LA LEY ES ESPIRITUAL. Y LO ES TAMBIÉN
CUANDO PROHÍBE COSAS MATERIALES
#Triple amor a Dios: amor del corazón, del alma y de la mente
#para esto el Verbo se hizo Carne, como también para devolveros la gracia y la verdad
#El quietismo es aborrecido por Dios e igualmente aborrecidas son la soberbia y la gula espiritual:
#¡qué largo destierro todavía, tras la vida terrena, para estos tales!
#Toda la creación sensible y suprasensible es obra del amor
#el hombre de buena voluntad puede todo esto si permanece unido a Jesucristo
#Amar es más fácil que adorar, que honrar, que privarse de hacer algo.
#Fruto de la unión con Dios es la sabiduría
#¡El Reino de Dios! Es decir, el "Pater noster" vivido
#La caridad es la mayor de las purificaciones
A los Romanos, cap. 7.0, vv. 14-25
Dice el Dulce Huésped:
"La ley es espiritual. Y lo es también cuando prohíbe cosas materiales.
en el Decálogo los mandamientos puramente espirituales
son los tres primeros.
Los otros siete y, en particular, los seis últimos,
son prohibiciones de pecados contra el prójimo,
contra su vida, sus propiedades, sus derechos y su honor.
Verdaderamente, en el Decálogo los mandamientos puramente espirituales son los tres primeros. Los otros siete y, en particular, los seis últimos, son prohibiciones de pecados contra el prójimo, contra su vida, sus propiedades, sus derechos y su honor. Podríase, por tanto, decir que es justo llamar "espiritual" a la Ley porque ella procede de Dios; mas no es del todo justo llamarla así en cuanto en sus dos buenas terceras partes ordena no cometer actos materiales que Dios prohíbe realizar.
Mas por encima de los diez Mandamientos de la Ley perfecta está la perfección de la Ley con dos mandamientos dados por el Verbo docente:: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el máximo y primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la Ley y los profetas".
A la luz de la Luz que es el Verbo se ilumina la espiritualidad que late en toda la Ley porque fue dada ésta para hacer vivir en el amor porque toda la Ley descansa y vive por el amor y porque el amor es algo espiritual, sea cualquiera el Ente o la criatura a los que se dirija.
amor del corazón, del alma y de la mente
Triple amor a Dios: amor del corazón, del alma y de la mente; porque en el hombre se da esta pequeña trinidad: la materia (el corazón), el alma (el espíritu) y la mente (la razón); y es justo que las tres cosas creadas por Dios para hacer con ellas una única criatura -el hombre- tributen a Dios por igual su reconocimiento por el ser que recibieron de El.
Triple amor, por tanto: amor del corazón, amor del alma y amor de la mente; porque Adán pecó con su corazón (concupiscencia de la carne), con su alma (concupiscencia del espíritu), y con su mente (concupiscencia de la razón), saliendo del orden para abusar de los dones recibidos de El para que el hombre pudiese asemejársele y le sirvieran como causa de gloria.
Así pues, con las mismas cosas que sirvieron para el pecado, se repara éste, se cancela la ofensa y se restablece el orden violado.
para esto el Verbo se hizo Carne,
como también para devolveros "la gracia y la verdad",
Y para esto el Verbo se hizo Carne, como también para devolveros "la gracia y la verdad", y esto con una medida plena, rebosante e inexhausta.
Con cuanto pecó el primer hombre, el Hombre-Dios repara, y os enseña más con el ejemplo que con la doctrina, la cual, como es obvio, resulta perfecta por más que la tengáis por imposible de practicar. El es Maestro no sólo de palabras sino de hechos, y cuanto El hizo podéis hacerlo vosotros.
La herencia de Adán perdura en cada uno de los hombres. En cada carne hállase como escondido un Adán que puede ser débil en la prueba al igual que lo fue el primer Adán en los orígenes del tiempo. Mas Cristo vino para reparar vuestras caídas, resarcir vuestras lacras y restituiros la Gracia vital cuando vuestra debilidad en la pruebas diarias os hace morir a aquella vida sobrenatural que habíaos dado el Bautismo. Mas Cristo vino para ser vuestro Maestro y Modelo y para que vosotros seáis sus discípulos y hermanos, no tanto de nombre y en la carne, cuanto en espíritu y en verdad, imitándole en su perfección y en su triple amor a Dios.
Por este triple amor fue fiel Jesús a la justicia de la carne por más que fuese probado y se encontrase con libertad en su libre albedrío como otro hombre cualquiera.
