de la Tierra

   Tan sólo los espíritus de luz son verídicos y guías solventes; pero nunca, lo repito: nunca por imposición humana, no precisando de elementos especiales para manifestarse

   ¡Ay de quien apaga esta luz! 

  qué iniquidad mayor que llegar a la deducción de que Dios, el Omnipotente, hubo de esperar a espontáneas evoluciones para crear su obra maestra que es el hombre

   Mas es delito mayor destruir la fe sencilla de los pequeños ... 

   ¡Oh, el delito más grande es destruir la fe y la confianza!

   ¿Es totalmente culpable de ello la ciencia?. No 

  La religión y la fe, la religión y la caridad hacen activamente bueno al investigador humano

   Por otra parte hay también tibieza en el servicio de Dios y orgullo de sí mismos. 

  El apostolado del sacerdote no ha de limitarse a la Misa diaria, a la Confesión, a la explicación evangélica y doctrinal en la iglesia, pues ha mucho más que hacer fuera de la iglesia.

    La Iglesia es "Madre"    El cristianismo es caridad

   El apostolado sacerdotal, si es cual Jesús lo quiso y lo quiere, suscita la gran fuerza del apostolado laico 

  Estaba escrito que Cristo habría de morir por la intervención de los Sacerdotes, Escribas y Fariseos 

  Mas es éste acaso pecado exclusivo de entonces No, sino que también ahora se da ese pecado 

  Cuántas veces habré de perdonar

  Ella puede tener fases momentáneas de decaimiento y debilidad...  

 Cuando son muchos los miembros que han llegado a ser hombre racional y no hombre divinizado, entonces la Iglesia experimenta un periodo de postración del que más tarde resurge...

   los elementos preparatorios.

   El amor propio, en cambio, es búsqueda de sí mismos

   Todo cuanto viene de Dios es medio de elevación, de transformación y de la más íntima unión con El.

   Gran cosa es la razón. Y cosa más grande aún es ser criatura espiritual

   ¿Se puede negar que la Creación es obra de Dios?

    No son los elementos de la ciencia los que abren las puertas del Reino de los Cielos...

   Siempre hubo en las cosas creadas perfectas por Dios una parte que no acertó a conservarse tal  

 "Ceñid vuestros costados y tened encendidas las lámparas en vuestras manos"

 


 

Las siete iglesias. Poco tiempo hacía que habían sido fundadas y precisamente por aquellos que habían sido mandados a fundarlas directamente por Dios: "Id a enseñar a todas las gentes" (Mateo 28, 19) después de que, como por divina promesa, recibieron el Espíritu Santo que "habría de recordarles todas las cosas y enseñarles toda verdad" (Juan 14, 26) de manera que la comprendiesen, o sea, capacitándoles para entender las cosas más altas y así, "revestidos con el poder de lo alto" (Lucas 24, 19) fuesen capaces de ser los fundadores de algo tan excelso como es el Reino de Dios entre los hombres. Y eso no obstante, la imperfección y aun más que imperfección, habíase incubado en muchos de ellos, porque el Adversario o Anticristo estaba ya espiritualmente en acto y trabajaba en corromper y destruir las fortalezas espirituales del Reino de Dios. Crear discordias entre los miembros, insinuar sutiles herejías, suscitar necias soberbias, aconsejar viles compromisos entre la conciencia y la ley de la carne; las restricciones mentales tan odiosas a Dios cuyo lenguaje es: "sí, sí; no, no" y tal quiere que lo sea también de sus hijos y sus fieles; enfriar la caridad, aumentar el amor a la existencia terrena, a las riquezas y honores materiales.

 

He aquí la labor del Adversario

 

He aquí la labor del Adversario, incansable en su tarea de intentar vencer a Dios y destruir cuanto El creó aprovechándose de todo lo que le puede ayudar, auxiliado por los mismos hombres, bien por propia imperfección o por reacciones injustas de los miembros más fuertes contra los más débiles.

Cuanto es conveniente decir ya está dicho. El faltar a la justicia y a la caridad que son como miel que atrae las almas a la mística colmena y las mantiene fieles, provoca reacciones en los miembros heridos: de dolor, escándalo y hasta de desconfianza y separación.

 

La Iglesia fue fundada por la Caridad y caridad perfecta

 es lo que debiera darse siempre en ella.

 

La Iglesia fue fundada por la Caridad y caridad perfecta es lo que debiera darse siempre en ella. La Iglesia se halla alimentada por la Caridad y caridad perfecta es lo que ella debiera suministrar a todos sus miembros, sobre todo a los más pequeños y débiles a fin de alimentarlos y mantenerlos vivos. La Iglesia recibió el mandato de enseñar la caridad. Mas ¡ay si la enseñanza se circunscribe a la letra en vez de practicarla en su espíritu!

Vivir en la caridad para hacer vivir a los corderos en la misma. Este es el deber de los pastores. Porque si los corderos ven que la caridad es dejada a un lado por los pastores y ¡ay del cordero que no presta un reverencial amor llevado hasta la renuncia de la libertad de juicio y de la libertad de acción en las cosas buenas que el mismo Dios dejó al hombre! (y hasta El deja completa libertad limitándose a decir lo que es bueno y lo que no lo es) al tiempo que los pastores les niegan esa caridad a los corderos, ¿qué sucede? Que por un corazón que no se abre a las infinitas necesidades de las almas hablo de los corazones pastorales las almas se vuelven en otra dirección yendo a llamar a otras puertas que se abren a las necesidades materiales dando pan, vestido, medicinas, consejos, ayudas para encontrar trabajo, para no ser echados de casa por el rico duro de corazón; pero que  arrancan la religión y la justicia de los corazones. Porque esto es lo que sucede y así, por un pan, vestido, un techo y una ayuda para restablecer la justicia a favor de un perseguido, un alma o más almas dejan el redil, los pastos, el camino de Dios y van a otros pastos y por otros caminos, materiales los primeros y anticristianos los segundos.

En el secular desarrollo de la mística Vid han llegado a producirse desgajes hasta de sarmientos principales. Muchas han sido las causas que los motivaron y no todas debidas a espontáneas rebeliones de los miembros sino más bien a rebeliones provocadas por un rigorismo sin caridad y sin justicia que obliga a los demás a llevar los pesos que ellos no soportan. Por esto conoció Israel guerras intestinas y cismas. Por esto el pueblo llano fue el que siguió a Cristo y por esto, aún hoy día, hay miembros que se separan o, cuando menos, quedan perplejos o sufren escándalo.

 

Si observamos las siete iglesias...

 

Si observamos las siete iglesias de  entonces tal como las vio Juan y las oyó juzgar por el Juez eterno, veremos en ellas ya en acción cuanto después, y en forma cada vez más amplia, sucedió y aparece en acción en las iglesias o religiones, "cristianas" de nombre aunque no cristiano-católicas. Las iglesias separadas.

Se han dado una constitución humana conservando de la verdadera  Iglesia únicamente lo que les apetecía conservar para ser tenidas por "cristianas". Mas ser cristianos no quiere decir tan sólo rogar a Cristo, predicarle de cualquier manera ni ser más rigoristas que los verdaderos católicos en ciertas cosas. Rogar a Dios, predicar a Dios y ser rígidos en el servicio formalístico de Dios, lo hacían también los sacerdotes, escribas y fariseos del tiempo en que Jesús estuvo entre los hombres. Eso, sin embargo, salvo raras excepciones, no les hizo "cristianos" sino más bien anticristianos.

 

Ser cristianos quiere decir formar parte del Cuerpo místico

 perteneciendo como católicos a la Iglesia de Roma y a Cristo

con un vivir de acuerdo con lo que El enseñó

y ordenó que se viviese

 

Ser cristianos quiere decir formar parte del Cuerpo místico perteneciendo como católicos a la Iglesia de Roma y a Cristo con un vivir de acuerdo con lo que El enseñó y ordenó que se viviese. De otra suerte no se es de verdad cristiano ni tampoco católico por el mero hecho de haber recibido el Bautismo y los demás sacramentos según el rito de la Iglesia de Roma. Como tampoco se es, aunque no se haya caído ni permanecido en culpa grave ni se haya llegado a renegar de la Fe, formando parte de sectas condenadas por la Iglesia o perteneciendo a partidos políticos ciertamente condenados por ser en justicia condenables; no se es verdadero católico ni cristiano de hecho cuando no se vive la vida cristiana ni se honra a Dios con culto interno vivo y continuo hasta en la intimidad de la casa, presente siempre hasta en las relaciones sociales que hemos de mantener de continuo con todos nuestros prójimos más o menos ligados a nosotros por lazos de sangre o relaciones sociales.

 

No se es católico verdadero ni cristiano de hecho ...

 

No se es católico verdadero ni cristiano de hecho cuando tan sólo se practica un culto externo y formal para ser alabados o un culto interno para no ser tildados de ridículos como santurrones o tener tal vez que sufrir un daño material. No se es católico verdadero ni cristiano práctico cuando no se procura cultivar lo más perfectamente las virtudes llevándolas hasta el heroísmo si fuera preciso; cuando no se pone en práctica lo que se llama "el coronamiento de la ley que es la caridad", de la que son otras tantas ramas las obras de misericordia; cuando no se tiene interés alguno en desprenderse de un hábito vicioso que es causa de pecado; cuando se peca contra el Espíritu Santo dudando de la Misericordia divina que perdona al que se arrepiente; presumiendo de poder salvarse por sí mismos despreciando o negando las verdades luminosas de la Fe, no sólo las primeras y principales sino todo cuanto se contiene en el Credo y se halla definido por dogmas antiguos y recientes, dando pábulo a la envidia contra los justos, permaneciendo obstinadamente pecadores e impenitentes; cuando se daña al prójimo en su vida o aunque sólo sea en su salud corporal o en el honor; cuando se conculca el orden natural realizando actos abominables que los propios animales no llevan a cabo con plena culpa por carecer de razón y de conciencia; oprimiendo a los pobres, practicando la usura con una ganancia ilícita; explotando más de lo debido al trabajador al que se le niega una justa recompensa.

