el don de la ciencia proporcionada
a su estado recibió el hombre al ser
creado
#Dones recibidos por el hombre del Creador
#Esta frase sirve al hombre para negar una de las verdades religiosas: la inmortalidad
#El hombre prefirió no haber recibido don alguno gratuito. Quiso toda la Ciencia
#Dios está por encima de todo Mal. Mas sufre por el sufrimiento que causa en nosotros
#Dios quería devolver al hombre lo perdido E intervino con la condena para salvar
#Cómo el Señor fue llevando al hombre a Sí a través de la historia
#De aquí se llega al Decálogo. el Decálogo es a la vez piedad y castigo
#El Decálogo crea el pecado con todas sus consecuencias
#La verdadera caridad es el ejemplo de una vida profunda y conscientemente cristiana en todo
A los Romanos, cap. 7.º, vv. 1-13.
Dice el Autor Divinísimo:
Dones recibidos por el hombre del Creador
"Es verdad firme que los Primeros Padres, además de la Gracia santificante y de la inocencia, recibieron otros dones de su Creador al tiempo de su creación. Y eran éstos: la integridad, esto es, la perfecta subordinación del sentido a la razón, la ciencia proporcionada a su estado, la inmortalidad y la inmunidad de todo dolor y miseria.
Tal es el alma dotada con los dones gratuitos de Dios
de los que el primero de todos es la Gracia
alma que es espiritual, libre, inmortal, racional,
capaz de conocer a Dios y, por tanto, de amarle,
destinada a gozarlo eternamente.
Sobre la inmunidad y pérdida de esta inmunidad ya te hablé ayer. Hoy hago fijar la atención de tu mente en el don de la ciencia proporcionada a su estado. Una ciencia vasta, verdadera, capaz de ilustrar al hombre en todas las cosas necesarias a su ser de rey de todas las demás criaturas naturales y de criatura creada a imagen y semejanza de Dios por su alma que es espiritual, libre, inmortal, racional, capaz de conocer a Dios y, por tanto, de amarle, destinada a gozarlo eternamente. Tal es el alma dotada con los dones gratuitos de Dios, de los que el primero de todos es la Gracia que eleva al hombre al orden sobrenatural de hijo de Dios, heredero del Reino de los Cielos.
por este don de ciencia, sabía clara y sobrenaturalmente
cómo obrar, qué caminos tomar para alcanzar
el fin para el que fuera creado
El hombre, por este don de ciencia, sabía clara y sobrenaturalmente cómo obrar, qué caminos tomar para alcanzar el fin para el que fuera creado. Amaba a Dos con toda su capacidad, es decir, con una ciencia perfecta adecuada a su grado de hombre lleno de Gracia y de inocencia. Mas amábale con un amor ordenado que era ardiente aunque sin rebasar los límites del reverencial respeto que la criatura, por más santa que sea, debe tener siempre a su Creador.
Este amor intenso, pero que en su intensidad no desborda los diques de la reverencia que la criatura debe a su Creador, flor de perfección preferida por Dios, nunca se ha dado sino en Jesús y en María, porque el Hijo del Hombre y la Inmaculada fueron el nuevo Adán y la nueva Eva, reparadores de la ofensa de los primeros y consoladores del Padre Dios, usando con perfección de todos los dones recibidos de Dios sin jamás prevaricar por soberbia de ser los predilectos de todas las criaturas.
Este don de ciencia, del modo que regula
el amor de la criatura con su Creador,
regula también el de la criatura con la criatura
Este don de ciencia, del modo que regula el amor de la criatura con su Creador, regula también el de la criatura con la criatura: con la esposa, su semejante, en primer lugar, teniendo para ella un amor sin desorden de lujuria, ese amor ardiente de los inocentes con el que sólo los lujuriosos y corrompidos se creen incapaces de amar.
éstos son los que saben amar y amar de verdad.
Amar los tres órdenes que hay en el hombre
¡Oh ceguera causada por los fermentos de la corrupción! Los inocentes, los castos, éstos son los que saben amar y amar de verdad. Amar los tres órdenes que hay en el hombre y con los tres órdenes que hay en él; pero comenzando del más alto y dando al más bajo -el natural- esa ternura virginal que se refleja en el más ardiente amor materno y en el más ardiente amor filial. Esto es, en esos dos únicos amores desprovistos de atracción sensual: amor del alma, amor de criatura-hijo hacia el vivo tabernáculo que le llevó; amor de criatura-madre hacia el testimonio vivo de su cualidad de procreadora, gloria de la mujer que, por las penas y el sacrificio de la maternidad se eleva de mujer a cooperadora de Dios, "obteniendo un hombre con el concurso de Dios". (Génesis cap. 4, v.1).