Por este triple amor fue Jesús perfecto en la justicia del alma, esto es, en la obediencia al antiguo precepto divino: "Amarás al Señor tu Dios", no sintiéndose exento de tal deber por ser Dios al igual de su Eterno Generante; Hombre-Dios, verdadero Hombre y verdadero Dios, no por infusión temporal del Espíritu de Dios en una carne predestinada para ello, o por unión moral de un justo con su Dios, sino por unión hipostática de las dos Naturalezas sin mutación de la naturaleza divina por más que se uniese con la humana y sin alteración de la naturaleza humana -compuesta de carne, mente y espíritu- aunque estuviese unida a la divina.
Por este triple amor, en fin, fue sublime Jesús en la justicia de la mente, sometiendo su entendimiento perfectísimo, no sólo a la Ley divina, como debe hacerlo todo hombre que la conozca, sino también a los designios que Dios Padre tenía para El y sobre El, como Hombre, aceptando cuanto le propuso y cumpliendo en todo su voluntad hasta el extremo de la muerte de cruz.
Al "hacerse siervo" por toda la Humanidad decaída, Jesús cumplió en Sí mismo cuanto señaló a los hombres para llegar al amor perfecto; mas no impuso a éstos el sacrificio total como término del amor para poseer el Cielo, y así, en el segundo precepto del amor, os dice únicamente esto: "Amad a vuestro prójimo como os amáis a vosotros mismos". El fue más adelante. No se limitó a amar a su prójimo como se amaba a Sí mismo sino que le amó muchísimo más que a Sí mismo, porque, para hacer "bien" a éste su prójimo, sacrificó su vida y la consumó en el dolor y en la muerte, Mas a vosotros no os propone tanto. Bástale con que la gran mayoría de los miembros de su Cuerpo Místico lleven la pequeña cruz de cada día y amen al prójimo como se aman a sí mismos.
Tan sólo a sus elegidos, a sus predestinados,
indícales su Cruz y su suerte y así les dice:
"Amaos como Yo os he amado"
Tan sólo a sus elegidos, a sus predestinados, indícales su Cruz y su suerte y así les dice: "Amaos como Yo os he amado", e insiste: Ninguno tiene un amor más grande que el de aquél que da la vida por sus amigos", y termina: "Sois mis amigos si hacéis lo que Yo os mando".
Nunca la predestinación se halla desligada del heroísmo. Los santos son héroes. De esta o de la otra forma, pero su vida es heroica de la manera que Dios se la propone. Ellos saben lo que hacen y a qué les lleva el hacer lo que hacen, mas no se asustan por ello. Saben también que lo que hacen sirve para continuar la Pasión de Cristo, acrecentar los tesoros de la Comunión de los Santos, salvar al mundo de los castigos de Dios y arrebatar al Infierno tantos tibios y pecadores que, sin su inmolación, no se salvarían de la condenación. Porque también la tibieza, al enfriar gradualmente la caridad que todos los hombres deben tener para poder vivir en Dios, conduce lentamente, como por consunción espiritual, a la muerte del alma.
No sería justo que la predestinación estuviera desligada del valor heroico de la criatura, y Dios no puede querer cosas injustas. Hablo aquí de la predestinación a la santidad proclamada por la justicia de la vida y por hechos extraordinarios que puntúan como estrellas la vida y la ruta del predestinado fiel hacia su destino a la gloria y tras su muerte continúan siendo proclamados como milagros.
Porque una es la predestinación a la Gracia divina, común a todos los hombres y concedida, por tanto, gratuitamente por Dios en medida suficiente para salvarse, y otra la predestinación a la gloria que se da a quienes durante su vida terrena hicieron buen uso del don de la Gracia y permanecieron fieles a pesar de cuantas pruebas les tentaban al mal o de otros dones extraordinarios aceptados con emocionada alegría aunque no pretendidos ni destruidos por formarse con ellos una necia presunción de ser tan amados y estar tan seguros de poseer la gloria, que ya no tengan necesidad, en adelante, de luchar ni perseverar en el heroísmo para arribar a ella.
El quietismo es aborrecido por Dios e igualmente
aborrecidas son la soberbia y la gula espiritual
El quietismo en el que degeneran a veces los primeros impulsos de un espíritu llamado a sendas extraordinarias, es aborrecido por Dios e igualmente aborrecidas son la soberbia y la gula espiritual: dos pecados tan fáciles de penetrar en los elegidos y beneficiados -y probados para confirmarles en su misión o privarles de ella como indignos- con dones extraordinarios, pecados de Lucifer, de Adán y de Judas de Keriot, los cuales, teniendo muchísimo, lo quisieron todo; se creyeron seguros de salvarse sin mérito alguno suyo y sólo por el amor de parte de Dios; confiaron únicamente en la Bondad infinita sin pensar que la perfecta Bondad divina, por más que sea infinita, jamás es necia e injusta; y, por creerse "dioses" al ser tan altamente escogidos, pecaron tan gravemente.
