ACLARACIÓN DE LA PALABRA DIVINA: ...
PONDRÉ EL ARCO IRIS EN LAS NUBES Y SERÁ
LA SEÑAL DEL PACTO ENTRE MI Y LA TIERRA...
EL MUNDO REUNÍA LAS CONDICIONES
PROPICIAS PARA LA VENIDA DE JESÚS
#habiendo sido prometido al inicio del castigo, vino Cristo en la hora conveniente
#Mas una palabra divina no ha sido aún entendida en su justa verdad
#"Pondré mi arco iris entre las nubes... y recordaré mi pacto"
#Como por el primer pecado vino el desorden y fue creciendo el mal en el mundo
#Jesús es el restaurador del orden.
Dice el Autor Divinísimo:
"Todo cuanto Dios determina es perfecto, bien sea en cuanto al tiempo, en cuanto al modo o en cuanto a la persona.
habiendo sido prometido al inicio del castigo,
vino Cristo en la hora conveniente
He aquí, pues cómo, habiendo sido prometido al inicio del castigo, vino Cristo en la hora conveniente. Los siglos van transmitiendo con voz cada vez más clara, con pormenores cada vez más nítidos, el anuncio de la divina promesa de un Mesías Redentor y de la Mujer sin concupiscencia que castigará al Prevaricador dando a luz al Vencedor del Pecado y de la Muerte.
Mas una palabra divina no ha sido aún entendida
en su justa verdad
Muchos son los símbolos y las voces que repiten la promesa a través de los siglos. Mas una palabra divina no ha sido aún entendida en su justa verdad
Se dice en el 9.º del Génesis: "... pondré mi arco iris en las nubes y será la señal del pacto entre Mí y la Tierra. Y cuando cubriere de nubes (castigos) el cielo, aparecerá en las nubes mi Arco iris y Yo me acordaré del pacto... del pacto sempiterno establecido en Dios y en toda carne que está sobre la Tierra.
Arco iris: puente entre el Cielo y la Tierra.
María, puente de paz que une de nuevo el Cielo con la Tierra
Arco iris: señal de paz. Arco iris: puente entre el Cielo y la Tierra. María, puente de paz que une de nuevo el Cielo con la Tierra, la Predilecta que con sola su presencia alcanza misericordia para los pecadores. Y Dios, en los siglos anteriores a Cristo, cuando las prevaricaciones de los hombres acumulaban las nubes de los castigos divinos sobre aquella Humanidad de dura cerviz y de espíritu soberbio, al contemplar en su Pensamiento a Aquélla que "ab aeterno" había sido constituida Arca de la Palabra divina, fuente de la Gracia, Sede de la Sabiduría, gozo pacífico de su Señor, disipó las nubes del inexorable castigo, dando tiempo a la Humanidad en la espera de su Salvación.
Esta era la voz de la Virgen aún no nacida: "¡Paz, Señor, piedad!". Y su amor perfecto, su perfecta obediencia, conocidos ya del Señor antes de que fuese la Estrella purísima, eran sacrificio de suave olor que aplacaba la ira del Señor. Y, en los siglos posteriores a Cristo, es María paz y misericordia para la Humanidad. y cuando los pecados crecen y aumentan las nubes de la ira divina y de los humos de Satanás, es María la que disipa las nubes, la que desarma los rayos, la que tiende su místico puente a la Humanidad caída en el abismo para que suba de nuevo por ese camino fácil a su Bien.
"Pondré mi arco iris entre las nubes... y recordaré mi pacto".
"Pondré mi arco iris entre las nubes... y recordaré mi pacto".
¡Oh!, el Iris de paz, la Corredentora está entre las nubes, por encima de la nubes, dulce astro que brilla en la presencia de Dios para recordarle la promesa de misericordia que hizo a los hombres y dio su Hijo para que los hombres tengan perdón. Lo que hay en Ella no es una dulzura idealizada sino una realidad viva, completa, con su alma sin mácula y su carne sin corrupción. Y no se contenta con estar adorando y ser bienaventurada sino que e muestra activa y llama una y otra vez a la Humanidad a la Salvación.
