"... el Arca dilectísima (María) ... que
aún nos contiene (A LA TRINIDAD)
como Nosotros la contenemos a
Ella"
#EL ESPÍRITU DE DIOS LLENA TODO EL MUNDO...
#EL ESPÍRITU DE DIOS SE CERNÍA SOBRE LAS AGUAS...
#A ESTE ESPÍRITU DEL HOMBRE Él preparolo ya la plenitud de la Vida y de sus dones con su Cristo
#El cuerpo del hombre, de todo hombre, está animado por el soplo de Dios
#¿cómo podrá dudarse que María,... no tuviese a Dios en sí y no estuviese en EL?
#nos contiene a Nosotros, estando Nosotros en ella y Ella en Nosotros.
Respondiendo a una objeción mía acerca de la frase contenida en el dictado del 6-1-48: "... el Arca dilectísima (María) ... que aún nos contiene como Nosotros la contenemos a Ella".
Dice el Autor Divinísimo
Está dicho que el cuerpo del hombre es templo del Espíritu Santo. Y ha de ser creído por ser verdad. Una verdad que impulsa a una vida perfecta para poseer al Huésped divino que es el Espíritu Eterno que inhabita en el alma de los justos. Mas no ha de creerse que sólo la Tercera Persona habita en vosotros. Se le nombra a Ella porque es la que abraza y contiene a las Dos que le preceden. Mas, al ser indivisible la Unidad Trinitaria, donde está uno están los Otros. Así pues, vosotros, poseyendo al Espíritu Santo, tenéis con vosotros todo el Amor, es decir, a Dios Uno y Trino.
EL ESPÍRITU DE DIOS LLENA TODO EL
MUNDO...
"Está dicho...: "El Espíritu del Señor llena todo el mundo". Todo el mundo. Desde siempre. Y para siempre. Siguiendo las diversas evoluciones dispuestas por el querer de Dios... No autoevoluciones, sino evoluciones dispuestas por el Creador, por el Eterno, Señor Omnipotente.
EL ESPÍRITU DE DIOS SE CERNÍA SOBRE
LAS AGUAS...
"El Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas", está dicho, y es una de las primeras palabras de la maravillosa historia de la Creación. Ya era Dios. El siempre fue. Y por su Ser pudo crear todo de la nada; del desorden, el orden; de lo incompleto, más, de lo informe, el completo, la forma, con ley de sabiduría potentísima. Del caos surgió el universo. De los vapores cargados de moléculas en desorden, de la anarquía de los elementos "creó el cielo y la tierra", y enseguida su Espíritu "cerniose sobre las aguas" Y al paso que las sucesivas obras de la Creación se iban realizando, "el Espíritu del Señor" cerníase sobre ellas con sus leyes y providencias. Las obras íbanse sucediendo, y cada vez más poderosas, desde el caos que se separa y ordena, lo diré, por familias -las partes sólidas con las partes sólidas para formar el globo del planeta Tierra, las partes húmedas con las partes húmedas para formar sucesivamente los mares, los lagos, los ríos, los arroyos-, hasta la luz, la primera de las cosas ordenadas, no ya con elementos preexistentes del caos sino creada con poder propio de la nada.
"Porque la luz no existía, "las tinieblas cubrían la faz del abismo", es decir, del caos en el que confusamente entrechocaban masas de vapores cargados de humedad, de gas y de moléculas. Y Dios creó la luz. Su luz. El concedió al mundo, que por su querer surgía de la nada, este atributo, uno de sus atributos:
la luz.
"Dios es luz, el Padre de la luz y de las luces. Y a la Tierra, su primera criatura, concediole y donó la luz. Y, por modo semejante, al hombre, perfección de la creación y último de las seis obras de los seis días divinos tras los que Dios descansó le concedió el atributo que hácele semejante a El: el del espíritu libre, inmortal, su hálito divino infundido en la materia para que ella estuviese animada por Dios y tuviese derecho al Cielo, a la Morada del Padre.
A ESTE ESPÍRITU DEL HOMBRE...
"A este espíritu del hombre Él, el Buenísimo, preparole ya la plenitud de la Vida y de sus dones con su Cristo. Y Cristo vendrá cuando haya llegado la hora de su venida y los hombres poseerán la plenitud de la Vida, de la Gracia y de la Unión por los méritos de Cristo y por los Sacramentos instituidos por Él...
Mas no es en esta lección que hablaré de este último supremo don. Ahora te instruyo acerca de tu duda de si habrás entendido y escrito mal a fin de quitártela y hacer que lo sepas.
El cuerpo del hombre, de todo hombre,
está animado por el soplo de Dios
El cuerpo del hombre, de todo hombre, está animado por el soplo de Dios. Por esto, en todo hombre y sobre cada uno de los hombres se extiende y penetra el Espíritu de Dios con derechos de Rey y con amor de Padre Creador. Aun antes de la Redención, el Espíritu del Señor -el Amor- guió a los patriarcas y amaestró a los profetas y a los justos. Y su voz resonó en los espíritus desde el comienzo de los tiempos, resuena y resonará para proporcionar a los hombres ese tanto de dirección que la providencia Creadora no niega a hombre alguno y que aumenta en la medida que su buena voluntad le mueve a honrar y servir al Ser Supremo que aparece con multitud de nombres y de diversas formas según sean los pueblos y religiones, pero cuya existencia es reconocida por los creyentes de todos los pueblos siendo reputado digno de toda adoración.