Dios sabe con certeza quiénes serán los que han de perseverar heroicamente hasta el final, mientras que el hombre no sabe si ha de perseverar hasta el fin.
Y también en esto resplandece la justicia, porque si Dios quisiera que, no obstante el libre albedrío del hombre que a menudo resulta contraproducente para la consecución de la gloria -porque el hombre difícilmente usa con justicia de este don regio de Dios que Este le entrega para que, conscientemente de su fin último, elija libremente el cumplimiento de solas las acciones buenas para merecer con ellas la consecución de aquel fin bienaventurado-, todos los hombres se salvasen forzándoles a no pecar, no guardaría entonces la debida consideración a la libertad del individuo creado por El con todos aquellos dones que le capacitan para distinguir el bien del mal, para comprender la ley moral y la ley divina y para tender a su fin y conseguirlo.
Y con ello vendría también a faltar para cada uno de los predestinados la causa de su gloria: la heroicidad de su vida por permanecer fieles al fin para el que fueron creados, y por usar, y usar santamente, de los dones gratuitos recibidos de Dios, de esos dones que son los frutos admirables del divino Amor que querría la salvación y el gozo eterno de cada uno de los hombres, pero a los que deja en libertad de elegir su futuro eterno de gloria o de condenación.
Y es también motivo de justicia el que, por vuestra parte, ignoréis vuestra suerte última. Porque si conocieseis vuestro futuro eterno, os faltaría el móvil que impulsa a los justos a obrar para merecer la visión beatífica de Dios, que es gozo sin medida, y podríais caer en el quietismo o en la soberbia que, aunque transitoria, sería siempre suficiente para ocasionaros una más larga expiación y un menor grado de gloria, mientras que los injustos tendrían en eso el móvil que les impulsaría a ser verdaderos satanes, pues así llegarían a odiar y a maldecir a Dios, a odiar y a perjudicar a su prójimo sin freno alguno, al saberse ya destinados al infierno.
No. Conociendo la Ley y el fin al que la obediencia o la desobediencia a la misma lleva, si bien ignorando cuanto sólo la omnividencia de Dios sabe, de modo que no les falte a los justos el estímulo del puro amor que les ha de merecer la gloria y a los perversos, que prefieren el pecado y el delito a la justicia y al amor, la libertad de hacer lo que a ellos les place -y así, a la hora de la condena divina, no cometan el último pecado contra el Amor lanzándole esta acusación blasfema: "He obrado así porque Tú, desde siempre, me tenías destinado al infierno"- cada una de las criaturas racionales debe escoger libremente el camino que le plazca y elegir el fin que prefiera.
no es un don gratuito que se concede a todos los hombres,
sino más que un don, una conquista
llevada a cabo por los que perseveran en la justicia
La predestinación a la gloria no es un don gratuito que se concede a todos los hombres, sino más que un don, una conquista llevada a cabo por los que perseveran en la justicia, una conquista que se consigue con el uso perfecto de los dones y auxilios de Dios y con la buena voluntad que jamás deja inactiva cosa alguna que le proponga o le entregue Dios, antes todo hácelo activo y lo dirige al fin santo de la visión intuitiva de Dios y a la posesión gozosa del mismo.
Alguno objetará: "Pues entonces, ¿sólo aquellos que son santos en el trance de la muerte tienen la gloria? ¿Y los demás? ¿No es acaso el Purgatorio una prisión, aunque menos dolorosa siempre constringente, que separa a las almas de Dios? ¿No están acaso los espíritus purgantes predestinados también al Cielo?
Lo están. Día llegará, y será éste el del Juicio final, en que el Purgatorio habrá desaparecido y pasarán sus moradores al Reino de Dios. Y tampoco el Limbo existirá ya, por cuanto el Redentor lo es tal para todos los hombres que siguen la justicia por honrar a Dios en el que creen y por tender a El, del modo que le conocen, con todas sus fuerzas.
¡qué largo destierro todavía, tras la vida terrena,
para estos tales!
Mas ¡qué largo destierro todavía, tras la vida terrena, para estos tales! Y ¡qué largo también para aquéllos que, diciéndose católicos, limitan su amar y su obrar a ese mínimo indispensable que no les haga morir en desgracia de Dios!
¡Qué diferencia entre estos hombres salvados, más que por méritos propios, por los infinitos del Salvador, por la intercesión de María, por los tesoros de la Comunión de los Santos y las oraciones y sacrificios de los justos, y aquéllos que quisieron la gloria, no por egoísmo, sino por amor a Dios!