Regulaba el amor del hombre para con las demás criaturas a las que se unía por razón de utilidad o de afecto. En todas las cosas creadas veía el poder amoroso de Dios que habíalas creado para el hombre y veíalas, al igual que Dios, "muy buenas". (Génesis cap.1, v. 31).
Debiera haber regulado también el amor del hombre hacia las criaturas nacidas de su amor santo con Eva. Mas Adán y Eva no llegaron a este amor porque -aún antes de que "el hueso de los huesos de Adán y la carne de su carne, por la que el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne" (Génesis 2, 23-24), les floreciese un hijo del modo como de una planta besada por el sol, y no por otro alguno, nacen flores y fruto -el Desorden había corrompido con su veneno el amor santo de los Progenitores que quisieron conocer más de cuanto érales justo y suficiente que conociesen, por lo que dijo la Justicia: "Tengamos cuenta no vaya el hombre ahora a extender la mano y coja también del árbol de la vida, coma de él y viva eternamente".(Génesis 3, 22).
Esta frase sirve al hombre para negar una de las verdades
religiosas: la inmortalidad
Esta frase deja perplejos a muchos y a otros muchos sírveles para presentar al Buenísimo y Generoso como un avaro cruel. Sírveles también para negar una de las verdades religiosas: la correspondiente a uno de los dones de Dios a los primeros padres, esto es, la inmortalidad.
El don, para que sea don, ha de ser dado. Dios había dado inmortalidad al igual de los otros dones entre los que estaba el de una ciencia proporcionada a la condición del hombre. No toda la Ciencia puesto que sólo Dios es sapientísimo. E igualmente había dado inmortalidad, mas no eternidad, puesto que sólo Dios es eterno.
El hombre había de nacer, ser procreado por el Hombre creado por Dios y ya no morir sino pasar del paraíso terrenal al celestial y gozar allí de perfecto conocimiento de Dios.
El hombre prefirió no haber recibido don alguno gratuito.
Quiso toda la Ciencia
Mas el hombre abusó. Prefirió no haber recibido don alguno gratuito. Quiso toda la Ciencia sin reflexionar que hasta de las cosas buenas se ha de usar con medida proporcionada a la propia capacidad y que únicamente el Inmenso y Perfectísimo puede conocer todo sin peligro puesto que su infinita Perfección puede conocer todo el mal sin recibir de él turbación alguna corruptora.
Dios está por encima de todo Mal.
Mas sufre por el sufrimiento que causa en nosotros
Dios sufre por el Mal que ve, mas el sufrimiento es por lo que él mismo produce en vosotros, no por El, que que se encuentra muy por encima de cuanto pueda el Mal intentar, y ni aún el obstinado y astuto poder que tiene por nombre Satán puede causar menoscabo a su Perfección.
Es en vosotros como Satán ofende a Dios. Mas si vosotros os mantuvierais fuertes, no habría manera de que Satán ofendiese a Dios por vuestro medio. Si pensaseis en esto, vosotros que amáis a Dios más o menos intensamente, no pecaríais jamás, porque ninguno de cuantos os gloriáis del hombre de cristianos-católicos querríais sentiros cómplices de Satanás en ofender a Dios.
Satanás mira mofarse de Dios, arrebatarle las almas,
a ridiculizar y destruir el Sacrificio de Cristo
para hacerlo inútil para muchos
Y, sin embargo, lo hacéis. Es que jamás reflexionáis en lo astuto que es Satanás y tan rapaz que no se contenta con tentaros o venceros, sino que más que a vosotros, mira a mofarse de Dios, a arrebatarle las almas, a ridiculizar y destruir el Sacrificio de Cristo haciéndolo inútil para muchos de vosotros y para otros muchos capaz apenas de evitarles la condenación.