La hora de María es ésta.
El arca de Noé no salvó a todos los hombres sino únicamente a los que Dios encontró justos en su presencia. Incluso en la hora actual, en esta hora que surge y habrá de avanzar del todo cubriéndose cada vez más de nubarrones, no podrá el Arca de Dios salvar a todos los hombres, ya que los hombres, muchos hombres, no querrán salvarse ni encontrar la salud mediante el Arca de Dios.
El arco iris, tras el diluvio, lo vieron únicamente los justos que quedaron vivos sobre la Tierra. Mas, por el contrario, en la hora actual, María, el arco iris, la señal de paz, en una sobreabundancia de misericordia, será vista por muchos que no son justos. Su voz, su perfume, sus prodigios serán dados a conocer a justos y pecadores y, dichosos aquellos de entre estos últimos que, al igual que por el Iris de Dios la ira de Este no se desencadena, así, por éste que es María, se vuelvan a la justicia y a la fe en Jesús en el que está la salvación.
Cristo vino, pues, en el tiempo fijado
para restablecer el orden turbado por la Culpa original
y los lazos de filiación entre Dios y los hombres
Cristo vino, pues, en el tiempo fijado para restablecer el orden turbado por la Culpa original y los lazos de filiación entre Dios y los hombres. Víctima preestablecida, vino a morir, no sólo por los justos, mas también, y sobre todo, por los pecadores.
Todos eran pecadores, al menos con el pecado heredado. Sólo María hallábase sin pecado. Las obras santas de los justos, aun siendo bendecidas por el Eterno, no daban a sus espíritus la herencia del Reino de Dios.
Ser justos resultaba muy difícil ya que los espíritus carecían de la Gracia. La Ley, más que de salvación, venía a ser causa de pecado, porque para gran parte del pueblo de Dios era a la sazón la Ley "motivo de ira" pues que tan abandonada y violada se encontraba. La Sabiduría era falseada por sus voceros hechos a predicar lo que no había de hacerse a gloria de Dios sino en provecho de los ávidos maestros.
Un caos cada vez más profundo, por ser espiritual, había suplantado a la simple y perfecta Ley del Señor, y los espíritus se extraviaban en él cuando no se perdían del todo dándose la muerte espiritual. Una idolatría peor que la del becerro de oro habíase adueñado de la mayoría de las conciencias. Cada personaje de Israel era un "becerro de oro" que se idolatraba a sí mismo y quería que le idolatrasen las gentes.
El Templo era un nombre tan sólo.
Los ritos una representación mímica.
La invisible Presencia divina en el Santo de los Santos
no la creía sino la gente sencilla y humilde del pueblo
que aún lo tenía por santo
El Templo era un nombre tan sólo. Los ritos una representación mímica. La invisible Presencia divina en el Santo de los Santos no la creía sino la gente sencilla y humilde del pueblo que aún lo tenía por santo. Todavía enseñaban los sacerdotes y rabinos que Dios moraba en su Templo, magnífico de gloria, y que hablaba a sus ministros. Mas éstos sabían muy bien que Dios había abandonado el Templo en el que no se adoraba a El sino a los intereses de los príncipes de los sacerdotes, de los Escribas y fariseos. Ellos advertían el vacío que siguiera a la Presencia, ese vacío irremediable, ya que no hay industria alguna de los hombres que pueda colmar el vacío de Dios. Es en vano intentar colmar o al menos paliar el vacío de un altar del que se alejó Dios. Nada, nada en absoluto puede ilusionar ni proporcionar paz a quien está convencido en el interior de su conciencia de que Dios no se halla presente y de que ha abandonado a los soberbios a su propio destino, a sus concupiscencias e idolatrías.
Esa fue la hora en que Jesús vino
Israel ya no era merecedor de ser el Pueblo de Dios.
Otro pueblo debía ser elegido en lugar suyo:
el cristiano.
