" 'El justo vive de la fe' " 

(A los Romanos c.1, v. 17).

 


 

#Hubo un tiempo en que Pablo, ... , se avergonzaba deL Evangelio como de una ignominia lanzada entre las inspiradas o doctas palabras de la sabiduría de Israel   

#Aquellos que ahogan las pequeñas voces deberían meditar mucho y aprender de aquel "me persigues" a temer perseguir al Verbo y temblar de hacerlo.    

#cuando las potentes legiones romanas destruyeron para siempre, conforme a la profecía de Jesucristo, el Templo sobre el Moria, ¿contra quién, de verdad, se lanzaron Contra el edificio, contra los sacerdotes, contra los útiles del Templo o bien contra ese Ente inmaterial que, en la mente de los israelitas, lo llenaba de Sí?.   

#¿Contra quién fue la persecución del enemigo? ¿Contra los hombres y las piedras o contra la Idea? Contra la Idea.   

#¡Levantad, cristianos!  ¡A tus tabernáculos, pueblo cristiano!  ¡A tu fe!  ¡A tu Señor Jesucristo! ¡A la Vencedora de Satanás! ¡Levántate!  

 #al defender la Idea divina, la Iglesia y la Fe, os defendéis a vosotros mismos, defendéis vuestra tranquilidad y vuestro bienestar   

#Os apunto a lo alto: el Cielo, Dios; os indico el corazón de la Cristiandad: la Roma Vaticana, os señalo el tabernáculo. Defendedlos si queréis estar defendidos,   

#Le perseguís en éstos porque negáis que sea el Verbo el que habla en ellos   

#Pablo reconoció que "en el Evangelio se manifiesta la justicia que deriva de la fe y tiende a la fe"  

#Los justos aman. Sienten que el creer es vida por ser caridad y que la caridad es vida por ser Dios   

#Verdaderamente, el mucho saber difícilmente constituye salvación

 


 

Dice el Autor Santísimo: 

" 'El justo vive de la fe' " (A los Romanos c.1, v. 17).

Al citar estas palabras el Apóstol, orgulloso un tiempo de su ciencia rabínica, hácese "niño", es decir, humilde y sencillo, y confiesa e, incluso, profesa: "Yo no me avergüenzo del Evangelio, virtud de Dios para la salvación de todos los creyentes... En él, en efecto, se manifiesta la justicia de Dios que proviene de la fe y tiende a la fe". 

 

Hubo un tiempo en que Pablo, ... , 

se avergonzaba deL Evangelio como de una ignominia 

lanzada entre las inspiradas o doctas palabras 

de la sabiduría de Israel

 

Hubo un tiempo en que Pablo, aún más que avergonzarse de creer por su cuenta en el Evangelio, se avergonzaba de El como de una ignominia lanzada entre las inspiradas o doctas palabras de la sabiduría de Israel. Y, al objeto de borrar aquella ignominia impresa en las mentes de los secuaces del Nazareno, perseguíales apagando de consuno palabras evangélicas y vidas, creyendo así vencer. Mas la Palabra eterna a la que fuerza alguna humana ni diabólica puede hacer callar, le aterró en el camino de Damasco preguntándole: "¿Por qué me persigues?"

 

Aquellos que ahogan las pequeñas voces 

deberían meditar mucho y aprender de aquel 

"me persigues" 

a temer perseguir al Verbo y temblar de hacerlo.

 

Aquellos que ahogan las pequeñas voces, los que oprimen a quienes hablan en nombre de Dios, y ellos, los doctos de ahora, saben cómo se les llamaba en el Antiguo Testamento y cual sea su misión pues ellos son y siempre serán, hasta el fin de los tiempos, como heraldos de Dios entre las turbas ciegas- deberían meditar mucho y aprender de aquel "me persigues" a temer perseguir al Verbo y temblar de hacerlo.

Dios vive en su instrumento. Vive no de un modo corriente sino de una manera extraordinaria. La personalidad humana no es más que el velo que guarda al Santo de los Santos que está operando, ya que Dios, tras el velo, nunca está inerte en su trono.

 

cuando las potentes legiones romanas destruyeron 

para siempre el Templo sobre el Moria, 

¿contra quién, de verdad, se lanzaron? 

¿Contra el edificio, contra los sacerdotes, 

contra los útiles del Templo 

o bien contra ese Ente inmaterial que, 

en la mente de los israelitas, 

lo llenaba de Si?