¡Qué diferencia entre los primeros que, a duras penas y con multitud de pausas de decaimiento, murmurios de descontento y hasta extravíos por las sendas del egoísmo, arrastran cual pesada cadena su limitadísimo amor, y los segundos que, amantes verdaderos de Dios e imitadores de Jesucristo, "aman como Jesús amó" dando hasta la vida, abrazando siempre todas las cruces e, incluso, pidiéndolas, como el amor de los dones, para salvar la vida del alma de su prójimo, almas-hostias que ante el conocimiento divino aparecen desde siempre como "amigos de Jesús " ya que harán cuanto El les mande!
Presente eterno: "Sois mis amigos". Dios lo conoce. Condición individualizada: "Si es que hacéis". Porque la conquista de una amistad requiere obras capaces de conseguir esa amistad. Y la seguridad de que tales obras os consiguen la amistad de aquél a quien deseáis por amigo, os ayudan a realizarlas. Como sucede entre los hombres, así, y más perfectamente, sucede entre Dios y los hombres.
si es que hacéis lo que Yo os mando"
Alienta al esfuerzo futuro premiando ya con el presente:
"sois"
Jesús, cuando su instrucción era ya más "hechos" que "palabras", da la última lección a sus apóstoles para que alcancen la perfección exigida por Jesús para llamarles "amigos". Y ella es la perfección impuesta por El a todos los predestinados a un gloria rápida, proclamada por la justicia heroica de su vida, por hechos extraordinarios durante la vida y por milagros después de su muerte: "Vosotros sois mis amigos si es que hacéis lo que Yo os mando". Alienta al esfuerzo futuro premiando ya con el presente: "sois".
Jesús conocía a sus apóstoles, como conoce a cada uno de los hombres, y los consideraba, lo mismo que a vosotros, por lo que eran: criaturas debilitadas por la herencia de Adán, agobiadas por tantos elementos contrarios a la elevación a las esferas de la perfección. Y sabía, como sabe, qué elemento tan potente es el amor dado anticipadamente para estimular al trueque. El hombre es como un niño que aprende a hacerse adulto e independiente del concurso ajeno; es, valga la comparación, un incapaz que necesita ser asistido en todo para crecer, nutrirse, caminar, debiendo ser atendido por quien hállase ya formado por haber alcanzado la edad perfecta en el cuerpo, en el entendimiento y en el espíritu.
Y Jesús hácese "madre" para hacer del hombre
un "niño espiritual",
un adulto del linaje escogido,
un sacerdote real, una hostia viviente
Y Jesús hácese "madre" para hacer del hombre un "niño espiritual", un adulto del linaje escogido, un sacerdote real, una hostia viviente que de continuo se ofrece a Dios como Cristo, con Cristo y por Cristo a fin de continuar el sacrificio perpetuo que se inició con Cristo y tendrá su término al final de los siglos. Y la leche con que os nutre es su Caridad; los brazos con que os aúpa son su Caridad, y las palabras que os dirige para enseñaros la verdadera sabiduría son su Caridad.
Dice el Evangelio de San Lucas. "Le son perdonados muchos pecados porque ha amado mucho". Mas ¿quién llevó a la pecadora a la redención del mucho amar a Aquél que es Santo sino el mucho amor del Redentor hacia ella? Tengo dicho: "En todo hombre hay un Adán". Pero añado: "En toda criatura hay una María de Mágdala". Y lo que muchas veces salva al alma pecadora es el infinito amor de Dios hacia ella.
Verdaderamente sois vosotros los redimidos por el amor antes todavía que por la Sangre y por la Muerte del Hijo de Dios. La Sangre y la Muerte fueron el accidente último de vuestra redención. En cambio el amor de Dios hacia vosotros es la posición eterna de Dios en relación con vosotros y este divino amor comenzó a salvaros desde su eterno ser, porque, antes de que existiera el tiempo, estabais vosotros en el pensamiento de Dios: Todos vosotros, desde Adán hasta el último hombre, con vuestros heroísmos y extravíos, con vuestros tesoros y miserias y con vuestra gran necesidad de ser fortísimamente ayudados, divinamente ayudados, para poder alcanzar el fin para el que fuisteis creados. Y el Amor había ya establecido "desde el principio" en su Saber y Querer divinos cuanto era preciso para traeros de nuevo a la Vida, tanto como Humanidad como individuos. Abrazó todo cuanto suponía sacrificio y dolor por amor vuestro y por amor a vosotros, tan frecuentemente ingratos y más frecuentemente débiles, se inmoló desde siempre por vuestro amor.
