UNA HEREJÍA DE HOY:
QUE SÓLO POR LOS MÉRITOS INFINITOS DEL
HOMBRE-DIOS Y SIN COOPERACIÓN ALGUNA
DE BUENA VOLUNTAD,
SE SALVAN LOS HOMBRES.
#No os es lícito, pues, tornar al pecado y a la muerte con intención previa de volveros.
#Jesús, al resucitar, dio testimonio de tres cosas:
A los Romanos, cap. 6.º, vv. 1-10
Dice el Autor Divinísimo:
"Muchos de entre los cristianos, y aún de entre aquellos que si se les dijese que están aquejados de quietismo se rebelarían como ante una calumnia, caen en la herejía de creer que, puesto que hay Quien expió por todos y dio la Gracia con abundancia infinita, es inútil reprimirse en el pecar violentando el propio yo. Y aún llevan su herejía hasta el punto de decirse y de decir que, al obrar ellos así, aumentan la gloria y el poder de Dios demostrando que sólo por los méritos infinitos del Hombre-Dios y sin cooperación alguna de buena voluntad, se salvan los hombres.
casi sin limites es la enormidad de esta herejía
que vilipendia la Sangre y el Sacrificio divinos de Cristo.
No. No es así. El raudal de Gracia es infinito; mas casi sin limites es la enormidad de esta herejía que vilipendia la Sangre y el Sacrificio divinos de Cristo.
El murió por todos, siendo compasivo con todos, medicina para todos, salud para todos y Vida para todos. mas la voluntad de estos todos debe ser de justicia. Que después su debilidad háceles caer, que el demonio traidoramente les derriba y arrastra, Jesús, haciendo honor a su Nombre, salva, socorre, alienta, cura, perdona y purifica. Es el Reparador eterno.
Mas hay una fuente que jamás se ha de secar
si no es al final de los siglos.
Es la Fuente que mana del Cuerpo del Cordero inmolado.
Una fuente puede dejar de manar y secarse un depósito de agua. A lo largo de siglos y siglos de vida de la Tierra, mares enteros y lagos se han desecado dando lugar a arenosos desiertos o a desoladas y petrosas hondonadas circundadas de montes que antes se miraban en el espejo de un lago. Mas hay una fuente que jamás se ha de secar si no es al final de los siglos. Ella, generosa y santísima, verterá siempre su fluido para misericordia de los hombres. Es la Fuente que mana del Cuerpo del Cordero inmolado.
Mas ¿ya advertís vosotros, cristianos, qué onda perenne de Sangre divina os baña y nutre de continuo?
Esa Sangre vence a la Muerte, vence al Pecado,
supera al tiempo y perdura en sus frutos riquísimos
por toda la eternidad.
Si hubiera un rey tan rico y de tanta munificencia que hiciera comunicar las casas de sus súbditos con un pozo suyo maravilloso que manase oro, los súbditos de este rey le adorarían como a un dios. Con todo, aquél oro no sería eternamente suyo. A su muerte habrían ellos de dejarlo. Mas la Sangre de Cristo, esta Sangre más preciosa que los metales preciosos o las alhajas, esta Sangre del Rey de los reyes ¿no se os dio gratuitamente, no se derramó con abundancia sobre vosotros sin limitación alguna en su virtud y en el tiempo? Esa Sangre vence a la Muerte, vence al Pecado, supera al tiempo y perdura en sus frutos riquísimos por toda la eternidad. y aún más, es precisamente por su virtud que subís al Reino con vestido de púrpura, con vestimenta real; y es en la eternidad, es en el Cielo, más que en el tiempo y sobre la Tierra, donde gozaréis de ese infinito Tesoro.
No os es lícito, pues, tornar al pecado y a la muerte
con intención previa de volveros.
El, el Viviente, apuró el horror de la muerte para que vosotros murieseis al pecado y resucitaseis a la Gracia. No os es lícito, pues, tornar al pecado y a la muerte con intención previa de volveros.
