CON MARÍA SE HA VUELTO A crear al nuevo
Adán Y el nuevo paraíso terrenal en el
que todo es hermoso y bueno
MARÍA TAMBIÉN DIO A LOS HOMBRES
EL ESPÍRITU SANTO
#El árbol de la Vida, esto es de la Gracia, y el de la ciencia del Bien y del Mal
#De ti, María Virgen, nos vino el Hombre, Cristo. Por Ti sola concebiste y donaste la Luz
#a Ti, Dios decretó: Tú no morirás, no puede morir Aquélla que dio la Vida a la Tierra
#Tú diste a los hombres el Espíritu Santo
A los Romanos, cap. 5.º, v.5.
Dice el Autor Divinísimo:
El árbol de la Vida, esto es de la Gracia,
y el de la Ciencia del Bien y del Mal
"Te he hecho contemplar las dos naturalezas de Jesús, Hijo de Dios y del Hombre, y como la divina, aniquilándose, limitándose dentro de los estrechos confines de una carne humana -ella que es infinita- o se haya por ello envilecido antes, por el contrario, haya divinizado a la humana volviendo a crear al nuevo Adán en el nuevo paraíso terrenal en el que todo es hermoso y bueno -hermoso para verlo y bueno para gustarlo- y en el que se encuentran firmes e incontaminados del abrazo de la serpiente el árbol de la Vida, esto es, de la Gracia, y el de la Ciencia del Bien y del Mal al que no se tiende con avidez la mano para coger el fruto y hacerse "dioses" conforme a la falaz promesa sino que a su rumor sapiencial se le presta oído puro para aprender el Bien y huir del Mal, rogando compasivamente por los incautos que no escuchan el rumor de la fronda movida por el aura buena de Dios sino, al pie del árbol, el silbar del Tentador.
La una viene de las cimas acariciadas por la pureza del aire
y la luminosidad del sol.
La otra, del profundo, de la tierra, de la penumbra.
Dos voces, pero ¡qué distintas! La una viene de las cimas acariciadas por la pureza del aire y la luminosidad del sol. La otra, del profundo, de la tierra, de la penumbra. La voz de Dios es: Luz, Sabiduría y Verdad. La de Satanás: Tiniebla, Fango y Mentira.
La primera Eva, bajando sus ojos, prestó oídos a la voz de la tiniebla, del fango y de la mentira. La segunda Eva -segundo paraíso terrenal en el que a Dios agradole conversar con la Inocencia en el frescor de la tarde, esto es, en la paz de un espíritu desconocedor de las fiebres y el ardor de la lujuria- prestó oídos a la voz de la luz, de la Sabiduría y de la Verdad.
¡Oh nuevo paraíso terrenal de Dios!
para abrirlo al descanso del Eterno
y ofrecerlo a la Caridad por su morada
¡Oh nuevo paraíso terrenal de Dios! Hermoso, lindo, puro jardín de delicias en el que todo cuanto hay es don de Dios, conservado hermoso y puro con venerante cuidado de amor para abrirlo al descanso del Eterno y ofrecerlo a la Caridad por su morada: jardín regado con la Fuente purísima que fertiliza la tierra (los hombres) a cuya Agua -Jesús- se vuelven; lugar de delicias por el que discurre el río de gracia que se divide en cuatro brazos: el primero, de adoración al Eterno; el segundo, de amor al prójimo; el tercero, de compasión por los pródigos o los descarriados fuera de los confines paternos, los separados de la Vid bendita y de la Vida, y el cuarto, de misericordia para con todas las miserias de los vivientes y de los que ya están vivos.
De ti, María Virgen, nos vino el Hombre, Cristo.
Por Ti sola concebiste y donaste la Luz
De ti, María Virgen, por una serie de circunstancias, nos vino el Hombre, Cristo, sin que fuese necesario fecundación humana para fertilizar tu seno. Tú solo fuiste la Generante. Por Ti sola concebiste y donaste la Luz. La Gracia, plena ya en Ti, penetró tu seno en un torbellino de ardores incontenibles y el Verbo tomó carne para habitar entre los hombres y darles la Vida.
La primera Eva, por querer ser "como dios", perdió lo que hace del hombre animal un hijo de Dios. Tú, sin gula de ninguna especie, por querer ser esclava tan sólo, te divinizaste por tus esponsales con el Amor divino y por tu divina Maternidad
"Tú no morirás, no puede morir Aquélla
que dio la Vida a la Tierra"
A Ti, que te sentiste la más pequeña y pobre de todas las mujeres y justamente encontraste el dolor que fue tu compañero inseparable de toda tu vida; a Ti, que justamente encontraste el tener que sufrir las consecuencias del Pecado con las fatigas, los sufrimientos, la muerte, ¡oh Virgen bella, humilde, casta, paciente, obediente, amorosa, nueva Eva, Inmaculada por querer de Dios y fiel a la Gracia por querer tuyo!, Dios decretó: "Tú no morirás, no puede morir Aquélla que dio la Vida a la Tierra". Mas, por haber dado el Fruto de tu seno, por haberlo dado para que fuese tomado, cogido, comido y estrujado, Pan, Vino, Sangre, Redentor, se abrirán tus ojos y serás como Dios teniendo el conocimiento del Bien y del Mal: para amar y enseñar a amar, ¡oh Maestra admirable!, el primero, y para combatir con tus armas al segundo.