Sólo con que contempléis la voluntad heroica del Hijo de Dios, futuro Cristo, constituido tal desde siempre, desde antes de la Redención, desde antes de su Nacimiento, desde antes de su Encarnación, desde el principio del mundo y antes del principio del mundo retrocediendo en una inmensidad de tiempo que ya no es tiempo sino "eternidad", podéis vosotros comprender cómo es por el amor que habéis sido salvados. Porque así como "en el principio el Verbo estaba junto a Dios", otro tanto: "en el principio el amor estaba junto a Dios", o más bien, era Dios, puesto que Dios otra cosa no es sino Amor. Y así como está escrito que. "Todas las cosas fueron hechas por medio de El", otro tanto es justo escribir que "todas las cosas fueron hechas por medio del Amor".
Toda la creación sensible y suprasensible
es obra del amor
Toda la creación sensible y suprasensible es obra del amor. Todas las providencias, leyes físicas, morales y sobrenaturales son obras del amor. Los actos todos de Dios son obras del amor. Amor la creación efectuada por Dios, amor la creación particularizada del hombre, hijo adoptivo de Dios. Amor la Encarnación del Verbo; amor su Pasión para redimir al hombre, amor la Eucaristía; amor los dones del Paráclito que Este, Teólogo de los teólogos, Dador de Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad, Temor de Dios, da a cuantos dignamente le reciben a El, Amor del Padre y del Hijo, Fecundador y Santificador de cuantos le saben retener en sí con una vida pura y santa; amor la Iglesia, dispensadora de gracia y Maestra para sus fieles.
El perfecto Amor Uno y Trino os colma de Sí mismo y de sus munificencias para haceros perfectos en la Tierra y dichosos en el Cielo; y Cristo os propone las dos perfecciones por las que habréis de llegar a la gloria eterna.
os propone la misma santidad de su Padre
Y como Maestro,
os propone su propia santidad
Jesús, como Verbo, dirigiéndose a criaturas divinizadas por la Gracia, os propone la misma santidad de su Padre: "Sed perfectos como lo es vuestro Padre celestial". Y como Maestro que se dirige a hombres semejantes a El en el cuerpo y en el alma, os propone su propia santidad: "Aprended de Mí. Os he dado ejemplo a fin de que, como Yo he hecho, hagáis también vosotros. Seréis dichosos si llegáis a poner en práctica mi ejemplo. Sois mis amigos si hacéis lo que os mando"
Entre las paralelas de estas dos santidades propuestas, camino para vosotros de Vida eterna, hállase Cristo que abarca en Sí mismo, como Verbo Hijo de Dios, la Santidad de Dios, y, como Jesús Hijo de María Inmaculada, la justicia perfecta del Hombre inocente, lleno de Gracia y de Verdad. Y, puesto que "vosotros sois dioses e hijos del Altísimo", vosotros, hombres redimidos por Cristo, podéis y debéis, como hijos de Dios e hijos del hombre, copiar a vuestro Hermano Jesús, haceros otros Cristos, hijos verdaderos de Dios y herederos del Cielo, cosa que no es imposible porque El, Jesús, ha demostrado cómo es posible serlo.
Si el Verbo hubiérase manifestado únicamente como Palabra divina, como Maestro increado y espiritual, del modo que se manifestó a los Patriarcas y Profetas antes de la venida de Cristo, el hombre, despavorido o rebelde, habría podido lamentarse o increpar, conforme a su estado de ánimo: "¿Cómo voy a poder yo, carnal como soy, yo, perpetuo Adán, tentado al pecado y débil por naturaleza, hacer lo que Tú enseñas, Tú, que eres Espíritu purísimo al que Satanás no tienta ni le afectan las imperfecciones de la naturaleza? O también: "¿Por qué permitiste que desde el seno mismo de mi madre estuviese yo contaminado? ¿Por qué permitiste que el padre de la Humanidad lo estuviese si es que me querías santo? Correspondo a tu burla con mi maldición".
Mas el Verbo se hizo Carne, tomó naturaleza humana, semejante en todo a sus hermanos en Abraham, no diferente, por el tiempo en que vivió Jesús de Nazaret, de Adán, lleno de gracia y de inocencia desde su primer día en el Edén, y como él tentado para ser probado y así poder comprender y ayudar, incluso por su experiencia directa de hombre y con su ejemplo, a quienes se hallan en la prueba.
El hombre no puede desanimarse diciendo:
"Yo, carnal,
no puedo ser perfecto como el Padre de los Cielos
ni hacer lo que el Verbo enseña"
El hombre no puede desanimarse diciendo: "Yo, carnal, no puedo ser perfecto como el Padre de los Cielos ni hacer lo que el Verbo enseña". Y tampoco puede llamar "burla" a la enseñanza que el Verbo da a quien por su naturaleza humana, debilitada y corrompida por el Pecado original, a duras penas y con esfuerzo continuo alcanza a ponerla en práctica.