 

Cuando las feroces huestes de los caldeos, una vez vencidos los israelitas de manera absoluta en su corte,  dieron fuego a la casa de Dios y se llevaron las riquezas y cosas santas del Templo; cuando las potentes legiones romanas destruyeron para siempre, conforme a la profecía de Jesucristo, el Templo sobre el Moria, ¿contra quién, de verdad, se lanzaron? ¿Contra el edificio, contra los sacerdotes, contra los útiles del Templo o bien contra ese Ente inmaterial que, en la mente de los israelitas, lo llenaba de Si?.

Digo "en la mente de los israelitas" porque, a partir de la hora nona de aquel Parasceve, abismo de Misericordia y de Delito, el Espíritu de Dios había abandonado el Santo de los Santos y, aún a las horas del incienso, hallábase vacía la gloria del tabernáculo. Mas todavía subsistía la Idea. Y esa Idea lo era todo para Israel.

 

¿Contra quién fue la persecución del enemigo? 

¿Contra los hombres y las piedras o contra la Idea? 

Contra la Idea.

 

¿Contra quién fue la persecución del enemigo? ¿Contra los hombres y las piedras o contra la Idea? Contra la Idea. Para herir al pueblo, hirió la Idea. Y así lo destruyó y lo dispersó.

¡Oh míseros, míseros hombre superficiales que, por más que seáis católicos practicantes, sois tan tibios para la Idea, para el Cristianismo y para la Iglesia que son los que constituyen la Idea que proporciona fuerza, poder, cohesión, victoria, salvación contra los ejércitos humanos y extrahumanos de los servidores del Dragón, meditad en esta gran lección que se desprende de los ejemplos de la historia: Cuando la inercia, el pecado o el asentimiento a doctrinas satánicas hacen que los enemigos de Dios y de las almas asalten, destruyan, desbaraten la única Idea santa, verdadera y eterna -Dios- en aquello que lo pregona y representa, todo, viene a desbaratarse y destruirse, aún aquello que no querríais que lo fuese: vuestro bien personal egoísta, el patrimonio familiar, la tranquilidad y, a las veces, la misma familia.

 

¡Levantad, cristianos! 

"¡A tus tabernáculos, pueblo cristiano! 

¡A tu fe! 

¡A tu Señor Jesucristo! 

¡A la Vencedora de Satanás! 

¡Levántate!

 

¡Levantad, cristianos! Un día, a Jesús que dormía, le gritaron: "Despierta, Maestro, que perecemos". Pero ahora es Dios el que os grita: "Despertad, cristianos, pues si no despertáis, pereceréis. La tormenta la tenéis encima".  Para agruparlo en la defensa de la religión y de la patria se le decía al Israel Antiguo. "¡A tus tiendas, Israel!". Os grito Yo a vosotros: "¡A tus tabernáculos, pueblo cristiano! ¡A tu fe! ¡A tu Señor Jesucristo! ¡A la Vencedora de Satanás! ¡Levántate! Vuelve a encender la luz y el fuego de la fe y de la caridad; despójate de esos vestidos por demás carnales que te hacen orgulloso e indolente, y revístete de justicia".

Tú, tú sólo has de salvarte. En tu voluntad radica tu victoria. Dios te observa, mas no es su voluntad la que te salva. ¡Tantas veces lo intentó...!; mas tú, de la victoria de la salvación has hecho escalón por el que descender a las tinieblas, al hielo y al vicio. Lo dije ya al comienzo de la labor del pequeño Juan. Os habéis reído, burlado o increpado a la pequeña voz que os repetía mis palabras, muchas de las cuales, por ser divinas, han tenido ya cumplimiento.

 

al defender la Idea divina, la Iglesia y la Fe, 

os defendéis a vosotros mismos, 

defendéis vuestra tranquilidad y vuestro bienestar

 

No os riáis, no os burléis, no denigréis éstas, pues, al defender la Idea divina, la Iglesia y la Fe, os defendéis a vosotros mismos, defendéis vuestra tranquilidad y vuestro bienestar. Lo que Satanás y sus secuaces pretenden es atacar a la Idea, a la Iglesia y a la Fe, es decir, al corazón, a la sangre y al aliento que mantiene viva vuestra misma vida, dolorosa, es cierto, penosa, también. Mas si triunfase Satanás en un mundo ya sin Dios...,  tres veces ¡ay de vosotros!

 

Os apunto a lo alto: 

el Cielo, Dios; 

 

os indico el corazón de la Cristiandad: 

la Roma Vaticana, 

 

os señalo el tabernáculo. 