Dijo El: "No se puede servir a la vez a Dios y a Mammón". Y Yo os digo: "No se puede tener a la vez la Vida y la Muerte".
Jesús, al resucitar, dio testimonio de tres cosas:
Jesús, al resucitar, dio testimonio de tres cosas:
I. Que era Dios, y así podía resucitar por Sí solo.
II. Que había muerto realmente crucificado. Por eso conservó en su Cuerpo glorioso los estigmas de la Pasión. De aquel Cuerpo había desaparecido todas las huellas de la Pasión: el deterioro corporal, las sordideces, los bálsamos espesos del embalsamamiento. Mas para demostrar que el Cristo real, humano y no una ficción incorpórea del mismo había estado clavado en la cruz, quedaron en su verdadera Carne los verdaderos orificios de los clavos y la hendidura de la lanza.
III. Que había vencido para siempre a la muerte y había resucitado, por la virtud de Dios, en Cuerpo y Alma, por los siglos de los siglos. Así como le vieron las piadosas mujeres en el sepulcro, los apóstoles en la tarde de la Resurrección y los discípulos en las sucesivas apariciones, así lo vieron, lo ven y lo verán los espíritus de los hombres al pasar de la vida terrena a la ultraterrena; y así lo verán todos los hombres en el Juicio final, lo mismo que lo vieron aparecer en el Limbo y descerrajar sus puertas los justos que subieron con El al Cielo que de nuevo les fue franqueado a los santos de Dios.
de una cuarta cosa dio también testimonio Cristo
al resucitar y la testimonió
con el símbolo de su resurrección tras el sacrificio:
que el cristiano... resucite a vida nueva, a vida gloriosa...
Ahora bien, de una cuarta cosa dio también testimonio Cristo al resucitar y la testimonió con el símbolo de su resurrección tras el sacrificio. Es ésta: que el cristiano, sumergido en las ondas salutíferas de su Sangre, sepultado en este baño salvador como en una tumba de cuya profundidad extrae vida y no muerte, incorruptibilidad y no corrupción, resucite a vida nueva, a vida gloriosa, igual que le sucedió a El, que fue depositado en las entrañas del sepulcro "como un leproso, con los huesos descoyuntados y a la vista, y sus miembros traspasados" y salió de aquellas entrañas con una vestidura de tan gloriosa belleza que sólo los ángeles y la Purísima pudieron mirarla en su cabal esplendor.
alcanzó la plenitud perfecta de su misterio.
Y después de la Resurrección se completó con aquélla,
misteriosa hasta el final de los siglos,
contenida y aclarada "en el nombre sólo por El conocido"
Cristo, tras la Resurrección, alcanzó la plenitud perfecta de su misterio. Antes de la Pasión era ya perfección: perfección del Hombre, perfección del Hombre-Dios, perfección de Dios. Mas en la Pasión su perfección anterior de Hombre-Dios se perfeccionó con la de Dios-Redentor. Y después de la Resurrección se completó con aquélla, misteriosa hasta el final de los siglos, contenida y aclarada "en el nombre sólo por El conocido" de que habla Juan en su Apocalipsis.
También el hombre, viviendo en Cristo (la lucha del hombre, el sufrimiento, la pasión diuturna combatida, soportada, acabada en justicia) y resucitando por Cristo y en Cristo, alcanzará la perfección que abre las puertas del Cielo y recibirá "el nombre nuevo escrito sobre piedrezuela blanca, nombre que nadie conoce fuera de aquél que lo recibe".
"Yo soy la Vid verdadera... El sarmiento que no puede permanecer unido a la vid no da fruto. Así también vosotros, como dijo El, si no estuviereis injertados en Mí, no traeréis fruto... y seréis echado fuera como rama seca".
En verdad, El "cargó con todos vuestros males" al llevar y apurar a todas "vuestras iniquidades". El "se desecó como una vasija" porque, para haceros vivir, os dio su Sangre que es la linfa vital de la vid verdadera que da fruto.