Al vivir así, se hacen merecedores de los juicios severos de Jesús a los escribas, fariseos y mercaderes del Templo. ¡Que bien estaría que en el Evangelio que debiera ser el libro que diariamente leyesen todos los cristianos, frase por frase, meditando aquellas verdades que dan la Vida se leyesen, releyesen y meditasen muy frecuentemente aquellos puntos en los que Jesús expone dónde se encuentra la verdadera vida religiosa y dónde la apariencia o la ficción de la misma! Y examinarse a sí mismos parangonándose con el fariseo y el publicano, con el fariseo y la pecadora, con el levita y el buen samaritano, con los ricos que echaban del sobrante de sus riquezas en el gazofilacio y la viuda que echaba "todo lo que tenía para vivir" y ver a qué categoría pertenece cada cual. Y si ve que pertenece a la categoría de los que tan sólo tienen un culto exterior, arrepentirse cambiando a verdaderos discípulos del Maestro, a verdaderos hijos de Dios y hermanos de Cristo, o sea, cristianos de nombre y de hecho.

 

Para volver a ser tales deben ser de nuevo injertadas

a la verdadera Vid, a la única Vid verdadera ...

 

Porque, de otra suerte, tendrán el nombre de cristianos, pero sin ser sarmientos alimentados por El. Serán sarmientos desgajados que, si bien no están secos del todo porque una tendencia natural al Bien les hace obrar como justos, son no obstante ramas que, soberbiamente, se han vuelto a plantar a sí mismas, haciéndose con ello plantas independientes que dan agraces en lugar de uva buena. Para volver a ser tales deben ser de nuevo injertadas a la verdadera Vid, a la única Vid verdadera que hace que los sarmientos den frutos copiosos y santos.

Esto es de aplicación, tanto para cada uno de los sarmientos individuales como para los que, conjuntamente, forman una vid aparte, esto es iglesias separadas, las cuales, por estar separadas y haberse dado una constitución suya propia, ideada por su fundador –un hombre y no un Hombre-Dios– no pueden disponer de esa totalidad de vida espiritual que tan sólo el pertenecer al Cuerpo místico mantiene y que preserva de separaciones cada vez mayores, no solo del Cuerpo en sí, mas también de la Verdad y de la Luz que hacen seguro el camino que de la Iglesia terrena conduce a la celestial.

Y que el hecho de no pertenecer al Cuerpo místico produzca decaimiento hasta en la justicia, se ve hoy más claro que nunca. La separación se hace más profunda porque algunas iglesias separadas no sólo se limitan a no tributar obsequio y obediencia al Supremo Pastor; no sólo s permiten elevar sus protestas cuando el Pontífice habla iluminado por Dios definiendo nuevas verdades; asegurando  querer servir a Cristo, no sólo le arrebatan o tratan de arrebatarle las criaturas que le pertenecen, que son de su Redil y que ellos, los separados, pretenden llevárselas para ellos a otros pastos en donde no todo y, en particular, la parte principal no es buena, sino que, lo que ya es monstruoso, se ponen a celebrar a la Bestia y al Anticristo aprobando sus ideologías.

 

"haga la guerra a los santos y los venza"

 

Mas también eso está dicho: "Y toda la tierra seguía maravillada a la bestia" (Apocalipsis 13, 3), por más que esté claro cómo ella, por obedecer al dragón que le otorga todo poder, "haga la guerra a los santos y los venza (materialmente)" (Apocalipsis 13, 7). Guerra a los santos, es decir, a cuantos permanecen fieles, amando a la Mujer que fue tabernáculo de Dios y su Alabanza sempiterna, Imagen y semejanza perfectas de dios; pero no cual lo somos nosotros desde que la funesta herencia de Adán desfiguró y debilitó en nosotros la semejanza divina; ni como eran Adán y Eva incluso antes de la culpa: dos inocentes, dos hijos de Dios con los que el Creador mantenía coloquios cuya verdadera forma es un misterio, pero de los que no cabe dudar (Génesis 1, 28-30: 2, 16; 3, 9-11-13-16-17-19-21), dos predestinados a vivir de la bienaventuranza y en la bienaventuranza de la visión de Dios eternamente. No. María, modelada por la Mano divina para que fuese "molde del Dios encarnado" que era la Imagen perfectísima del Padre: "Quien me ve a Mí ve también a mi Padre" (Juan 14, 9); María, con la que Dios Uno y Trino mantuvo siempre coloquios como los que se tienen con una verdadera Hija, Esposa y Madre; María, que se mantuvo constantemente fija con todas sus facultades en su Señor, fue y es un purísimo Espejo en el que se refleja la Imagen de Dios, suprema Belleza y Perfección, de donde quien contempla a María ve cuanto constituye la indescriptible Belleza que hunde en los abismos de la beatitud a los eternos ciudadanos del Cielo.

 

María: la criatura hermana nuestra por su nacimiento humano...

 

María: la criatura hermana nuestra por su nacimiento humano. María: la criatura divinizada de la que podemos ser hermanos menores espirituales sólo con que lo queramos. María: la obra maestra de Dios creador de los hombres. María: la señal, la medida y la forma sensible de cuanto Dios tenía destinado desde siempre dar a los hombres que viven como hijos de Dios.

El hombre, imperfecto en creer la resurrección de la carne y la coparticipación de la carne resucitada en el gozo del espíritu bienaventurado; el hombre que, por ser incapaz de creer esta verdad o, cuando menos, la pone en duda al no persuadirle de la misma la Resurrección de Jesucristo porque dice: "El era Dios y por eso..." ante la verdad definida de la Asunción de María en cuerpo y alma a los Cielos, no puede ya dudar. Y tal verdad es para su mente un estímulo que le impulsa poderosamente a creer en la resurrección de la carne y en la coparticipación de la misma en el gozo eterno del espíritu.

 

Jesús es Aquel que nos revela al Dios Padre.

María es la que nos revela la suerte feliz de los hijos de Dios

 

Jesús es Aquel que nos revela al Dios Padre. María es la que nos revela la suerte feliz de los hijos de Dios. Jesús es el que, como Maestro, nos enseñó a vivir como hijos de Dios. María es la que nos ha mostrado prácticamente cómo hay que vivir para ser hijos de Dios. Y los hombres que encuentran dificultad para seguir el Evangelio y dicen: "Sí El lo podía hacer por ser Dios, igualmente lo podrá cualquier elegido suyo porque Dios-Jesús le otorgará dones especiales" como se comprueba por la vida y el modo de vivir de María desde que abrió sus ojos a la luz –que en Ella, plena de gracia, nunca se dio aquel estado de nesciencia común a todos los nacidos, a los que se declara irresponsables de sus actos antes del uso de la razón– pueden persuadirse de que el vivir como hijos de Dios no sólo es posible a todos los nacidos de mujer sino también a todos los creados por Dios, sólo con que ellos quieran vivir como criaturas divinizadas.

Y no se oponga a esto la objeción de que "María se hallaba inmune de la Culpa y de los fomes" puesto que también Eva lo estaba y era Inocente en un mundo inocente y reina en un mundo que le estaba sometido, única criatura superior, acompañada de su hombre, dotada de inteligencia, de gracia, de ciencia, dueña del universo sensible y guiada por la Voz de Dios. Y, con todo, cedió a la primera tentación al paso que innumerables almas, por más que estuviesen manchadas con la Culpa y muchas criaturas influenciadas por los fomes –esa terrible "ley de la carne" que hizo gemir a Pablo, a Agustín y a muchos otros que ahora son santos y santos en el Cielo– no cedieron.

 

María lo mismo que Jesús,

nunca en modo alguno pecó en cosa alguna

 

María lo mismo que Jesús, nunca en modo alguno pecó en cosa alguna, ni siquiera con la lógica, natural y justa reacción de una madre que ve cómo torturan y matan a su Hijo; ni contra la caridad ni contra ninguna otra virtud. No quiso pecar y no pecó. Dios operó ciertamente en Ella de un modo misterioso, de forma que ni la más leve imperfección –¿qué digo?: ni la sombra, ni el germen de una imperfección– alterase la pureza y la santidad perfectas de la Toda Hermosa. Mas es igualmente cierto que María secundó con todas sus facultades y toda su voluntad la Voluntad que Dios tenía sobre Ella.

Dios no hizo de María una esclava a la que no le queda otra disyuntiva que obedecer al patrón que le manda, sino una Reina, su Reina, a la que le manda como embajador a un arcángel que le transmita el designio de Dios. Designio que se cumple únicamente cuando María dice espontáneamente: "Hágase según tu palabra".

El mismo arcángel dio a conocer al sacerdote Zacarías otra maternidad prodigiosa producida fuera de las leyes naturales por la edad de los esposos y la esterilidad de la futura madre. Mas éste, con ser sacerdote y encontrarse ocupado de lleno en sus funciones sacerdotales ante el Santo de los Santos, dudó del poder y de la misericordia de Dios así como de la verdad de las palabras angélicas, por lo que fue castigado.

He aquí la diferencia entre la justicia y la perfección de la justicia. En María hubo fe y obediencia absolutas por más que el prodigio fuese enormemente mayor. En Zacarías, no. ¿Por qué esto? Porque María era, sí, la Mujer de la que la Palabra del Padre tenía necesidad para tomar Carne humana; pero era la Mujer que habíase despojado de la humanidad natural, viéndose de este modo rica de naturaleza sobrenatural hasta el punto de no tener ya ninguno de esos lazos y obstáculos que impiden o menoscaban las facultades de la criatura para seguir el querer de Dios, el cual puede sobre un terreno y en un yo despojado de cuanto viene a ser obstáculo para las acciones divinas, llevar a cabo las obras más grandiosas de su Omnipotencia..

 

La Tierra seguirá a la bestia

y hará morir a los santos que no adoran a la bestia de la Tierra

 

"La Tierra seguirá a la bestia y hará morir a los santos que no adoran a la bestia de la Tierra" (Apocalipsis, capítulo 13). Esta es la primera de las manifestaciones del Anticristo "de la tierra" porque niega a Dios, niega todo lo que es de Dios al caer en idolatría hacia todo lo que no es Dios o más bien contra Dios; y suprime la ley divina sustituyéndola por la que no es ni siquiera ley moral natural, intentando cancelar incluso su recuerdo en las criaturas y atropellando y matando a cuantos se niegan a ser malvados, descreídos y contrarios a Dios.