Satán ha visto en cada lágrima, en cada gota
el verdadero nombre, el verdadero motivo
de todas las gotas de sangre del Hijo del Hombre
Satán lo sabe muy bien, tiene contadas todas las lágrimas, todas las gotas de sangre del Hijo del Hombre, en cada lágrima, en cada gota ha visto el verdadero nombre, el verdadero motivo de las mismas: la indiferencia inerte de un católico por esas lágrimas, la perdición de un católico por las gotas de la Sangre divina. Sabe cuál fue la causa del dolor que arrancó lágrimas y sudor purpúreo a Cristo, su Adversario divino, Adversario desde el momento de su Rebelión, Adversario eterno y Vencedor eterno para millones de espíritus a los que Cristo dona y donó el Cielo.
Pero volvamos a la lección y, por los dones que el Sacrificio de Cristo os ha proporcionado, que cada uno complete el pensamiento que Yo interrumpo aquí.
Adán habría podido querer toda la vida,
es decir, la posesión de la vida
Tras querer toda la Ciencia, Adán habría podido querer toda la vida, es decir, la posesión de la vida, no como don recibido conservado con amor, sino por esa violencia que falta al respeto, destruye el orden y, sin mérito alguno, se autocrea eterno para igualarse a Dios. Igual a Dios, querer ser tal, hubiera sido cometer el mismo pecado de Lucifer. Y para el pecado de Lucifer no hay perdón.
Dios quería devolver al hombre lo perdido
E intervino con la condena para salvar
Dios quería poder perdonar al hombre. Quería poder devolverle la inmortalidad, la posesión del Cielo, la Ciencia proporcionada a su estado, la Gracia, El mismo. E intervino con la condena para salvar. Dictó muerte para dar Vida. Dictó destierro para dar la Patria eterna. Dictó -he aquí el comienzo de la lección que ahora reanuda su argumento- dictó una ley en el lugar de la Ciencia gratuita que perdiera el hombre con la muerte de la Gracia en su corazón. La Ley es fruto de las consecuencias del Pecado.
El Pecado hizo al hombre torpe en su inteligencia para discernir el bien y el mal, y en su integridad. Al igual que un humo, había ofuscado la Verdad conocida y, como un estruendo, había pagado el sonido de las palabras divinas oídas al frescor de la tarde en el hermoso Edén. Decaído de su condición de hijo adoptivo de Dios hasta el grado de animal racional, el hombre apreciaba por instinto que el matar debía ser un "mal" y que el corromperse con liviandades obscenas debía serlo igualmente. Mas no sabía distinguir hasta qué punto era malo matar y qué lujurias eran las más abyectas para Dios.
Como el Señor fue llevando al hombre a sí
a través de la historia
Por lo que Dios , después de haber castigado y vuelto a castigar de nuevo con el diluvio y haber, después de esto, dado las primeras normas para ser menos violentos (prohibición de comer carne con su sangre: Génesis, cap. 9, v. 4); y más tarde con la dispersión de las gentes y confusión de las lenguas ( Génesis, 11, v. 8), origen de futuros pueblos, reinos y guerras que aún os atormentan; y castigado nuevamente una vez más con el fuego caído del Cielo sobre Sodoma y las otras ciudades pecadoras (Génesis 19, 1-29); después de haber dado al justo Abraham una más clara ley de sujeción al Señor (Génesis, cap. 17, v.10), llama a Moisés a Sí y, mediante sucesivas órdenes y llamadas, le conduce a la celebración del primer sacrificio pascual (Éxodo, 12, 1-14) -sacrificio perpetuado hasta el fin de los siglos porque, al llegar la hora de la Gracia, el cordero añojo fue sustituido por el Cordero divino, Hostia perpetua sobre todos los altares del mundo y por todos los siglos- y de esta ley pascual condúcelo a Moisés al Decálogo.
el Decálogo es a la vez piedad y castigo
Mas no habría dado el Decálogo si la razón hubiese dominado siempre a los sentidos, esto es, si no se hubiese cometido la Culpa en el Edén. Y no habríase dado si, al desorden de los sentidos no hubiera sucedido la pérdida de la Gracia y de la Inocencia y, por tanto, de la Ciencia igualmente. Y así el Decálogo es a la vez piedad y castigo. Piedad para los débiles y castigo para los que se burlan de Dios haciendo el mal conscientes de que lo hacen.
El Decálogo crea el pecado con todas sus consecuencias
El Decálogo es piedad, castigo y prueba.