Como tampoco puede el hombre decir: "No se acomoda a mi naturaleza carnal la Ley espiritual por ser tan contraria a la voz exterior de mis miembros, del mundo que me rodea, del demonio que de continuo me ronda y tienta las bajas pasiones de mi naturaleza animal y las morales de mi naturaleza espiritual, como tampoco a la voz misma de Dios -pues la voz de la conciencia es el toque de alarma de Dios a su criatura para que no se aparte de la Ley o la vulnere- voz que me habla en el interior para decirme: "Haz esto", o, por el contrario: "No hagas aquello". Mas yo - a pesar de tener voluntad de hacer el bien y reconocer ser santa esta Ley que mi conciencia de hombre y la razón que me diferencia de los brutos y fueme dada por Dios para hacerme capaz de entender, reflexionar, escoger y querer lo que está bien, me dicen ser buena, a pesar del impulso divino que en mi interior activa El mismo, es decir, Dios, Moviente eterno de todas sus criaturas, Inmenso, que me comunica, igual que a todo otro hombre divinizado, llamado a grandes cosas, su Inmensidad para que sea capaz yo, su hijo de adopción, de llevar a término obras grandes que sean una semejanza de las suyas grandísimas y perfectísimas, de las que la primera y mayor de todas es la de tender a El con todo mi amor por ser El el único Bien verdadero-, mas yo no logro hacer el bien que desearía sino que cedo al mal que fermenta en mí más fuerte que el bien".
No. No podéis decir esto porque si el mal es grande como grande es también la herencia que el mal dejó en vosotros y más grande el mal que se halla soterrado para dañaros en las varias circunstancias de la vida (el mundo) y muy grande asimismo el mal que tiene por nombre Satanás, principio del Mal, monstruo devorador e insaciable, odio eterno, viviente e incansable contra el Creador y sus criaturas; mas uno sólo es infinito: Dios. Y el hombre divinizado tiene consigo la Gracia, esto es, a Dios. Dios Caridad, Dios Inteligencia, Dios Santidad, Dios Fortaleza, Dios Poder, Dios Sabiduría, Dios Vida, Dios Bondad, Dios Pureza, atributos todos ellos perfectísimos e infinitos, Dios el Todo.
el hombre de buena voluntad puede todo esto
si permanece unido a Jesucristo
Y el hombre de buena voluntad puede todo esto si permanece unido a Jesucristo que, por no atemorizar al hombre con los clamores divinos de la Ley del Sinaí -amedentrado con las cuatro imposiciones y las seis prohibiciones, el hombre, en el que la ley desordenada del sentido es más fuerte que la razón o cuando menos hay equilibrio de fuerzas en la lucha que tiene entablada con la razón desde que el don de la integridad resultó herido en el Edén- reduce y condensa toda la Ley en un doble mandamiento de amor y os la presenta así con la vestidura dulce, atrayente y gozosa del amor. "Amad a Dios, amad al prójimo".
que honrar, que privarse de hacer algo.
Amar es más fácil que adorar, que honrar, que privarse de hacer algo. Al amar a Dios, este se acerca al hombre y el hombre a Dios. Amar tiene más atractivo que temer y es escala para ascender a la adoración.
El hombre no puede alcanzar de súbito las cumbres de la adoración. La misma grandeza de Dios le detiene de hacerlo y, a la vez, con el miedo de Dios, era habitual en los antiguos hebreos, y las miserias de la naturaleza, forma las ligaduras que le mantienen alejado de Dios. Mas el amor desata con su ardor esas ligaduras y coloca sus alas de fuego al alma que así puede subir cada vez más arriba a medida que se lanza más y más sin parar mientes en lo que deja: miserias, pobres honores, limitaciones, riquezas y afectos caducos, sino en lo que obtiene y conquista: Dios, el Cielo. No hay acto de culto formal que os una tanto a Dios como el acto espontáneo y continuo del amor.
Fruto de la unión con Dios es la sabiduría
Fruto de la unión con Dios es la sabiduría Y la sabiduría conduce el ejercicio de la justicia en todas las cosas.
El hombre que se encuentra unido a Dios es activo y alegre. Y de esa alegría que le viene de la complacencia de Dios por sus actos de hombre amante de Dios, toma impulso para ser cada vez más activo en el bien, porque la unión con Dios produce paz activísima, nunca paz inerte.
No se da inercia alguna en Dios que es el operante eterno, como tampoco se da en el hombre que se encuentra unido a Dios por el amor. El ama activamente a Dios y es por Dios activamente amado. Y esta doble actividad produce un desbordar, un irradiar de fuegos caritativos sobre las criaturas, no bastándose el hombre a contener en sí el Amor infinito que se revierte en él para consuelo de su amor como en un recipiente digno y ansioso de acogerlo; y, no bastándole al hombre, una vez dentro del torbellino ardiente del amor divino, con amar únicamente al Creador, pues los ojos de su espíritu y el espíritu de su alma, al contemplar al Creador, ven también en el a todas las criaturas, y así el hombre se siente impulsado a amarlas a todas santamente por ser obras del Amor suyo amadísimo.