Esta es la bestia que devora a los corderos para arrebatar a Dios cuantos más hijos suyos pueda. Y, con todo, he aquí como este tiempo contempla el horror de ministros de iglesias separadas que, no obstante su pretensión de llamarse "cristianas", obsequian con su adhesión a las palabras y a los quereres de la bestia de la Tierra, a esta monstruosidad que combate a Cristo, prestan veneración a este ídolo ideológico, corruptor y despiadado, sin que sean constreñidos a ello como aquellos que le son súbditos allí donde él reina, sin reflexionar que, doquiera él reine, ellos también se verán antes o después devorados, torturados y privados de las libertades más sagradas del individuo libre, hasta incluso de la libertad de pensar. Mas he aquí que Cristo, desde hace 20 siglos, anunció ya estas desviaciones y sus causas.

Aquí hay laboriosidad y paciencia pero "se ha prescindido de la primera de las virtudes que es la caridad" y por eso ha llegado a debilitarse, si ya no ha muerto del todo, la vida en Dios porque donde no hay caridad no está Dios ni hay vida de Dios en la persona ni vida de la persona en Dios. Lo que, por el contrario, hay allí es amor a las riquezas de la vida, o sea a la salud y a la vida, mientras que quienes desean servir a Jesucristo no deben amar la vida material ni temer ni huir de las persecuciones antes soportarlas hasta la muerte si preciso fuere, porque así lo hizo Cristo y porque quien pierde la vida en su servicio la poseerá de una manera especial en el Cielo.

En otros lugares hay quienes se muestran débiles con los culpables de herejía o de doctrina y vida imperfectas; y esto por no crearse enemigos. No. Cuando en el jardín de la Iglesia militante se ven despuntar plantas malignas, enfermas o que son un mal ejemplo para los demás, no queda sino limpiarlas de sus partes dañadas, injertarlas y si rechazan el injerto que las haría buenas, llegar hasta saber cortarlas por su base, ya que es preferible que haya una planta menos que no que ésta resulte un tóxico para todas. Es mejor ser perseguidos y quedar sin amigos que permitir que los enemigos o los siervos inútiles echen a perder a otras almas o que se aleje Dios al ver que un pastor suyo prefiere la amistad con los cabritos a la suya santísima.

En otros lugares hay quienes dan más crédito a los falsos profetas, voces impuras que Satanás mueve a hablar y la ley de la Iglesia condena válidamente para todos aquellos que, siendo católicos, escuchan tales voces satánicas que hablan por medio de mesas parlantes o espiritistas, voces que hablan para engañar, seducir, extraviar y alejar de la Iglesia.

 

Tan sólo los espíritus de luz son verídicos y guías solventes;

pero nunca, lo repito: nunca por imposición humana,

no precisando de elementos especiales para manifestarse

 

Tan sólo los espíritus de luz son verídicos y guías solventes; pero nunca, lo repito: nunca por imposición humana, no precisando de elementos especiales para manifestarse. Dios los manda cuando quiere y a quien quiere. Son los únicos que dicen la verdad, ya que los otros mienten en todas sus manifestaciones satánicas y Satanás se identifica con la Mentira. Cuanto proviene de estas voces por más que, al parecer, sean palabras buenas, se halla siempre contaminado sutilmente de error. Para apartar de la Iglesia, dicen que ésta no es necesaria para comunicarse con Dios e insinúan teorías falsas sobre la reencarnación y un sistema absolutamente falso acerca de la evolución de las almas a través de vidas sucesivas y, por último, sugieren soluciones científicas de la Omnipotencia divina que todo lo creó de la nada.

¡Pobre ciencia que quiere ser únicamente "ciencia" y rechaza la Sabiduría! La ciencia puede ser una confirmación de la Sabiduría aunque sin capacidad para abolirla, Mas en donde llega a abolirla, apaga un océano de luz grata a las almas y a las inteligencias humanas.

 

¡Ay de quien apaga esta luz!

 

¡Ay de quien apaga esta luz! Su acción sería semejante a la de un tirano enloquecido que, por odio o por delirio, minase o pulverizase una ciudad o un templo. Esto mismo hacen quienes por un excesivo amor a la ciencia o por casi un culto a la misma –mientras que la Sabiduría debe ser amada, escuchada y creída por venir del "Padre de las Luces en el que no hay variación ni sombra de mutación (Santiago el Menor 1,17), el cual es Espíritu de Verdad y de Amor que quiere que nos nutramos de verdad para amar cada vez más perfectamente y que se vea para conocer, servir y amar mejor– pulverizan el edificio de la Fe sencilla y cándida o, cuando menos, muchas de sus partes: las principales.

Ahora bien, una vez desquiciados los cimientos y paredes maestras, ¿se puede sostener un edificio? No. Y cuando por la sed humana de aparecer como doctos, modernos y progresistas, de conformidad con los tiempos, arrancan de los cimientos del edificio de la fe las piedras angulares declarando que ya no se amoldan a los tiempos actuales por pueriles, inadmisibles y resultar fábulas inaceptables, ¿qué sucede? Que se tambalea sobremanera ocasionando víctimas, que, en gran parte, queda convertido en ruinas y deteriorado lo que era luminosamente hermoso, pasando a estar de un modo lóbrego y fumoso adornado con unas pobres luces humanas que, con sus calígines, ofuscan las luces celestes y despiertan interrogantes que la ciencia no descifra y la Sabiduría ya no alcanza a desbaratar, produciendo vacíos que nada logra colmar. Es un mundo de fe pura el que se cuartea no logrando la inconsistencia de sus silogismos, deducciones y pesquisas llenar el vacío que se produjo.

 

¿qué iniquidad mayor que llegar a la deducción de que Dios,

 el Omnipotente, hubo de esperar a espontáneas evoluciones

para crear su obra maestra que es el hombre?

 

Impugnar la verdad conocida es un pecado contra el Espíritu Santo y está dicho que: "el Espíritu Santo que nos educa huye de la ficción, se aleja de los pensamientos necios y se retira al sobrevenir la iniquidad" (Sabiduría 1,5). Y ¿qué iniquidad mayor que llegar a la deducción de que Dios, el Omnipotente, hubo de esperar a espontáneas evoluciones para crear su obra maestra que es el hombre? Y ¿qué pensamiento más insensato que el de quienes piensan que Dios se vio impotente para crear directamente la obra más bella de su creación?

La verdad de todo se halla contenida en el Libro puesto que es palabra escrita por inspiración de la Sabiduría, es decir, de Dios y todo lo demás es pura ficción, imaginación y deducción humana. Uno tan sólo es el que no yerra jamás: Dios. El hombre, aún el más santo o el más docto en cultura humana, puede siempre equivocarse cuando habla u obra como "hombre", es decir, cuando no le mueve el Espíritu Santo, cuando aparta su mirada del Padre-Dios, no viéndole ya en ninguna de sus obras.

También la ciencia puede ser buena y útil, ya que Dios le dotó al hombre de inteligencia con un fin bueno y para que haga uso de ella. Mas el 90% de los hombres no la usan siempre con un fin bueno y los científicos aún superan ese 90%.

Y esto ¿por qué? Porque, al ir y seguir por sendas y quimeras humanas, pierden de vista a Dios y su Ley. Sí, por más que en apariencia le sirven y le tributan culto exterior y hasta, incluso, un relativo culto interior hallándose convencidos de honrarle, en realidad no le ven ya luminosamente ni ven tampoco luminosamente sus eterno preceptos de amor. No viven ya la vida de Dios que es vida de amor, porque si viviesen esta vida, si viesen luminosamente a Dios y a su Ley, ¿cómo podrían emplear su inteligencia en destruir con sus deducciones científicas la fe sencilla de los "pequeños" y con sus descubrimientos científicos la existencia de tantas vidas humanas, de ciudades enteras y hasta minar todo el globo terráqueo al turbar el equilibrio, el orden de los elementos y de las leyes cósmicas puestas por Dios que hacen que la Tierra, desde milenios, viva y produzca vidas vegetales y animales sin salir de su órbita, sin desplazarse de su eje, evitando con ello cataclismos apocalípticos?

 

Mas es delito mayor destruir la fe sencilla de los "pequeños" ...

 

Mas es delito mayor destruir la fe sencilla de los "pequeños" y arrancar de las masas la persuasión de que Dios es Padre amoroso que cuida hasta de los pajarillos y de las flores del campo y escucha y atiende las peticiones que sus hijos le dirigen con plegarias llenas de fe.

¿Cómo ha de poder el hombre creer ya con simplicidad si, en nombre de la ciencia y con el concurso de pruebas científicas ve desquiciarse los fundamentos de la Revelación contenida en el Libro? ¿Como ha de poder el hombre seguir creyendo que Dios es potente y amoroso Padre que cuida de sus hijos si, a causa de vuestros descubrimientos, el hombre se ve alcanzado por castigos –no, nada de castigos, porque los malvados son castigados por todas las leyes humanas, al tiempo que vuestros medios de destrucción alcanzan a un número inconmensurable de individuos que no son malvados– si el hombre se ve torturado hasta el extremo de enloquecer o de morir de terror o por el efecto de las heridas, viéndose reducido a no poder contar con el cubil que Dios concede hasta a los animales más feroces ni con el alimento y vestidos que proporciona a los pajarillos y flores del campo?

 

¡Oh, el delito más grande es destruir la fe y la confianza!

 

¡Oh, el delito más grande es destruir la fe y la confianza! La fe en la verdad de la Revelación y la confianza en la bondad y omnipotencia divinas. La primera destrucción hace que se derrumbe todo un mundo de cosas creídas que constituían un estímulo poderoso para vivir como hijos de Dios cancelando todo un poema luminoso que celebra la bondad infinita del Señor. Y la segunda hace que el hombre, desalentado por las experiencias vividas, diga. "¿De qué sirve rezar, sacrificarse ni vivir como justos si después hemos de soportar los golpes como todos?" ¡Es la duda que surge! ¡Es el consiguiente relajamiento de la fe y de las costumbres! ¡Es la oración que se abandona! ¡Es la desesperación tal vez! Estos son los frutos de la ciencia disociada de la Sabiduría.