Como "prueba" era también
el árbol que se erguía en medio del Edén
El Decálogo, con su parte positiva: "Harás"; y negativa: "No harás", crea el pecado con todas sus consecuencias. Porque se peca al saber que se peca, y así el hombre, después de la Ley, ya no tuvo excusa para decirse a sí mismo: "No sabía que pecaba".
El Decálogo es piedad, castigo y prueba. Como "prueba" era también el árbol que se erguía en medio del Edén. Sin prueba no se puede formar juicio del hombre y está dicho que Dios prueba al hombre como el orfebre prueba el oro en el crisol.
son verdaderos héroes los que aplastan el sentido
y las tentaciones bajo el peso de su fuerte amor
y no alargan con avidez sus manos al fruto prohibido.
Sólo las virtudes fuertes, y sobre todo la caridad, se acomodan a las disposiciones negativas de la Ley. Porque, generalmente, el hombre, por insinuación satánica y por estímulos latentes, apetece lo que está prohibido. Por lo que son verdaderos héroes los que aplastan el sentido y las tentaciones bajo el peso de su fuerte amor y no alargan con avidez sus manos al fruto prohibido.
Y éstos son los verdaderos cristianos en los que se encuentran vivos los dones del Espíritu Santo, al que completa Jesús comunicando a los hombres en gracia de Dios la ciencia, ese gran don perdido con el Pecado de Adán, la ciencia sin la cual la Ley dada para ser "vida" puede resultar "muerte"
el hombre que no posee la ciencia
proporcionada a su estado
no ama ordenadamente a Dios ni a las criaturas
Porque el hombre que no posee la ciencia proporcionada a su estado no ama ordenadamente a Dios ni a las criaturas, cualesquiera que éstas sean; cae en las diferentes idolatrías, en la triple concupiscencia; desfigura la misma religión con un conjunto híbrido de prácticas pecaminosas cuando no -siendo así que el cristiano recibe con el Bautismo el don infinito de la Gracia- de prácticas farisaicas condenadas por el Verbo divino; no se conoce a sí mismo y por eso hace de su placer un obsequio al querer divino, altera en sí la imagen y semejanza de Dios; los dones recibidos para su bien los vuelve y emplea para hacer y hacerse el mal, si hace limosnas, no las hace por misericordia con los pobres sino para ser alabado por ellas; si escruta los misterios de la Creación, lo hace por recibir gloria de los hombres, mas no por dar gloria al Creador. De esta suerte, sus acciones pierden ese perfume que las hace santas a los ojos de Dios y él tiene en la Tierra su bien fugaz mientras que "el hielo y el rechinar de dientes", como decía el Verbo, le aguardan allá donde no cuentan las apariencias sino la verdad de las acciones humanas.
Y si, no obstante haber hecho mal aquel bien que podía llevar a cabo, elude por la misericordia de Dios el hielo y la tortura del infierno, larga permanencia le aguarda en la escuela del Purgatorio, en donde aprenderá la verdadera caridad que no es "herejía de las obras", el azote de vuestros días, pues son muchos los que se afanan en servir a Cristo con un bullir de prácticas y actos exteriores tan sólo que dejan a los buenos como estaban o escandalizados tal vez, y no sirven para mejorar a los malos ni convertirlos.
La verdadera caridad es el ejemplo de una vida profunda
y conscientemente cristiana en todo
La verdadera caridad es, por tanto, el ejemplo de una vida profunda y conscientemente cristiana en todo. La verdadera caridad es aquélla que Jesús quería de Marta, afanada con exceso en tributar honores externos al Hijo de Dios.
El vivir de este siglo no admite la contemplación del modo que muchos la entienden. Mas Dios no bendice la sola acción. El quiere que se complementen la vida activa y la contemplativa y que las obras no se reduzcan a simple fragor, agitación y aún a discusión con los enemigos; que no sean "herejía" sino religión, esto es, trabajo que equivale a plegaria por el continuo ofrecimiento de los propios actos a Dios, realizándolos todos únicamente a su gloria y así la plegaria sea trabajo. Trabajo continuo sobre sí mismo tallándose cada vez más conforme al Modelo Jesucristo y modelando a los demás con el ejemplo.
En vano se afanan los hombres si Dios no bendice sus actos. Y ¿cómo queréis que Dios esté con vosotros bendiciéndoos y triunféis en vuestras empresas si en ellas no actúa el don de ciencia por el que el hombre se conduce en todos sus actos guiado por un fin santo y no por la propia gloria?".
28-2-48
A. M. D. G.