Defendedlos si queréis estar defendidos,

 

¡Nada sabéis! No alzo el velo tendido sobre ese horror que ya es actual y cierra filas para lazarse al asalto. Os apunto a lo alto: el Cielo, Dios; os indico el corazón de la Cristiandad: la Roma Vaticana, os señalo el tabernáculo. Defendedlos si queréis estar defendidos, y meditad bien mis palabras.

Y, sobre todo, no seáis de aquellos que se aprestan a perseguir a Dios en su Idea, en la Iglesia Romana, en la Fe, al perseguir a Jesucristo en sus pequeñas voces. No persigáis a Jesucristo os repito, porque El, al perseguir vosotros a sus instrumentos, os dice con su divina y justa sinceridad: "¿Por qué me perseguís?"

 

Le perseguís en éstos porque negáis que sea el Verbo 

el que habla en ellos

 

Sí. Le perseguís en éstos a los que no dejáis en paz. Sí. Le perseguís en éstos porque negáis que sea el Verbo el que habla en ellos, que lo sea el Espíritu Santo que es siempre autor de toda enseñanza divina.

Imitad a Pablo en el segundo período de su vida mortal, pues sabéis imitarle cuando aún era Saulo de Tarso, de la tribu de Benjamín, fariseo y perseguidor de los cristianos. Y vosotros, rabinos noveles, no os avergoncéis de aprender cosas de fe y de sabiduría, que al presente ignoráis y de aprenderlas de una pequeña voz.

 

Pablo reconoció que en el Evangelio 

"se manifiesta la justicia que deriva de la fe 

y tiende a la fe"

 

Comparado con el rico, poderoso e imponente Gamaliel, semejante a un rey en su fausto y cortesanos, libro viviente de la sabiduría de Israel, el humilde Maestro de Nazaret debíale parecer harto despreciable a Saulo de Tarso, desconocedor de su condición social, de su método de enseñanza y de su género de vida. Mas cuando las escamas del farisaísmo cayeron, no de las pupilas de sus ojos sino de su espíritu, y con perseverante estudio penetró en la sabiduría del Evangelio, "virtud de Dios para la salvación de los creyentes", Pablo reconoció que en el Evangelio "se manifiesta la justicia que deriva de la fe y tiende a la fe".

Esta justicia, hecha luminosa y comprensible por la bondad de la misma Palabra de Dios que se compadece de vosotros, viene a manifestarse en el don que la pequeña voz os ha proporcionado en nuestro Nombre.

 

Los justos aman. 

Sienten que el creer es vida por ser caridad

 y que la caridad es vida por ser Dios

 

Los justos aman. El amor es luz. La luz hace posible la visión. Los justos creen y tienen sed ardiente de creer cada vez más. Comprenden que el conocimiento es una ayuda poderosísima para creer. Sienten que el creer es vida por ser caridad y que la caridad es vida por ser Dios, el Viviente, acogido en ellos y ellos en Dios.

Y he aquí cómo, a través de un largo proceso, hemos llegado a la primera proposición del dictado de hoy: "El justo vive de la fe". Y cuanto el justo más de niño tenga el corazón, más sabrá vivir de la fe. Por esto dijo el divino Maestro: "Si no llegáis a haceros como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos". El niño sabe creer. Y por este  saber creer conoce a Dios y es merecedor de poseerlo y gozarlo eternamente por mas que muera antes de llegar a ser docto cual lo sois vosotros.

 

Verdaderamente, el mucho saber 

difícilmente constituye salvación

 

Verdaderamente, el mucho saber difícilmente constituye salvación, aunque no sea sino porque "a quien más se le dio más se le reclama", y "a quien acumuló tesoros difícilmente dejarán de asaltarle los ladrones". Mas este antiguo proverbio aún no lo conocíais ni sabéis de qué ladrones Yo hablo. Vosotros, que sois tan sabios, intentad conocerlos y así, conociéndolos, podréis defenderos de la muerte que ellos tratan de daros con sus armas.

Mas los "niños pequeñitos" se hallan libres de tales peligros. Ellos saben vivir de la fe con simplicidad. Ellos confían en el Señor, y está dicho que quien confía en el Señor comprende la verdad. Por eso ellos comprenden por más que no lo sepan científicamente. Comprenden: por la caridad que vive en ellos y porque tiene por maestros la Caridad y a su ángel de la guarda".

4-1-48

A. M. D. G.