Los frutos del árbol maldito de la ciencia al que no se le ha hecho bueno con el injerto de la Sabiduría. Queréis conocer, investigar y explicarlo todo; mas la inteligencia del hombre y, sobre todo, del hombre decaído, lesionado por la Culpa original y por la concupiscencia mental, no puede conocerlo todo. Hasta Adán, con haber sido constituido "rey" de toda la creación, tuvo una prohibición: "No comer el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal porque el día que lo comiese moriría" (Gn 2, 17). No obedeció, quiso conocerlo todo y murió, primero a la Gracia y después en la carne. También ahora hay demasiados que, teniendo ante sí los dos árboles –el que da la Vida, esto es Jesús-Redentor-Salvador Palabra que da la Vida eterna, y el árbol de la ciencia que da generalmente frutos de muerte– tienden su mano a éste y no a aquel, gustando de éste y no de aquel, dándose a sí mismos y a otros la muerte.

 

¿Es totalmente culpable de ello la ciencia? No

 

¿Es totalmente culpable de ello la ciencia? No. Como no hay hombre que sea total y permanentemente malo, así también la ciencia no es siempre y del todo mala y culpable. Hay científicos que usan de su saber para hacer el bien y otros que, habiendo llegado a descubrir medios homicidas, los destruyen, prefiriendo renunciar a la gloria humana que tales descubrimientos les podrían reportar, ahorrando con ello nuevos azotes a la humanidad. Y otros, por último, a los que, por ser verdaderamente cristianos, el estudio científico aumenta en ellos la religión junto con las virtudes sobrenaturales y morales.

Estos tales son bendecidos por Dios y benefactores de la Humanidad que por todos los demás debieran ser imitados. Por el contrario no es así, ya que los otros científicos, los que todo lo escrutan y explican humanamente, viéndolo todo con ojos humanos y materiales que miran hacia abajo, a la Tierra, para desentrañar sus secretos, como hacen los animales y aún peor que ellos, ésos son a los que se les escucha tomando por axiomas sus deducciones. Diríase en verdad que los animales, muchos de ellos, saben alabar las cosas, cuando menos las cosas bellas de la Creación, las cosas buenas, agradecidos del sol que les calienta, del agua que apaga su sed, de los frutos de la Tierra que sacian su hambre y del hombre que les ama, todo ello mucho mejor que los hombres.

El hombre, criatura racional, dotada de espíritu y de vida sobrenatural, debería saber mirar a lo alto, al Cielo, a Dios y purificar su pupila y su saber a través de la contemplación de las obras divinas mediante la fe en Aquel que las hizo, viendo el sello indeleble que todas llevan impreso y que las identifica como hechas por Dios.

 

La religión y la fe, la religión y la caridad

hacen activamente bueno al investigador humano

 

La religión y la fe, la religión y la caridad hacen activamente bueno al investigador humano. Privado de estas fuerzas espirituales o poseyéndolas imperfectamente, el investigador humano cae en el error e induce a otros en él, debilitando o dando muerte a su fe.

Para aparecer actuales y conformes con los tiempos, tiempos que, en verdad, nada tienen de elogiosos, no rechacéis las luces, todas las luces que os vienen directamente de la Revelación, de la Sabiduría e, indirectamente, de la sabia investigación de los científicos cristianos que se elevaron a Dios para poder penetrar en los misterios del mundo, pero penetrar en ellos con buen espíritu para conocer la verdad que confirma la obra de Dios tributándole alabanzas por ello. Por querer aparecer actuales y conformes con los tiempos, no queráis en manera alguna hacer uso de esas "profundidades de Satanás" de que se habla en el Apocalipsis 2, 24, o, cuando menos, "del mundo", las cuales no están conformes con la Revelación para explicar cuanto existe y que si existe es por la omnipotencia y operación divinas.

 

Por otra parte hay también tibieza

en el servicio de Dios y orgullo de sí mismos.

 

Por otra parte hay también tibieza en el servicio de Dios y orgullo de sí mismos. La triple concupiscencia triunfa en donde debieran ser reinas las virtudes y deja pobres y sin luz a quienes son tibios y orgullosos. Pobres de cuanto se necesita para ser justos y de cuanto es necesario tener para hacer justos a los propios súbditos. El que es tibio no puede calentar al que está frío. El que carece de luz no la puede comunicar y el que es avaro de los grandes dones que Dios le dio no puede enriquecer a sus corderos, pues guarda para sí el pasto y tan sólo permite que su grey se apaciente de lo indispensable para no perecer del todo, sin pensar que en la grey hay débiles que están necesitados de alimentarse en gran medida o medida grandísima para no morir.

Para ser buenos pastores no basta con ser individualmente santos y no pecar por sí mismos. Es preciso santificar y vigilar para que los demás no pequen; y si sabe que hay algún cordero que pecó y se encuentra mortalmente herido en su espíritu, no hay que esperar a que venga pidiendo curación sino que hay que ir a él, curarlo y sanarlo. Y, por más que le rechace, hay que tornar a él una, dos, diez y cien veces, no sólo como predicador que exige un deber con palabras de reproche sino también con otros medios en plan de amigo, de médico y de padre. Y si se da cuenta de que hay alguno que está a punto de desviarse, no hay que dejar que la cosa vaya adelante sino que debe intervenir con paciencia y con dulzura para reconducirlo por el buen camino.

 

El apostolado del sacerdote no ha de limitarse a la Misa diaria,

a la Confesión, a la explicación evangélica y doctrinal en la iglesia,

 pues haY mucho más que hacer fuera de la iglesia.

 

El apostolado del sacerdote no ha de limitarse a la Misa diaria, a la Confesión, a la explicación evangélica y doctrinal en la iglesia, pues hay mucho más que hacer fuera de la iglesia. Acercarse a los propios súbditos; llevar la palabra de Dios y de la moral adonde no se va a la iglesia o se va poco y mal; a donde un miembro, siquiera sea un solo miembro de la familia, no va a la iglesia; a donde un miembro, un solo miembro de la familia falta a sus deberes de padre, de madre, de esposo, de hijo, de ciudadano o de persona moral.

¡En cuántas familias hay dolores, situaciones penosas y pecados! ¡Cuánto campo de apostolado en estos núcleos iniciales de la sociedad humana, en estas pequeñas iglesias en las que, sacerdotes sin ordenación pero con un cometido bien específico, o mejor, con dos cometidos bien específicos –continuar la creación mediante la procreación, colaborando de ese modo con Dios que crea el alma para cada individuo procreado por el hombre y la mujer y engendrar nuevos hijos adoptivos para Dios– se aman y viven unidos! o al menos lo debieran hacer aunque tal vez no lo hacen al cumplir recíprocamente mal con sus deberes de marido y de mujer, con sus deberes para con sus hijos descuidando el hacer de ellos verdaderos cristianos, dejándoles marchar a donde no han de ser mejores, no dándoles buenos ejemplos, descuidando su formación religiosa y permitiendo que malos compañeros y miembros de partidos ateos les acompañen y extravíen.

Las tierras de misión no están únicamente en África, América, Asia o en varios archipiélagos. También Europa e igualmente Italia son tierra de misión para quien tiene espíritu misionero y vista sobrenatural. Toda comarca, desde las minúsculas a las grandes ciudades, toda circunscripción parroquial, toda casa puede ser zona de misión, lugar de mejora espiritual y de reconstrucción en Cristo. Reconstrucción del Reino de Dios en la familia y en cada uno de sus componentes.

"Vosotros sois la sal de la Tierra y la luz del mundo" (Mt 5, 13-14). El Maestro, Sabiduría infinita, llenó de su sal a sus elegidos dándoles la facultad de transmitir esta sal, que debe salar, a sus sucesores. El Maestro, verdadera Luz del mundo, llenó de su Luz a sus elegidos dándoles la orden de iluminar a todo hombre y transmitir este poder a sus sucesores. El, por tanto, como Pontífice eterno, continúa infundiendo sal y luz en el Cuerpo místico para que nunca en él vengan a menos por más que las tibiezas de algunos miembros pudieran ocasionar carestía de sal y de luz.

 

La Iglesia es "Madre"

 

La Iglesia es "Madre". ¿Qué madre, que mientras se halla en gestación, no se nutre y vive de manera que pueda dar vida a criaturas sanas? También la Iglesia, en cada uno de sus pastores, sean éstos de más alta o más baja graduación, debe suministrar a sus hijos las sales que mantengan íntegra y fuerte su vida espiritual.

La Iglesia es la "Esposa de Cristo" y Cristo es Sol, Oriente, Estrella de la mañana y Luz infinita. El Esposo hace donación a la Esposa de sus riquezas y pertenencias que se las entrega para que Ella, a su vez, las transfiera a todos sus miembros y, en especial, a los que están destinados a iluminar a los corderos.

Ahora bien, toda luz presupone llama y la llama calor. Un incendio llamea cuando arde y se consume; y el apóstol llamea igualmente y, por tanto, ilumina y caldea, encendiéndose también si arde y se consume. Mas si por el miedo a consumirse, a verse señalado por los enemigos de la Luz o por el excesivo cansancio viene a quedar tibio e insípido, –y las cosas insípidas se las rechaza– se hace perezoso y ya no despide luz, se apaga como astro que dejó de esplender en los cielos no resplandeciendo en su cielo que es el espiritual.

Si tras la pérdida de la luz que tiene su origen en el incendio de la caridad; si a esta pérdida, causada por el orgullo de sí mismo, se añade el egoísmo –y el egoísmo es el polo opuesto del altruismo que es, a su vez, la linfa del cristiano: "Mi mandamiento es éste: que os améis unos a otros como Yo os he amado. Nadie tiene un amor más grande que el de aquel que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 12-13); "Si decimos que estamos en comunión con Dios y caminamos en las tinieblas, somos unos embusteros y no practicamos la verdad. Si, por el contrario, caminamos en la luz, como Dios está en la luz, estamos en recíproca comunión... El que observa la palabra de Dios tiene en sí en grado perfecto la caridad de Dios..." (Jn 1ª epístola 1, 6-7; 2,5); "Si uno dice: Yo amo a Dios y no ama al hermano, es mentiroso puesto que quien no ama al hermano que ve, ¿cómo puede amar a Dios al que no ve?" (Jn 1ª epístola 4, 20)– si esto sucede, en tal caso el pastor es un muerto.