Y he aquí al amor del prójimo que nace, brota y se derrama, por santa e inevitable consecuencia, del santo amor de Dios. El amor al prójimo ha de practicarse con justicia poniendo a cada criatura en su lugar exacto, esto es, en un grado siempre inferior a Dios por más que ésta sea la más querida por vínculos de sangre o de afecto o la más santa por la justicia de su vida, no anteponiéndola, por tanto, jamás a Dios, antes viendo en ella algo así como un nuevo don de Dios concedido por El para hacer más fácil, agradable, dulce y meritoria la vida al que vive en la Tierra.
Y he aquí cómo, por obra del amor, conquista el hombre la sublime libertad sobre las insidias del yo, del mundo, del demonio y de las constricciones consiguientes a la Culpa original.
El fuego vivo es llama.
La llama es libre y sube al cielo.
Irradia a la vez calor y luz,
y beneficia a quien a ella se acerca.
La caridad es fuego vivo. El fuego vivo es llama. La llama es libre y sube al cielo. Irradia a la vez calor y luz, y beneficia a quien a ella se acerca. Y he aquí, en efecto, cómo el hombre encendido en caridad sube con su llama hacia Dios, centro de todo fuego de amor y, al mismo tiempo, irradia su fuego sobre los hermanos, remedia sus miserias, ilumina sus tinieblas y las alegra llevándoles la luz que es Dios, purifica sus impurezas porque todo santo -y santo es quien ama con todo su ser a Dios y al prójimo- es purificador de sus hermanos, socorre con piedad sublime a los afligidos, a los pobres, a los enfermos de cuerpo o de espíritu, predica y establece así el Reino de Dios en sí mismo y en el mundo. Porque el reino de Dios en el hombre es el amor. En el interior del hombre y en el mundo, el reino de Dios es el amor, en contraposición al reino de Satanás que es odio, egoísmo y triple lujuria.
Es decir, el "Pater noster" vivido
¡El Reino de Dios!
Es decir, el "Pater noster" vivido, hecho vivo por los justos, hecho "acción" continua y no esterilizado con palabras murmuradas más o menos distraídamente. El "Pater" vivido de verdad, santificando el nombre Santísimo de Dios al tributarle la alabanza más auténtica: la de adorarle en espíritu y en verdad y trabajar para que los demás le adoren mediante el doble amor que es obediencia a la Ley dada para inclinar al hombre a la religión, esto es, a la unión con Dios y con los hermanos vistos en Dios, y al respeto lleno de veneración para con los derechos de Dios, como también al respeto fraterno de los derechos del prójimo.
El "Pater" hecho vivo por la instauración del Reino de Dios en las criaturas y en el mundo mediante el doble amor: a Dios y al prójimo, camino obligado para llegar a la posesión del Reino de los Cielos.
El "Pater" hecho vivo por la adhesión a la voluntad de Dios, cualquiera que ésta sea, mediante el doble amor que hace aceptar pruebas, penas, agonías, luchas, con pacífica obediencia, como venidas de la mano de Dios, y soportar al prójimo en los sufrimientos que nos puede proporcionar, considerándolo como un "medio" para la consecución de méritos eternos por la paciencia que os fuerza a ejercitar con aquellos que os prueban y que son vuestros pobres hermanos culpables contra el amor y necesitados de misericordia y de plegarias para que vuelvan a entrar en el camino de la Vida.
El "Pater" hecho vivo en la caridad al prójimo, lo más difícil de ejercitar: la del perdón otorgado a los propios ofensores, ofreciéndolo a Dios Amor para que os perdone los débitos que tenéis con El.
La caridad es la mayor de las purificaciones
La caridad es la mayor de las purificaciones, pudiendo ser continua: un continuo lavado de vuestras imperfecciones llevado a cabo por las llamas del doble amor. Y es también la caridad la Ley espiritual llevada a la práctica que, puede ser puesta en práctica hasta por el hombre carnal, porque, aneja a esa caridad, va siempre la fe que, al proponeros sus verdades, os estimula a superar las pruebas de la vida a la vista del Origen y del fin de todas las criaturas: Quién las crió, por qué, para qué destino; Quién les ayuda a conseguir ese destino feliz y les asegura que tal destino bienaventurado es patrimonio de cuantos vivan en justicia.