La inhabitación de Dios en el hombre habría sido perfecta de no haber éste pecado. La Pasión de Cristo y la pertenencia a su Iglesia, restableciendo el Orden y restituyendo la Gracia, otorgan de nuevo la inhabitación de Dios en vosotros: el Reino de Dios en vosotros.
así como el alma está en vosotros y os contiene
no obstante ser, por su origen e inmortalidad,
superior a la carne,
así vosotros contenéis a Dios
en el templo de vuestro cuerpo
en el que está -Santo de los Santos- el alma en gracia.
Y así, del modo como el alma está en vosotros y, sin embargo, os contiene no obstante ser, por su origen e inmortalidad, superior a la carne, así vosotros contenéis a Dios en el templo de vuestro cuerpo en el que está -Santo de los Santos- el alma en gracia. Mas Dios os abraza por ser el Infinito que acoge en su Inmensidad a todos sus amados.
¿cómo podrá dudarse que María,...
no tuviese a Dios en sí y no estuviese en El?
Dicho esto, te pregunto: Si vosotros, pecadores, si vosotros en quienes aún queda la cicatriz de la gran llaga del Pecado original con su fomes que a veces turba hasta a los más heroicos en el Bien, tenéis al Espíritu Santo en el templo de vuestro cuerpo, tenéis en vosotros la Caridad que tanto más estrechamente os abraza cuanto más vivís en ella, es decir, estáis en la Caridad porque en Ella está todo lo que es santo, ¿cómo podrá dudarse que María, Aquella que "ab aeterno" fue ideada por el Pensamiento divino -que es Querer y Poder perfectos- Inmaculada y llena de Gracia, Hija, Esposa y Madre de Dios, Aquélla que correspondió al querer divino con su voluntad, libre como la de Jesús, y de cuya libre voluntad quiso servirse para caminar siempre en la presencia de Dios y ser prefecta, no tuviese a Dios en sí y no estuviese en El?
Ella ciertamente "no pecó porque no quiso pecar". Segunda Eva, no imito a la primera y aplastó a la Serpiente porque, abismada totalmente en Dios que reinaba en su espíritu y le abrazaba constituyendo su amor, fue ciega, sorda y ajena del todo a cuanto no fuese Dios y amor para El.
nos contiene a Nosotros, estando Nosotros en ella
y Ella en Nosotros.
Arca más santa que aquella de madera de setim, contuvo en sí a la Trinidad y a la Palabra Encarnada; después también a la Trinidad y a Cristo Eucarístico; y ahora, asimismo nos contiene a Nosotros, estando Nosotros en ella y Ella en Nosotros.
¿Dónde descansa Dios? En el espíritu de los justos. ¿Qué es el espíritu? Es la parte mejor de vuestra alma. ¿Cuándo deja de ser trono de Dios? Cuando le domina la concupiscencia. ¿Cuándo os deja el alma? Cuando en la hora de la muerte se separa de la carne para ser juzgada y esperar la resurrección de la carne, teniendo en ella el juicio eterno final.
Pero María no murió. Pasó en un rapto de ésta a la otra vida y en dicho paso su espíritu purísimo fue más que nunca trono de Dios. Así debiera haber sido también en todos los hombres si ellos en Adán no hubieran todos pecado.
María no fue juzgada. Era la Inocente no sujeta a juicio ni a la muerte cual lo estáis vosotros. María no quedó reducida a polvo en su carne inmaculada por cuanto su alma hízola incorruptible por haber llevado al Hijo de Dios y del Hombre. Fue asunta al Cielo en cuerpo y alma por los ángeles. Y, sin embargo, a la hora de su tránsito, su alma se separó totalmente y subió intelectualmente pero de un modo total, no al tercero sino al Cielo supremo y empíreo y allí adoró. Y mientras tanto, el Espíritu Uno y Trino tampoco dejó su dulce y virginal tabernáculo en el que había reposado.
María está en el Cielo en cuerpo y alma.
Colocada en el centro del Fuego divino
que hace convergir sobre Ella sus ardientes amores,
nos dice eternamente:
"¡Oh Dios!, he aquí la Esclava"
María está en el Cielo en cuerpo y alma, viva cual lo estaba en la tierra, feliz como Ella puede serlo en el Cielo. Y Dios, que inhabitó en ella mientras estuvo en la Tierra, inhabita en Ella en el Cielo. Nada ha cambiado. Colocada en el centro del Fuego divino que hace convergir sobre Ella sus ardientes amores, nos dice eternamente: "¡Oh Dios!, he aquí la Esclava" y nos abre su corazón y nos acoge en un misterio de amor inefable.
quien pretenda encontrar a Dios, la Salvación y la
vida, ha de ir a María en la que encontrará
la Caridad, al Salvador, la Vida, la Luz y la Sabiduría.
Los Santos amantes de María intuyeron esto y proclamaron que quien pretenda encontrar a Dios, la Salvación y la vida, ha de ir a María en la que encontrará la Caridad, al Salvador, la Vida, la Luz y la Sabiduría. Y allí renacerá de hombre a verdadero hijo de Dios. Porque María, Engendradora divina, es asimismo la fecunda y santa Madre que hasta el final de los siglos acoge y acogerá en su seno a aquellos que quieren nacer hijos de Dios, y de estas debilidades informes, de estos gérmenes incompletos -difícilmente capaces de vivir por sí solos- hace y hará "vivientes" del Reino de Dios, da y dará estos hijos a su Dios.
es Madre y Madre perfecta para todos aquellos
que acuden a Ella en busca de la Vida
María es Corredentora y Cooperador incansable en el divino triunfo final; es caridad inexhausta e inagotable, laboriosa como esclava y gloriosa como Reina para la gloria de Dios; es Madre y Madre perfecta para todos aquellos que acuden a Ella en busca de la Vida".
2-2-48
A. M. D. G.