 

El cristianismo es caridad

 

El cristianismo es caridad. Caridad de los poderosos hacia los pequeños, de éstos hacia los poderosos; caridad de los superiores hacia los inferiores, siempre caridad. Si no hay caridad el cristianismo se apaga quedando sustituido por el egoísmo y la tibieza, la sal viene a resultar insípida, la lámpara no alumbra sino que humea o se pone bajo el celemín para que no la turben. Y las almas, las pobres almas de los corderos quedan abandonadas no encontrando calor, luz ni sabor, acabando por debilitarse y extraviarse. ¡Pobres almas que, al verse tan débiles, tiene más necesidad de ayuda!

Estas imperfecciones, vivas y fuertes en las Iglesias que ya no están alimentadas por las Aguas vivas que brotan bajo los laterales del altar del verdadero Templo (Ez 47, 1-2), no faltan asimismo en la verdadera Iglesia. Santo es su Cuerpo, santísima su Cabeza al igual de su Alma; mas sus miembros no todos son santos por cuanto su pertenencia y unión más o menos íntima con el Cuerpo, no cambia la naturaleza humana del hombre. Es el hombre el que debe trabajar de continuo por regenerarse, volverse a crear y supercrearse para alcanzar la perfección y poseer una semejanza lo más perfecta posible con Cristo, Cabeza de la Iglesia y con el Espíritu Santo, Alma de la misma. Semejanza con Cristo por medio de una vida de "alter Christus". Semejanza con el Espíritu Santo mediante la caridad, la santidad, la pureza, la fortaleza, la piedad y todos los demás atributos propios del Santificador.

Cuanto más se esfuercen los miembros en ser santos, tanto más triunfará la Iglesia, ya que la santidad de los miembros, me refiero a los más selectos, repercute en los miembros inferiores elevándolos, encendiéndolos y haciendo de ellos instrumentos de santificación y de conversión para los miembros ya casi muertos o muertos del todo.

 

El apostolado sacerdotal, si es cual Jesús lo quiso y lo quiere,

suscita la gran fuerza del apostolado laico

 

El apostolado sacerdotal, si es cual Jesús lo quiso y lo quiere, suscita la gran fuerza del apostolado laico. Gran fuerza porque penetra por doquier con mayor facilidad: en las familias, en las fábricas, puede desmantelar los castillos levantados por la mentira, destruir las falsas quimeras suscitadas por los siervos del anticristo que actúan ahora como siempre actuaron en la historia del mundo; neutralizar con caridad de hechos y no de palabras, con la verdad de las acciones y no con las falsas palabras de otras más falsas ideologías, el veneno esparcido ocultamente por la astuta serpiente de ahora que, al presente, se limita a ser "serpiente" a la espera de asumir su postrer aspecto de Anticristo triunfador en su breve y horrenda victoria.

Mas si llega a relajarse el espíritu en los miembros superiores, si el apostolado seglar no recibe el concurso del sacerdotal en medida plena, resulta inevitable que suceda lo que en Israel cuando, Templo y Sinagoga decayeron de la justicia, que hasta las clases selectas pudieron ser humanamente motivo de escándalo, de opresión y de ruina para el pueblo.

 

Estaba escrito que Cristo habría de morir

por la intervención de los Sacerdotes, Escribas y Fariseos

 

Estaba escrito que Cristo habría de morir por la intervención de los Sacerdotes, Escribas y Fariseos. Mas Dios, al darles las almas a aquellos sacerdotes, escribas y fariseos que habrían de oponerse a su Verbo hasta el extremo de hacerle morir en la cruz, no creó almas especiales de deicidas, de crueles, de injustos, de ávidos de poder ni de falsarios. No. Creó para ellos almas en un todo iguales a las de todos los hombres. Iguales por creación, viniendo después a ser también iguales por la lesión del pecado original, como iguales eran la Ley y la Revelación para todo Israel e iguales asimismo en el disfrute de la libertad de querer que tenían los de superior condición y los más bajos.

Mas eran muchos en demasía los del Templo y de las Sinagogas en los que la justicia hallábase por demás decaída, el Templo sagrado habíanlo convertido en "cueva de ladrones" (Mt-Mc-Lc) y los hipócritas habían venido a ser los descendientes de los Asideos. Los degenerados descendientes de los Asideos. Porque éstos fueron hombres de elevada y auténtica moral, de una completa fidelidad a la Ley y a la doctrina de Moisés, de nobles sentimientos de amor patrio por el que supieron combatir y morir para salvar la nación de los engañadores y corruptores. Por el contrario los fariseos eran rigoristas únicamente por fuera, mientras que por dentro y en la sombra eran "sepulcros blanqueados llenos de podredumbre" y aunque se tuvieran por "los separados" de los más, no lo eran precisamente por haberse apartado del pecado. Y, como ellos, eran los escribas que habían deformado y hecho imposible la práctica de la Ley al recargarla de tradiciones añadidas por ellos. Así es cómo sus almas pudieron llegar a ser deicidas y su libertad, esa libertad que Dios les otorgó, la emplearon para matar al Hijo de Dios.

¡Matar al Hijo de Dios! ¡Calumniarle! ¡Presentarlo por lo que no era!

 

Mas ¿es éste acaso pecado exclusivo de entonces?

No, sino que también ahora se da ese pecado

 

Mas ¿es éste acaso pecado exclusivo de entonces? No, sino que también ahora se da ese pecado. Y si bien no se alza directamente la mano para abofetear, torturar y matar a Cristo, se la levanta asimismo sobre Él, presente en sus siervos. Porque es también ahora Jesús el que sufre en los que son perseguidos cualesquiera que sean las persecuciones que sufren.

Saulo de Tarso no mataba personalmente a los cristianos, pero "aprobaba su asesinato" (Hch 7, 56) y "asolaba la Iglesia penetrando en las casas y llevándose a los hombres y mujeres a los que hacia encarcelar" (Hch 8, 3). Era un Anticristo en activo el que, más adelante, había de ser Apóstol y Vaso de elección, el que habría de combatir con singular perfección al anticristo hecho presente sin pérdida de tiempo en las diversas regiones en las que surgieron las iglesias de Jesús.

Mas mientras iba a Damasco "respirando amenazas y muerte contra los discípulos del Señor" provisto de "cartas para las sinagogas de Damasco con las que poder llevar detenidos a Jerusalén a cuantos encontrara de aquella fe" (Hch 9, 1-2), ¿qué le pasó?  El encuentro con Cristo cerca de Damasco. Y ¿qué le dijo Cristo? Por ventura le preguntó: "¿Por qué persigues a mis siervos?" No, sino que le dijo: "¿Por qué me persigues?".

Jesús era el perseguido. Es Jesús el que sufre la persecución en sus siervos puesto que está en ellos y en ellos continúa su Pasión. Y quien persigue a un siervo de Dios, a un hijo adoptivo de Dios y hermano de Jesús, hiere igualmente a la Palabra del Padre, al Hijo Unigénito del Padre, a Jesús que, como Dios, está en el Padre y en los verdaderos cristianos.

¿Pecado éste únicamente de ahora? No, sino de siempre. Y no siempre los que persiguen a los siervos de Dios y a los hermanos más queridos de Cristo son los anticristianos de la más variada condición sino que muchas veces la persecución proviene de quienes debieran ser ayuda para ellos; de quienes, por orgullo, no quieren que otros, "los más bajos", se eleven hasta donde ellos no alcanzaron; de quienes, por ser tibios, no pueden comprender cómo otros sean llama fundida con la Llama: espíritu del hombre hecho llama por la caridad de Cristo y para Cristo, hecho una sola cosa y un solo fuego con el Espíritu de Cristo; de quienes no recuerdan bien ni comprenden como es debido uno de los himnos más bellos que contiene el Evangelio: "Sea dada gloria a Ti, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra porque escondiste estas cosas a los sabios y prudentes y se las revelaste a los pequeños" (Mt 11, 25; Lc 10, 21); y, por último, de quienes "por acciones personales o deseo de regalos" (Dt 16, 19) se hacen ciegos y faltan a la justicia.

Errores inherentes a la debilidad del hombre que, por más que se cubra con vestiduras sagradas, continúa siendo "hombre". Errores que han llevado a siervos de Dios a las llamas y a las cárceles y que, aún hoy día, colocan cadenas, que por más que no sean cadenas materiales, son ciertamente siempre cadenas: a la doble libertad del individuo elegido siervo por su Señor, a la libertad del hombre que, aun cuando no realice actos que vayan contra el sentido de la ley del Estado y contra sus semejantes, es siempre sagrada y contra la libertad especial del siervo de Dios que quiere servirle como El se lo demanda.

Antes, mucho antes que Jesús, la voz de los profetas predijo que los pueblos que no conocían al Señor llegarían a ser "su pueblo" en lugar de aquel que no le quiso reconocer. Jesús, muchos siglos después, advierte a los suyos que "los Gentiles les aventajarían en justicia a muchos de ellos". Y les dio ejemplo de cómo tratar a los Gentiles y a los pecadores para conducirlos al Camino, a la Verdad y a la Vida.

Con todo, los mismos Apóstoles, con estar amaestrados directamente por la palabra y el ejemplo del Maestro, a causa de su renaciente orgullo de ser "hebreos", pusieron obstáculos al trato con los Gentiles. El ejemplo de Pedro con el centurión Cornelio (Hch 10) dio a entender a todos cómo el orgullo puede detener la conquista de las almas o permitir que éstas no accedan a la Vida. Y Dios hubo de intervenir con un milagro para persuadir al Apóstol de que "Dios no hace distinción de personas sino que en cualquier nación le es acepto quien le teme y practica la justicia" (Hch 10, 34-35).