Toda verdad revelada es una confirmación de lo bueno, próvido y justo que es el Señor Uno y Trino. Bueno, próvido y justo es Dios Padre, Creador que "todas las cosas las dispuso con medida, número y peso" y las ordenó a su fin dándole al hombre, cuyo fin es sobrenatural, además de la Gracia, el medio indispensable para alcanzar dicho fin: la razón y la conciencia, las cuales le permiten conocer y seguir la ley moral natural, no escrita por legislador perecedero y falible sobre materiales corruptibles sino por el dedo de Dios sobre páginas espirituales y, por tanto, inmortales, del alma y así no esté sujeta a otra manumisión que la voluntaria del hombre rebelde que, por otra parte, puede huir y apagar las voces de la razón y de la conciencia con el clamor de los sentidos desenfrenados, mas nunca sofocar, y menos para siempre, estas voces interiores. Porque ellas son la voz misma de Dios que resuena en todos y cada uno de los hombres, bien sean católicos o infieles, cismáticos o hebreos, herejes, separados o excomulgados, y así todas las criaturas racionales conozcan y vivan, si quieren, siguiendo los dictados de la Ley eterna del Bien.
Bueno, próvido y justo es Dios Hijo, Salvador, que se encarnó para ser Jesús y murió para que vosotros fueseis de nuevo "una misma cosa con Dios" como los hijos con un solo amor con su padre. Y resucitó y ascendió al Cielo, no sólo para dar a los hombres la prueba principal de su divinidad sino también para daros, con su resurrección y ascensión al Cielo, la promesa y garantía de la resurrección final de la carne y de la existencia del Reino de los Cielos al que cuantos vivan y mueran en el Señor serán asuntos para que gocen de la visión beatífica de Dios, alcanzando con ella el gozoso conocimiento del misterio de Dios que inteligencia alguna humana puede penetrar.
Bueno, próvido y justo es Dios Espíritu Santo, Santificador, alma de la Iglesia a la que vivifica con su Gracia y sus Dones, amaestra y satura de amor para que discierna y decrete con justicia y sabiduría cuanto atañe a la fe y a las costumbres y aplique con amor y justicia tanto los bienes espirituales como los castigos y, con amor y justicia, desprovista de todo apego personal a juicios, cálculos, intereses, prejuicios o cualquier otro móvil humano, guíe, sostenga y amaestre a sus hijos continuando el magisterio de su Esposo, su Cabeza y su Señor, al que debe servir y no afligir poniendo obstáculos a su Voluntad, aun cuando lo que quiere se salga de lo ordinario. Porque Dios puede querer cualquier cosa buena para sus hijos y a nadie le es lícito juzgar los actos de Dios ni condenarlos poniéndoles obstáculos.
La Iglesia existe porque Dios Verbo la fundó
con el beneplácito de Dios Padre
y con la ayuda de Dios Espíritu Santo
La Iglesia existe porque Dios Verbo la fundó con el beneplácito de Dios Padre y con la ayuda de Dios Espíritu Santo. Y la Unidad Trina hízola tan fecunda, ampliando así en extensión y profundidad el Reino de Dios en los corazones y sobre la Tierra, y, de este modo, llegue la Humanidad, en el mayor número posible, al Reino de Dios en el Cielo.
Y con la fe está la esperanza que se alimenta de la fe, lo mismo que ambas están vivificadas por la caridad. La esperanza que nace y descansa sobre la certeza de que Dios ni miente ni falta a sus promesas y por ello prodiga al hombre todos sus auxilios para que pueda conseguir la resurrección feliz y la vida eterna por haber conocido y creído en el Hijo de Dios y puesto en práctica su Palabra que salva de la muerte espiritual. Porque la fe, la unión con Cristo y el vivir en Cristo es "vida" y quien vive en Cristo y de Cristo no conocerá la muerte. Ítem más aunque sea sarmiento muerto, si después, por gracia de Dios y buena voluntad humana, alcanza la primera resurrección: la de injertar su sarmiento -muerto por haber estado desgajado del trono de la Vid: Jesús, bien por el pecado o por pertenecer a iglesias separadas- en la única Iglesia Católica Apostólica Romana, muda su muerte espiritual en vida.
He aquí, pues, cómo por la Caridad
por la Fe y la Esperanza,
por todo aquello que os viene
de las tres virtudes teologales...
puede cumplir la Ley espiritual y llegar a la gloria.
He aquí, pues, cómo por la Caridad -caridad de Dios con el hombre y del hombre con Dios y con sus semejantes-, por la Fe y la Esperanza, por todo aquello que os viene de las tres virtudes teologales, por todo aquello que ellas producen en vosotros, el hombre carnal, aún llevando en sí todavía el peso tremendo de su humanidad herida, puede cumplir la Ley espiritual y llegar a la gloria.
"Y ¿quién os libra de este cuerpo de muerte? La Gracia de Dios por Jesucristo Señor vuestro" ".
29-5 al 3-6-48
A. M. D. G.