TRES GRANDES CATEGORÍAS DE CREYENTES 

 


 

#La gran misericordia de Dios resplandece más luminosamente aún en las palabras de Pablo 

#Primera categoría: Los que no reconocen ley alguna natural, humana, y por tanto racional, ni sobrehumana    

#Segunda categoría: los hipócritas, los falaces, los que se burlan de Dios, los que, teniendo la Ley, teniéndola sólo, no la practican   

#Tercera categoría: los gentiles.

 


 

A los Romanos, cap. 2.º, v. 12.

 

Dice el Autor Santísimo:

 

La gran misericordia de Dios resplandece 

más luminosamente aún en las palabras de Pablo

 

"La gran misericordia de Dios resplandece más luminosamente aún en las palabras de Pablo que, inspirado, proclama cómo únicamente perecerán aquellos que no reconocen ley alguna -natural, sobrenatural ni racional- mientras que aquellos que conocieron la Ley y no la practicaron, serán condenados por la misma Ley que salva; y más aún: que los gentiles que no tienen la Ley sino que, natural y racionalmente, hacen lo que la rectitud de corazón, por sumisión a las voces del Espíritu, desconocido pero presente, único maestro para su espíritu de buena voluntad, por obediencia, a aquellas inspiraciones que ellos siguen porque su virtud las ama sin saber que, de modo inconsciente, sirven a Dios- que estos gentiles, que con sus actos dan a entender que la Ley se halla escrita en su corazón virtuoso, serán justificados en el día del Juicio.

Estas tres grandes categorías las observamos en el juicio divino y por ellas resplandecen una misericordia y justicia perfectas.

 

Primera categoría: 

Los que no reconocen ley alguna natural, humana, 

y por tanto racional, ni sobrehumana

 

Los que no reconocen ley alguna natural, humana, y por tanto racional, ni sobrehumana, ¿quiénes son? ¿Los salvajes? No. Son los luciferes de la Tierra cuyo número va creciendo progresivamente con el correr de los tiempos cuando, por el contrario, la civilización y la difusión del evangelio con la predicación inexhausta del mismo deberían hacer que su número fuérase reduciendo cada vez más. Mas la paz, la justicia y la luz están prometidas a los hombres de buena voluntad y ellos lo son de mala voluntad.

Son los rebeldes a toda ley, aún la natural, y, por tanto, inferiores a los brutos. Reniegan voluntariamente de su naturaleza de hombres, seres racionales dotados de inteligencia y de alma. Hacen cosas contra la naturaleza y contra la razón. No merecen sino desaparecer de entre el número de los hombres que fueron creados a imagen y semejanza de Dios y, en efecto, perderán su condición de hombres tomando la de demonios querida por ellos.

 

Segunda categoría: 

los hipócritas, los falaces, los que se burlan de Dios, 

los que, teniendo la Ley, teniéndola sólo, no la practican

 

Segunda categoría: los hipócritas, los falaces, los que se burlan de Dios, los que, teniendo la Ley, teniéndola sólo, no la practican. Y ¿puede decirse que la tienen de verdad no sacando beneficio alguno de Ella?  Son semejantes a aquellos que, poseyendo un tesoro, lo dejan improductivo y abandonado. No extraen del mismo frutos de vida eterna ni ventajas para antes de su muerte; y Dios les condenará porque tuvieron el don de Dios y no hicieron uso de él en reconocimiento al Donante que les puso en la parte escogida de la Humanidad: en la de su Pueblo marcado con el signo cristiano.

 

Tercera categoría: los gentiles.

 

Hoy en día damos tal calificación a quienes no son cristianos católicos. Llamémosles así mientras meditamos las palabras de Pablo. Ellos que, sin tener la Ley, hacen naturalmente lo que la Ley prescribe -y es para ellos su ley, mostrando así cómo su espíritu ama la virtud y tiende al Bien supremo- ellos, cuando juzgue Dios por medio del Salvador las secretas acciones de los hombres, serán justificados.

Estos son muchos, en gran número. Será la muchedumbre inmensa... de toda nación, tribu, pueblo, lengua, sobre la cual, en el último día, por los infinitos méritos de Cristo inmolado hasta el derramamiento de la última gota de sangre y humor acuoso, aparecerá impreso, como prenda de salvación y premio, antes del último e inapelable juicio, el sello del Dios vivo.

Su virtud, su obediencia espontánea a la Ley habráles bautizado sin más bautismo, habráles consagrado sin otro crisma que los infinitos méritos del Salvador. El Limbo no será ya en adelante morada de los justos, pues, como sucedió en la tarde del Viernes Santo, que el Limbo se vació de los justos que en El había porque la Sangre derramada por el Redentor habíales purificado de la mancha original, así será en la tarde de los Tiempos, en que los méritos de Cristo, triunfador de todos sus enemigos, les absolverá del hecho de no haber sido de su grey en atención a su fe firme de pertenecer a la religión justa; y les premiará las virtudes que ejercitaron en vida.

Si así no fuese, Dios defraudaría a estos justos que se impusieron una ley de justicia y defendieron la justicia y la virtud. Y Dios no defrauda jamás, por más que, a veces, se demore su realización; pero siempre es cierto su premio".

16-1-48

A. M. D. G.