Jesús y antes que El los Profetas hablaron claramente sobre la condición de Cristo. Y, con todo, llegada la tarde del Jueves, por más que se hubiesen fortificado con la purificación y la Eucaristía que les administró el Pontífice eterno, he aquí que la debilidad humana, que no desaparece con la consagración, les hace huir despavoridos y avergonzados e, incluso, renegar. Y el mismo Pedro, sucesor de Jesús en el gobierno de la Iglesia, es el que le niega. Y después, bien que hubiese sido investido una y otra vez por el Espíritu Santo, no fue lo debidamente comprensivo con sus hermanos en el ejercicio sacerdotal, mostrándose débil hasta el punto de adoptar dos modos de vida (Gálatas 2, 12) por miedo a las censuras o enemistades.

El hombre nunca deja de ser hombre. "Como niños recién nacidos" (1ª Pedro 2, 2) que anhelan la leche espiritual pura para crecer y llegar a ser "estirpe elegida, sacerdocio real, nación santa, pueblo de Dios", así Pedro, de hombre se hizo santo, heroicamente santo,  cada vez más santo, viniendo a ser de verdad, mediante un trabajo asiduo, "un otro Cristo". Como también lo fue Pablo, "el hombre" en el que la ley de la carne (Romanos 7, 23) luchaba contra la ley del espíritu; el hombre que, tras haber sido arrebatado al tercer cielo, aún probó las bofetadas del ángel de Satanás, el estímulo de la carne (2ª Corintios 12, 7). Como "hombres" fueron igualmente tantos otros siervos de Dios, mártires de su yo y por fin bienaventurados por haber vencido al yo y haberse regenerado en Cristo.

 

"¿Cuántas veces habré de perdonar?"

 

"¿Cuántas veces habré de perdonar?" preguntó un día Pedro a Jesús. Y Este le contestó "Setenta veces siete", es decir, un número ilimitado de veces, ya que Jesús sabía que el hombre, aun regenerado por la Gracia, nutrido con la Eucaristía, confirmado en la Gracia por la Confirmación y hasta elevado al Sacerdocio, siempre seguiría siendo "hombre!", el necesitado de compasión y de perdón por su proclividad al error.

Y a no tardar, bien por orgullo o por tibieza, surgieron en el seno de la Iglesia separaciones y herejías. Y ahí están los gnósticos, nicolaitas, simoníacos y bileamitas. Y más tarde los antipapas, la época triste de la corte pontificia en Aviñón y la más triste aún del nepotismo y cuanto con el mismo se relacionó. La Iglesia, astro perenne, tiene, como todo astro, sus fases, y al ser llama que no se apaga, tiene, como toda llama, sus alternativas de llama viva y semiapagada.

 

Ella puede tener fases momentáneas de decaimiento y debilidad...

 

Mas puesto que Jesús, su Cabeza, y el Espíritu Santo, su Alma, son eternos y perfectísimos, como eternos e infinitos son su poder y su querer, así Ella puede tener fases momentáneas de decaimiento y debilidad; mas no puede caer del todo ni apagarse por completo, antes, tras de una de estas fases, como persona aquejada de un sopor y vigorizada por una medicina potente, torna Ella despierta y vigorosa a su servicio y a su admirable misión universal, siendo de destacar que, precisamente, lo que producía pena contemplar en Ella –momentáneas relajaciones o persecuciones de sus enemigos– viene a ser la causa de una nueva fase suya ascendente.

Aquellos que tan inclinados son al orgullo, amigos de criticar y de juzgar a todos menos a sí mismos, dirán tras estas palabras: "Como Ella es sobrenatural no puede menguar en su perfección". Esto dirán los primeros. Y los segundo dirán a su vez: "Si fuese tal como quieren decir que es, sería perfecta en todos sus miembros y sin embargo..." y citarán casos y casos más o menos verdaderamente reprensibles, y digo verdaderamente porque a las veces una cosa puede en apariencia no ser buena cuando en realidad lo es.

Y ambos se equivocarán porque la Iglesia es, sí, una sociedad o congregación de miembros elegidos, regenerados por la Gracia del Bautismo, confirmados y perfeccionados por la virtud y dones de la Confirmación, nutridos por la Eucaristía, purificados por la absolución en la Penitencia, asistidos en su nueva misión de esposos y procreadores en el Matrimonio o en la otra de pastores de almas en el Orden sagrado. Y, por otra parte, la Iglesia, como Cuerpo místico, es santa en su Cabeza, en su Alma, en su Ley, en su doctrina y en muchos de sus miembros. Esto sí, por cuanto no hay que despreciar a los miembros inferiores ya que muchas veces "los miembros que parecen más débiles son los más necesarios" (1ª Corintios 12, 22) porque con su vida humilde, santa, escondida, vivida y ofrecida por toda la sociedad de los cristianos, contribuyen al aumento de los tesoros espirituales de todo el Cuerpo místico y también porque "Dios dispuso el Cuerpo de forma que se dé un honor más subido a los miembros que carecen de él" (1ª Corinti9os 12, 24). Es decir, que El extrae frecuentemente los santificadores de aquellos que con la acción y el ejemplo llevan innumerables almas a Dios, de aquellos que son "los más insignificantes" en el Cuerpo místico, sin grados ni ordenaciones sino ricos en santidad al hallarse identificados con Cristo en todos sus actos. Sí, la Iglesia, como sociedad de fieles que de verdad son tales, es santa por su Cabeza santísima y nunca la santidad que desciende de la Cabeza y circula por todos sus miembros quedará agotada totalmente. Mas no todos los miembros son santos, ya que el hombre, por más que sea católico es hombre y hombre continúa siendo aunque pertenezca a la Iglesia en una cualquiera de sus partes.

 

Cuando son muchos los miembros que han llegado a ser

"hombre racional" y no "hombre divinizado",

entonces la Iglesia experimenta un periodo de postración

del que más tarde resurge...

 

Cuando son muchos los miembros que han llegado a ser "hombre racional" y no "hombre divinizado", entonces la Iglesia experimenta un periodo de postración del que más tarde resurge porque Ella misma comprende que es preciso levantarse para hacer frente a los enemigos exteriores e interiores, los enemigos manifiestos que trabajan abiertamente al servicio del Adversario y del Anticristo, y los enemigos sutiles que resquebrajan el edificio de la fe y, en consecuencia, enfrían la caridad al querer aplicar una versión nueva a los misterios y prodigios de Dios mediante esas "profundidades de Satanás y del espíritu del mundo" de las que ya se habló.

No digan quienes son dados son al orgullo: "La Iglesia no puede llegar a eso porque siempre será Santa".

Está dicho, tanto por la palabra divina hablando por boca de los Profetas como por la divina del Padre encarnada hablando a sus elegidos, que llegarán al Templo "grandes abominaciones, como la envidia, y horribles abominaciones, como la adoración de ídolos humanos (siendo uno de ellos la ciencia privada de sabiduría) y la perversión con la adoración de lo que no debe venerarse" (Ez 8, 1-17) y que, "Una vez que Cristo haya sido matado y ya no sea pueblo suyo el que le renegará, la ciudad y el santuario serán destruidos por un pueblo que llegará y cuyo objetivo será la devastación. Y, una vez que ésta haya terminado, vendrá la desolación decretada... siendo menos las hostias y los sacrificios, asentándose en el templo la abominación de la desolación que durará hasta el fin" (D 9, 26-27) y, como directa confirmación por parte de la Palabra de las palabras de sus anunciadores, los profetas: "Cuando veáis la abominación de la desolación en el lugar santo... entonces la tribulación será grande, cual no lo fue desde el principio de los siglos... y después de la tribulación... verán al Hijo de Hombre" (Mt 24, 15-21-2 y 30). Y el enfriamiento de la caridad en demasiados corazones será uno de los signos precursores del fin (Mt 24, 12).

Vendrán como está dicho. ¡Abrid vuestros ojos espirituales para leer las predicciones del Cielo! Si los abrieseis, leeríais la verdad y verías cuáles son los verdaderos signos del fin y cómo éste se encuentra ya en acto.

Para Aquel que es eterno, un siglo es menos que un minuto. De aquí que no se diga que ha de ocurrir mañana. Mas si bien ha de ser todavía largo el camino hasta que todo se cumpla, lo que hasta el presente ha sucedido os viene a indicar que ya se ha iniciado la recta final.

 

los elementos preparatorios.

 

Las grandes abominaciones: la envidia entronizada en donde tan sólo debiera haber caridad fraterna; el excesivo amor a la ciencia humana en donde únicamente habría de existir un fiel amor a la Sabiduría, fuente de la Revelación; los compromisos entre lo que proporciona utilidad terrena y utilidad sobrenatural para conseguir una utilidad inmediata; Cristo al que se le da muerte en tantas almas y el haber renegado la mayor parte de su pueblo de su Salvador, estos constituyen los elementos preparatorios.

Después "el pueblo que vendrá" con el fin de devastar. Otro profeta dijo: "Cuando el pueblo del septentrión... Un gran tumulto de las tierras del septentrión... He aquí que viene del septentrión... (Jeremías 6, 22; 10, 22; 50, 41).

Una y otra predicción son tan claras que, para entenderlas, basta con alzar los ojos, saber ver y querer ver.

Y ¿qué es lo que devastará? ¡Oh!, no sólo los edificios y territorios sino principalmente la fe, la moral y las almas. Y no todas las almas devastadas serán almas comunes. Los sacrificios y las hostias disminuirán, no habiendo ya libertad de culto, temiendo muchos ser apresados por ello. Ahora mismo, aun no estando todavía en acto la devastación y la persecución, hay muchos que reniegan de la vida que escogieron porque la abominación se extiende como pérfida gramínea y se enfría la caridad al tiempo que surgen los falsos profetas de los que habla Cristo en el capítulo 24 de Mateo y en el 2º de la 2ª epístola de Pablo a los Tesalonicenses.

Por ahora, ésos tan sólo. Mas después vendrá aquel a quien ellos preceden: el Anticristo al que ellos habrán preparado el camino debilitando la caridad, al igual que el Bautista preparó los caminos a Cristo enseñando la caridad de la que se encontraba lleno, "lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre" (Lc 1, 15) como medio indispensable para poderse unir a Cristo y vivir la vida de Dios. (Sobre las enseñanzas del Bautista acerca de la caridad, ver Lucas 3, 10-14).