El es la Vid fructífera. Vosotros los sarmientos silvestres incapaces de dar fruto. Y su Padre, que lo es a la vez vuestro, cultivador de la Viña eterna, os tomó a vosotros, sarmientos estériles y silvestres, y os injertó en El. Y El aceptó beber y apurar todos vuestros juegos homicidas, todas vuestras fiebres concupiscentes, hasta morir como víctima en su carne sin que vuestra corrupción llegase a turbar y emponzoñar su espíritu santo de Inocente eterno y así fueseis vosotros, al fin de los siglos, como El lo fue, gloriosos de alma y de cuerpo, habiendo revestido de carne incorruptible vuestros santos espíritus y, bienaventurados ya, se realizase, por la amistad de Dios, aún antes del primer juicio y del otro último, la inhabitación en vosotros del Espíritu Santo, la fusión con Cristo amigo y Pan del Cielo sobre la Tierra y la paz en Dios después de la muerte a la espera de la resurrección de la carne para compartir la alegría y gloria de la misma.
El Pensamiento y el Querer divinos obraron un misterio
al querer que, aún antes de que existieseis,
hubieran sido vuestro pecados expiados por Cristo.
El Pensamiento y el Querer divinos obraron un misterio al querer que, aún antes de que existieseis, hubieran sido vuestro pecados expiados por Cristo. "El tomó sobre Sí los pecados de muchos" dice Isaías". Y estos muchos son aquellos que durante la vida, o al menos antes de la muerte, no dejaron, por su buena voluntad, infructuosos para ellos los méritos infinitos de Cristo.
ninguno de tantos que se compadecieron de Cristo
se golpeó el pecho diciendo:
"Es verdad: esto, esto y esto, estos miles y decenas de miles
de aguijones yo te los he clavado en tus carnes
y en tu corazón...
Sobre la balanza de la Cruz, sobre aquel patíbulo de Justicia en el que estaban toda la Santidad y toda la Iniquidad y la primera destruía a la segunda, cada uno de vuestros pecados habíanse clavado como saetas en el Cuerpo del Mártir. Numerosísimos fueron los golpes de los flagelos, numerosísimas igualmente las punzadas de las espinas sobre su Cabeza torturada, atroces los espasmos de los clavos; pero ninguno de tantos que se compadecieron de Cristo que estaba sufriendo las torturas infligidas por una justicia humana y cruel, se golpeó el pecho diciendo: "Es verdad: esto, esto y esto, estos miles y decenas de miles de aguijones yo te los he clavado en tus carnes y en tu corazón con mis miles y decenas de miles de pecados. Tú me has reconocido, Redentor mío, con la totalidad de los miles de pecados míos. Ni uno solo de ellos ha sido ignorado por Ti. De todas tus torturas yo he sido la mayor para Ti".
¿Quién podrá numerar los millones y millones de pecados que el Purísimo sintió clavarse en su Cuerpo expiador? ¿Quién, al meditar esto, no debería sentir un odio absoluto al pecado, la huida del mismo, la obligación y el dolor de no servir más al pecado puesto que el Sacrificio de un Dios os liberó de él?
El muerto no hace ya cuanto hacía de vivo.
cómo, pues, vosotros, al igual de Cristo,
no resucitáis para siempre de esta muerte
y vivís para siempre en Dios
Estáis muertos al pecado. El muerto no hace ya cuanto hacía de vivo. ¿Cómo, pues, si hay en vosotros una fe segura en la muerte de Cristo y en la Gracia que esa muerte os mereció librándoos de la muerte del pecado y proporcionándoos los medios con que permanecer libres, cómo, pues, vosotros, al igual de Cristo, no resucitáis para siempre de esta muerte y vivís para siempre en Dios de la misma manera que Jesús -el Hijo de Dios, el Hijo del Hombre, muerto como Hombre para expiar la Culpa y las culpas del hombre- vive "para Dios", es decir, de Dios?
Mas, no sólo, El, Dios; todo aquél que vive en Cristo y por Cristo, recordadlo, se diviniza al llegar a ser hijo del Altísimo".
26-2-48
A. M. D. G.