Esa fue la hora en que Jesús vino. Si Dios midiese las cosas con la medida de los hombres, ninguna hora menos propicia que aquélla debiera haber escogido para el advenimiento de la hora de la Misericordia. Mas aquélla no era únicamente hora de Misericordia. Lo era también de Justicia. Justicia para Israel que ya no era merecedor de ser el Pueblo de Dios. Otro pueblo debía ser elegido en lugar suyo: el cristiano.
El fin del Templo había llegado. Se imponía la nueva Ley, perfección de la antigua, predicada a los hombres directamente por Dios. La Caridad de Dios se manifestaba a los hombres en toda su plenitud.
Caridad no quiere decir injusticia, pues es toda misericordia. Caridad quiere decir hacer todo por amor a los hombres. Este es también el precepto que Jesús os dio.
Mas El, que es la perfección, no se limitó a enseñar que no hay amor más grande que el de quien muere por sus amigos. El murió. Y no sólo por los amigos, por los justos, por los amantes de la justicia -también estos últimos son amigos de Dios aunque débiles todavía e informes de espíritu-, El murió también por sus enemigos. No rogó desde la cruz por los amigos sino por los enemigos.
Como por el primer pecado vino el desorden
y fue creciendo el mal en el mundo
Cristo, Sabiduría eterna e infinita, sabía cómo había entrado en el mundo para el hombre el pecado y con él la muerte y cómo esto era también así antes de la Ley. Si no se hubiera pecado no hubiera habido necesidad de un código contra el pecado que fermentó en sus diversas formas de soberbia, de gula, de avaricia, que enloquecieron a los Progenitores hasta el punto de hacerles rebeldes contra Dios. Y a la violencia opuesta al orden de Dios y, por tanto, a Dios, siguió la violencia contra la inocencia, violada y destruida, para dar paso a la malicia, y a ésta siguió la violencia contra el hermano en el fratricidio cometido por Caín y el homicidio perpetrado por Lamec y la lujuria de los hijos de Dios con las hijas de los hombres y la soberbia de los constructores de Babel y la codicia de los pueblos y de las tribus y los múltiples pecados de Sodoma y Gomorra renacidos cada vez con más fuerza a través de los siglos.
Jesús es el restaurador del orden.
Y Cristo, al morir, ruega por los enemigos de Dios a fin de que obtengan el perdón y tornen a la justicia. Jesús es el restaurador del orden.
Si en una balanza se pone un peso desproporcionado al peso equilibrador, la balanza se inclina de una lado. Mas si se restablece el equilibrio, ambos platillos de la balanza estarán en una misma línea.
Así pues, por el delito de uno, muchos perecerán. La balanza de Dios estaba inclinada totalmente del lado de la Justicia. Mas por el sacrificio de Cristo se dan la Gracia y la vida a todos aquellos que creen en Jesús. Y de este modo, no sólo se restablece el equilibrio sino que, puesto que el sacrificio del Hombre-Dios es de un valor infinito e infinitos son los méritos de Cristo Salvador mientras que la culpa de Adán, aun dentro de su gravedad, es limitada -y lo demuestra el hecho de que pudo ser reparada, lo que habría resultado imposible de haber sido infinita, y así las dos infinitudes, la de la Gracia y la de la Culpa, habríanse enfrentado sin poder vencer la una a la otra, como sucede cuando se oponen entre sí dos fuerzas iguales-, la balanza de Dios se inclina del lado de la Misericordia, y misericordia y perdón se desbordan del platillo colmado de Sangre divina derramada por la salvación del mundo.
Toda se derramó. Y tanta más se derramó cuanto más abundaba el pecado y así, abundando la Gracia, venciese al pecado y la vida a la Muerte, muriendo para devolver la Vida a los espíritus inmortales de los hombres. La Vida, esto es, el Reino de Dios en vosotros y para vosotros aquí y, más allá de la vida, en el Reino de los Cielos".
14-2-48
A. M. D. G.