En verdad, la caridad es la ligadura que mantiene unida la comunidad católica con Dios y con los hermanos. En ella y por ella persiste la unión que constituye el alimento de las almas, su santificación y la de cada vez nuevas almas. Si llega a faltar la caridad entra a ocupar su puesto el amor propio, siendo ésta la diferencia entre ambos amores.

El amor verdadero y santo, mandado y aconsejado por Dios, es búsqueda de Dios, reconocimiento de su omnipotencia visible en todas las cosas y elevación hacia Dios. Todo le sirve para esta elevación a quien tiene en sí la caridad que es piedad activa para todas las necesidades del prójimo, pues en todo prójimo la caridad nos hace ver a un hermano sintiendo a Jesús en él, a Jesús que padece con los sufrimientos del pobre, del enfermo, del perseguido o también porque ve que un hijo del Padre se está volviendo hijo pródigo que deja la casa del Padre por ir en busca de un falso bienestar y sufre igualmente porque hay quien duda de tener un Padre buenísimo a fin de que no caiga en desaliento ni en pecado.

 

El amor propio, en cambio, es búsqueda de sí mismos

 

El amor propio, en cambio, es búsqueda de sí mismos, es sucesivo amor hacia sí mismos, es acción realizada para glorificarse a sí mismos a los ojos del mundo. Y, de aquí nacen la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida; y de esta planta de tres ramas brotan después la vanagloria, la dureza de corazón, la soberbia, el frenesí por las humanas alabanzas, la hipocresía, el espíritu de dominio y la persuasión de saberse guiar por sí mismos desechando todo mandato o consejo del amor y de quien habla en nombre del Amor.

Se creen libres y reyes porque a su parecer, no hay quien sea mejor que ellos, puesto que siempre, según ellos, se encuentran ya consolidados en las cumbres del saber y del poder. Por el contrario son esclavos, cual ninguno lo es, de sí mismos, del enemigo de Dios. Esclavos, siervos, desnudos y ciegos. Esclavos de sí mismos y siervos o esclavos del enemigo de Dios. Desnudos de los vestidos ornamentados, de los vestidos de las nupcias con la Sabiduría, de los cándidos vestidos para  el convite de los cielos y para seguir hosannando tras el Cordero. Ciegos o cuando menos miopes por haber gastado su vista en inútiles investigaciones humanas.

A esto llegan por haber renunciado a la primogenitura, es decir, a la más alta filiación, la de Dios, por un pobre plato de lentejas, alimento terreno. Y es plato de lentejas la sustitución de las obras sapienciales, sobrenaturales y, sobre todo, de la Gran Revelación que ha de ser aceptada y creída sin restricciones. Es plato de lentejas el sustituir esto con libros científicos que, por perfectos que sean, son siempre libros escritos por un hombre. Podrán tal vez parecer más claros y, sin duda, más comprensibles para quienes tan sólo saben leer la letra quedándose en la superficie de las cosas, para quienes, por su propia pesantez, no alcanzan a profundizar más; pero no transforman al hombre, no le llevan a lo alto. Los libros inspirados, en cambio, esos libros de los que Dios es el Autor, son medios de transformación y de elevación, de unión en Dios y con Dios para quien los sabe leer.

 

Todo cuanto viene de Dios es medio de elevación,

de transformación y de la más íntima unión con El.

 

Todo cuanto viene de Dios es medio de elevación, de transformación y de la más íntima unión con El. Los mismos milagros, de distinta naturaleza, milagros de curaciones de cuerpos y de espíritus, éstos sobre todo, son un medio de transformación y de unión con Dios. ¿Cuántos incrédulos o pecadores podrían hacerse creyentes y ser redimidos por el prodigio de un milagro!

El milagro no debe ser negado en atención al racionalismo: ni el milagro de la Creación ni el de la curación de un alma o de un cuerpo. La materia fue sacada de la nada y ordenada a su fin específico por Dios. Un alma muerta o aquejada de enfermedad espiritual incurable fue curada por Dios con este o con aquel medio; pero siempre por Dios. Un cuerpo condenado a morir puede ser curado por Dios, siempre por Dios, por más que El se sirva de una aparición o de un justo para convertir y curar un espíritu, o de la particular confianza en un santo para sanar una carne.

 

Gran cosa es la razón.

Y cosa más grande aún es ser criatura espiritual

 

Que los racionalistas acierten a ver. Gran cosa es la razón. Gran cosa es ser criatura racional; pero cosa más grande es el espíritu. Y cosa más grande aún es ser criatura espiritual, esto es, saber que se tiene un espíritu al que se ha de poner en primer lugar como rey de su yo y como la cosa más escogida de todas. Porque si la razón ayuda al hombre a ser hombre y no bruto, el espíritu, al ser rey del yo, hace del hombre el hijo adoptivo de Dios, prestándole semejanza con El y permitiéndole participar de su Divinidad y de sus bienes eternos. El espíritu, por tanto, debe predominar sobre la razón y sobre la carne o humanidad y no el racionalismo que que niega o pretende explicar lo que ha de creerse mediante la fe y que, al explicarlo, o mejor dicho, al pretender explicarlo, queda lesionado el espíritu y lesionada igualmente, si no muerta, la fe.

Aciertan a ver los racionalistas. Depongan las lentes opacas del racionalismo, ya que no les han de servir antes les han de hacer percibir las verdades alteradas, lo mismo que sucede con una lente no acomodada al ojo debilitado, que no le sirve sino para ver aún peor. El que se inclina al racionalismo es ya uno que tiene su vista espiritual debilitada. Y cuando más tarde lo abraza, entonces coloca unas lentes inadaptadas a su vista debilitada, terminando por ver del todo mal. Sepan ver, ver bien y ver el Bien. Ver a Dios en su continuo y perfecto obrar manteniendo la Creación que vino a la vida por su Querer y devuelve la salud y la vida en donde es ya segura la muerte.

 

¿Se puede negar que la Creación es obra de Dios?

 

Los que pretenden explicar la creación y la vida como una autogénesis o poligénesis, ¿cómo pueden negar que el Omnipotente pueda ahora menos de lo que hizo al principio creando sin que tan siquiera hubiese materia sino únicamente caos y después tan sólo cosas limitadas e imperfectas? ¿Es lógico, puramente lógico y racional, que se pueda admitir el milagro del caos que se ordena a sí mismo y por sí genera la célula, ésta se desenvuelve en especie y esta especie en otras cada vez más perfectas y numerosas, al tiempo que se sostiene que Dios no pudo hacer por Sí toda la creación? ¿Resulta lógico y racional dar por cierta la evolución de la especie, o mejor, de una determinada especie hasta llegar a la forma animal más perfecta por hallarse dotada de palabra y de razón, aunque sólo sea de estas dos cualidades, cuando se ve que, desde hace milenios, no ha habido criatura animal alguna que haya adquirido la razón y la palabra no obstante su convivencia con el hombre?

Todo animal, desde hace milenios, es como fue hecho. Habrá habido achicamientos estructurales, se habrán hecho cruces por los que de las razas en un principio creadas se habrán obtenido razas híbridas; mas, por muchas épocas y milenios que hayan transcurrido, jamás se vio que el toro dejase de serlo, como tampoco el can, por siglos y siglos de convivencia que haya mantenido con el hombre. Ni se vio nunca que las monas, con el discurrir de milenios y sus contactos con el hombre del que, ciertamente, pueden imitar sus gestos mas no aprender el habla, llegasen a ser hombres o, al menos, animales hombres. Son las mismas criaturas inferiores que, con la evidencia de los hechos, desmienten las elucubraciones de los cultivadores de la ciencia puramente racional. Cuales eran, son, dando testimonio de la omnipotencia de Dios con la variedad de las especies que, por lo demás, no han evolucionado, pues como eran han seguido siendo: con sus instintos, sus leyes naturales, su particular misión que nunca es inútil por más que pueda parecerlo. Dios no hace obras inútiles y totalmente nocivas. Hasta el mismo veneno de las serpientes es útil y tiene su razón de ser.

Sepan ver los racionalistas. Despójense de las lentes del racionalismo y vean a la luz de Dios mediante la Palabra divina que habló por boca de los patriarcas y de los profetas del Tiempo antiguo y por boca de los santos, místicos o contemplativos del Tiempo nuevo, a los que siempre un Único Espíritu reveló o recordó cosas ocultas y pasadas que han ido alterándose en su verdad al pasar de boca en boca. Vean sobre todo por medio de la Palabra encarnada y Luz del mundo: Jesús, el Maestro de los maestros, el cual no cambió ni una tilde siquiera de la revelación contenida en el Libro, antes, con ser Él la Omnisciencia y la Verdad que lo sabía todo en su verdadera plenitud, no sólo la confirmó sino que, rectificando el sentido desviado tal vez por arte de los rabinos de Israel, la devolvió a su prístina forma que es la única verdadera.

 

No son los elementos de la ciencia

los que abren las puertas del Reino de los cielos...

 

Querer añadir a cuanto la Sabiduría reveló, la Tradición ha trasmitido y la Palabra ha confirmado y explicado, es añadir oropel al oro. No son los elementos de la ciencia los que abren las puertas del Reino de los Cielos sino las áureas monedas de la Fe en las verdades reveladas, las áureas monedas de la Esperanza en las promesas eternas, las áureas monedas de la Caridad practicada porque se creyó y esperó; ésas son las que proporcionan a los espíritus de los justos y después a las carnes y espíritus de los justos su puesto en la Ciudad eterna de Dios.

Nunca se dirá bastante que la ciencia es paja que llena pero no nutre, que es humo que ofusca pero no ilumina y que el engañar con la fe y la esperanza es un veneno espiritual que mata y cizaña que da fruto de falsos profetas de un verbo nuevo y de nuevas teorías que no son Verbo divino ni doctrina divina.

Por otra parte, en donde no hay cuanto más arriba se ha dicho, el que allí está parece vivo pero está muerto. Es decir, que quien no tienen sino la apariencia de lo que debiera ser, es en todo semejante a una estatua hermosa y bien adornada pero que es insensible y no puede comunicar a otros la vida que no posee. Bocas que hablan porque no pueden callar pero que no persuaden al faltar en su palabra ese poder que convence. ¿Cómo van a convencer si ellos mismos no están convencidos? Son instrumentos mecánicos que hablan hasta con elocuencia pero sin alma.