Por Ti el Orden reconstruido.
Por Ti la Gracia para los hombres.
Por Ti la Redención.
Por Ti Cristo
y, por Ti y por Cristo, Yo,
el Espíritu Santo.
Por Ti el nuevo Adán. Por Ti el Orden reconstruido. Por Ti la Gracia para los hombres. Por Ti la Redención. Por Ti Cristo y, por Ti y por Cristo, Yo, el Espíritu Santo.
Tú diste a los hombres el Espíritu Santo
Yo te hice fecunda y parece como si Tú hubieses dado a los hombres el Verbo hecho Carne tan sólo. Mas Aquél que ve y sabe, dice que Tú diste -en una maternidad super excelsa en la que tu carne no es ni siquiera arcilla con la que modelar la Forma divina- que diste a los hombres el Espíritu Santo.
Ese Espíritu Santo sin el cual no pueden los hombres amar, comprender y vivir el amor.
Ese Espíritu Santo sin el cual no hay conocimiento de Dios.
Ese Espíritu Santo sin el cual no hay filiación divina.
Ese Espíritu Santo impulsor de los heroísmos de los santos.
Ese Espíritu Santo teólogo divino de los teólogos humanos.
Ese Espíritu Santo que avalora las plegarias de los mortales gritando: "Padre", en su nombre.
Ese Espíritu Santo dador munífico de dones que perfeccionan y completan las virtudes sobrenaturales, fertilizando el espíritu, haciéndolo activo, dócil y pronto para vivir la vida verdadera del cristiano, esto es, del hijo de Dios.
He aquí que este Espíritu del Espíritu de Dios,
superesencia del Divino amor,
os lo dio Cristo y os lo dio por María,
Madre de Cristo y Madre vuestra,
no en sentido simbólico sino real
He aquí que este Espíritu del Espíritu de Dios, superesencia del Divino amor, os lo dio Cristo y os lo dio por María, Madre de Cristo y Madre vuestra, no en sentido simbólico sino real, puesto que la que da vida es madre y María os dio la Vida y, en consecuencia, el Espíritu Santo, o sea, Aquél que sustenta la Vida en vosotros y, lo que es más, hace de vosotros portadores de Cristo; más aún: "otros Cristos" según la frase de Pablo: "Ya no soy yo el que vivo: es Cristo el que vive en mí".
El menor queda ofuscado ante el mayor que le absorbe, y el mayor sobresale y resplandece anulando al menor, no atropellándolo sino elevándolo a un grado más alto, absorbiendo y asimilando la poquedad a la Plenitud, la debilidad a la Fortaleza y la limitación a la Infinitud.
Parábola del niño pobre que el rey hace su heredero
es el símbolo acabado de la condición del cristiano
que se convierte en otro Cristo.
Un rey que trajese consigo al trono a un pobre niño desnudo encontrado por cualquier camino y le amase hasta el extremo de nombrarle su heredero haciéndolo aclamar por las multitudes mientras le cobija bajo su manto real no pudiéndolo así rechazar las multitudes, este pobre niño pequeño, al que no le ven, viendo tan sólo al rey en su majestad, este pobre niño estrechándose feliz al buen rey hasta el punto de desaparecer en el paludamento real, dichoso de no ser visto por tal arte, ese niño sería el símbolo acabado de esta condición del cristiano que se convierte en otro Cristo.
No de otra suerte María, encinta de Dios, sintióse criatura anulada por el Todo encerrado en su seno. Ella no, sino el que estaba en Ella, La veía, La llevaba, La presentaba a la veneración de los hombres.
También a vosotros, cristianos,
el Espíritu os fecunda de Cristo
y si vuestra voluntad colabora con la del Amor,
Cristo toma vida en vosotros y vosotros, unidos con El,
venís a ser, por tanto, "una sola cosa"
con el Padre, con el Hijo y con El Espíritu que los une
También a vosotros, cristianos, el Espíritu os fecunda de Cristo y si vuestra voluntad colabora con la del Amor, Cristo toma vida en vosotros y vosotros, unidos con El, venís a ser, por tanto, "una sola cosa" con el Padre, con el Hijo y con El Espíritu que los une, del modo que lo pidió Jesús en su oración de la última Cena, para que con los Tres, que son Uno, moréis eternamente, gocéis del amor y después de la gloria de Dios y de la paz bienaventurada que es el premio de quienes acogieron la Luz y la Palabra y vivieron en la Caridad y en la Verdad, naciendo para Dios y de Dios y dando testimonio de Cristo viviente en ellos con una vida perfecta conforme al mandato y ejemplo de Jesús".
13-2-48
A. M. D. G.