Siempre hubo de éstos. Son los de vocación errada. Con mucho entusiasmo al principio, éste fue apagándose más tarde lentamente, careciendo de coraje para retirarse. Es mejor un pastor menos que no un pastor que parece estar vivo cuando, en realidad, está muerto en su espíritu o a punto de morir. Su puesto lo podría ocupar uno que estuviese vivo para comunicar vida. Mas el falso, el más falso de los respetos humanos les detiene de confesar abiertamente: "Ya no soy capaz y me retiro".

Siempre los hubo. Judas de Keriot es su prototipo. Mejor hubiérale sido retirarse que no permanecer y llegar al supremo delito. "Aquel que, después de haber puesto la mano en el arado se vuelve atrás, no es apto para el Reino de Dios" dijo el divino Maestro. Y quien no es apto es mejor que se retire para no echar a perder a muchos, desatar la murmuración en muchos más y causar daño al Sacerdocio con su escándalo.

La gente generaliza y ve más fácilmente el mal que el bien. Cuando llegan al convencimiento de encontrarse muertos para la misión, que se retiren; pero que no den lugar a que la gente juzgue generalizando y dañando a toda la clase. Las ramas destinadas a proporcionar savia a los frutos, si vienen a quedar estériles, deben ser cortadas porque, no sólo son inútiles sino que roban el vigor a la planta que únicamente serviría para adornarse con un pomposo y efímero follaje.

 

Siempre hubo en las cosas creadas perfectas por Dios

una parte que no acertó a conservarse tal

 

Siempre hubo en las cosas creadas perfectas por Dios una parte que no acertó a conservarse tal. La primera defección tuvo lugar en el ejército angélico, y es un misterio impenetrable cómo pudo suceder en espíritus creados en gracia que veían a Dios, conocían su Esencia y Atributos lo mismo que sus obras y designios futuros. Sencillamente se rebelaron, no supieron permanecer en su estado de gracia y, de espíritus de luz que vivían en el gozo y el conocimiento sobrenaturales, se transformaron en espíritus de tinieblas que viven en el horror.

La segunda defección fue la de los Progenitores y también ésta es algo inexplicable. ¿Cómo pudo ser que dos inocentes que gozaban de los innumerables beneficios de Dios y, por su feliz estado de gracia y demás dones que les capacitaban para conocer y amar a Dios como ningún otro hombre –a excepción del Hijo del Hombre y de su Madre por estar llenos de Inocencia y de Gracia– pudiesen escuchar y obedecer al tentador y preferido antes que escuchar la voz de Dios que les amaestraba amorosamente y tan sólo les exigía una sola obediencia? Fácil obediencia por cuanto ellos no necesitaban echar mano de aquel fruto para saciar por completo todos sus apetitos. Lo tenían todo. Dios habíales hecho ricos de todo cuanto les era necesario para ser felices, sanos de cuerpo y de espíritu. Sencillamente, se rebelaron, desobedecieron, no supieron conservar su estado de gracia y, de criaturas que vivían en el gozo y conocimiento sobrenaturales, llegaron a ser unos infelices en su espíritu, en su corazón, en su mente y en sus miembros; cansados éstos por el trabajo, amedrentada la mente por las dificultades del mañana inmediato y del mañana futuro y eterno, quebrantado el corazón por el asesinato de un hijo y la perfidia del otro y abatido su espíritu, a la sazón envuelto en la calígine de la culpa que les impedía comprender los amorosos consejos del Padre Creador.

La tercera grande, misteriosa e inexplicable defección es la de Judas de Keriot que, de manera espontánea quiso ser de Cristo, gozó por espacio de tres años de su amor, se nutrió de su Palabra y, desilusionado en sus sueños concupiscentes, lo vendió por treinta denarios, pasando de apóstol, es decir, de elegido para la más alta dignidad espiritual, a traidor del Amigo, a deicida y suicida.

Estas son las defecciones mayores. Mas, aunque menores, siempre las hay por cuanto el hombre nunca deja de serlo y porque lo creado nunca es eternamente perfecto como lo es el Creador, si se exceptúa el Reino de los Cielos en el que únicamente los espíritus confirmados en gracia y no sujetos ya a pecar, tienen su morada; y si se exceptúa igualmente al Hijo del Hombre junto con su Madre. El primero porque era el Dios-Hombre y, por tanto, a su persona de hombre hallábase unida su Persona de Dios, yendo unidas de este modo sus perfecciones divinas a las suyas humanas. Y la segunda porque, a los dones extraordinarios de los que Dios la colmó desde su concepción, ella correspondió con una buena voluntad y una fidelidad rayanas a una altura que santo alguno alcanzó ni alcanzará jamás.

Y el que el hombre sea a las veces imperfecto no constituye culpa imperdonable. Dios es al mismo tiempo Misericordia y Paciencia. El aguarda al arrepentimiento del que yerra y perdona si el arrepentimiento es sincero. Por lo que el hombre que cae puede alzar de nuevo tornando a ser justo, o mejor, aún puede llegar a ser más justo que antes porque, al comprobar su debilidad, el propio orgullo puede ser menor y mayor su misericordia para con sus semejantes en el ministerio o en el trato con los hombres. Dios sabe sacar bien del mal cuando el hombre no se niega a sus invitaciones y consejos y a los de sus otros hermanos más santos que él. Mas cuando ve al hombre obstinado en sus imperfecciones, presa de un quietismo que no le hace cometer el bien ni el mal, de un quietismo que hace de él uno que parece vivo pero que está muerto y con ese modo de ser es causa de la muerte y de la debilidad de muchos, entonces Dios viene a el "como ladrón del que no se sabe a qué hora vendrá" (Apocalipsis 3, 3).

 

"Ceñid vuestros costados

y tened encendidas las lámparas en vuestras manos"

 

Dijo el Maestro a los suyos: "Ceñid vuestros costados y tened encendidas las lámparas en vuestras manos". No dijo: "Descansad, dormid, porque ya fuisteis elegidos y tenéis el puesto asegurado". El siervo de Dios es un operario y quiere que opere durante todo el tiempo de su jornada terrena. Y tanto más ha de operar cuantos más especiales y amorosos dones recibió de Dios. "A quien mucho se le dio, mucho le será exigido" (Lc 12, 48). Y debe operar a ejemplo del Maestro, ejemplo de paciencia, de misericordia y de amor incansables. Porque, como querríamos que Dios midiese nuestras propias debilidades, con igual medida debemos hacerlo nosotros con los demás para no incurrir en el rigor de Dios por haber medido rigurosamente a los demás. "Con la medida con que midiereis seréis medidos y con creces" (Mc 4, 24).

Por otra parte, aún hay poca virtud, practicada de forma heroica, si bien con fidelidad a la Palabra por parte de uno mismo o trabajando para que los demás sean o lleguen a ser fieles y constantes en confesar el Nombre del Señor incluso delante de los escarnecedores o enemigos del catolicismo. No de los perseguidores sino de los contrarios, desviados e ignorantes de ese Nombre y de quien lo lleva. ¡Cuántos hay que son de la "sinagoga de Satanás" (Apocalipsis 3, 9) o de la del mundo por no hallarse instruidos en la Verdad! Instruidos con paciencia y amor según el espíritu del Evangelio, de su Autor: Jesús y de su Custodiadora y Dispensadora: la Iglesia Romana.

Almas que se encuentran en las tinieblas pero que tienden instintivamente a la Luz. Almas que están en el error de un culto idólatra o separado pero que tienden instintivamente a la Verdad. Almas que, por su propia naturaleza, tienden al Bien y pertenecen así, aunque sin saberlo, al alma de la Iglesia y para las que bastaría una mano, una palabra, una ayuda apostólicamente fraterna para llegar a ser miembros vivos del Cuerpo místico y adoradores del verdadero Dios.

Ahora bien, por ser cierto que quien salva o da vida a un alma tan sólo, salva la suya dándole el premio de la Vida eterna; y, al ser Dios infinitamente reconocido con quien le entrega un hijo, es igualmente cierto que Dios perdonará muchas cosas a quien se ingenia para hacer entrar por las vías del Señor –las vías que conducen al Cielo– a muchas almas, teniendo abierta la puerta de la misericordia, de la verdad y de la sabiduría, que es el Evangelio, para que a todos cuantos, tras la invitación del ministro de Dios, quieran entrar, les resulte fácil hacerlo.

De este examen y confrontación entre las siete iglesias de entonces y el estado actual de diversas religiones e iglesias saltan la advertencia y la invitación a no dejar morir la caridad, a no seguir doctrinas humanas por demás semejantes a las de Balaám que son motivo de escándalo, de intoxicación y de fornicación espiritual para los pequeños por ser "escándalo", y para los grandes por los otros dos motivos; a combatir a todos aquellos que tengan comercio o prácticas personales y actos tenebrosos, fornicando con las potencias del mal y de la mentira y nutriéndose de alimentos mentales sacrificados u ofrecidos a los ídolos de una ciencia y de una curiosidad impuras; a sacudir de sí el quietismo y a tornar a ser vivos para proporcionar la vida; a reforzar la virtud débil trabajando con todas las fuerzas que se tengan para llevar a los demás al conocimiento de Dios y del Evangelio y, por consiguiente, a la virtud para que los salvados proclamen al Padre de los Cielos y de todos los hombres por su Salvador, a arder para arder; a esplender para iluminar y a desprenderse de cuanto es concupiscencia, aunque sólo sea de riquezas, de poder, de salud y tranquila comodidad humana, para revestirse de las cosas sobrenaturales y así estar libres y sin obstáculos para la labor apostólica.

Así pues, los que quisieron hacerse santos venciendo todas las cosas contrarias a la santidad, recibirán el "nombre nuevo", se alimentarán del "árbol de la vida" y del "maná escondido", serán revestidos con "blanca vestidura", coronados con "corona" de gloria celeste, hechos "columna" del Templo eterno y "se sentarán sobre el trono" que está preparado para los vencedores (Apocalipsis, capítulos II y III).

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A. M. D. G.